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sábado, 1 de febrero de 2014

María Teresa I de Austria



Emperatriz austriaca -aunque en realidad sólo tuvo los títulos de archiduquesa de Austria, reina de Bohemia y reina de Hungría- (Viena, 1717-1780). Era hija del emperador Carlos VI, a quien sucedió al morir en 1740. La mayor parte de las monarquías europeas reconocieron esta sucesión y la Pragmática Sanción de 1713 que declaraba indivisibles los territorios de la Casa de Habsburgo; pero no así Federico II de Prusia, que aprovechó la circunstancia para atacar a Austria y arrebatarle Silesia.

Federico II de Prusia, el archienemigo
de María Teresa (a quien llamaba «ese hombre malo») por Antoine Pesne
La debilidad militar de Austria en aquel momento llevó a intervenir contra ella también a Baviera (cuyo elector, Carlos VII, le arrebató a María Teresa la Corona imperial de Alemania en 1742-45) y una gran coalición formada por Francia, el Palatinado, Sajonia, España y las Dos Sicilias, desencadenando la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-48).

María Teresa dirigió hábilmente la guerra, salvaguardando el grueso de sus estados (salvo la anexión prusiana de Silesia) y asegurando la Corona imperial para su esposo, Francisco I (1745-65) (Francisco I de Lorena); con ello consolidó la unidad del Imperio Austriaco y conservó para éste el rango de gran potencia.

Francisco I de Lorena
Durante los años de paz, María Teresa reorganizó sus reinos introduciendo reformas propias del «despotismo ilustrado»: saneó las finanzas, modernizó el ejército, impulsó las ciencias y las artes, extendió la educación, uniformó la legislación, limitó la influencia política de la Iglesia, racionalizó la administración y sometió los poderes locales al gobierno central.
Bohemia y Moravia fueron unificadas administrativamente con Austria, pero no así Hungría, donde María Teresa realizó concesiones al poder de la nobleza, a cambio de la ayuda crucial que le había prestado durante la guerra (quedaba así prefigurado el futuro dualismo austro-húngaro de la Monarquía).

La emperatriz, ya viuda, con la familia (1776) por Heinrich Füger
Aprovechó la preocupación francesa por el acercamiento entre Prusia e Inglaterra para salir del aislamiento diplomático, formando una alianza con Francia, orientada a la reconquista de Silesia. No consiguió recuperar aquella región, pero, al menos, la intervención austriaca en la Guerra de los Siete Años (1756-63) extendió sus dominios en Galitzia oriental y Bucovina, además de garantizar la sucesión en la Corona imperial para el hijo primogénito de María Teresa, José II (1765-90).

Después volvió a defender una política exterior pacifista para concentrarse en las reformas internas, aceptando a regañadientes participar en el reparto de Polonia de 1772; igualmente renunció a luchar por la sucesión de Baviera firmando la Convención de Teschen (1778). 

María Teresa con su familia (1754) por Martin van Meytens
El Ducado de Alta y Baja Silesia (en alemán: Herzogtum Ober- und Niederschlesien) fue una región autónoma del Reino de Bohemia y del Imperio austriaco y un territorio de la corona de Cisleithania de Austria–Hungría. También es conocida como Silesia austríaca (en alemán: Österreichisch Schlesien; en checo: Rakouské Slezsko; en polaco: Śląsk Austriacki), y a pesar de que su nombre oficial solo incluía partes de la Alta Silesia, y ninguna de la Baja Silesia. Coincide principalmente con la región presente de la Silesia Checa.

