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martes, 2 de mayo de 2023

(II) La tempestad la magnífica pintura de Oskar Kokoschka - Kokoschka "El genio rebelde" - Adolf Loos - Art Nouveau 1890–1905 - La Secesión vienesa

OSKAR KOKOSCHKA, el pintor de almas, llega al Guggenheim, pincha aqui

Mi Semana Santa en Viena (VII) - Gustav Klimt y Oskar Kokoschka - Alma Mahler, pincha aqui

La Bauhaus -  El Expresionismo - Edvard Munch - Ernst Ludwig Kirchner, pincha aqui

La Bauhaus - Walter Gropius - Paul Klee - Oskar Schlemmer, pincha aqui

La Bauhaus (2), pincha aqui

Arquitectura del siglo XX - El Organicismo - Le Corbusier - Mies van der Rohe - Walter Gropius  - La Bauhaus - El Protorracionalismo de Adolf Loos - El Racionalismo, pincha aqui

La tempestad la magnífica pintura de Oskar Kokoschka

El artista austríaco fue uno de los grandes maestros del expresionismo. Su turbulenta relación con Alma Mahler dio como fruto uno de los cuadros más radicales del modernismo vienés.

El genio rebelde

Oskar Kokoschka nació en 1886 en la ciudad de Pöchlarn, Austria, situada en la ribera del río Danubio. A causa de la industrialización de la época en el centro de Europa, su familia padeció problemas económicos. 

Con diecinueve años ingresó a la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad de Viena, donde entre 1905 y 1908 adquirió parte de su conocimiento artístico. Siendo aún alumno, su trabajo se dio a conocer por primera vez en la exhibición Kunstschau, considerada uno de los grandes eventos del modernismo vienés. Fue en ese espacio donde se establecieron las bases de un nuevo grafismo con colores brillantes y letras en negrita para la creación de carteles artísticos. 

La exposición fue organizada por un grupo de artistas conformado por Gustav Klimt, Josef Hoffmann, Koloman Moser, Elena Luksch-Makowsky, Max Oppenheimer,  Schroeder Henry y el mismo Kokoschka, entre otros. Klimt, quien presentó El Beso en dicha exhibición, lo llamó “el talento más grande de la generación más joven”, y por sus cualidades radicales e inquietantes un crítico lo denominó “el jefe salvaje”.

Alma es la mujer inmortalizada en la obra de Klimt, El Beso, del que recibió su primer beso cuando tenía 16 años.
Conoció al pintor Gustav Klimt, amigo de su padres. Con él, Alma aprendió a besar por primera vez como mujer. El recuerdo de ello, y por lo que para Klimt significó dicha experiencia, se plasmó en un cuadro que tituló, “el beso” y cuya valoración actual en el mercado es de varios millones de dólares.

Sin embargo, Kokoschka cosechó tanto alabanzas como indignaciones y no todo fue color de rosa en su carrera. Su alta reputación como artista innovador en el círculo vanguardista también le generó adversidades. En el ámbito artístico, donde se relacionaba con la alta burguesía, no era más que un artista intrascendente, con indudable talento, pero que osaba dinamitar los cimientos del canon artístico conservador establecido por la antigua sociedad vienesa del Imperio Austro Húngaro.

En aquella época, joven y enojado, trataba de mostrarse como una persona imponente, por lo que se puede ver en fotografías. Solía vestirse de manera elegante, pero con la cabeza afeitada, en una rara mezcla que hoy podría definirse como un dandy punk.  

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Oskar Kokoschka

Kokoschka se destacó tanto en sus pinturas como en sus obras para teatro y poemas ilustrados. Entre ellos, se distingue Los Chicos Soñadores, libro de fábulas con textos e ilustraciones, que publicó en 1908 a los veintidós años. Realizado por encargo de la Wiener Werkstätte, en sus manos se transformó en objeto de arte con una historia de amor cifrada. En sus obras escritas para teatro como el drama Asesino, la esperanza de las mujeres (para esta última realizó un cartel llamado Piedad), exploró el subconsciente y el yo oculto del impulso irracional, “la amarga lucha entre la mente y el sexo, una batalla ganada por el sexo”, en sus propias palabras..

Cartel de ‘asesino, esperanza de las mujeres’ (Mörder, Hoffnung der Frauen), 1908

Cuando el director de la Escuela de Arte, Alfred Roller, lo expulsó de dicha institución, Oskar fue rescatado por el prestigioso arquitecto modernista, Adolf Loos. El arquitecto fomentó su estilo al incitarlo a pintar retratos de personas tal como las veía. En alusión a este aspecto de su personalidad sensible y perceptiva, Kokoschka comentó en una ocasión: “Ellos dicen sobre mí que yo puedo ver lo que hay debajo de la piel de las personas”.

