(III) El placer de coleccionar arte - La fascinación de Egipto - Nace la egiptomanía - La villa de Adriano - Villa romana del Casale, pincha aqui
Su vida discurrió en la etapa central del siglo XVII, un período marcado por las secuelas de la guerra de los Treinta Años. La soberana que renunció al trono por una mayor libertad fue también una intelectual tan erudita como rompedora.
En la primavera de 1654, una mujer disfrazada de hombre salió cabalgando del palacio de Estocolmo. Tenía 28 años y acababa de protagonizar una de las abdicaciones más sonadas de la historia. Cristina renunciaba al trono, pero no al título de reina, ni a una suculenta renta que le permitiría llevar un elevado tren de vida.
Abandonaba la patria para dirigirse a territorio católico. Se detuvo en Amberes, en el Flandes sometido a la atormentada tutela de los Austrias hispanos. Allí esperó a que Felipe IV abogara a su favor ante el papa Alejandro VII para instalarse en Roma, libre de cualquier soberanía terrenal que supusiera un menoscabo a su independencia. La monarca que había llamado a su corte a filósofos de la talla de Descartes o Grotius llevó una vida nómada con base en Roma, fomentando la cultura, intrigando en las altas esferas de la política, coleccionando arte y escandalizando con una libertad insólita para las mujeres de la época.
A los 62 años moría de una apoplejía. Sus restos fueron expuestos en el Vaticano, e Inocencio XI ordenó que recibiera sepultura en la cripta de San Pedro. De esta manera subía al olimpo de papas y santos esta protagonista del siglo XVII.
La heredera al trono de Suecia recibió una formación exquisita. Con solo trece años hablaba siete idiomas y pedía constantes lecturas de autores clásicos y modernos. Aprendió, además, equitación, esgrima y estrategia militar.
La heredera al trono de Suecia recibió una formación exquisita. Con solo trece años hablaba siete idiomas y pedía constantes lecturas de autores clásicos y modernos. Aprendió, además, equitación, esgrima y estrategia militar.
Su madre, Leonor, no solo fue fría y distante con su hija, sino que la maltrató abiertamente, dejándola incluso caer al suelo cuando aún era un bebé, lo que provocó a Cristina una deformidad crónica en un hombro. Cuando el rey murió, la reina Leonor mantuvo el cadáver embalsamado de su marido en el dormitorio durante dos años, y allí tenía que ir la aterrada Cristina a darle un beso de buenas noches, o incluso a compartir su lecho, bajo la tétrica presencia del corazón del rey difunto, que Leonor había puesto en una urna sobre la cabecera de la cama a modo de reliquia.
En plena época de la guerra de los Treinta Años , Cristina pretendía conciliar los dos bandos religiosos. Ya como reina de Suecia, participó con energía en los tratados de paz de Westfalia, bregando por acercar posturas.
Con los años, y los viajes por Europa, Cristina intercedió en más de una ocasión entre potencias. El Vaticano y Francia, por ejemplo, se enzarzaron en una agria disputa. Cristina medió. Le llovieron los reproches por ambas partes, pero tanto al papa como a Luis XIV les interesaba tener un aliado de su talla.
Coleccionista y mecenas
Como los grandes monarcas de la época, Cristina comenzó a adquirir obras de arte hasta convertirse en una auténtica coleccionista. Gastaba ingentes cantidades de dinero, a veces más de lo que tenía. Sus estancias en Roma le permitieron conocer la fastuosa biblioteca vaticana y quedó deslumbrada ante la riqueza de sus fondos bibliográficos y artísticos. Con el tiempo, ella sería una de sus proveedoras.
La biblioteca que llegó a atesorar y el observatorio astronómico que instaló en el Palacio Riario, en Roma, eran la admiración de cuantos la visitaban. Patrocinó al gran artista Bernini y promocionó a varios músicos. Llegó incluso a construir un edificio para conciertos y representaciones de teatro. Su celo como impulsora de todo lo que pudiera elevar al ser humano la llevó a fundar su Academia de Artes y Ciencias.
La influencia del racionalismo de Descartes la hizo bascular hacia el catolicismo. Tras un decenio de reinado y muchos estudios y reflexiones, Cristina de Suecia informó a sus allegados sobre su decisión de convertirse al catolicismo. Suecia era un país de orgullosa tradición luterana, así que la noticia no fue bien recibida. Fiel a sí misma, y ante la conmoción de Europa, decidió abdicar.
