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jueves, 3 de noviembre de 2022

III - NAVARRA BARROCA - Gian Lorenzo Bernini - El barroco conventual - El Convento de Agustinas Recoletas - Portal Nuevo

II - NAVARRA BARROCA  -  Tudela  "La Manta" - Las parroquias de Pamplona a finales del siglo XVIII - Antigua parroquia de la Navarrería - SAN SATURNINO O SAN CERNIN - Iglesia de San Nicolás - Iglesia de San Lorenzo - SAN FERMÍN - Parroquia de San Agustín, pincha aqui

Gian Lorenzo Bernini - El Palazzo Barberini - Pietro da Cortona - Santa Agnese in Agone - Carlo Rainaldi - El Éxtasis de Santa Teresa, pincha aqui

(II) Gian Lorenzo Bernini - La escultura de la Fuente de los Cuatro Ríos - La Plaza Navona - Palazzo Pamphili - Sant'Andrea al Quirinale - El Palacio del Quirinal - El Obelisco della Minerva - La Fuente del Tritón - El Éxtasis de la beata Ludovica, pincha aqui

El barroco conventual


El Convento de Agustinas Recoletas es un edificio religioso situado en la Plaza de las Recoletas (o Plaza de los Ajos), en la ciudad de Pamplona, Navarra (España).

Fue construida en 1624 por el arquitecto y Trazador de Obras Reales y Maestro Mayor de la Villa de Madrid Juan Gómez de Mora, bajo el patronato de Juan de Ciriza y Balanza, marqués de Montejasso y secretario de Felipe III, y su esposa Catalina de Alvarado

Vista de la Casa de la Panadería en la Plaza Mayor de Madrid.
Juan Gómez de Mora (Cuenca, 1586-Madrid, 1648) fue un arquitecto español del círculo de alarifes del Concejo de Madrid, sobrino de Francisco de Mora.
Entre sus obras más destacadas se encuentran la plaza Mayor que realiza de una forma rectangular y porticada, la Cárcel de Corte de Madrid y la Casa de la Villa, una de las sedes del Ayuntamiento de Madrid. Realiza además el retablo mayor de la basílica del monasterio de Guadalupe en Cáceres. En Salamanca construye La Clerecía destinada a la Orden de los Jesuitas. Por otro lado, en Zamora es autor del Hospital de la Encarnación, actual sede principal de la Diputación Provincial.

Conocida la profunda religiosidad del ilustre pamplonica D. Juan de Ciriza, Secretario de los monarcas Felipe III y Felipe IV, y los ardientes deseos de retiro y perfección de la madre Mariana, fue fácil el acuerdo entre ambas partes. La madre designó a las monjas encargadas de formar la nueva comunidad y D. Juan, ayudado de su hijo, arcediano de la catedral de Pamplona, se esforzó por que el monasterio, de nueva planta, estuviera acabado lo antes posible. Debido a la magnitud de la obra, hubo que esperar hasta 1634, en que cinco recoletas, procedentes del convento de Éibar, tomaron posesión de la nueva fundación.

Retrato don Juan de Ciriza en agustinas recoletas

El monasterio recoleto pamplonés debió su existencia a la munificencia de los marqueses de Montejaso D. Juan de Ciriza y Doña Catalina de Alvarado, su esposa. Los piadosos esposos fundaron el convento con el propósito de acoger dentro de sus muros a doncellas de la nobleza navarra, carente de recursos para procurar a las jóvenes llamadas a la vida religiosa la dote correspondiente.


Los retablos, el mayor y los dos colaterales, se encargan a dos maestros de Pamplona: Diego de Vidarte, ensamblador, y Domingo de Lussa, su yerno y escultor. Tres lienzos del retablo mayor son obra de Vicente Carducho, artista con experiencia en la realización de otras obras para las madres agustinas y que también había realizado el retablo mayor del Convento de la Encarnación de Madrid.

Diseño de Juan de Ursularre para el retablo mayor de Recoletas, c. 1680.

