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viernes, 27 de octubre de 2017

Ukiyo-e, la magia del grabado japonés - La Escuela Utagawa - Hozumi Harunobu - La gran ola de Kanagawa - Hokusai - El shunga

(XIII) Nuestro viaje a Japón - Las Maldivas, pincha aqui

La Escuela Utagawa 
Se desarrolló en Japón durante el Período Edo (1603-1868). pertenece al género de pintura en grabado ukiyo-e.



La escuela surgió durante el Shogunato Tokugawa, en el que Japón se cerró a todo contacto exterior. La capital se estableció en Edo, futura Tōkyō. Los cristianos fueron perseguidos y los comerciantes europeos expulsados. Pese al sistema de vasallaje, proliferó el comercio y la artesanía, apareciendo una clase burguesa que fue creciendo en poder e influencia, y que se dedicó al fomento de las artes, especialmente grabados, cerámica, lacas y productos textiles.


Vista de Edo (Edo zu), par de biombos de seis paneles (siglo XVII).
"Pinturas del mundo flotante" o estampa japonesa. Es un género de grabados (realizados mediante xilografía o técnica de grabado en madera) producidos en Japón entre los siglos XVII y XX, entre los que se encuentran imágenes paisajísticas, del teatro y de zonas de alterne. Ukiyo, hace referencia a la impetuosa cultura chōnin que tuvo auge en los centros urbanos de Edo (actualmente Tokio), Osaka, y Kioto y que era un mundo dentro de sí. Es una alusión irónica al término homónimo "Mundo Doloroso", el plano terrenal de muerte y renacimiento en el que se basa la religión budista.Esta forma de arte alcanzó su mayor grado de popularidad en la cultura metropolitana de Edo durante la segunda mitad del siglo XVII, originándose con los trabajos de un solo color de Hishikawa Moronobu en la década de 1670. En un principio, solo se utilizaba tinta india, y luego algunos impresos eran coloreados de forma manual con pinceles, pero en el siglo XVIII Suzuki Harunobu desarrollo una técnica de impresión polícroma para producir nishiki-e.
Se desarrolló notablemente la pintura, que adquirió gran vitalidad. Se trabajaba en diferentes formatos, desde paneles murales y biombos hasta pergaminos, abanicos y pequeños álbumes. Cobró un gran auge el grabado en madera (xilografía), surgiendo una importante industria en núcleos urbanos especializada en textos ilustrados y estampas. Inicialmente eran grabados en tinta negra sobre papel coloreado a mano, pero a mediados del siglo XVIII surgió la impresión a color (nishiki-e).


Ilustración para Lecciones rápidas al dibujo simplificado.
El género ukiyo-e («estampas del mundo que fluye») destacó por la representación de tipos y escenas populares. Fue un estilo de corte laico y plebeyo, eminentemente urbano, que inspirándose en temas anecdóticos y escenas de género les otorgaba un lirismo y una belleza extraordinarias, con una sutil sensibilidad y un gusto refinado de gran modernidad.


La costa de Kamakura.
En la escuela Utagawa, como en muchas otras escuelas japonesas, era usual la transmisión de nombres artísticos (gō) de maestros a alumnos, generalmente en orden jerárquico: cuando un maestro moría, su alumno más veterano adoptaba su nombre, y si éste tenía a su vez un alumno, hacía lo propio. 


La influencia del grabado japonés
Unos años antes de la época en la que se dieron a conocer los impresionistas, se crearon las condiciones para que cobrara fuerza una nueva moda procedente del extremo Oriente: la de las estampas japonesas de los maestros del ukiyo-e.

Matthew Calbraith Perry (1794-1858) fue un naturalista y oficial naval de EE. UU. nacido el 10 de abril de 1794 en Newport (Rhode Island) y fallecido en Nueva York el 4 de marzo de 1858. Rompió el aislamiento internacional de Japón y lo forzó a abrirse a los demás países extranjeros e impulsó el tratado de Kanagawa. Durante la Intervención estadounidense en México, ocupó el puerto de Frontera y la ciudad de San Juan Bautista, en el estado de Tabasco.
En 1854, el comodoro Matthew C. Perry pisó suelo japonés con lo que se abrieron los puertos japoneses al comercio occidental después de un aislamiento de 215 años (durante el cual sólo los holandeses tenían derechos comerciales con Japón). En los años siguientes proliferaron los tratados comerciales, y la influencia recíproca entre Japón y los países occidentales más industrializados comenzó a crecer.

Puente de Hokusai (1832)
Puente de Monet (1889).
Iris de Hokusai (1832) 
Iris de Van Gogh (1889) 
Una de las consecuencias que tuvo esta apertura comercial de Japón sobre el mundo del arte fue la llegada y popularización de las estampas japonesas. Desde Millet o Theodore Rousseau hasta Degas o Van Gogh coleccionaban apasionadamente estas estampas del ukiyo-e. La palabra ukiyo significaba «mundo flotante» en japonés, y el sufijo «e» equivale a «pintura». Estos grabados comenzaron a popularizarse en Japón durante el s.XIX y representaban escenas cotidianas tratadas informalmente.