Adolf Loos (Brno, Moravia, 10 de diciembre de 1870-Viena, 23 de agosto de 1933) fue un arquitecto austriaco. Cursó estudios en la Escuela Profesional de Reichenberg y en la Politécnica de Dresde. En la ciudad de Chicago trabajó como albañil, entarimador y delineante. Posteriormente realizó obras en diversos países de Europa, tales como Austria, Francia y en Viena comienza a ejercer como arquitecto municipal, trabajando en el Ministerio de Vivienda. Fue una figura carismática, un revolucionario. Alguien que puso patas arriba las bases estéticas de la sociedad vienesa de principios del siglo xx. En contra del ornamento, del historicismo y del interior burgués, Adolf Loos introdujo el principio de racionalidad en la arquitectura y creó una nueva distribución de los espacios para preservar la privacidad y la intimidad.


Casa Steiner en Viena, convertida en un icono de la arquitectura moderna.

La Casa Steiner fue diseñada por Adolf Loos en 1910 para la pintora Lilly Steiner y su esposo Hugo. Muestra claramente el principio principal de Loos: el diseño debe ser determinado por la función.

La Casa Steiner demuestra la capacidad de Loos de trabajar con objetos arquitectónicos complejos, ya que es necesario tener en cuenta las limitaciones de la forma y las normas de planificación. En ese momento, solo se permitía un piso por encima del nivel de la calle. La solución de Loos fue un techo de hojalata arqueado con dos pisos adicionales, que le dan a la estructura un aspecto algo austero y futurista. Esta casa es la encarnación de las ideas de ornamento y crimen, escrito en 1908, en el que rechaza el floreciente estilo de la Secesión de Viena, la versión austriaca del Art Nouveau. La casa refleja los principios arquitectónicos de Loos, un diseño que excluye todas las herramientas del arte para enfatizar la funcionalidad. El jardín delantero es un espacio innegable de racionalismo radical en la arquitectura moderna.

Casa Hugo Semler, Pilsen, República Checa (1932) Loos fue el inventor del Raumplan, la técnica por la que se seccionan los espacios interiores a distintas alturas dependiendo de su uso. Aplicó antes que nadie el minimalismo, el racionalismo, el espacio cúbico y el juego de líneas vertical y horizontal en ventanas, cornisas y terrazas. Sin Loos, no se comprendería el racionalismo y el funcionalismo de la Bauhaus.

Loos además le presentó a Herwarth Walden, editor de la revista berlinesa Der Sturm (La Tormenta), un fanático del expresionismo y su atracción por la vida interior en reacción al espíritu decorativo y superficial del Art Nouveau y La Secesión Vienesa. En la revista estuvo dibujando entre 1910 y 1912. “Parecía sacudir el edificio del arte moderno como un terremoto”, escribió el artista de la Bauhaus Oscar Schlemmer sobre Kokoschka.

Por aquel entonces Oskar vivía en una miserable pobreza, hasta que el dueño de una galería, Paul Cassirier, le ofreció un contrato e ingresos que le permitieron participar de la vida social en Berlín.


Art Nouveau 1890–1905

Es la renovación artística desarrollada a caballo entre los siglos XIX y XX. Era el fin de siècle o la belle époque…

Dependiendo del país se conoció como Art Nouveau (Bélgica y Francia), Jugendstil (Alemania y países nórdicos), Sezession (Austria), Modern Style (Reino Unido), Nieuwe Kunst (Países Bajos), Liberty o Floreale (Italia) y Modernismo (España).

Todas hacen referencia a la intención de crear un arte nuevo, joven, libre y moderno. Una vez más, y como todos los movimientos, una ruptura con lo anterior, teniendo presente una idea clara: «el futuro ya ha comenzado»

Se valora lo artesanal aunque sin renunciar a los avances industriales, y se repira una aspiración de democratizar la belleza o socializar el arte. Para ello se potenció la idea de que hasta los objetos más cotidianos deben tener un valor estético, además de ser accesibles a toda la población. Por eso empiezan a hacerse visibles todo tipo de objetos útiles en la vida cotidiana, incluido el mobiliario urbano, que pasó a tener gran importancia (kioscos, estaciones de metro, farolas, papeleras, urinarios​…).

