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viernes, 18 de diciembre de 2015

Madrid - Museo del Prado - Jean-Auguste-Dominique Ingres

El Museo Nacional del Prado, en Madrid, España, es uno de los más importantes del mundo,así como uno de los más visitados (el decimoctavo en 2013 entre los museos de arte). Singularmente rico en cuadros de maestros europeos de los siglos XVI al XIX, según el historiador del arte e hispanista Jonathan Brown «pocos se atreverían a poner en duda que es el museo más importante del mundo en pintura europea».

Vista general

Edificio Villanueva del Museo del Prado.
El conocido como Edificio Villanueva del Museo del Prado es la principal de las sedes de este museo español y la primera cronológicamente. Recibe su nombre del arquitecto que lo diseñó, Juan de Villanueva, ganador del concurso para realizar el edificio, si bien está documentada la intervención en él de más de veinte arquitectos a lo largo de sus dos siglos de historia. En origen estaba en realidad destinado a acoger el Real Gabinete de Historia Natural, en la planta alta, y la Academia de Ciencias, en el piso bajo, además de contar con un salón de juntas en la parte central. Cada uno de ellos tenía su acceso propio: al Real Gabinete se accedía por el lado norte, la actual Puerta de Goya, a la Academia por el sur (Puerta de Murillo) y al salón de juntas por el oeste (Puerta de Velázquez).

La reina Isabel de Braganza, considerada la inspiradora del Museo, en un retrato de Vicente López Portaña perteneciente a la colección del Prado.
María Isabel de Portugal, María Isabel de Braganza y Borbón, (Queluz, 19 de mayo de 1797 – Aranjuez, 26 de diciembre de 1818) fue reina consorte de España, segunda esposa de Fernando VII. Fue hija primogénita del rey Juan VI de Portugal y de su esposa, la reina Carlota Joaquina que fue hija del rey Carlos IV de España.
Estatua de Murillo frente a la puerta homónima (entrada sur).

Retrato de Juan de Villanueva, por Francisco de Goya y Lucientes. c. 1805. (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando).
(Madrid, 15 de septiembre de 1739 — id., 22 de agosto de 1811) fue un arquitecto español, máximo exponente de la arquitectura neoclásica en España.
Su estilo, de gran severidad y sentido de las proporciones, se caracteriza como una síntesis entre el estilo herreriano y el neoclasicismo. En efecto, se considera que sus máximas influencias son Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, artífices del Monasterio de El Escorial.
Su obra maestra es el edificio del Gabinete de Historia Natural, hoy Museo del Prado (con proyectos en 1785 y 1787), que fue convertido en Museo de Arte en 1814 y es uno de los más bellos edificios del neoclásico español. El ahora conocido como Edificio Villanueva resume a la perfección el estilo de Villanueva: el predominio de las líneas rectas y la disposición rigurosamente simétrica de los elementos arquitectónicos.

Su principal atractivo radica en la amplia presencia de Velázquez, El Greco, Goya (el artista más extensamente representado en el museo), Tiziano, Rubens y El Bosco, de los que posee las mejores y más extensas colecciones que existen a nivel mundial, a lo que hay que sumar destacados conjuntos de autores tan importantes como Murillo, Ribera, Zurbarán, Rafael, Veronese, Tintoretto o Van Dyck, por citar solo algunos de los más relevantes.

El Prado estrena web y se fabrica una nueva imagen
  • La atractiva versión ‘online’ del museo interrelaciona obras, autores y actividades.
  • La nueva web, un proyecto que se inició hace tres años, reemplaza a la de 2007 para mejorar la experiencia online del museo. Con una estructura de módulos, el sistema puede interrelacionar las obras de arte, los autores de la colección y otros activos del patrimonio del museo, como actividades y conferencias. 
  • La nueva web permite personalizar las propias visitas del usuario por medio de una red social específica llamada Mi Prado. Incorporando la posibilidad de crear y guardar itinerarios personalizados, obras favoritas y resultados de búsquedas previas, este canal permite ver en qué lugar del museo están ubicadas las obras favoritas del usuario. Se pueden comentar recorridos y compartirlos, así como preparar clases, entre muchas más opciones. Además, Radio 3 de Radio Nacional ha propuesto una selección musical para los recorridos temáticos de la colección permanente.
(Museo del Prado - colección) - Pincha aquí 

Ingres

Madrid Museo Nacional del Prado

24.11.2015 - 27.03.2016

Jean-Auguste-Dominique Ingres - Autorretrato a los 24 años
(Montauban, 29 de agosto de 1780 – París; 14 de enero de 1867)
Ingres no es, en sentido estricto, neoclásico ni académico, sino un ferviente defensor del dibujo. Resulta a la vez clásico, romántico y realista. Ingres constituye un claro exponente del romanticismo en cuanto a los temas, el trazo abstracto y las tintas planas de intenso colorido.