Retrato de Père TenguyVincent Van Gogh (1887-88)
Si bien esta influencia está presente en el enfoque general que los impresionistas daban a su trabajo, en algunas obras concretas se plasma más visiblemente esta influencia. Por ejemplo, la Olimpia de Manet está recostada sobre un mantón oriental, y en un Retrato de Zola realizado por el mismo Manet en 1868 aparece colgada en la pared una estampa japonesa, lo mismo que hizo Van Gogh en un retrato de Père Tanguy, donde el fondo está cubierto de estas estampas. Monet llego incluso a tener, en su jardín de Giverny un puente japonés sobre un estanque que pintó en varias obras. Edgar Degas aprovechó su estudio de los maestros japoneses para aprender a capturar la espontaneidad de los personajes en sus habituales estudios de las posturas y movimientos del cuerpo humano.
Olimpia - Edouard Manet (1863)
La composición recuerda a la Venus de Urbino de Tiziano. Igual que en La merienda campestre, destaca el contraste de colores. La iluminación se basa en una potente luz frontal que ilumina al personaje principal y no admite sombras, de manera similar a la luz propia de las estampas japonesas, de moda en la época.
Venus de Urbino, también llamada Venus del perrito, es una célebre pintura al óleo sobre lienzo cuyas dimensiones son de 119 cm x 165 cm, realizada en 1538 por Tiziano. En 1631 este cuadro se encontraba en la colección de los Médicis; desde 1736 se encuentra en la Galleria degli Uffizi (Florencia).
Desde el punto de vista plástico, en estas estampas se utilizaban principalmente grandes masas planas de color, con una casi completa ausencia de sombras, una despreocupación por la perspectiva, encuadres asimétricos de las escenas y una gran capacidad de síntesis por parte de los artistas para plasmar los temas.
Por tanto, este arte japonés ahondaba en algunos de los elementos que sugería la influencia de la fotografía, ya que los maestros del ukiyo-e se deleitaban plasmando en sus trabajos los sutiles cambio atmosféricos y luminosos que detectaban por efecto del viento o de la lluvia, o los fugaces momentos de cambios de postura o gestos en los personajes.

Autorretrato (1839)
Hokusai 
Nació el 12 de octubre de 1760, con el nombre de Tokitaro, en el distrito de Honjō, al este de Edo. No se sabe quienes fueron sus padres. Fue adoptado, desde muy temprana edad, por un prestigioso artesano de Edo, familiarmente conocido con el nombre de Nakajima Ise, —fabricante de espejos para la corte del shōgun—,con el que trabajó como aprendiz y del que posteriormente fue su legitimo heredero, hecho que hace pensar que, posiblemente, sea cierta la historia que explica que Hokusai era verdaderamente hijo de Nakajima, nacido de una concubina. 
La gran ola de Kanagawa, literalmente «Bajo una ola en altamar en Kanagawa»), también conocida simplemente como La ola o La gran ola, es una famosa estampa japonesa del pintor especialista en ukiyo-e, Katsushika Hokusai, publicada entre 1830 y 1833, durante el período Edo de la historia de Japón.Esta estampa es la obra más conocida de Hokusai y la primera de su famosa serie Fugaku sanjūrokkei «Treinta y seis vistas del monte Fuji»),​ además de ser la estampa más famosa de su género así como una de las imágenes más conocidas en el mundo. Del molde utilizado se realizaron varios miles de copias, muchas de las cuales llegaron a manos de coleccionistas europeos. A partir de la década de 1870 la estampa se volvió muy popular entre artistas y coleccionistas franceses.
Varios museos conservan ejemplares de la obra.

La gran ola de Kanagawa (1830 - 1833), grabado de Katsushika Hokusai, Metropolitan Museum of Art, Nueva York.
La gran ola de Kanagawa, es la obra más conocida de Hokusai y la primera de su famosa serie Treinta y seis vistas del monte Fuji. Esta estampa representa una tempestad en alta mar en el momento que la cresta de una ola está a punto de romper sobre la barca de unos marineros, justo en el centro y al fondo se ve el monte Fuji. Esta vista «tomada» desde alta mar, se duda que Hokusai alguna vez llegara a verla.

Fue autor de una obra inmensa y variada. Por ejemplo, en el Hokusai Manga (1814-1849) ​muestra la vida diaria de su población, con una gran exactitud y sentido del humor.