Su conversión al catolicismo la acercó a la corte española de Felipe IV . A través de él, cultivó buenas relaciones con la Santa Sede, que le permitieron vivir en Roma durante muchos años. Cuando las relaciones con el papa se enfriaron, viajó a París, donde fue agasajada por el rey Luis XIV y la reina Ana ante una corte fascinada tanto por sus modales varoniles como por su indudable talento. Si bien es cierto que poseía una gran habilidad para las intrigas políticas, a veces sus cambios de aliados le cosecharon enemistades importantes.
David Beck: La Reina Cristina de Suecia. Sinebrichoff Art Museum En algún momento Suecia fue el centro del humanismo en Europa, y Cristina recibió el nombre de Minerva del Norte. |
Cristina apreciaba la pintura aunque no dudó en regalar al rey Felipe IV de España el principal tesoro de su pinacoteca; es decir, el hermoso díptico de Durero, Adán y Eva, hoy en el Museo del Prado.
Alberto Durero - Nuremberg: el triste secreto de Nuestra Señora - Melencolia I - El caballero, la muerte y el diablo, pincha aqui
(II) Alberto Durero- Venecia, el Apocalipsis y los primeros retratos: la explosión del talento - La ramera de Babilonia, pincha aqui
(III) Durero - El regreso a Nuremberg - La relación de Durero con la Reforma, pincha aqui
(IV) Alberto Durero - Obras (Acuarelas - Autorretrato), pincha aqui
En septiembre de 1656, Cristina viajó a Francia, residiendo en el palacio de Fontainebleau por un corto tiempo. Francia estaba administrada por el cardenal Mazarino, por decisión de la regente Ana de Austria. El rey Luis XIV de Francia asumiría el poder a la muerte del cardenal en 1661.
Luis XIV de Francia (francés: Louis XIV), llamado «el Rey Sol» o Luis el Grande (Saint-Germain en Laye, Francia, 5 de septiembre de 1638-Versalles, Francia, 1 de septiembre de 1715), fue rey de Francia y de Navarra desde el 14 de mayo de 1643 hasta su muerte, con 76 años de edad y 72 de reinado. También fue copríncipe de Andorra (1643-1715) y conde rival de Barcelona.Ana María Mauricia de Austria y Austria-Estiria (Valladolid, España, 22 de septiembre de 1601 – París, 20 de enero de 1666) fue infanta de España por ser hija de los reyes Felipe III de España y Margarita de Austria-Estiria, y reina consorte de Francia y de Navarra por su matrimonio con Luis XIII. Fruto de este matrimonio nació el famoso Rey Sol, Luis XIV de Francia.María Teresa de Austria (Madrid, 10 de septiembre de 1638-Versalles, 30 de julio de 1683), infanta de España y de Portugal, archiduquesa de Austria y, al casarse con Luis XIV, reina consorte de Francia y de Navarra desde 1660 hasta su muerte.
En octubre de 1657 retornó a Francia, residiendo en el mismo palacio. Al mes siguiente descubrió que uno de sus cortesanos, Giovanni Rinaldo, marqués de Monaldeschi, espiaba sus comunicaciones privadas con el cardenal Mazarino. Esta delicada situación política Cristina la resolvió juzgando y ejecutando a Monaldeschi el 10 de noviembre, en el mismo palacio. La ejecución fue muy criticada por la nobleza europea en general, argumentando que Cristina, desde su abdicación, ya no tenía autoridad para ordenar ejecuciones. Cristina contestó reafirmando su condición real para hacerlo, pero esto provocaría una ola de desprestigio hacia su persona, que trascendería en el tiempo.
Cristina regresó a Roma en febrero de 1658, siendo recibida con frialdad por el papa Alejandro VII y la nobleza. Su amigo, el cardenal Azzolini, se encargó con el tiempo de ir limando asperezas, y ella entendió que era hora de cambiar de residencia. El Palacio Farnesio sería su elección y allí se estableció con su corte.
La exreina empezó a buscar obras de arte en la Ciudad Eterna para aumentar la colección traída de Suecia, pero no siempre pudo adquirir lo que deseaba. Los fondos con que contaba eran insuficientes. Poseyendo gran sagacidad y cultura, carecía de talento administrativo, que dejaba en otras manos, no siempre honestas.