Desaparece así la jerarquía de artes mayores y menores. Tiene el mismo valor un edificio que una joya, un cartel que un cuadro. De hecho, los propios artistas realizan los marcos para sus cuadros, los arquitectos diseñan también los muebles.

Estéticamente hay una evidente inspiración en la naturaleza: vegetales y las formas orgánicas se entrelazan con el motivo central; la línea recta no interesa, se prefieren las curvas y la asimetría; todo es más sensual, buscando complacer a los sentidos.

Es así que flores, hojas, tallos retorcidos, insectos, cabellos femeninos, rellenan todo el espacio (horror vacui). 

(CC) Miguel Calvo Santos, 21-01-2015

Pabellón de la Secesión de Viena, construido en 1897 por Joseph Maria Olbrich para las exposiciones del grupo de la Secesión.

La Secesión vienesa (también llamada Secessionsstil, o Sezessionsstil en Austria) formó parte del muy variado movimiento actualmente denominado modernismo.Fue fundada en 1897 por un grupo de 19 artistas vieneses que había abandonado la Asociación. Como proyecto de renovación artística, trataba de reinterpretar los estilos del pasado ante los embates de la producción industrial que estaba desnudando estructural y estéticamente la realidad del arte y la sociedad de la época. Su primer presidente fue Gustav Klimt.
La Secesión fue fundada dentro de la Vereinigung Bildender Künstler Österreich que es la Asociación de los artistas de las artes visuales en Austria. En esta época, Austria sufre de problemas en todos los sectores: social, económico, religioso, político, monárquico... que contrastan con un ambiente idealista. Es el periodo más brillante para Austria, siendo su capital, Viena la cuna del psicoanálisis.
Cartel para la V. exposición de la Secesión vienesa - Koloman Moser 

Los portavoces de este movimiento son: Gustav Klimt, Koloman Moser, Ferdinand Andri y Joseph Maria Olbrich (arquitecto) entre otros.

Aunque la secesión es incluible en el modernismo, típico de fines del período histórico y cultural conocido como la Belle Époque, corresponde señalar que presenta importantes diferencias con el coetáneo Art Nouveau y con otros estilos semejantes al Art Nouveau (el Liverty o floreale italiano o el modernismo español por ejemplos); en la secesión, aunque se busca la elegancia, predomina la sobriedad formal, e incluso cierta severidad, en los casos en que se transgrede la sobriedad sale a la luz el expresionismo, en muchos aspectos por su rupturismo la secesión ya es incluible dentro del vanguardismo.

 Alma Mahler, la mujer más cautivante de la época

Alma Schindler nació en Viena el 31 de agosto de 1879. Hija de la cantante Anna von Bergen y del pintor paisajista Emil Jakob Schindler, creció en un ámbito cultural que frecuentaban grandes artistas. Después de la muerte de su padre, su madre se volvió a casar con uno de los últimos discípulos de su marido, Carl Moll, uno de los creadores de la Secesión Vienesa.

Su primer beso se lo dio con Gustav Klimt. También tuvo un amor de juventud con su maestro musical, Alenxander von Zemlinsky y otros romances con hombres de la cultura y el arte. A los veintidós años se casó con el prestigioso director y músico de orquesta Gustav Mahler, el cual le llevaba casi veinte años. Antes de morir, Gustav le dedicó dos sinfonías. Durante este matrimonio tuvo un amorío con Walter Gropius, el afamado arquitecto creador de la escuela de arte alemana Bauhaus; quien después de enviudar más tarde, se convertiría en su segundo esposo. El último fue el escritor Franz Werfel. 

Cuando Alma entraba en una habitación, las cabezas se volvían. Se decía que su presencia magnética era como “una carga eléctrica” en cualquier reunión. Pero luego de la muerte de una de sus dos hijas y su primer esposo, Alma se sintió completamente destrozada. Así se lo hizo saber en una de sus cartas a su antiguo amante y futuro esposo Walter Gropius.

Instalada en una casa nueva, su vida volvería a dar un vuelco inesperado. En abril de 1912 se encontró por primera vez con Oskar Kokoschka, el pintor de veintiseis años que se había hecho una rápida reputación como el enfant terrible del mundo del arte. Su padrastro, Carl Moll, sugirió que “el pobre genio hambriento” hiciera un retrato de Alma. Ella ya había visto su trabajo en la exhibición de Kunstschau, notando sus diseños grandiosamente concebidos, y por lo tanto, estuvo de acuerdo en posar para él. Invitado a cenar en la casa de sus padres, Kokoschka apareció con varios papeles y de inmediato empezó a dibujar.

Luego de un rato, Alma se empezó a sentir incómoda al ser observada de manera tan aguda, y sugirió tocar el piano. Eligió su pieza musical preferida: Tristán e Isolda, la ópera de Wagner. De golpe Kokoschka comenzó a toser al punto que tuvo que interrumpir su tarea. Apenas podía hablar y parecía incapaz de seguir dibujando. Fue en ese momento cuando se pusieron de pie y se abrazaron apasionadamente. Así se originaba uno de los affaires más estrepitosos de la época.

Oskar Kokoschka Doble retrato: Oscar Kokoshka y Alma Mahler., 1913

Kokoschka recordaría: “Estaba deslumbrado por ella, me perturbó… qué hermosa era… qué seductora detrás de su velo de luto”. Alma también se había enamorado del artista salvaje, excéntrico y provocador, y decía: "Oskar es un genio. Lo amo por eso, y amo al niño terco y mal educado que hay en él”. Se volvieron inseparables y él comenzó a enviarle cartas, le escribió más de 400, además de pintarla en varias ocasiones. 

El comienzo del ocaso
A pesar de sentirse mutuamente enamorados, en los tres años que estuvieron juntos las diferencias empezaron a notarse. Oskar habría de reconocer, que cuando conoció a Alma, era un joven inmaduro con la costumbre de “darse de lleno contra la pared”, en cambio ella era una mujer madura acostumbrada al lujo y a estar siempre rodeada de hombres que la pretendían. Fueron justamente los celos enfermizos la condena de ese amor. La personalidad obsesiva y controladora del artista terminaron por cansar a Alma.

En sus cartas diarias volcaba su amor apasionado, su adoración posesiva, manifestando una clara dependencia. Aclamaba: “Debo pronto tenerte como mi esposa, de otra manera mi gran talento irá a la ruina”. La celaba cada vez que asistía a la ópera con sus amigos, con la propia memoria de su difunto marido, e incluso controlaba su manera de vestir.

Después de años de haber sido descuidada por Mahler, ahora Alma se encontraba ante la atención absorbente de Kokoschka y un amor que la consumía. En un momento sintió que era necesario alejarse de Viena por un par de semanas y emprendió un viaje junto con su hija Gucki para Scheveningen, dejando a Kokoschka solo y totalmente apático. Luego confesaría a su amigo Joseph Fraenkel: “No sentí que esto fuera desleal a Oskar, él ya estaba muy lejos de mí. Solo quería aclararme una vez más que todo había terminado entre nosotros”.

Alma había quedado embarazada y aunque todavía se sentía atraída en parte hacia él, temió engendrar un hijo que heredara la ferocidad del artista y tomó la decisión de abortar. Tomando los paños ensangrentados, Kokoschka dijo: “Ese es, y siempre será, mi único hijo”. Jamás pudo perdonarla y unos meses después completó la que se consideraría su obra maestra La Tempestad.




Aproximación a La Tempestad
En el ojo de una violenta tormenta, dos amantes yacen lado a lado, alrededor de la ferocidad del mar. La mujer pareciera descansar plácidamente, mientras que el hombre se encuentra tenso y despierto. Es una escena muy intimista pero a su vez llena de distancia, el reflejo de un amor cargado de tristeza y también de belleza. Todo, las pinceladas, la composición y especialmente los colores, sugieren que esta es una imagen sobre emociones muy profundas, y que trata de algo más de lo que aparenta.