En un principio el templo contaba con un modesto retablo que no cubría todo el muro testero ya que se limitada a un cuadro de la Inmaculada obra de Vicente Carducho enmarcado por columnas, predela y ático. Se construyó en 1633 y allí siguió sin que nadie lo cuestionase hasta que en 1680 se presenta a las monjas un dibujo con un proyecto firmado por Juan de Ursularre de un retablo de mucho más empaque que el que tenían; la cosa no cuajó pero el gusanillo del cambio quedó ahí. Por aquellos años regía la santa casa una monja llamada sor Teresa de los Ángeles cuyo hermano, don José de Azpíroz y Zunzarren, era canónigo de Toledo y mano derecha del cardenal primado don Pascual de Aragón y Fernández de Córdoba, hijo de los duques de Segorbe. Sor Teresa pide a su hermano que mueva los hilos pertinentes para que se les construya un retablo de mayor fuste que el que hasta la fecha disfrutan. Don José se pone en marcha y en 1700 se encargan las obras a Francisco de Gurrea con un pliego de condiciones que le marcaban desde el material a utilizar: “Madera de pino de las que bajan por el Ebro de las montañas”, hasta los adornos, serafines, amorcillos, frutas y verduras que en el conjunto habrían de figurar”. Gurrea acaba el trabajo en 1708 y Juan de Peralta es el encargado de realizar las esculturas que llenarán de culto y fe el retablo, siendo estás doradas, estofadas y policromadas por Francisco de Aguirre, recibiendo éste así mismo una extensa lista de exigencias para llevar a cabo su trabajo: se utilizará “oro de los más subidos quilates que se pueda”. Entre los tres artistas facturaron al convento la cifra de 5.800 ducados, una fortuna. Se acabó en 1713.

Retablo mayor de las Agustinas Recoletas de Pamplona, por Francisco Gurrea, 1700-1708.
Francisco Gurrea (1653-1709) fue, sin duda, una de las figuras más relevantes del taller tudelano entre los siglos XVII y XVIII; hijo y nieto de retablistas y cuñado de otro gran maestro, Sebastián de Sola y Calahorra, con el que completaría su formación, tras quedar huérfano a los catorce años. 

Foto Ricardo Fernández Gracia/San Gabriel, NUNCIUS, en el retablo de la Virgen de las Maravillas de las Agustinas Recoletas de Pamplona.

Retablo de la Virgen de las Maravillas de las Agustinas Recoletas de Pamplona, 1674.

El templo estaba decorado por una colección de tapices basada en los cartones de Rubens.

El convento es de clausura, por lo que lo único que se puede visitar es su iglesia.

Por lo que respecta al estilo constructivo, conviene filiarlo al de la arquitectura carmelitana del siglo XVII, marcado por la crisis de la Monarquía Hispánica, que contó con unas características propias -tanto en las plantas, como en alzados y fachadas- que el convento pamplonés cumple al por menor.

La fachada del Convento queda abierta a la Plaza de Recoletas, un espacio urbanístico de amplias dimensiones a modo de compás en el que no se llegó a levantar ningún otro edificio, tal y como explicitaba el documento de cesión del terreno firmado por el propio Felipe III. La fachada, típica de la arquitectura carmelitana, se resuelve mediante un paramento rectangular de tres alturas delimitado en sus extremos por pilastras de orden gigante y coronado por un frontón triangular en cuyo centro se dispone un óculo, todo ello de acuerdo con el esquema de origen palladiano codificado por fray Alberto de la Madre de Dios en la Encarnación de Madrid.

Victor Eusa les hace una galería y abre ventanas

Víctor Eusa Razquin (Pamplona, 6 de marzo de 1894  de Víctor junio de 1990) fue un arquitecto español que construyó muchos edificios en su ciudad natal. Fue la figura central de la arquitectura en Navarra durante la mayor parte del siglo XX. Fue también un destacado carlista y, durante la Guerra Civil Española, uno de los dirigentes de la Junta Central Carlista de Navarra, a la que accedió como representante de la merindad de Pamplona. Durante el régimen de Franco se convirtió en el arquitecto oficial de Pamplona y obtuvo infinidad de encargos institucionales, entre ellos, obras tan decisivas para el perfil de la ciudad como el Monumento a los Caídos, en colaboración con José Yárnoz.

Antes de terminarse las obras murió la marquesa de Montejaso, siendo enterrada en el nuevo convento. El 4 de junio de 1634, Pascua de Pentecostés, se efectuó el traslado, y se celebró con gran pompa y asistencia del fundador y de las autoridades la inauguración del convento. Juan de Ciriza se hizo construir una casa contigua al convento, situada en la esquina de la calle Recoletas, y que hoy en día es la casa del capellán del convento. Ref. Arazuri, J. J.: Viejas calles pamplonesas, T. C. P., 322. 


El nivel inferior, construido en sillar almohadillado, presenta una arquería formada por tres arcos de medio punto, mayor el central, que da paso al pórtico, en tanto que, en los dos niveles superiores, en los que se emplea el ladrillo como material constructivo, se distribuyen de forma equilibrada espacios abiertos y cerrados. En la hornacina que se abre sobre la puerta, entre pilastras de ladrillo y cubierta por frontón curvo, se aloja la imagen de la Inmaculada Concepción encargada en 1630 por don Juan de Ciriza al escultor Miguel López de Ganuza, quien debía ejecutarla con arreglo a la estampa o cuadro que le indicase el propio fundador. Al mismo escultor pertenecen los dos escudos que flanquean la ventana que ilumina el coro, timbrados por corona marquesal y con la Cruz de Santiago como fondo; en su campo cuartelado figuran las armas de los fundadores.

El Real Monasterio de la Encarnación Madrid
El Real Monasterio de la Encarnación es un convento de monjas agustinas recoletas ubicado en Madrid (España). La institución, a la que pertenecieron damas de la alta nobleza, fue fundada por la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, a comienzos del siglo XVII. Debido a las colecciones artísticas que alberga es, junto con las Descalzas Reales, uno de los templos más destacados de la ciudad.
El edificio fue diseñado por fray Alberto de la Madre de Dios, considerado después de los recientes descubrimientos documentales, como uno de los grandes arquitectos del Barroco español.
La fachada, que responde a un modelo de inspiración de estilo herreriano, de gran austeridad, creó escuela y fue imitada por otros templos españoles.

En el frente Este de la Plaza de Recoletas de la capital navarra destaca sobremanera un complejo habitacional de titularidad privada, las Casas de los capellanes. Es preciso entenderlas como parte inseparable e incomprensible sin el complejo conventual de agustinas recoletas de Pamplona, que articula la plaza en cuestión y se debe retrotraer su fundación a los albores del siglo XVII. 

El binomio convento de Recoletas-casas de los capellanes, ya de por sí muy deteriorado por la guerra de la Convención y la guerra de la Independencia -cuando fueron utilizadas a modo de cuarteles y prisión, respectivamente- terminó con la desamortización de Mendizábal, dos siglos después de la fundación, quedando referenciadas cuatro de ellas en el inventario de fincas pertenecientes al convento, en 1837, junto a otras dos lindantes a ellas. No producían renta alguna porque en ellas todavía habitaban los capellanes del convento. Tras el proceso desamortizador pasaron a manos privadas, en las que se han mantenido hasta la actualidad, si bien sus dueños, usos y funciones también han ido mudando continuamente.

N.° 25. Año 1879-80. Plaza de las Recoletas e iglesia de San Lorenzo, vistas desde los jardines de la Taconera. En el año 1881 se colocaron en esta plaza jardincilios y se plantaron árboles (Foto Roldán).

La fundación Gondra Barandiarán en colaboración con la Fundación Fuentes >Dutor, ha participado en la restauración de este lienzo del siglo XVII.
De autor desconocido, este óleo sobre lienzo, se trata de la única vista de la Taconera y la Plaza de Recoletas de los siglos del Barroco. Se trata de una de las dos vistas de Pamplona del siglo XVII. La otra, de la misma época está en el Museo de Navarra y es una vista en esquema de la ciudad. 
En la obra, se recupera la apariencia de la plaza antes de que se reurbanizase a fines del XVIII y se mutilase parte del convento en el siglo XX
Con gran probabilidad fue un cuadro que se hizo para que los fundadores, los marqueses de Montejaso, lo tuviesen en su casa en la Corte y luego en Pamplona. 


