(XLV) (4) El placer de coleccionar arte - "Los madrazo" - Mariano Fortuny y Madrazo - (Adèle) Henriette Negrin - El Palazzo Fortuny, pincha aqui
Sergei Shchukin (1854-1936) se convirtió en un coleccionista de proporciones míticas siguiendo su instinto y yendo contra la corriente. Guiado en un comienzo por sus hermanos, especialmente por el menor, Iván, que conocía bien la bohemia vida parisina, Sergei fue puliendo su instinto. Se inclinó por obras que le movían algo, incluso un rechazo momentáneo, como sucedió con la archifamosa La danza, de Henri Matisse, que él comisionó. Genuino, generoso y justo en sus tratos, a Shchukin le iba tan bien en los negocios que lo llamaban “ministro de Comercio”. Por eso, poco le importaba que gran parte de la alta sociedad de Moscú hablara con desdén de su faceta coleccionista. El tiempo lo probó un visionario pero, en su momento, más allá de una fama que creció a comienzos del siglo XX, pasaba todo lo contrario.
Hubo dos versiones de este cuadro, uno elaborado en 1909 que hoy se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.La diferencia entre ambos se ve en las tonalidades de colores, levemente distintas entre ambas obras. A través de la mezcla de tonos fríos y cálidos, el artista genera sensaciones de calma y vitalidad.
Sergei Shchukin (1854-1936) se convirtió en un coleccionista de proporciones míticas siguiendo su instinto y yendo contra la corriente. Guiado en un comienzo por sus hermanos, especialmente por el menor, Iván, que conocía bien la bohemia vida parisina, Sergei fue puliendo su instinto. Se inclinó por obras que le movían algo, incluso un rechazo momentáneo, como sucedió con la archifamosa La danza, de Henri Matisse, que él comisionó. Genuino, generoso y justo en sus tratos, a Shchukin le iba tan bien en los negocios que lo llamaban “ministro de Comercio”. Por eso, poco le importaba que gran parte de la alta sociedad de Moscú hablara con desdén de su faceta coleccionista. El tiempo lo probó un visionario pero, en su momento, más allá de una fama que creció a comienzos del siglo XX, pasaba todo lo contrario.
Sergei Shchukin en 1915 |
El magnate textil Sergei Shchukin empezó a comprar a sus 44 años. Su colección, hoy expuesta en el Museo Pushkin, asciende a 10.000 millones de dólares, y solía colgar de las paredes de su palacio. |
“Un solo tono no es más que color: dos tonos son un acorde, son vida.”
El fauvismo y el color
Como todos los artistas que se identifican con este movimiento, Matisse busca liberar al color de la referencia a los objetos, logrando así su máxima expresividad. Su obra durante este breve periodo (1905-1907) se caracteriza así por enfrentar tonos puros para así resaltar los planos. Al igual que el resto de los miembros del fovismo, el paisaje y el retrato son los géneros más abordados, como puede constatarse en sus obras Vista de Collioure (Vue de Collioure) (1905), Mujer con sombrero (1905) o La gitana (La Gitane) (1906).
Matisse - 1906 – LA GITANE |
Matisse in the Hermitage |
Armonía en rojo - Hermitage, San Petersburgo (Rusia) - Óleo (180 x 221 cm.) Matisse combina aqui tres géneros en uno: bodegón, retrato y paisaje. |
En aquellos días lo normal era pintar siguiendo unas reglas básicas de naturalismo, sombras y perspectiva. Como vemos aquí, el pintor se pasó por el forro todas ellas. Una nueva revolución se avecinaba en el arte: el fauvismo.
Para el artista lo importante era la fuerza de los colores. La mesa se confunde con la pared, el paisaje es casi abstracto, la perspectiva es, ya no rechazada, sino directamente violada. El cuadro es una pura decoración pictórica.
La crítica no era partidaria de Matisse en esos primeros años: sus cuadros eran “monstruosidades infantiles sin sentido ni vergüenza” o “mensajes peligrosos salidos de un manicomio”. Se dijeron de él cosas como “grotesco, primitivo, animal, diabólico, bárbaro y canibalesco”…
Pero a pesar de esto, todo el mundo se acercó a ver estas innovadoras pinturas. En Montmartre, Picasso y su banda escribieron en las paredes: “¡Matisse te vuelve loco!”, “¡Matisse es más peligroso que el alcohol!”.
Un visionario con dinero, el ruso Sergei Shchukin le dijo a Matisse: “El público está contra ti, Henri, pero el futuro es tuyo”; Y le encargó este cuadro, pero en tonos azules. Matisse, que no iba a aceptar consejos de nadie lo acabó pintando en rojo. Escrito por: Miguel Calvo Santos
En 1889, Matisse compró el cuadro de Cézanne llamado Las Bañistas, y es ahi donde encuentra inspiración para esta y otras obras que realizó. En este cuadro se plasma la esencia del estilo de Matisse.
Sus días de coleccionista terminaron en 1917, pero mientras duraron, en esos primeros años del siglo XX, antes de la Primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique, Shchukin abría las puertas de su palacio cada domingo. Así, le permitía a propios y extraños ver su colección, nutrida por decenas de cuadros de Picasso, Cézanne, Gauguin, Matisse, Monet, Renoir, Degas y otros impresionistas y posimpresionistas. Shchukin comenzó a alimentar su pasión tarde en su vida, en 1898, cuando a estos grandes pintores aún se les tildaba de locos sin futuro. En varios reportes de prensa de la época, se le acusaba de corromper a la juventud rusa por mostrar los trabajos que compraba. Aún así, su colección creció, y en las paredes de su palacio se apilaban unos encima de otros decenas de Picasso, de Matisse y más, casi sofocándose.
El gozo y las acusaciones terminaron con la revolución rusa de 1917. En su cruzada por disolver la propiedad privada, Lenin expropió las propiedades y las obras del magnate. Con algo de sensatez, el líder bolchevique hizo del palacio un museo de arte occidental. En Francia, donde vivió desde el estallido de la guerra y donde murió, Shchukin jamás volvió a coleccionar. Simbólicamente, las cosas empeoraron con el cambio de mando soviético. En 1948, Stalin anexó el palacio al ministerio de defensa, clausuró la muestra pues la consideraba inmoral, y dividió sus obras entre museos de Moscú y San Petersburgo.
Se exhibió por primera vez en la exhibición anual de Los XX, 1890 en Bruselas, y fue vendido por 400 francos (el equivalente a 710 € actuales) a Anna Boch, una pintora impresionista, miembro de Los XX y coleccionista de arte de Bélgica. Anna era la hermana de Eugène Boch, otro pintor impresionista y amigo de Van Gogh también, que pintó el retrato de Boch (Le Peintre aux Étoiles) en Arlés, en otoño de 1888.
Al igual que El café de noche, fue adquirido por el famoso coleccionista ruso Sergei Shchukin. La obra fue posteriormente nacionalizada por los bolcheviques con el resto de la colección de Shchukin y, finalmente, pasó a formar parte del Museo Pushkin de Moscú.
Toda su increíble colección avaluada en 10.000 millones de dólares.
El tercero de cuatro hijos, nadie esperaba que fuera capaz de liderar el negocio familiar, pero eso hizo. Shchukin se distinguió en los negocios y en la pasión familiar: coleccionar. Sergei empezó tarde, pero todos coleccionaban desde sus gustos particulares. Su hermano mayor Pyotr era fanático de la joyería, de la porcelana y de las antigüedades, y eso coleccionaba. Su hermano Dmitri admiraba la pintura flamenca de los maestros del siglo XVII, y el menor, Iván, que tenía un olfato especial, pero que por deudas que adquiría se vio en necesidad de vender la mayoría de su arte.
Paul Gauguin, En el café (Retrato de Madame Ginoux) |
La tragedia familiar hizo parte de la vida de Shchukin, y solo coleccionar palió su dolor. Entre 1905 y 1911 perdió a su hijo menor, quien murió ahogado, y a su primera esposa, Lydia, que falleció repentinamente; en tanto que su hermano Iván y su otro hijo, Grigori, se quitaron la vida.
De pequeño, Shchukin era enfermizo, débil, y tartamudeaba. Pero se enderezó a su manera. Se sometió a jornadas de ejercicio, se volvió vegetariano y adoptó duras rutinas, como dormir con la ventana abierta en los inviernos moscovitas. Resistió a las dificultades, a duras pérdidas familiares y, gracias a esta fastuosa colección, su legado también se prueba resistente al tiempo.
Naturaleza Muerta con Aves Exóticas, 1902, Pushkin Museum |
La directora del Museo Pushkin, Marina Loshak, destacó en declaraciones a AP que “Shchukin estaba dispuesto a aceptar la falta de comprensión de la sociedad. No solo de su propio ambiente laboral, sino de la comunidad artística, de críticos y de excelentes artistas rusos que no aceptaban a Matisse o al cubista Picasso. Hizo todo esto a consciencia, esperaba esa reacción, estaba encantado con ella”. Curiosamente, sus biógrafos, su nieto André Delocque, a quien Vladimir Putin otorgó la nacionalidad rusa, y la experta Natalya Semenova, sirven de curadores asociados.
Sin Shchukin, un artista como Matisse hubiera podido correr una suerte distinta. Empezó comprándole asiduamente y pronto se convirtió en mecenas del pintor, rescatándolo en momentos duros. Esa relación dejó, entre muchos, un episodio curioso: cuando Shchukin fue a París a recoger las obras que había comisionado, La danza (pieza principal de la muestra en Moscú) y Música, dudó del resultado. Pero en el tren de regreso expresó “pintar estos páneles exigió valentía, y comprárlos exigió mucho coraje”.
Sweet Dreams 1894 - State Museum of New Western Art, Moscow, 1931 |
Pero su cruzada coleccionista empezó antes de Matisse, en 1898, cuando adquirió un Monet y se lanzó a adquirir más de 50 obras impresionistas de Renoir, Degas y Monet. Luego, el trabajo de Cézanne lo impactó, no se quedó con las ganas, y compró sus pinturas sobre la vida en Tahití. Posteriormente, la obra de Matisse, líder del movimiento fauvista y rostro del movimiento de arte radical, llamó su atención y entablaron su peculiar y estrecha relación. Shchukin era de los pocos que apreciaban a Picasso en Rusia, y con él tuvo una relación de amor y odio. Tanto que se rumora que Picasso pintó un cerdo en su honor. Shchukin, sin lío, apreció y adquirió obras de sus periodos rosa y azul, los que llamaban su atención.
‘Tres mujeres’ (1908), Pablo Picasso. Con el español, Shchukin tuvo una relación espinosa, pero ningún coleccionista privado tuvo tantas de sus obras. |
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