El Ducado de Alta y Baja Silesia
María Teresa I de Austria fue la primera y única mujer que gobernó sobre los dominios de los Habsburgo y la última jefa de la casa de Habsburgo, pues a partir de su matrimonio la dinastía pasó a llamarse Casa de Habsburgo-Lorena.
Matrimonio
La cuestión sobre el matrimonio de María Teresa comenzó a tratarse cuando esta aún era una niña. Inicialmente se concertó un compromiso con Leopoldo Clemente de Lorena, que debería ir a Viena en 1723 para conocerla. No obstante, el príncipe murió de viruela el 14 de junio de ese año, con solo 16 años.
El hermano de Leopoldo, Francisco Esteban de Lorena, fue invitado a visitar Viena. Aunque el príncipe era el candidato favorito para casarse con María Teresa, el emperador también consideró otras posibilidades. No obstante, diferencias religiosas impidieron el compromiso matrimonial con el calvinista Federico de Prusia. 
En 1725, Carlos VI propuso la unión de María Teresa con Carlos de España y de María Ana con el infante Felipe. Sin embargo, otras potencias europeas le obligaron a abandonar el pacto firmado con la reina viuda Isabel de Farnesio, ya que el matrimonio de los herederos de los tronos de España y Austria destruiría el llamado «equilibrio europeo». María Teresa, que ya se había enamorado de Francisco, se sintió aliviada con que las negociaciones no llegaran a buen puerto.
María Teresa sufrió un violento ataque de viruela poco después de haber cumplido 50 años, en 1767, enfermedad que su nuera la emperatriz Josefa de Baviera le había contagiado. María Teresa sobrevivió, no así su nuera. Entonces, obligó a su hija, la archiduquesa María Josefa, a rezar con ella en la cripta imperial, al lado de la tumba no cerrada de la nuera. La archiduquesa empezó a presentar las erupciones características de la viruela dos días después de la visita a la cripta y falleció poco después. María Carolina sustituyó a la hermana muerta como prometida del rey Fernando I de las Dos Sicilias. María Teresa se culpó de la muerte de su hija dado que, en aquella época, no se sabía que la viruela poseía un periodo de incubación prolongado, lo que llevó a que todos creyesen que María Josefa se había contagiado por visitar la tumba de su cuñada.
Archiduquesa María Teresa en 1727, por Andreas Möller.
Las flores que lleva sobre su vestido representan la fertilidad
 y la expectativa de engendrar hijos en la edad adulta
María Teresa y su marido fueron sepultados en una tumba doble,
por voluntad expresa de ella
Entre los 16 hijos que tuvo, además del sucesor José II, se cuentan María Antonieta (reina de Francia), María Carolina (reina de Nápoles), Leopoldo (gran duque de Toscana) y Fernando (duque de Módena).
Apenas hubo dado a luz a sus últimos hijos, María Teresa se encontró con la tarea de casar a los mayores. Ella misma condujo las negociaciones para las bodas a la vez que se ocupaba de las campañas bélicas y del resto de obligaciones del Estado. A pesar de ser muy cariñosa con sus hijos, los usó como peones en los juegos dinásticos y sacrificó su felicidad en beneficio del Estado. Era una madre dedicada, pero dominante: le escribía a todos los hijos al menos una vez por semana y creía que tenía derecho de ejercer su autoridad sobre ellos, independientemente de su edad o posición.
María Antonieta
En abril de 1770 la hija pequeña de María Teresa, María Antonia, se casó por poderes en Viena con Luis de Borbón, delfín de Francia. La educación de la archiduquesa se descuidó cuando el francés se interesó por ella aunque su madre intentó educarla lo mejor posible. María Teresa se escribía cada quince días con su hija, a la que ahora llamaban María Antonieta, y le regañaba por su pereza, su frivolidad y por no concebir un hijo. 

María Antonieta
Su madre utiliza sus influencias, en la corte francesa, para conseguir que su hija menor sea el instrumento que acabe con la rencillas de las dos casas reales más importantes del momento: los Habsburgo y los Borbones; lo que sería ya motivo suficiente para hacer de ella un personaje histórico de primer orden; sin embargo, el destino quiso que su papel en la historia tuviera especial significación convirtiéndola en la reina mártir de la monarquía francesa ya que, una vez ya viuda de Luis XVI, corrió su misma suerte siendo guillotinada el 16 de octubre de 1793.