En 1659 decidió mudarse al Palacio Riario (posteriormente Corsini), donde comenzó a desarrollar un estricto protocolo.
El 12 de febrero de 1660 murió súbitamente Carlos X Gustavo en Gotemburgo, dejando a su hijo Carlos XI de Suecia, de 5 años de edad, como heredero. El Consejo del Reino designó a cinco nobles para que asumieran el poder en el reino de Suecia, hasta la mayoría de edad del heredero. Cristina decidió ir a su tierra natal para revisar su posición e intereses.
El renacimiento de la Minerva del Norte
Durante su última estadía en Hamburgo, otro hecho había ocurrido en Roma: el papa Alejandro VII había fallecido en mayo de 1667 y después de 18 días de cónclave, fue elegido por unanimidad el cardenal Julio Rospigliosi, que tomó el nombre de Clemente IX. También interesado en las artes, al regreso Cristina le otorgó una renta anual para ayudarla en sus proyectos. Tanto ella como el cardenal Azzolino habían gestionado activamente su elección.
Cristina se interesó por la arqueología, y pese a sus limitados ingresos, financió algunas excavaciones. Reunió una excelente colección de esculturas antiguas, como un grupo de musas que luego sería adquirido por Felipe V de España. Estas musas, actualmente en el Museo del Prado, presiden el nuevo salón oval del museo, remodelado por Rafael Moneo.
También construyó un observatorio en su palacio, contratando a dos astrónomos, y donde pasaba horas mirando el cielo.
El conjunto más valioso de las esculturas clásicas del Prado procede de la colección de Cristina de Suecia. Se trata en su mayoría de réplicas romanas de obras famosas del arte griego: del siglo V a. C. cabe mencionar Atenea, de Mirón, Diadúmeno, de Policleto, la cabeza de Atenea tipo Velletri [E49] y Deméter [E2]; del siglo IV a. C., Leda, de Timoteo, Sátiro en reposo, de Praxiteles, y Apolo Patroos, de Eufránor; de época helenística una Venus del tipo Capitolino [E31], las famosas Ocho musas sentadas de la Villa Adriana de Tívoli, Fauno del cabrito, Musa apoyada [E32], Venus del pomo [E65], Afrodita agachada [E33], Ariadna, interpretada entonces como Cleopatra [E167], la cabeza de Aquiles conocida en su época como Alejandro [E110] y -como originales griegos- una cabeza de bronce [E99] y un Baco de mármol [E50]. De época romana destacan el Grupo de San Ildefonso, un altar con relieves báquicos [E173], Atenea Prómaco [E24], estatuas-retratos de Augusto [E166 y E170] y de una dama romana [E164] y los bustos de Adriano [E176], Sabina [E210] y Antínoo [E60], entre otros.
Busto de Antinoo, anónimo siglo II d. C. |
En los primeros meses de 1689, la reina comenzó a sentirse muy enferma. El 13 de febrero sufrió un desmayo, que se repitió tres días más tarde. Sus más cercanos le pidieron que recibiera la extremaunción, cosa que ella tomó con serenidad. El 1 de marzo escribió su testamento, nombrando al cardenal Azzolino como su heredero universal. También le escribió una carta al papa Inocencio XI solicitando con humildad su perdón por las diferencias que habían tenido. El papa, que también se encontraba enfermo, recibió la misiva con emoción y le respondió por medio de un cardenal, que daba por terminadas sus diferencias y le daba la absolución. En sus últimos días tuvo la compañía de su amigo Azzolino, que también se hallaba enfermo y moriría el 6 de junio del mismo año.
Algún tiempo antes de su muerte, un visitante francés escribió una descripción de Cristina:
Tiene más de sesenta años de edad, decididamente pequeña, muy robusta y rechoncha. Su piel, voz y facciones son masculinos: nariz grande, grandes ojos azules, cejas rubias, una doble barba con vello y un levemente prominente labio inferior. Su cabello es castaño claro, un palmo de largo, empolvado y sin peinar. Su expresión es amistosa y sus modales muy obsequiosos. Su indumentaria se compone de una chaqueta masculina ajustada, de satín negro, que le alcanza las rodillas y abotonada en el frente. Usa una falda negra corta que muestra su calzado masculino. Una gran cinta negra ocupa el lugar del pañuelo al cuello. Un cinturón sobre su chaqueta le ajusta el vientre, haciendo más notoria su redondez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario