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miércoles, 19 de mayo de 2021

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO - Iglesia de la Compañía (Quito) - Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola - Escuela de Quito

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO - (II) Barroco Andino - Arquitectura mestiza - Iglesia de la Compañía, Arequipa.- Monasterio de Santa Catalina de Siena (Arequipa), pincha aqui

El cuadro 'El Infierno' un tesoro de la Iglesia La Compañía, Quito, pincha aqui

Quito, oficialmente San Francisco de Quito (conocida también como el Distrito Metropolitano de Quito) es la capital de la República del Ecuador, de la Provincia de Pichincha y la capital más antigua de Sudamérica. Es la ciudad más poblada del Ecuador desde finales del año 2018 con 2 millones de habitantes en el área urbana, y aproximadamente 3 millones en todo el Área metropolitana. 
Cuando llegaron los españoles al Tahuantinsuyo, el imperio inca estaba sumergido en una guerra civil provocada por la pugna de poder entre Atahualpa y su hermano Huáscar.
Quito está dividido en Zonas Metropolitanas conocidas como Administraciones Zonales cuyas funciones son el descentralizar los organismos institucionales, así como también mejorar el sistema de gestión participativa.

Aproximadamente, siete años después de la fundación de Quito, Francisco de Orellana partiendo desde esa ciudad junto a numerosos indígenas, en busca del tesoro de Atahualpa, descubrió el río Amazonas el 12 de febrero de 1542.​ Debido a este suceso histórico, se creó la célebre frase: "Es Gloria de Quito el Descubrimiento del Río Amazonas". El 8 de enero de 1545, el Papa Alejandro Farnesio (Paulo III) fundó la Diócesis de San Francisco de Quito con la finalidad de mejorar el proceso de evangelización a los indígenas, que era difícil por la extensión del territorio.

Francisco de Orellana en Trujillo (Cáceres)
Francisco de Orellana (Trujillo, Extremadura; 1511-cerca del Río Amazonas, noviembre de 1546),​ fue un explorador, conquistador y adelantado español en la época de la colonización española de América. Participó en la conquista del Imperio Inca y, en lo posterior, fue nombrado gobernador en diversas poblaciones. Se lo consideró como uno de los conquistadores más ricos de la época.
En 1535 participó en la pacificación y fundación de Puerto Viejo donde desempeñó los cargos de regidor, alcalde ordinario además de teniente de gobernador y uno de los primeros vecinos. En 1537 Refundó la ciudad de Guayaquil, que había sido destruida por los indígenas nativos en varias ocasiones y reubicada por diferentes colonizadores españoles. Al año siguiente recibió el título de teniente de gobernador de Guayaquil. Después de terminar la reconstrucción de la ciudad partió hacia Quito y, junto a Gonzalo Pizarro, organizó una expedición que terminaría con el descubrimiento del río Amazonas.
Tras sobrevivir a la travesía del viaje por la Amazonia, partió de regreso a España donde fue acusado de traición por cargos presentados por Pizarro. Tras ser absuelto, organizó otra expedición, pero no contó con el capital ni con la aprobación necesarias. Por esta razón, se dedicó a la piratería y se dirigió nuevamente al Amazonas, donde junto a la mayor parte de su tripulación fallecieron sin ubicación específica a lo largo del río.

Quito, óleo del pintor Rafael Salas; muestra el paisaje de la ciudad a mediados del siglo XIX.

Iglesia de la Compañía (Quito)
La iglesia y el convento San Ignacio de Loyola de La Compañía de Jesús de Quito, también conocidos en el acervo popular ecuatoriano simplemente como La Compañía, es un complejo clerical católico ubicado en la esquina formada por las calles García Moreno y Sucre, en el Centro Histórico de la ciudad de Quito DM, capital de Ecuador. La portada de su templo mayor, labrada totalmente en piedra volcánica, está considerada como una de las más importantes expresiones de la arquitectura barroca en el continente americano y del mundo.

A lo largo del tiempo, esta iglesia ha sido llamada además: Templo de Salomón de América del Sur. El padre Bernardo Recio, jesuita viajero, la llamó Ascua de oro. Mientras que Ernesto La Orden, Embajador de España en Ecuador, la describiría como «el mejor templo jesuítico del mundo»

La iglesia, y su rica ornamentación interna, totalmente cubierta con láminas de oro, es una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad y un patrimonio invaluable, tanto artístico como económico, para el país. Fue visitada por el Papa Juan Pablo II, quien presidió una misa en el templo el 30 de enero de 1985, dentro del marco de su visita de tres días a Ecuador. Fue además visitada por el Papa Francisco el 7 de julio de 2015, que ahí rezó ante la imagen de la Dolorosa.

