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domingo, 16 de mayo de 2021

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO - La serie del Corpus Christi - LOS ARCÁNGELES ARCABUCEROS - Las Vírgenes en la pintura colonial Cuzqueña

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO -La escuela cuzqueña, una etiqueta que esconde la riqueza del barroco peruano - El barroco en la pintura cuzqueña -Diego Quispe Tito - Andrés Sánchez Galque pincha aqui

La serie del Corpus Christi consta de 15 cuadros apaisados. Se considera anónima, aunque para algunos historiadores el autor de esta serie podría ser Basilio Santa Cruz Puma Callao o Diego Quispe Tito. Estos lienzos fueron encargados por el Obispo Mollinedo para la iglesia de indios de Santa Ana en Cuzco (Perú). Estuvo financiada por nobles incas quienes están representados con todas sus dignidades, en algunos cuadros como donantes.

La iglesia de Santa Ana es una iglesia católica levantada en la ciudad del Cusco, Perú. Está ubicada en la Plazoleta de Santa Ana en la zona monumental del Cusco declarada como tal desde 1972 y, desde 1983, declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanida

En la serie se puede apreciar el sincretismo a través de elementos tales como la custodia y el sol radiante, vemos también altares y arcosá efímeros. La importancia de esta serie, esta en que ésta no es sólo un documento artístico sino también histórico. Esta serie se encuentra actualmente en su mayoría en el Palacio Arzobispal de Cuzco.
Un milagro eucarístico del siglo XIII fue el origen de la fiesta del Corpus Christi, que la Iglesia Católica celebra el jueves (o domingo, dependiendo del país) siguiente a la Solemnidad de la Santísima Trinidad.
En esta solemnidad, se da honor a la Eucaristía en un culto público y solemne de adoración, gratitud y amor, siendo la procesión del Corpus Christi una de las más importantes en la Iglesia Universal.
El corregidor general, don Alonso Pérez de Guzmán, portando el estandarte del Santísimo Sacramento

El final de la procesión, que muestra al obispo Mollinedo, seis parroquias indígenas con las estatuas de sus patronos, y la guardia de un corregidor andino. 

La Parroquia del Hospital de los Naturales

Procesión de cofradías incas de San Juan Bautista y San Pedro.

Parroquia San Cristóbal 

Grupo de religiosos jesuitas observando procesión (Detalle)

Carolyn Dean afirma que si bien éstos lienzos afirman mostrar aspectos de una única procesión en forma de serie, las inconsistencias internas contradicen dicho intento. Por tanto, La Dra. Dean identifica cada uno de los lienzos por su tema principal.

Los Frailes Franciscanos

Los Frailes Mercedarios 

Los Frailes Agustinos


Los Arcángeles ARCABUCEROS

Coleción Mali, pincha aqui

Bartolomé Román (Montoro, c. 1587-Madrid, 1647) fue un pintor barroco español conocido por sus series de arcángeles, alguna de las cuales llegó a América.

Los Siete Arcángeles según la Iglesia ortodoxa, de izquierda a derecha: Jegudiel, Gabriel, Sealtiel, Miguel, Uriel, Rafael y Baraquiel. Abajo representaciones de querubines (en azul) y serafín (en rojo).
El sistema de siete arcángeles es un antigua tradición de las religiones abrahámicas. La primera referencia a un sistema de siete arcángeles, como grupo, aparece en Enoch I (el Libro de Enoc), que no forma parte del canon judío, en el que se nombran como: Gabriel, Miguel, Rafael, Metatrón, Azrael, Raziel y Sariel.

Si bien la pintura de arcángeles encontró temprana acogida en el Perú colonial, su manifestación más original se dio con la invención iconográfica de los arcángeles arcabuceros. En ello influiría la circulación de grabados como los de Jacobo de Gehyn (Ejercicio de las armas, 1607), pero no debe menospreciarse el papel que le pudo caber a la correspondencia entre lo celestial y lo terreno enfatizada por los jesuitas. 

Otro elemento curioso es que los ángeles que pintan no son únicamente los que nosotros conocemos, Rafael, Gabriel, Miguel y Uriel. De algún modo las variopintas categorías angélicas de los Libros Apócrifos, como el Libro de Enoch, fueron consideradas adecuadas para sustituir a los muchos dioses de los panteones indígenas, y así los nombres de los ángeles que pintan son variadísimos.
Jacob de Gheyn II fue un dibujante, grabador y pintor holandés nacido en Amberes en 1565 y muerto en La Haya el 29 de marzo de 1629.
En 1606 los Estados Generales le encargaron un bodegón de flores para María de Médicis (1575-1642) por el que recibió la cantidad de seiscientos florines. Actualmente dicha pintura está perdida.
Realizó más de 1500 dibujos innovadores, entre ellos muchos paisajes e ilustraciones de la historia natural.
Ya en Ámsterdam, realizó los dibujos para los grabados de las 117 ilustraciones de un manual de entrenamiento militar para ayudar a la lucha por la independencia holandesa de España.
Los dibujos de la familia de Gheyn formaron parte de la Colección Grez, que en 1914 fue donada al Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica de Bruselas.

Arcángel Eliel con arcabuz - Anónimo 1690-1720

La Compañía tuvo además un particular interés en la expansión de la devoción angélica. A su vez, la casa de Austria consideró a san Miguel como su protector, los Reyes Católicos a los siete arcángeles, y la monarquía española los asumió fervorosamente. Por otra parte, se ha señalado la destacada función de aves y tocados de plumas en el Perú prehispánico, que los arcabuces de los conquistadores habrían sido identificados con el trueno y que se hablaba de una guardia alada al servicio de Viracocha. 


Todo ello confluiría en el éxito de esta original iconografía, pues paralelismos y equivalencias solían sumarse para dar cuenta de múltiples imaginarios. La reiterada presencia de arcángeles apócrifos demostraría, a su vez, la flexibilidad con que se asumía la normativa. En este caso, Eliel emerge de un fondo oscuro, que resalta lo blanco de su tez. Se apresta a limpiar el arcabuz, con mirada baja y actitud casi religiosa, que trascendería el acto banal que realiza. La elegante vestimenta, en cuyo efecto ornamental el pintor se ha esmerado, el poco interés en el volumen, y la delicadeza y estilización del arcángel parecen evocar las figuras del gótico internacional. 

Arcángel Baraquiel, óleo sobre lienzo, 207 x 141 cm, Museo de Mallorca (depósito del Museo del Prado)
Bartolomé Román (Montoro, c. 1587-Madrid, 1647) fue un pintor barroco español conocido por sus series de arcángeles, alguna de las cuales llegó a América.

En Ezcaray (La Rioja) se encuentra una importante colección de diez ángeles arcabuceros, óleos procedentes de una escuela pictórica del Virreinato del Perú de los siglos XVII y XVIII, donados por el ezcarayense arzobispo de Lima Pedro Antonio Barroeta y Ángel.

La Ermita de Nuestra Señora de Allende, patrona de Ezcaray, se encuentra en la ladera del Monte San Torcuato (la imponente peña que se observa a la llegada a Ezcaray desde Santo Domingo de la Calzada). A la ermita se accede desde el agradable paseo de La Estación, cruzando el río Oja. Una pequeña subida y varios escalones y llegamos a la plazoleta que acoge el edificio. 
Edificio barroco del siglo XVIII (año 1710), construido en sillería y mampostería, consta de una Nave de tres tramos, crucero y cabecera rectangular. 

En el interior del Templo, colgando de los muros nos encontramos con diez oleos, representando otros tantos ángeles, seis de los cuales portan arcabuz. Entre los diez forman la colección original mas completa de España y de alta calidad pictórica. Los cuadros de este tipo se hayan dispersos, excepto estos de Ezcaray que forman una colección completa. Estos ángeles difieren de otros del mismo estilo y época (siglos XVII y XVIII) por su atuendo guerrero con coraza y casco y por portar seis de ellos arcabuz. La figura principal es la del Arcángel San Miguel.

Marcos Zapata Inga, procedía de la aristocracia indígena y su apellido era la forma hispanizada de “Sapaca”, nombre con el que firma algunos de sus cuadros. Desde 1742 figura mencionado como “oficial pintor”, seguramente al servicio de un maestro con obrador público. Al menos a partir de 1748, Zapata ya había ascendido a la categoría de maestro y se hallaba dirigiendo un taller numeroso y bien organizado. En un lapso relativamente breve, su trabajo había encontrado acogida en toda la región andina. Su sencillo y devoto lenguaje llegó a ser fácilmente reconocible y apreciado, gracias a sus vivaces gamas cromáticas, con fuerte predominancia de rojos y azules, así como debido a la belleza dulzona y convencional de sus representaciones marianas, rodeadas casi siempre por cabezas de querubines.

La Virgen con dos licenciados - Marcos Zapata
Marcos Zapata eternamente confundido con Marcos Sápaca Inca (Cusco, c. 1710-1773). pintor peruano. Fue uno de los últimos autores de la llamada Escuela cuzqueña. Autor de cuadros religiosos, entre 1748 y 1764 pintó al menos 200 obras, 24 de ellas acerca de La vida de San Francisco de Asís (1748), para la orden capuchina de Santiago (Chile); cincuenta lienzos sobre la Letanía Laurentina (1755) para la Catedral del Cusco y unos 73 trabajos para La Compañía, en el Cuzco (1762). Usó el azul y el bermellón en sus cuadros. Su carrera se desarrolló entre 1748 y 1773. Su influyente estilo se caracteriza por la belleza dulzona y convencional de sus representaciones marianas, rodeadas casi siempre por cabezas aladas de querubines.

El éxito artístico de Zapata llegó a su punto más alto en 1755, cuando el Cabildo eclesiástico cuzqueño le encomendó  más de cincuenta lienzos destinados a cubrir los netos de los arcos, a todo lo largo de las naves de la catedral. Este importante encargo no fue el único que el pintor recibió de la iglesia mayor cuzqueña. Sus lienzos decoran otros sectores claves del edificio: la entrada a la sacristía y el interior de ésta, las puertas del órgano, así como los muros bajos de la nave y algunas de las capillas laterales, representando en ellos diversas escenas de la historia sagrada, relatos hagiográficos y alegorías teológicas.

