Sebastián de Eslava y Lazaga - Palacio de Guendulain, pincha aqui
Guenduláin (Gendulain en euskera) es una localidad de la Cendea de Cizur, en la Comunidad Foral de Navarra (España) actualmente despoblada y abandonada.
Fue en otros tiempos, un señorío de gran importancia, no sólo en la Cendea de Cizur, sino en toda Navarra. Situado en pleno Camino de Santiago, entre Cizur Menor y Zariquiegui, su silueta recuerda el pasado glorioso de un lugar privilegiado. La colegiata de Roncesvalles tuvo posesiones ahí durante el siglo XIII. Posteriormente estuvo bajo la protección y dominio del conde de Genduláin y señor de Ayanz y de las generaciones de su linaje desde el siglo XVI. El Papa Clemente IX suprimió en 1669 los beneficios de que ocupaba la parroquia del lugar.
Durante 1817 el lugar contaba, además del palacio con almenas, con 23 casas, una salera, un colmenar e, incluso, un Profesor de ciencias. El palacio se puede definir como castillo-palacio, al tener elementos defensivos, propios de construcciones militares de final de la edad media. La antigua parroquia de San Andrés hoy abandonada, es un edificio del siglo XVII. Cabe incluir que, de camino a Guendulain, se encuentra el cementerio municipal que antiguamente era utilizado por los habitantes de dicho pueblo. Se encuentra en lo alto del camino, en difícil acceso, y donde se encuentran lápidas saqueadas de antiguos difuntos.
Guenduláin (Gendulain en euskera) es una localidad de la Cendea de Cizur, en la Comunidad Foral de Navarra (España) actualmente despoblada y abandonada.
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Palacio Iñíguez de Abarca
El palacio Iñíguez de los Abarca es renacentista. La primera planta, construida en ladrillo, tiene dos balcones. La planta superior tiene dos arcos de medio punto. El patio interior tiene dos pisos sobre columnas.
El hijo más ilustre de esta casa fue José Iñíguez Abarca, nacido en 1639. Fue fiscal de la inquisición en Córdoba; diputado del reino y prior de Roncesvalles. Este palacio pasó a propiedad del Conde de Guenduláin por entronques familiares.
El hijo más ilustre de esta casa fue José Iñíguez Abarca, nacido en 1639. Fue fiscal de la inquisición en Córdoba; diputado del reino y prior de Roncesvalles. Este palacio pasó a propiedad del Conde de Guenduláin por entronques familiares.
El palacio Iñíguez de los Abarca se encuentra en la Calle Mayor, 14 Sangüesa (Navarra)
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El Palacio de los Mencos, de Tafalla (pincha aqui)
Está elevado sobre una pequeña colina enfrente de las viejas murallas de la ciudad de Tafalla, hoy derruidas, y en ese altozano se supone que hacia el año 1590, por parte de la familia Mencos, que vivía cerca de la iglesia Santa María, se compró un terreno “fuerapuertas”, al borde del camino Real que conduce a Olite, y allí edificaron la nueva casa.
Desde entonces la familia Mencos la vivió como casa principal hasta que en 1770 por el matrimonio de Joaquín José Mencos y Areizaga (conde de Guendulain y barón de Bigüezal, Alcaide de los Reales Alcázares de Tafalla) con Magdalena Eslava y Eslava, (marquesa de la Real Defensa y condesa del Fresno de la Fuente), trasladan los Mencos su residencia principal a la casa de los Real Defensa, en la calle Zapatería de Pamplona. Queda entonces esta de Tafalla como segunda casa. Desde mediados del siglo XX vuelve a ser la casa principal del mayorazgo de los Mencos de Tafalla.
