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Las señoritas de Avignon, Las señoritas de Aviñón o, más correctamente, Las señoritas de la calle de Avinyó, es un cuadro del pintor español Pablo Picasso pintado en 1907 al óleo sobre lienzo y sus medidas son 243,9 x 233,7 cm. Se conserva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Este cuadro, que marcó el comienzo de su Periodo africano o Protocubismo, es la referencia clave para hablar de cubismo, del cual el artista español es el máximo exponente. Imprime un nuevo punto de partida donde Picasso elimina todo lo sublime de la tradición rompiendo con el Realismo, los cánones de profundidad espacial y el ideal existente hasta entonces del cuerpo femenino, reducida toda la obra a un conjunto de planos angulares sin fondo ni perspectiva espacial, en el que las formas están marcadas por líneas claro-oscuras.
Dos de los rostros, los de aspecto más cubista de los cinco, que asemejan máscaras, se deben a la influencia del arte africano, cuyas manifestaciones culturales comenzaron a ser conocidas en Europa por aquellas fechas, mientras los dos centrales son más afines a las caras de los frescos medievales y las primitivas esculturas ibéricas, el rostro de la izquierda presenta un perfil que recuerda las pinturas egipcias.
El tema está tomado del Libro del Apocalipsis (6:9-11), donde las almas de los mártires perseguidos gritan a Dios clamando justicia sobre sus perseguidores sobre la tierra. La estática figura de san Juan domina el lienzo, mientras que detrás de él almas desnudas se retuercen en una tormenta caótica de emoción cuando reciben las ropas blancas de la salvación.
La porción superior del lienzo parece haber sido considerablemente cortada (fue destruida en 1880). Esta porción superior perdida podría haberse parecido a otro retablo, el Concierto de ángeles, pintado por El Greco para la misma iglesia, y también cortado. Muchos creen que la sección inferior, que se ha conservado, representa al amor profano, mientras que la parte superior sería el amor divino o sagrado.
Las bases de esta obra están influenciadas por una reinterpretación de las figuras alargadas de El Greco, habiéndose señalado una influencia particular de su Visión del Apocalipsis; su estructura ambiental que rememora los Bañistas de Cézanne y las escenas de harén de Ingres. Los tonos ocre-rojizos son característicos de su época negra.
Escultura ibera del siglo III o II a. C. Se puede apreciar su influencia en los rostros pintados por Picasso. |
Se expuso en la Galerie d’Antin (París) en 1916, tras lo cual Picasso la guardó en su estudio, hasta que a principios de los años 20 fue adquirida por Jacques Doucet y exhibida en 1925 en el Petit Palais. Poco tiempo después el cuadro fue comprado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde es una de las piezas más preciadas de la colección.
Esta obra es considerada el inicio del arte moderno y pertenece a las vanguardias pictóricas del siglo XX.
CINCO MUJERES Y UNAS FRUTAS. En cuanto a los aspectos formales de la obra es evidente que a Picasso no le interesaba lograr un realismo anatómico, sino que las deformaciones de las figuras son resultado de planteos de composición. Es en general aceptado que las dos figuras centrales fueron las primeras en ser pintadas, con un tratamiento plano del color, es decir sin sombras que den una ilusión de volumen, y con los miembros definidos por unas simples líneas. Lo más característico de dichas figuras es la influencia de lo ibérico y lo egipcio en sus rostros, los que no son “correctos” anatómicamente, ya que siendo vistos de frente muestran la nariz de perfil, un recurso que Picasso continuaría usando en sus retratos durante muchas décadas. En un estadio intermedio fue pintada la figura de la izquierda, con una anatomía exagerada en su pierna izquierda, y una cabeza diferente en el tratamiento y el color a las de las figuras centrales, mostrando un recurso inverso de composición: la cabeza es vista de perfil mientras que el ojo es visto de frente. Parece ser que fue en este momento cuando Picasso recibió el impactado de la escultura africana, la que vio en el Museo del Trocadero, hoy Museo del Hombre. Las dos figuras de la derecha, las últimas en ser pintadas, se caracterizan por sus cabezas de rasgos brutales, un tipo de máscaras, que difieren totalmente de las cabezas de las otras tres mujeres.
Boceto para Las señoritas de Avignon (1907), donde puede verse al marinero (en el centro) y al doctor, que desaparecerían en la obra definitiva. |
PIcasso boceto para Las señoritas de Avignon |
Tres dibujos preparatorios de Las señoritas de la calle de Avinyó. |
La más extraordinaria de las figuras de la derecha es la que se ve sentada, alrededor de la cual el pintor parece haber girado 180 grados, ya que la cabeza y la parte superior del torso son vistas de frente mientras que la espalda y la parte posterior del tronco están vueltas hacia el espectador. El pintor usa dos puntos de vista diferentes y simultáneos para retratar una figura, algo inaudito en el arte occidental desde la época del Renacimiento, lo que sería un importante antecedente del recurso que Picasso y Braque usaron cuando poco después comenzaron a desarrollar el cubismo. La composición fue completada con un cortinado, sin mucha profundidad, lo que acentúa el planismo de la obra, y una naturaleza muerta con unas pocas frutas en la parte inferior de la obra. El tratamiento similar de figuras y fondo, así como el carácter casi monocromo del cuadro, fueron otros antecedentes importantes del cubismo.
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