El hermano Marcos Guerra llega desde Italia en 1636 para hacerse cargo de la construcción, a la que le imprime los gustos y formas del Renacimiento, estilo en el que tenía vasta experiencia antes de convertirse en clérigo. Es él quien introduce las cúpulas y bóvedas de cañón, además de las capillas laterales ornamentadas con cupulines. A Guerra también se le atribuyen los mejores retablos, la decoración completamente de oro y el púlpito.

La historia de la construcción de este templo y su convento uno de los íconos arquitectónicos más importantes del Nuevo Mundo, se remonta a los primeros años de la colonia y la llegada de la orden jesuita a las tierras de la entonces Audiencia de Quito.
La Audiencia y Cancillería Real de Quito (1563-1822) fue el más alto tribunal de la Corona española en los territorios de la Provincia o Presidencia de Quito, dentro del Virreinato del Perú, que después formaron parte del Virreinato de Nueva Granada.
Cúpulas de La Compañía vistas desde San Francisco
El templo, por haber sido construido durante 160 años y con diferentes arquitectos, maneja cuatro estilos en su arquitectura, aunque predomina el arte barroco. 

La nave central, de 58m de largo por 26.5 de ancho, descansa en sólidos pilares cuadrados que sustentan los arcos fajones unidos lateralmente por arcos de medio punto, exhibe además una balaustrada y lunetos. Las naves laterales, menores en anchura y altura, están enriquecidas con pequeñas cúpulas y airosos cupulines que filtran la luz en sagrada penumbra. Estas naves albergan seis capillas o retablos laterales

Vista interior de una de las cúpulas
Las cúpulas, por el exterior parecen aplastadas porque no se las peralta doblando el casquete, como fue costumbre muy usada por los arquitectos de la segunda época del Renacimiento. Sin embargo, la del crucero se muestra airosa sobre un tambor calado con ventanas de arco zigzagueado, separadas por pilastras gemelas jónicas, coronada de su elegante linterna de doce luces y destacándose sobre una azotea adornada de barbacanas, curiosa reminiscencia medieval muy usada en la arquitectura quiteña en los siglos XVII y XVIII, cuando en España no se la recordaba.

La característica portada exterior de La Compañía de Quito está tallada íntegramente en piedra andesita ecuatoriana, e inició en 1722 bajo las órdenes del padre Leonardo Deubler, pero la obra fue suspendida en 1725 para luego ser retomada en 1760 por el hermano Venancio Gandolfi, quien la terminó en 1765
Las columnas, estatuas y las grandes decoraciones fueron ejecutadas en la cantera que los jesuitas tenían en la Hacienda de Yurac, en la cercana parroquia de Píntag.
 La fachada, tal como ha llegado hasta nosotros, tiene más del barroco italiano que del plateresco español y, en las pilastras altas, con cierto acento del barroco francés.


Retablo mayor y cúpula
El gran retablo llena completamente el fondo del presbiterio, cuyos muros laterales visten también ornamentación de madera tallada. El retablo tiene tres cuerpos superpuestos, que se corresponden perfectamente en su construcción arquitectónica; y cada cuerpo, tres secciones: la del eje y las de los flancos. El cuerpo inferior tiene en su eje un gran sagrario, convexo de traza y flanqueado de dos nichos aconchados, uno frontal y otro lateral. Ocho columnas salomónicas, distribuidas convenientemente, separan los nichos. Encima de cada uno de estos nichos hay otros circulares, trazados sobre una repisa, y que llevan una venera en su parte superior con curiosos relicarios a manera de bustos dentro de ellos. Flanquean a los nichos inferiores, encima de su arco semicircular, dos cabezas de ángeles; y al sagrario, dos embutidos en ademán de sostener abierta una cortina simulada. Todo este cuerpo del retablo descansa sobre un estilóbato decorado con cartelas que remata en un entablamento apoyado sobre las columnas y coronado por un cornisón de ricas molduras. La decoración del friso está acentuada con cabezas de querubines, y la de la cornisa con piñas pendientes de cada uno de los ángulos formados por las diversas salientes de la quebrada línea arquitectónica del altar.