La casa ha sido ocupada en diversas ocasiones cuando ha habido guerras, por las tropas, como ocurrió con el ejército francés entre 1808 y 1813, en la guerra de la Independencia, o como también pasó en la primera guerra carlista, cuando fue cuartel del ejército Cristino de 1833 al 1839. Posteriormente, en la tercera guerra carlista, la de 1873 al 1876, fue hospital de la Cruz Roja (parece ser el primer hospital que la llamada en sus comienzos Humanitaria Sociedad de Socorro a los heridos en campaña instaló en el frente de guerra). En el siglo XX, en 1936 en la guerra civil, fue de nuevo ocupada y esta vez utilizada como escuela de suboficiales y Comandancia de la Guardia Civil. La casa, por lo tanto ha sufrido bastante, no obstante, se comienza a arreglar a partir de los años cuarenta del pasado siglo, por Don Tiburcio Mencos y Bernaldo de Quirós, marques de la Real Defensa y hoy nos ofrece un aspecto mejor incluso que el que pudo tener antes de la guerra civil.
La aristócrata centenaria que tuvo por madrina a la hermanastra de Isabel II
Jerónimo de Ayanz y Beaumont (Guenduláin, Navarra; 1553-Madrid; 23 de marzo de 1613) fue un militar español. Hombre polifacético, destacó como militar, pintor, cosmógrafo y músico, pero, sobre todo, como inventor. Fue el precursor del uso y diseño de la máquina de vapor, mejoró la instrumentación científica, desarrolló molinos de viento y nuevos tipos de hornos para operaciones metalúrgicas, industriales, militares e incluso domésticas. Inventó una campana para bucear e incluso llegó a diseñar un submarino. Quizá su obra más destacada fue la máquina de vapor, ya que registró en 1606 la primera patente de una máquina de vapor moderna.
Hijo de Carlos de Ayanz, capitán de la guarnición de Pamplona, y de Catalina de Beaumont, fue el segundo de los hermanos varones, siendo el primogénito D. Francés de Ayanz, nacido un año antes. La crianza de Jerónimo y sus hermanos estuvo a cargo de su madre, doña Catalina de Beaumont y Navarra, que inculcó a sus hijos los principios de una educación propia de su rango. Pasó la infancia en el señorío de Guenduláin hasta que en 1567 fue a servir al rey Felipe II como paje. En la Corte se instruyó en las dotes miliciales, en las letras y las artes y también en el manejo de las matemáticas que, posteriormente, le servirían para sus estudios de cosmografía. Don Carlos de Ayanz intervino en las campañas de Francia, participando en la batalla de San Quintín en 1557. Combatió, además, en Túnez, Lombardía, Flandes, Portugal, las Azores, La Coruña.
Durante el reinado de Felipe II convivieron en la corte algunos de los grandes genios científicos de la época. Acaba de llegar el gran arquitecto Juan de Herrera, artífice del Escorial y el ingeniero Pedro Juan de Lastanosa era el maquinario mayor. En este ambiente de excelencia, la destreza de Ayanz en el campo de las matemáticas, cuya enseñanza englobaba la aritmética y la geometría, pero también la astronomía, la náutica, la ingeniería y la arquitectura, le convierte en un joven muy popular.
Además, Jerónimo era un portento físico que doblaba barras de hierro sobre su nuca y agujereaba planchas de plata con los dedos, por lo que su conjunto era el de un genio atípico que despertaba más simpatías que recelos.
Jerónimo de Ayanz se hizo famoso en su época por su fuerza y por las hazañas que realizó en Flandes. Lope de Vega refleja la vida aventurera de Ayanz en la comedia titulada 'Lo que pasa en una tarde'
En 1587, fue nombrado Administrador General de Minas del Reino, es decir, gerente de las 550 minas que había entonces en España y de las que se explotaban en América.
Desde 1608 se había dedicado a la explotación privada de un yacimiento de oro cerca de El Escorial y a la recuperación de las minas de Guadalcanal, las mismas donde había aplicado por primera vez en el mundo una máquina de vapor. Pero enfermó gravemente. El 23 de marzo de 1613 moría en Madrid. Sus restos se trasladaron a Murcia, la ciudad que había gobernado, primero al convento de San Antonio de Padua, y luego a la Catedral.
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