La obra de Ingres, anclada en el academicismo sólo aparentemente, constituye sin duda un jalón esencial hacia las revoluciones artísticas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Descendiente de Rafael y de Poussin, su obra es a la vez anunciadora de Picasso y de las distorsiones anatómicas; inspirando la renovación de las escuelas europeas del siglo XIX, especialmente de la española.


La exposición organizada en el Museo del Prado en 2015, con la especial colaboración del Museo del Louvre, presenta un desarrollo cronológico preciso de la obra de Ingres, pero también atiende de manera muy específica su compleja relación con el arte del retrato, construida a través del rechazo y de la admiración, y que se confronta con su ambición constante por ser reconocido, en primer lugar, como un pintor de Historia.

Doña Letizia disfrutó con la exposición de Ingres
Retratos íntimos
Ingres fue un retratista de éxito a su pesar. Desde el principio de su carrera aceptó encargos de retratos, aunque escenificaba hacerlo a disgusto: “Siempre es así. Siempre tiene el deseo de todo y siempre lamenta lo que ha aceptado cuando se pone a ejecutarlo”, escribiría en tono irónico uno de sus mejores confidentes. La necesidad de ajustarse al valor jerárquico de los géneros pictóricos hizo que intentara postergar su talento como obligado retratista para alcanzar el deseado prestigio como pintor de Historia. Sin embargo, desde sus primeras incursiones parisinas en el retrato, este se reveló como uno de los fundamentos principales de su arte y como vehículo idóneo para presentar sus ideas estéticas. A la espera de que la remuneración por obtener elGrand Prix en 1801 se materializara –lo que no sucedió hasta 1806–, era un artista necesitado e interesado obviamente en su proyección mundana; entonces se dio a conocer como un retratista, no sin polémica. Sus retratos de esta época reflejan la plenitud de los modelos italianos, el colorismo de los flamencos y unas sutiles reminiscencias goticistas que revelan la asimilación madura de los modelos de la tradición de la pintura reunidos en el Louvre napoleónico. Al mismo tiempo, constituyen el mejor adelanto de la vía artística independiente que emprendió en sus años romanos.
Mademoiselle Caroline Rivière - 1806