Otra pieza interesante dentro de La Compañía de Quito es el púlpito, localizado al costado norte del la línea de arquería del templo. Hermosamente tallado, contiene 250 pequeños rostros querubines y figuras de los evangelistas Mateo, Lucas, Marcos y Juan, además de los santos jesuitas San Ignacio de Loyola y Francisco Xavier. Un elemento especial es el niño Cristo Redentor de origen europeo.

La Iglesia La Compañía es una verdadera pinacoteca; exhibe solo en las paredes de la iglesia (sin contar el monasterio) un número de veintiún óleos pequeños, quince medianos setenta y cuatro grandes y dos enormes. Los pilares, los muros entre retablos, las paredes del presbiterio, la sacristía, todo está vestido de pinturas al óleo y muchas de ellas provistas de preciosos marcos barrocos dorados. Además encontramos la pintura mural que ornamenta arcos y bóvedillas de las naves laterales; entre la pintura mural aparecen óvalos con imágenes en relieve o apliques, de santos. Todas obras de los más afamados artistas de la escuela quiteña, una de las más exquisitas de la época colonial en América. Es por ello que son varios los conjuntos que merecen ser nombrados.

Cuadro del Juicio Final, que representa el cumplimiento de la palabra de Dios que vendrá a juzgar a vivos y a muertos. El lienzo es una réplica de Alejandro Salas (siglo XIX) del original de Hernando de la Cruz (siglo XVII).

Lienzo del cuadro del Infierno originalmente pintado por Hernando de la Cruz en 1620 pero la que se expone en el templo es una réplica atribuida a Alejandro Salas en 1879.

Hernando de la Cruz (Panamá, ca. 1592 - Quito, 6 de enero de 1646), bautizado como Fernando de Ribera, fue un pintor y religioso jesuita activo en la Real Audiencia de Quito.

Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola

La pintura ejemplifica una boda que expresa el mestizaje, es decir, el casamiento de dos españoles con dos princesas de la estirpe incaica. 

Las figuras masculinas eran importantes miembros de la sociedad española: Martín de Loyola era sobrino nieto de San Ignacio de Loyola –quien lleva en sus manos las normas de los jesuitas, de cuya orden había sido el fundador– y Juan de Borja –quien porta y señala una calavera, asociada a la penitencia– era pariente cercano de San Francisco de Borja. Ambos santos pertenecían a la Compañía de Jesús.
Las princesas también estaban relacionadas íntimamente con la realeza, incaica en su caso. Beatriz era hija de Sayri Tupac y Lorenza era descendiente de los Incas de Vilcabamba.

La pintura es un hemiciclo que presenta en primer plano a los cuatro personajes de la boda. En el centro, entre ambos matrimonios, en un plano posterior, se observa la presencia de los santos jesuitas. En el ángulo inferior izquierdo, dos personajes sostienen una cartela oval con referencia a los personajes protagonistas.
En un segundo plano también vemos un conjunto de figuras representativas. A la izquierda, la familia inca que testimonia la boda de ambas princesas, y a la derecha miembros de la realeza española y un obispo, que atestiguan este acontecimiento y, además, señalan que es un sacramento cristiano.
La escena se desarrolla en una ciudad, como lo indican los edificios ubicados en el último plano, separados con el emblema de la Compañía. Observamos que tanto los españoles como los incas lucen atuendos acordes con su cultura. Los españoles con la vestimenta correspondiente al siglo XVI y la segunda mitad del siglo XVII (Martín Loyola); los incas con los trajes típicos de su linaje: túnicas coloridas, mantos y tocados que indican su condición. Están acompañados por su séquito entre los cuales podemos observar que uno de ellos porta una especie de “paraguas de plumas” que acompañaba a los monarcas andinos. La ñusta Lorenza, en cambio, como era mestiza, luce un atuendo europeo del siglo XVI y es atendida por su dama de compañía.
Esta singular obra podemos verla en el Museo Pedro de Osma, en Lima; antiguamente se encontraba en la antesala de la sacristía de la Iglesia de la Compañía de Jesús, en Cusco.



Ñusta era el nombre quechua para las Reinas o Princesas en el Imperio Inca. La ñusta era virgen e hija del inca.

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