Hokusai Manga
El shunga («imágenes de primavera») es un género de producción visual japonés que tiene como tema principal la representación del sexo. La gran mayoría de los ilustradores de ukiyo-e realizaron este tipo de imágenes debido, entre otras razones, a que tanto artistas como editores obtenían buenas sumas de dinero de la venta del material, incluso a pesar de estar vigente alguna prohibición, por lo que existe una gran cantidad de imágenes que fueron realizadas por ilustradores de renombre. Por otro lado las mismas prohibiciones llevaban a sus creadores a no firmar sus trabajos, pero a modo de que la gente supiera el autor, desarrollaron una serie de artimañas, como poner en las imágenes sobrenombres o señales apenas perceptibles, que eran fácilmente identificables para el público de la época. 
Shunga de Katsushika Hokusai, perteneciente a la serie Fukujusō (planta de adonis), xilografía tamaño ōban, c. 1815.
El sueño de la esposa del pescador (Los pulpos y la buceadora) es una xilografía erótica perteneciente al género ukiyo-e realizada en 1814 por el artista japonés Katsushika Hokusai. Hokusai desarrolló una iconografía durante el siglo XVIII alrededor de la leyenda de Taishokan.
Siguiendo el ejemplo de artistas como Katsukawa Shunshô, Katsukawa Shunchō o Kitao Shigemasa, la obra de Hokusai muestra a una joven buceadora Ama entrelazada sexualmente junto a dos pulpos, el más pequeño de ellos envuelve con uno de sus tentáculos el pezón de la muchacha y la besa, mientras que el más grande practica un cunnilingus. El pulpo grande se llama Oyakata (Jefe) y es coach del pulpo pequeño.
Hokusai creó El sueño de la esposa del pescador durante el período Edo, cuando resurgía el sintoísmo; esto tuvo influencias sobre el animismo y sobre la actitud pícara ante la sexualidad en la obra. Es un célebre ejemplo de shunga y ha sido recompuesto por numerosos artistas japoneses y temas similares de humanos teniendo relaciones sexuales con animales marinos, que se han manifestado desde el siglo XVII en los netsuke japoneses, pequeñas estatuas esculpidas de unos pocos centímetros de alto y a menudo muy elaboradas. Igualmente, a partir de finales del siglo XIX, gracias al desarrollo del japonismo, artistas europeos como Rodin y Picasso realizaron nuevas versiones eróticas de esta obra de Hokusai.
Tras la apertura de Japón a Occidente, a mediados del siglo XIX, el arte japonés contribuyó al desarrollo del movimiento conocido como japonismo. Diversos artistas europeos coleccionaron shunga, entre los que destacan Aubrey Beardsley, Edgar Degas, Henri de Toulouse-Lautrec, Gustav Klimt, Auguste Rodin, Vincent Van Gogh y Pablo Picasso, contando éste último con una colección de 61 estampas de artistas japoneses reconocidos, mismas que le sirvieron de inspiración durante los últimos años de su vida.Se dice que el shunga ha servido, además, de inspiración para las imágenes del hentai, el cual también es sexualmente explícito.
Ukiyo-e, la magia del grabado japonés Durante un breve e irrepetible período, un reducido grupo de artistas japoneses transformó el arte de la xilografía en uno de los más gloriosos movimientos de la historia del arte. A principios del siglo XIX, cuando los importadores europeos de vajillas orientales recibían sus platos y vasijas envueltos en hojas de papel adornadas con imágenes impresas, sonreían ante las “bárbaras” figuras y las tiraban a la basura. Hasta que se presentaron grabados japoneses en color en la Exposición Internacional de Londres, en 1862, a la que siguieron otros certámenes oficiales en París y Nueva York, los amantes del arte en Occidente no captaron su valor intrínseco. Allí tenían una nueva manera de ver, un modo de evocar brillantemente una imagen mediante un mínimo de líneas espontáneas y macizas superficies de color, un medio de aprehender la intimidad y la naturalidad de la vida cotidiana. No cabía duda de que aquellas eran obras de grandes artistas.Así empezó el idilio entre Occidente y las xilografías japonesas. Actualmente, un grabado japonés puede alcanzar un alto precio en el mercado del arte. Por ejemplo, en la década pasada, el valor comercial de grabados raros en buenas condiciones de conservación se ha multiplicado por doce, sin que el aumento haya llegado a su fin. Al mismo tiempo, por fortuna para los aficionados de pocos recursos, se pueden encontrar originales menos perfectos o menos raros por unos 250 euros. El grabado en color floreció en el Japón sólo durante un breve período: de la década de 1740 a la de 1860. En esos años, aquella nación insular se hallaba herméticamente cerrada al mundo; los extranjeros tenían prohibida la entrada, y los japoneses no podían trasladarse fuera del país. La libertad estaba severamente reglamentada, e incluso una crítica indirecta de los gobernantes podía ser causa de arresto.En semejante atmósfera, los habitantes de Tokio buscaban solaz en el barrio de las diversiones, Yoshiwara, que con sus casas de geishas y restaurantes desarrollaba una gran actividad comercial, y ofrecía a los habitantes de la ciudad una alegría pasajera como compensación de las sombrías frustraciones de la vida en un estado policíaco. Y de este mundo de placeres, embellecido por la luz de la luna y los capullos de cerezo, por canciones y vino y mujeres bonitas, el arte del grabado en color tomó su carácter y su nombre: Ukiyo-e, es decir, “Imágenes del mundo flotante”. Producido casi exclusivamente en Tokio por hombres enamorados de la ciudad y sus habitantes, fue un arte festivo e irreverente. Sus vívidas escenas de la vida urbana, sus paisajes soñadores, sus jóvenes amantes retozones, sus alegres reuniones en barcas, sus actores de entrecejo fruncido, pero, sobre todo, sus bellísimas mujeres, nos transportan a un reino luminoso y mágico.

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