Jean Auguste Dominique Ingres, Portrait of Granet (1807)
 Nuevos retratos
París, Musée du Louvre, Département des peintures, acquis des descendants du modèle, en 1897, RF 1071Ingres, consciente de que la pintura de historia nunca satisfaría las ambiciones que había depositado en ella, se dedicó, tras su regreso de Italia, a repensar sus lienzos literarios y eróticos, pero sobre todo a los retratos. Estos suponían la posibilidad de introducir innovaciones en un género de moda, aunque el artista nunca aceptó verse a sí mismo como retratista.
El de Monsieur Bertin y el Ferdinand-Philippe de Orleans fueron, junto al del ministro Louis-Mathieu Molé (París, Louvre), las obras clave de su consagración como retratista de la alta sociedad parisina. El público y la crítica permanecieron muy atentos a las entregas de nuevos retratos de quien estaba inmortalizando a los protagonistas decisivos de la sociedad francesa.
Si en sus retratos masculinos se concentró en la descripción psicológica del personaje, al que procuraba una puesta en escena sobria y contenida, en los femeninos, aparentemente menos introspectivos, se mostró muy atento a los detalles de la moda. Tanto unos como otros encajan hoy, sin embargo, en el ideal baudeleriano de “verdadero retrato” como “reconstrucción ideal de los individuos”.
Monsieur Bertin, 1832, 116 x 96 cm, Louvre.
Roma y los mitos
Ingres llegó a Roma como pensionado en 1806. Allí buscó un escenario que le permitiera concentrarse en sus búsquedas pictóricas, alejado en cierto modo del intenso ambiente de convivencia en el que, en general, vivían los artistas en la Ciudad Eterna. Paradójicamente, su controlado ostracismo se tradujo en cierta apertura estética pero, sobre todo, en una profundización rigurosa en sus ideales artísticos, definidos por su estudio de la tradición clásica, así como por su apasionada admiración por Rafael.
Ingres pintó  al Papa en la CapillaSixtina, obra que desagradó  en París
El fin de su beca en 1810 coincidió con el establecimiento en Roma de la segunda capital del Imperio, lo que le ofreció la posibilidad de prolongar su estancia, al servicio de Napoleón y de los altos funcionarios que le requirieron, hasta que en 1820 marchó a Florencia. Los gustos refinados de la peculiar clientela le brindaron la irrepetible oportunidad de experimentar nuevos posicionamientos estéticos, sediento aún de la monumentalidad histórica romana.
The Dream of Ossian
Ingres diseñó este gran cuadro como pareja de Rómulo, conquistador de Acrón. Ambas pinturas debían renovar la decoración del Palacio del Quirinal, en Roma, cuando Napoleón regresara triunfal de su campaña en Rusia para sustituir al Papa en su residencia. El triunfo nunca tuvo lugar y Napoleón perdió gran parte de su ejército en las heladas campiñas rusas. Ingres había elegido para Napoleón dos pasajes de sus lecturas favoritas: las "Vidas" de Plutarco y las poesías épicas del bardo Ossián. Más tarde se demostró que la poesía mitológica de Ossián era un fraude, una recopilación moderna que pretendía hacer pasar las canciones por medievales. Sin embargo, esto no merma la validez del lienzo.Su ubicación debía ser el dormitorio imperial, con lo que el tema del sueño parece muy apropiado. Lo que no parece tan adecuando es el tratamiento de la estética. Ossián aparece reclinado, dormido con la cabeza oculta, su perro a los pies, apoyado sobre la lira. En el sueño se le aparecen todos los personajes cuyas hazañas más tarde cantará. Los personajes son de un aspecto marmóreo, que Ingres trataba evidentemente de relacionar con la estatuaria clásica. Sin embargo, para el espectador contemporáneo la visión deja un sentimiento inquietante por su aspecto alucinatorio, con unos seres fantasmales que parecen congelados en el tiempo, dignos del surrealismo.
El desafío clásico 
La escenificación de la tradición clásica fue una de las constantes en la producción de Ingres. Su interés por la literatura grecolatina desempeñó un papel esencial en ello, porque le permitía aunar la vocación clasicista de su estética y el valor inmarcesible de los grandes argumentos de la Antigüedad.
En Roma, Ingres pintó una composición sobre Virgilo en la que reflejó el momento culminante de la fama del poeta latino: el instante en el que, ante el emperador, lee La Eneida, su obra cumbre. En la Villa Aldobrandini, la residencia del gobernador napoleónico en Roma, el cuadro estaba emparejado con una Coronación de Homero −hoy desaparecida− del pintor español José Aparicio; conjugadas, supondrían la primera gran configuración de su credo estético.
Cuando en 1826, ya en París, Ingres ideó como decoración para el techo de una de las nuevas salas del Musée du Louvre su propia Coronación de Homero, culminaba su voluntad de anclar su estética a la idealidad literaria: la representación de Homero, coronado ante la presencia de los grandes mitos de la cultura occidental de raigambre clásica, acuñó la imagen definitoria de clasicismo.

Virgilio lee la Eneida ante Augusto, Octavia y Livia o“Tu Marcellus eris”

Virgilio leyendo la Eneida a Augusto y su familia por Ingres, 1812
Mujeres cautivas
Frente al tratamiento del desnudo masculino, heroico y marcial, que había aprendido de David, Ingres se adentró en ese género únicamente a través de la pura carga erótica contenida en la belleza del cuerpo femenino, sin obedecer a los cánones estéticos del desnudo académico. Su Odalisca, liberada de toda razón moral y sin entender ni de mitología ni de historia, se hizo célebre por constituir una invitación directa al placer sensual. Se considera, por ello, el primer gran desnudo de la tradición moderna.
A veces, uniendo al erotismo una cierta dosis de terror, Ingres planteó sus desnudos femeninos en escenarios hostiles y peligrosos. Ruggiero libera a Angélica reflejó una reconocible fantasía literaria, que no pasó desapercibida al público que la contempló en su tiempo. 
Atadas con cadenas o cautivas en un harén, sus mujeres ideales, morbosamente deformadas en su abandono contemplativo a un placer fuera de la realidad, se han imaginado como la antítesis más opuesta, quizá complementaria, a la virtuosa razón que encarnaba entonces lo viril.