La revolución buscó su fortalecimiento por la vía del regicidio acabando primero con el rey y después con la reina; la obtención de las libertades individuales y el inicio de la caída del Antiguo Régimen, quizás exigían medidas crueles y sangrientas; pero ¿era realmente necesaria, para el triunfo de la Revolución, la muerte de la reina?, muchos no lo creen así; aunque si es cierto que muchas fuerzas contrapuestas se confabularon para, finalmente, acabar con su vida.

 Luis XVI
María Cristina de Habsburgo-Lorena
(Viena; 13 de mayo de 1742 - viena; 24 de junio de 1798). Archiduquesa de Austria, fue la cuarta, pero la segunda hija sobreviviente de María Teresa I de Austria y Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico. Gobernadora de los Países Bajos. Casada con Alberto de Sajonia-Teschen, duque de Teschen y Virrey de Hungría.
María Cristina, también conocida como Mimi, fue la hija predilecta de María Teresa, quien lo demostraba sin tapujos. No sólo era muy bella, si no que además tenía una inteligencia clara y grandes dotes artísticos.
El favoritismo de su madre causaba un hondo resentimiento entre sus hijos y fue todavía más allá al permitirle a María Cristina ser la única de sus hermanos en escoger a su marido, cosa rarísima para la época y principalmente para su clase. Esto incluso pasando a llevar la voluntad de su difunto padre, que la quería como esposa de uno de los hijos de Carlos Manuel III de Cerdeña.
 María Cristina de Habsburgo-Lorena, Autorretrato
Maria Cristina era una mujer muy inteligente, y sabía cómo manipular a sus padres, especialmente a su madre. La repentina muerte de su padre, Francisco I, y la depresión que superó Maria Teresa después de su viudez, significaba que María Cristina fue capaz de convencer a su madre vulnerable y sentimental a permitirle que se case por amor y no por razones de Estado. Ella fue la única hija que a la que le autorizo esto. 
Eligió a su primo segundo el príncipe Alberto de Sajonia-Teschen, que no tenía ni una gran riqueza, ni un trono para ofrecer, por lo que la pareja fue nombrada Gobernadores de los Países Bajos Austriacos, se le hizo a él Archiduque, gobernador de Hungría y a ambos se le dio el ducado de Teschen. El matrimonio fue descrito como feliz.
La pareja logró solamente tener una hija, María Teresa de Sajonia-Teschen, que nació el 16 de mayo de 1767 y murió al día siguiente. Más tarde se convirtieron en padres adoptivos de su sobrino el Archiduque Carlos, hijo de Leopoldo II y María Luisa de Borbón, de quien era muy amiga. Las cartas que se enviaban testimonian el acogedor clima familiar que rodeaba a la Emperatriz.

María Teresa y su familia celebrando San Nicolás, por María Cristina de Habsburgo-Lorena, 1762.
La pintura retrata las comodidades «burguesas» del hogar de la familia imperial
Los restos de María Cristina, descansan en la Cripta Imperial de Viena, junto a los de su esposo y su pequeña hija. Tras su muerte, su marido hizo erigir en su honor un espléndido monumento, obra de Antonio Canova en la Iglesia de los Agustinos.


Comentario
Las tumbas y estelas funerarias realizadas y proyectadas por Canova no son sólo retratos funerarios de sus destinatarios, sino imágenes arquetípicas de la muerte. En la espléndida y escenográfica pirámide del Monumento funerario de María Cristina de Austria se reúnen las cualidades más significativas de la obra artística del escultor italiano. Canova había retomado una idea previa para hacer un monumento a Tiziano en la Chiesa dei Frari de Venecia. Partiendo del lado izquierdo una procesión se dirige a la entrada, integrada por un anciano acompañado por una joven-la Piedad-, mientras una mujer de avanzada edad -la Virtud-, junto a dos niñas, lleva las cenizas a la sepultura mientras la Felicidad porta una medalla que simboliza la inmortalidad.. En la esquina contraria se ubica el ángel de la muerte sobre un león.



Monumento fúnebre a María Cristina de Austria, obra de Antonio Canova, en la Augustinerkirche de Viena.

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