sábado, 4 de febrero de 2017

Italia en época de El Bosco - Sandro Botticelli y el neoplatonismo mediceo - La Adoración de los Magos - La Primavera - El Nacimiento de Venus - La Calumnia

Regreso de Judith a Betulia, 1472, Botticelli, (Florencia, Museo de los Oficios). La atmósfera de este cuadro es liberadora y serena en la representación de la escena, donde los tonos son claros, los ligeros ropajes están bañados de luz, el cielo y el vasto paisaje animado con pequeñas figuras luminosas, toman los colores del alba, mientras que las dos figuras principales, Judith, la heroína judía y su sirvienta, parecen andar sin posarse en el suelo, con sus vestidos apenas levantados por el viento.
Perfil de una mujer “La bella Simonetta”, 1476-1478, Sandro Botticelli, (Florencia, Galería Palatina del palacio Pitti). Aunque la identificación con la joven Simonetta Cataneo que fue amada por Juliano de Médicis es probablemente el fruto de la adaptación por una cierta crítica a la tradición, por la melancolía que transparentan sus rasgos finamente dibujados con un trazado lineal muy incisivo, se considera este retrato como de la mano del maestro. La duda que persiste acerca de la verdadera identidad de esta joven, incrementa aun más el carácter sugestivo de este retrato y de su efímera – aunque probablemente imaginaria – relación sentimental.
Sandro Botticelli y el neoplatonismo mediceo
La actividad central de Botticelli, con la creación de sus obras maestras, aquellas que lo volvieron célebre no sólo por la crítica artística, sino también por el público, se desarrolló casi totalmente en el ámbito mediceo y estaba ligada a la atmósfera cultural que se había formado alrededor de esta familia. El artífice de la fortuna de la familia fue Cosme, hijo de Juan llamado más tarde por la historiografía “Cosme el Viejo” (para distinguirlo de su homónimo, el primer gran duque Cosme I), quien en la tercera década del siglo XV se opuso al régimen aristocrático donde dominaba la familia rival de los Albizzi, y por esta razón fue apresado en el Palazzo de la Signoria y luego exilado (1443). Un año más tarde regresó, aclamado por el pueblo y finalmente libre de poder llevar a cabo su proyecto político que aspiraba hacer de su familia el árbitro del estado florentino. Utilizó para este fin y en varias direcciones su excepcional fortuna, basada en la organización bancaria con filiales en varios estados italianos y hasta en el extranjero. La obra más explícita de la relación entre el artista y los Médicis es “La Adoración de los Magos”, hoy en los Oficios. Encargada entre 1475 y 1478 por Giovanni di Zanobi Lemmi, banquero ligado a la familia Médicis, estaba destinada al altar de su familia en la iglesia Santa Maria Novella. La atracción que este cuadro ha ejercido sobre la crítica, reside sobre todo en la posibilidad de identificar los personajes históricos representados. No se puede olvidar sin embargo la perfección de la composición, que nos muestra un Botticelli plenamente dueño de sus recursos artísticos: el vigor del trazado que une elementos tomados de otros pintores y ese tono de orgullosa melancolía – que se puede leer también en los rasgos del pintor que se ha representado a sí mismo – quien a pesar de las referencias a un momento histórico muy preciso, en la reproducción de las fisionomías de los personajes conocidos, da al conjunto de la obra este carácter de maravillosa meditación que aparecerá constantemente en la producción del pintor.