Las letanías de la Virgen Paralelo entre Narciso, muere en espejo de aguas, y la Virgen María como espejo que refleja a Dios.
Pintó alrededor de 200 obras. Entre éstas, 24 tratan la vida de San Francisco de Asís que fueron destinadas en 1748 la orden capuchina de Santiago de Chile. En 1755 realiza alrededor cincuenta lienzos sobre la Letanía Laurentina para la Catedral del Cuzco y en 1762 cerca de 73 trabajos para La Compañía en Cuzco. El estilo de Zapata fue influyente y se caracteriza por sus representaciones marianas rodeadas generalmente por cabezas aladas de querubines. Trabajó, asimismo, temas alegóricos de la Virgen. Se cree que se inspiró en las estampas grabadas por Christoph Thomas Scheffler de 1732. Zapata fue reconocido incluso afuera de Cuzco y tuvo influencia en el Atlo Perú, Chile y el norte de Argentina.

Pintado en la nave de St. Iglesia Paulino en Trier, Alemania, es este increíble fresco del artista rococó Christoph Thomas Scheffler (1699-1756). 

Seguramente a causa de la admiración generada por su obra en la catedral, los jesuitas encomendaron a Zapata en 1762 el enriquecimiento ornamental de su iglesia. En los últimos años de su carrera, la fama de Zapata había logrado trascender ampliamente los límites del Cuzco y su región. A través del comercio artístico surandino, su obra abarcó un área de influencia que comprendía el Alto Perú, Chile y el norte de la actual Argentina. En esta última región se halla la serie de doce profetas bíblicos que Zapata envió en 1764 para decorar la iglesia parroquial de Humahuaca, en la provincia de Jujuy. (J. de Mesa y T. Gisberg).


Después de esa fecha, escasean las referencias sobre el pintor, acaso por haber declinado con los años su capacidad de trabajo. Curiosamente, la última noticia de Zapata está fechada en 1773 y lo sitúa en la cárcel, por causas desconocidas.

Las Vírgenes en la pintura colonial Cuzqueña

La figura de la Virgen fue muy importante en toda la pintura Virreinal en Peru. A partir del siglo XVII, aparece de forma masiva encasas, templos y conventos. Son característicos los mantos en forma triangular, los adornos de oro, joyas y ricas telas. Sus poses son hieráticas y sus volúmenes planos, lo que recuerda la grandeza, casi sobrenatural, de la pintura bizantina.




Nuestra Señora de Belén, pintura anónima del siglo XVII perteneciente a la Escuela Cuzqueña. La forma triangular en forma de montaña de la imagen evocaría a la Pachamama o Madre Tierra de los antiguos peruanos.

La Virgen del Carmen salvando almas en el Purgatorio, círculo de Diego Quispe Tito, s. XVII.

Alrededor de la figura principal no son menos importantes los detalles ornamentales, como flores, aves, escenas de milagros, o figuras de Santos. Para el indígena esta figura representaba la “Mamacha”, la Gran Madre Universal, que protegía a todos los seres de la Naturaleza.

Anónimo XVIII - La Virgen niña hilando 

Un lugar especial lo merece la “Virgen niña hilando”, que representa a una princesa inca, hilando, con una curiosa mezcla de elementos nativos indígenas y europeos, como el caso de la doble capa, colocada según la tradición indígena. Existen muy pocas representaciones de esta Virgen y otras virgenes en la pintura colonial cusqueña

RETABLO PORTÁTIL DE LA VIRGEN DE COPACABANA

Anónimo 1650 - 1700 - 34.50 x 20.60 cm - Museo de Arte de Lima
Plata repujada, burilada y pasta modelada, dorada y policromada

Altares portátiles como este habrían proporcionado un vehículo para la difusión de cultos locales y su iconografía a lo largo de amplias distancias. Facilitaban, además, la devoción personal. El pequeño tamaño del retablo lo hacía fácilmente transportable, permitiendo que un devoto llevase un altar casero durante sus viajes. Nuestra Señora de Copacabana se encuentra dentro de un abigarrado retablo hecho de una mezcla de maguey y yeso dorada y pintada, protegido dentro de una caja de plata repujada. Los materiales preciosos utilizados en su confección revelan el alto costo que este altar habría representado para la confraternidad o individuo que lo encargó. Mientras que el interior de la pieza consiste en un relieve modelado relativamente naturalista de arcángeles, apóstoles y otras figuras religiosas, el exterior es puramente ornamental. La parte posterior del retablo muestra un jeroglífico compuesto por la letra S y un clavo, que juntos forman la palabra “esclavo”. Este era un símbolo común en el arte religioso del periodo colonial, que por lo general aparecía en pinturas sobre los vestidos de la Virgen y reflejaba la auto-identificación de los devotos como “esclavos” en su devoción por María. Cuando se cierra, el trabajo decorativo superior que se encuentra sobre el retablo le confiere la apariencia de un portal de entrada, tal vez aludiendo al retablo como una entrada simbólica al Paraíso. 

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