San Lorenzo y capilla de San Fermín en 1841. La torre-campanario,hasta bien entrado el siglo XVI sirvió de baluarte a la muralla exterior de la ciudad. Tras el bombardeo de 1841 hubo que rebajarle su altura en un tercio el año 1852. Acuarela de Sanz y Benito. AMP.
No negamos que nos impresiona esta fachada, pero no sólo a nosotros: también le impresionó a Víctor Hugo en el año 1843, cuando, acompañado de su amante Julieta Drouet, llegó a Pamplona en una mañana del mes de agosto, en la diligencia «La Coronilla de Aragón». Dijo de ella —la pluma más célebre de su época— «una torre magnífica, cuadrada, de ladrillos sin revoque (era de sillarejo, como apunta muy bien José M. Iribarren), de líneas sencillas y altaneras, domina el paseo plantado de árboles. Es el siglo XIII, modificado por el gusto árabe, como en Alemania o Lombardía, ha sido modificado por el gusto bizantino. 

N.° 28. Año 1900. Se acaba de construir el nuevo edificio de Arbitrios Municipales, es decir, la Aduana Municipal, por eso se llama a dicho lugar «Rincón de la Aduana». La fachada de  San Lorenzo está ya sentenciada (Foto Archivo Municipal).

PORTAL NUEVO

Nos encontramos ante una de las entradas más espectaculares de la ciudad, que conecta el paseo de ronda con el Parque de la Taconera. Esta apertura del recinto amurallado se realizó a partir de 1571 por orden del rey Felipe II.

Junto a la construcción de la Ciudadela, se reforzaron también otras zonas de la antigua muralla. Así, se construyó desde la fortaleza hasta el ángulo noroeste (la torre de Santa Engracia) y hasta el ángulo sudeste (la puerta de Tejería y el Cubo de Caparroso). Además, se crearon nuevos baluartes y se abrieron los portales de La Taconera, San Nicolás, Tejería y, finalmente, el del Portal Nuevo, antiguamente llamado de Santa Engracia. 

Este puente fue derruido por los bombardeos absolutistas de 1823, y fue reconstruido por Victor Eusa a mediados del siglo XX. Tras su demolición en 1906, se colocó una valla de hierro. Bajo su arco pasa la Cuesta de la Estación o Avenida de Guipúzcoa, la salida natural de la ciudad hacia Vitoria o San Sebastián. En su día, la primera línea de ferrocarril navarra pasó por este punto. 

Una de las dos torres gemelas que rodean el arco del portal sostiene el escudo imperial de Carlos V, que anteriormente estuvo en el Portal de Rochapea, del año 1553. Este se encontraba en el hueco de la muralla que se abre entre el baluarte de la Rochapea y el cantón en el que se levanta el actual Museo de Navarra. Tras su demolición, el escudo se colocó en el Portal Nuevo el año 1960. 

No sé por qué el portal recibe tal nombre cuando su presencia en las murallas y su función como puerta de Pamplona es anterior a otros como San Nicolás o Tejería, pero el caso es que así se llama desde siempre, en principio fue Nuevo de Santa Engracia y más adelante simplemente Nuevo. Para llegar a él bajaremos por la hoy ancha cuesta de la calle Taconera con sus carriles bici de subida y de bajada y sus carriles para los pocos coches que tienen el permiso de circular por ella. Antiguamente era cuesta más estrecha ya que el muro de la huerta de las recoletas ocupaba un buen tramo de su lado derecho hasta que en 1932 se les expropió un pedazo de huerta a las agustinas para poder adecuar la cuesta a las exigencias de la ciudad. Hacia la mitad de esta vía en el lado izquierdo, bajo la Taconera, se encontraba la fuente del León, que desapareció para que el ferrocarril Irati construyese su línea para entrar en Pamplona. Mas abajo a la derecha había otra fuente popularmente llamada de los legañosos, por ser sus aguas muy eficaces y sanadoras de los males de los ojos, decían unos ripios de Perico de Alejandría que Arazuri recoge en su obra:

  • Debajo de Puerta Nueva concurren los legañosos medicina muy barata es el agua de los fosos.

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