La gran odalisca, 1814, 91 x 162 cm, Museo del Louvre.
Este cuadro fue encargado por Carolina, hermana de Napoleón y reina de Nápoles, como un pendant, esto es, cuadro que forma pareja con otro, en este caso, otro desnudo. Se expuso en el Salón de París de 1819.
Los críticos de la época resaltaron ciertos defectos, como el ser particularmente larga. En efecto, esta odalisca está dotada de tres vértebras suplementarias. El pintor es enteramente consciente de ello. Sacrifica la verosimilitud por el efecto y combina cinco modelos diferentes. Ingres desea pintar una belleza individualizada. Ha retomado aquí el estilo serpentino y el irreal alargamiento de los miembros propio del manierismo.

La fuente, 1856.

La bañista de Valpinçon, 1808, Louvre
Ingres cultivó el orientalismo sobre todo a través de sus numerosos desnudos femeninos, de líneas sinuosas, dibujo exacto y pureza de formas. 

Odalisca con esclava, 1842, 76 x 105 cm, Museo Walters.

Ruggiero liberando a Angélica, 1819, 147 x 190 cm, Louvre, episodio del Orlando furioso de Ludovico Ariosto.
Ingres resultó un asiduo lector de la literatura clásica, medieval y renacentista, distinguiéndose como un magnífico intérprete de los que serían posteriormente los temas del Romanticismo. Para este lienzo se inspiró en un pasaje de la obra "Orlando Furioso", escrita por Ariosto en el año 1516. Resulta una reinterpretación del tema cristiano de San Jorge, el dragón y la princesa. Aquí sin embargo, se ha desviado la escena hacia el erotismo desenfrenado, justificado con el nombre de un gran escritor del siglo XVI. A juzgar por los estudios preparatorios que se han conservado, el motivo que más interesó al artista fue la figura de Angélica, de la cual realizó numerosos bocetos previos. El resultado final es el de una figura retorcida artificiosamente, con piel de un blanco irreal destacado contra la rugosidad de la roca, encadenada. Mientras, el héroe impávido y cubierto de arriba abajo viene a rescatarla del dragón.
La pintura religiosa 
Aunque para la crítica europea de arte de su tiempo el lugar de lo religioso lo ocuparon los pintores nazarenos, con Johann Friedrich Overbeck (1789-1869) a la cabeza, Ingres planteó una alternativa sólida a la pintura cristiana del maestro alemán, con la que intentó construirse su más sólido prestigio como pintor de historia. Para el artista que inventó la “religión del arte” y que veneraba a Rafael como primer apóstol de la belleza formal, no fue fácil hacerse un hueco en ese acotado terreno artístico; pero su recurrente interés por los asuntos religiosos, que ocuparon buena parte de su trayectoria, le llevó a afrontar composiciones monumentales de ambientación histórica, en las que alternó un tratamiento épico, como en el Martirio de san Sinforiano (Autún, catedral), con otro más icónico, como en el Voto de Luis XIII(Montauban, catedral).
'La Virgen adorando la Sagrada Forma', 1854.
Con la elaboración de pequeñas composiciones devotas, concentradas sobre todo en la figura de la Virgen María, obtuvo un gran éxito entre su clientela, pero también de crítica y entre un público cada vez más amplio, que las reclamó reproducidas en estampas.
 Suntuosa desnudez
Para su célebre Baño turco, Ingres se inspiró en los fragmentos de un relato dieciochesco −redactado por la esposa de un embajador inglés, Lady Montagu, tras su visita a un baño turco−, en los que se describe cómo unas mujeres se acicalan para la boda de una de ellas. Ingres creó así la cálida y acuosa sensualidad de una escena vetada al ojo masculino. Concluido cuando contaba ochenta y dos años, su ejecución debió desvelarle durante mucho tiempo, pues se conoce que trabajó en él durante años, dibujando y estudiando el argumento para acomodarlo a su propia estética. Primero lo llevó a un soporte cuadrangular, pero, persuadido por la carga erótica del cuadro, decidió convertirlo en un tondo. Ese nuevo formato, cuya circularidad no hacía sino subrayar la sinuosidad musical de las opulentas curvas sirvió para ofrecer también una contemplación más reservada.
El baño turco, 1862, diam. 108 cm, Louvre
Esta obra orientalista representa un grupo de mujeres desnudas en un harén. El erotismo del cuadro es suave y no provoca gran escándalo ni lo hizo en su época, a diferencia de otros del mismo género, como el Déjeuner sur l´herbe de Édouard Manet (1863). Pero durante mucho tiempo perteneció a colecciones privadas y no se exhibió de manera continuada hasta el siglo XX. Actualmente se encuentra en el Museo del Louvre de París, Francia, donde se exhibe con el título de Le Bain turc. Está considerada como la obra maestra de los últimos años de Ingres.
Esplendor de la idealización erótica del cuerpo femenino, en la que las colmadas curvaturas, ordenadas fragmentariamente, responden a una libido acumulativa, esta obra es una de las más genuinas imágenes de su arte. Revela además su amor por las variaciones y por las repeticiones del mismo asunto.
Últimos retratos
Desde el comienzo de su trayectoria Ingres fue un devoto del universo de lo femenino. Espectador indiscreto del espectáculo erótico de mujeres ideales, también fue el creador de la imagen más sofisticada de señoras con la mejor reputación. Atento como pocos a los vaivenes de la naciente industria de la moda, Ingres discutió y decidió con sus clientas hasta los más mínimos arreglos y detalles para sus retratos. Pero su privilegiada posición le permitió en realidad llegar mucho más lejos, pues como revelase Baudelaire: “El señor Ingres elige sus modelos, y elige, hay que reconocerlo, con un tacto maravilloso, las modelos más idóneas para hacer valer más su tipo de talento. Las bellas mujeres, las naturalezas suculentas, la salud reposada y floreciente, ¡he ahí su triunfo y su alegría!”.
Ingres, que había soportado las críticas a su excesivo idealismo durante toda su carrera, parecía tomarse la revancha ahora con la exhibición realista de los detalles más mundanos, con las descripciones nítidas de las calidades táctiles de las telas, las carnes y los cabellos de sus modelos, haciendo de todo ello un prodigio artístico inédito. Sus retratos femeninos ofrecen, en definitiva, el disfrute de las formas depuradas y de los colores intensos, causantes de un placer sensual que competía conscientemente, en último término, con el arte naciente de la fotografía.
Louise de Broglie, condesa de Haussonville, 1845, óleo sobre lienzo, 131,8 x 92 cm, colección Frick, Nueva York
Napoleón Bonaparte - Juana de Arco - La muerte de Leonardo da Vinci - Francesca da Rimini and Paolo Malatesta y Raphael and the Fornarina:

Ingres realizó este retrato de Napoleón Emperador por su propia iniciativa y no por un encargo del gobierno. Las dimensiones del lienzo son inusualmente grandes para esta etapa de Ingres, quien lo pintó en 1806. El artista recurre a modelos arcaicos para la representación, que disgustaron profundamente a los críticos del momento: se rechazó su goticismo, el hieratismo de la figura, la frialdad, la acumulación de símbolos y adornos, etc. Efectivamente, Ingres ha recurrido a modelos góticos, en especial del flamenco Van Eyck, en la acentuación de la realidad que llega incluso a resultar desagradable por lo minuciosa e impositiva que aparece. Pero también ha recurrido a modelos bizantinos, sobre todo a aquellos tipos dedicados al Padre Eterno o al Emperador de Bizancio, que se consideraba también delegado de Dios en la Tierra. Todos estos modelos pretenden es darnos una imagen de un Napoleón sobrenatural, inmutable y eterno. Posee todos los atributos de la monarquía francesa, de los cuales los más importantes son el cetro de Carlos V y la Mano de la Justicia de Carlomagno, el primer emperador francés. Los símbolos de la alfombra también traducen ideas de poder, como el águila romana o los signos zodiacales en las franjas laterales, como una premonición de los astros sobre el gobierno superior de Napoleón.


Bonaparte Premier Consul, par Jean-Dominique Ingres 1804

Juana de Arco en la coronación de Carlos VII, 1854

The Death of Leonardo da Vinci 1818

Francesca da Rimini and Paolo Malatesta

Raphael and the Fornarina (1814)

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