viernes, 26 de julio de 2013

La Iglesia Anglicana

El término anglicano, y su derivado anglicanismo, provienen del latín medieval ecclesia anglicana, que significa iglesia inglesa, se utiliza para describir a las personas, las instituciones e iglesias, como asimismo a las tradiciones litúrgicas y conceptos teológicos desarrollados tanto por la Iglesia de Inglaterra, en lo particular, como por las provincias eclesiásticas de la Comunión Anglicana. También se utiliza en lo referente a las iglesias anglicanas sin comunión con el arzobispo de Canterbury (en el Reino Unido) y muchas otras completamente independientes.



La Iglesia Anglicana nació en 1536, cuando Enrique VIII solicitó a Clemente VII que declarara nulo su matrimonio con Catalina de Aragón; al ser rechazado el pedido por el Papa, el monarca decidió emancipar a la Iglesia de Inglaterra de la Iglesia Católica Romana y se autoproclamó Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra. Muchos de los que se opusieron a la política religiosa de Enrique VIII fueron depuestos de sus cargos y algunos torturados y ejecutados, entre los cuales cabe destacar el caso de Tomás Moro. Tras el relativamente breve reinado de Eduardo VI y el período de restauración católica encabezado por la reina María I, la Reforma anglicana se consolidó definitivamente durante el reinado de Isabel I.

La Comunión Anglicana, una fraternidad amplia de 38 provincias autónomas e interdependientes que están en plena comunión con el Arzobispo de Canterbury, es una de las comuniones cristianas más numerosas del mundo, con aproximadamente 77 millones de miembros.
La Comunión Anglicana se considera parte plena de la Iglesia Cristiana: una, santa, católica y apostólica, y se declara Católica y Reformada, al respecto, es interesante la frase del Deán Henry Forrester (México, 1906): «Católica, aunque no romana y Evangélica, aunque no protestante».

Para muchos anglicanos, representa también una forma de catolicismo no-papal, y para otros, una forma de protestantismo sin figuras fundadoras tales como Martín Lutero o Juan Calvino.

Pero en la línea del anglicanismo clásico, los planteamientos del teólogo isabelino del siglo XVI Richard Hooker en Essays on Ecclesiastical Polity, siguen expresando la identidad anglicana como prudente combinación entre estas dos tradiciones cristianas, una Via Media entre ambas, mediante una aplicación equilibrada de tres criterios esenciales de fe y ética:

La Sagrada Escritura,
la Tradición apostólica y
la Razón

Así entonces, con algunas diferencias de énfasis doctrinal y litúrgico, las iglesias de la Comunión Anglicana mantienen su unidad a través, principalmente, de la comunión sacramental con el Arzobispo de Canterbury, y la celebración de la liturgia conforme a las diferentes versiones autorizadas del Libro de Oración Común.

Críticas
Las principales críticas y disyuntivas en la Iglesia Anglicana corresponden a los problemas entre los bandos conservadores y liberales (minoría) en torno al acceso de mujeres y de personas abiertamente homosexuales al Sacramento del orden sagrado. Mientras los primeros (conservadores) rechazan la ordenación de mujeres y de homosexuales, argumentando razones teológicas y morales, los restantes (liberales) promueven la idea, señalando la necesidad de una equidad entre hombres y mujeres. Debido a esto, se ha creado un clima muy exaltado dentro de la Comunión Anglicana, creándose así un profundo quiebre dentro de esta institución.

La disolución de los monasterios  fue el proceso formal que tuvo lugar entre 1536 y 1540, por el cual el rey Enrique VIII de Inglaterra confiscó la propiedad de las instituciones de la Iglesia Católica en Inglaterra, y tomó control de ellas como la nueva cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Esto sucedió aproximadamente al mismo tiempo que la reforma protestante ocurría en la Europa continental.

Comenzó en 1534 cuando el parlamento le dio autoridad a Thomas Cromwell para "visitar" los monasterios (abadías y conventos) en apariencia para dar instrucciones a sus ocupantes acerca de las nuevas reglas que regirían su supervisión por el Rey en vez del Papa, pero en realidad para hacer un inventario de las propiedades. Más tarde, en 1535, esa autoridad fue delegada a una comisión.

En base a esos informes, el Parlamento puso en vigor una ley en 1536, que entregaba al Rey de Inglaterra el derecho de propiedad sobre todos los monasterios con ingresos anuales inferiores a £ 200. Como esa medida no produjo el monto de ingresos esperado, en 1539 otra ley entregó a la Corona el resto de los monasterios existentes. Algunos monasterios intentaron resistir, pero después de que tres abades fueran ejecutados, el resto se resignó a los hechos; la creación de la Iglesia Anglicana hizo que Enrique VIII ofreciera también a numerosos abades y monjes la posibilidad de integrarse a dicho núcleo religioso como predicadores pagados por el gobierno, mientras que otros monjes recibirían una pensión vitalicia como compensación financiera por perder su medio de vida. Tal posibilidad hizo que muchos monasterios aceptaran la confiscación real sin mayor resistencia.

No obstante, la codicia de los funcionarios reales y la propia presión de Enrique VIII para acumular grandes fondos en poco tiempo generó que muchas propiedades fueran vendidas por montos ínfimos a aristócratas y pequeña nobleza de las áreas rurales; también se perdieron obras de arte destruidas al no ser susceptibles de considerarse para la venta. En tanto la Corona se había reservado la entrega de los objetos de oro y plata, los cristales, ornamentos, y objetos similares fueron vendidos a ricos terratenientes, inclusive los edificios religiosos fueron deliberadamente destruidos en el afán de extraer piedras para otras construcciones o vigas metálicas para su reventa. También se perdieron importantes libros y manuscritos antiguos, algunos destruidos pero muchos otros vendidos a coleccionistas ricos y luego sacados de Inglaterra y dispersados por Europa. Uno de los pocos que se salvó fue el Libro de Kells, que sólo sobrevivió al ser contrabandeado fuera del país por el abad saliente, que lo llevó a Irlanda.

¿Cuál es la diferencia entre el anglicanismo y el catolicismo romano?
En cierto modo, no hay diferencias entre las dos iglesias. Ambas son iglesias cristianas, que tienen el mismo origen que las iglesias Ortodoxas Orientales. Como tal, los anglicanos y los católicos romanos leen la Biblia con los dos testamentos pero también usan los Libros Apócrifos, los cuales son libros de la Biblia hebrea escritos en griego. Las dos iglesias recitan el Credo Niceno y el Credo de los Apóstoles. Ambas administran el Bautismo y la Confirmación y celebran la Santa Comunión, y también los otros ritos sacramentales: la Penitencia, el Matrimonio, la Unción de los Enfermos, y las Ordenes Sagradas. Sus clérigos son ordenados diáconos primero y luego presbíteros o sacerdotes, a no ser que sean llamados a ser diáconos perpetuos. Los obispos son seleccionados y consagrados por no menos de tres obispos que han conservado cuidadosamente la linea apostólica que se remonta a las iglesias primitivas.

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