“La Novia del Viento” (“La Tempestad”) 1913. Óleo sobre tela 180,4 x 220,2 cm.
  • La Tempestad o La novia del viento es una alegoría acerca de uno de los amores más apasionados en el mundo del arte de comienzos del siglo XX. La pintura es la respuesta al desafío de una mujer: “Hazme una obra maestra y me casaré contigo”. Esas fueron las palabras de la compositora Alma Schindler (más conocida como Alma Mahler, viuda del compositor y director musical Gustav Mahler) al extraordinario artista austríaco Oscar Kokoschka.
  • Comenzó a trabajar en abril de 1913 en la que sería la obra más grande de toda su producción. Se encerró en un edificio en Viena para propiciar el estado de ánimo preciso para poder pintarla. Tomó la idea de pintar de negro todas las paredes del estudio. Alma, al ver esto, consideró la extraña conducta de su amante como algo extremadamente perturbador y decidió que lo mejor sería verlo de manera menos frecuente.
  • En un primer momento utilizó el color rojo como tono predominante. Esto se puede apreciar al acercarse a la pintura. Pequeñas manchas rojas brillantes. El rojo, por su intensidad, es el color que simboliza la pasión. Sin embargo, la crisis respecto a su amada hizo que cambiara por tonalidades azules y grisáceas, colores fríos. 
  • Kokoschka tuvo la intención de llamar a la obra Tristán e Isolda, la ópera preferida de Alma, pero cambiaría el nombre cuando el poeta Georg Trakl la pudo apreciar en una visita a su estudio. Trakl se sintió tan inspirado que escribió un poema ahí mismo. Utilizó el vocablo Die Windsbraut, una palabra alemana muy lírica, que literalmente significa La novia del viento, aunque a menudo se traduce como La tempestad.
  • Al mirar de cerca la amplia pincelada y las gruesas capas de pintura de la obra es fácil imaginar la intensidad con la que Kokoschka trabajó solo en un estudio sombrío. 
  • Nada pareciera realmente poder preparar al espectador para el impacto que genera esta obra. Como si una sensación extraordinaria se liberara y atrapara al observador. Su ubicación estratégica se vislumbra desde una larga línea de puertas abiertas en el fabuloso Kunstmuseum de Basel, Suiza, donde se puede apreciar actualmente.
  • Kokoschka tomó el desafío de crear una pintura que sería, para siempre, un símbolo de su intenso amor por Alma. En 1913 la describió como su trabajo más potente e importante.
Los tormentos de la Primera Guerra
A punto de estallar la Primera Guerra Mundial, siendo ya un hombre mayor, Kokoschka sintió que había perdido su libertad a causa de ese tormentoso amor. Es por esto que se enlistó como voluntario en el servicio militar para salir de esa depresión. Se aseguró un lugar en el regimiento de élite Dragones de la Guardia Imperial, para lo cual necesitó comprar su propio caballo. La venta de La Tempestad a un farmacéutico de Hamburgo cubrió los gastos.

Posteriormente fue condecorado por su papel en combate, en el que casi es asesinado. Aún cuando se encontraba en el hospital sufriendo los efectos de una herida en la cabeza, continuaba meditando acerca de su relación con Alma, y durante esa convalecencia escribió la obra Orfeo y Eurídice.

Terminada la Guerra en 1918 y todavía traumado por Alma, encargó a un fabricante de muñecas de Múnich, Hermine Moos, una muñeca de tamaño real a semejanza de Alma. La muñeca fue diseñada de acuerdo con las descripciones de Kokoschka, que para ello envió bocetos y notas aclaratorias. Aunque el resultado fue una amarga decepción, utilizó la muñeca fetiche como modelo en varias pinturas y dibujos, para más adelante destruirla.
En 1919 asumió una cátedra en la Academia de Arte de Dresde, un cargo que ocupó hasta 1924. Jamás pudo olvidar a Alma, a pesar de haber tenido luego otro amor. Ella reconoció haberlo querido, pero después de la tormentosa relación, se volvió a casar dos veces más. Una con Walter Gropius, y finalmente con el escritor Franz Werfel.

Alma murió en 1964 en su departamento de Nueva York, a los ochenta y cinco años. En una de las mesas de apoyo de su hogar se alzaba una pequeña reproducción de La Tempestad. Oskar Kokoschka murió en 1980 justo unos días después de cumplir noventa y cuatro años en Montreux, Suiza. La muerte le llegó cuando se había establecido de manera incuestionable como uno de los artistas más innovadores del siglo XX.

Por Gisela Asmundo


Kokoschka llevó muy mal la ruptura con Alma, llegando a tal nivel de trastornos psicológicos que se mandó hacer una muñeca con las mismas medias que Alma y cuando Oscar acudía al teatro local, llevaba consigo dicha muñeca como si de Alma se tratara. Ante la locura amorosa que sufre Oscar, Alma retoma la relación que había tenido con Walter Gropius con quien acabó casándose en 1915, siendo su segundo matrimonio. Fruto de esta relación será una hija que se llamará Manon que vivirá solamente dieciocho años, ya que morirá como consecuencia de una poliomielitis.

El músico Alban Berg, que tenía una gran amistad con Alma le dedicó “Concierto para violín y orquesta a la memoria de un ángel”. Esta obra es un homenaje a su hija Manon, pero también el amor que el autor sentía por Alma. (En la imagen, Alma con su hija María).

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