La Adoración de los Magos, 1478, Sandro Botticelli, (Florencia, Museo de los Oficios). En esta obra se pueden reconocer a varios personajes: en el centro, Pietro de Médicis y Giovanni de Médicis; de pié, vestido de negro, Juliano de Médicis, asesinado en el episodio sangriento de la Conjura de los Pazzi (1478) y Giovanni Argyropoulos. (Botticelli se ha representado de pie en el extremo de la derecha del cuadro). Cosme el Viejo es el personaje que se encuentra arrodillado a los pies de la Virgen adorando al Niño; en la parte izquierda se pueden identificar tres personajes: Lorenzo de Médicis, el poeta Poliziano y Pico de la Mirándola; detrás, mirando al espectador, el comitente de la obra Giovanni Lemmi.
La Adoración de los Magos, detalle, 1478, Sandro Botticelli, (Florencia, Museo de los Oficios)
La Primavera, hacia 1482, Sandro Botticelli, (Florencia, museo de los Oficios). Venus ocupa el centro de una especie de paraíso en el cual, a la derecha, Céfiro, viento del Oeste, sujeta a la ninfa Cloris que intenta huir, mientras que de su boca sale una lluvia de flores que caen sobre el vestido de Flora. A la izquierda las tres Gracias, sirvientas de Venus, entablan una danza y a su lado, Mercurio aleja las nubes con su atributo característico, el caduceo. En los aires, encima de Venus, Cupido dios del Amor, lanza sus dardos hacia una de las Gracias. Detrás de los personajes se extiende un bosquecillo de naranjos, mientras que una alfombra de hierba salpicada de numerosas flores, constituye el plano sobre el cual las figuras parecen moverse o más bien danzar. Dar un significado unívoco a la escena es una empresa imposible. La identificación misma de los personajes que parecía universalmente aceptada por la crítica, fue cuestionada por una nueva interpretación tan precisa como fascinante que proponía de ver en esta escena “Las Bodas de Filología y Mercurio”.

La Primavera, detalle de Céfiro y de la ninfa Cloris, (Florencia, Museo de los Oficios)
Cloris era la diosa griega de los jardines.
Bóreas y su hermano Céfiro compitieron por sus amores. Cloris fue secuestrada por la divinidad de los vientos, Céfiro, quien la tomó por esposa. Céfiro le entregó el imperio de las flores. Junto con Céfiro tuvo dos hijas: ella fue la madre de la primavera y de Carpo, la diosa de las frutas.
El Nacimiento de Venus, hacia 1485, Sandro Botticelli, (Florencia, Museo de los Oficios). El Nacimiento de Venus representa el momento que precede al que es representado en “La Primavera”, dentro de la evolución del mito neoplatónico: “Humanitas” en el acto de la creación por Naturaleza, mientras que el espíritu vivificador unido a la materia le da el soplo vital, y la figura de Hora que representa el momento histórico de la humanidad, le tiende el manto que la volverá “púdica” y así preparada para impartir influencias benéficas. Esta obra fue tal vez alabada por Poliziano en los versos de las “Estancias” (Stanze): “una doncella con rostro no humano / De céfiros lascivos empujada hasta la orilla / Gira sobre una concha y parece que el cielo goza con ello.” El optimismo de la fábula humanista se une armoniosamente a la serena melancolía  de Botticelli.

No faltan tampoco las alusiones a los Médicis y la presencia del laurel (“laurus”, raiz del nombre “Laurentius”) y el naranjo (medica mala), emblemas tradicionales de la familia.

Bajo una lluvia de rosas dos divinidades del viento empujan Venus hacia la orilla, donde una Ninfa que la espera, se dispone a cubrirla con un manto púrpura. La interpretación de la figura de Venus, concebida como el símbolo del principio de la belleza universal, nos remite al círculo de la Academia de Careggi.
Después de realizar estas dos obras, la crisis que empieza a hacer mella en el Renacimiento, en sus valores culturales y figurativos implicará también a Botticelli, cuyas primeras huellas se dejan sentir hacia los años ochenta. Lorenzo el Magnífico encarga a Sandro cuatro episodios sacados de la novela Nastagio degli Onesti del «Decameron» de Giovanni Boccaccio, cuyo tema es a la vez cruel, caballeresco y representativo de las costumbres y de la cultura «cortés» que se formó en torno al Magnífico. Después de los acontecimientos sangrientos de 1478 (conjura de los Pazzi), en la que Botticelli fue encargado de pintar a los conjurados colgados en los muros del Palacio de la Señoría y de cuyas pinturas ya no queda ningún rastro, se comienza a observar en las figuras de Sandro una cierta tensión que se atribuye a una probable crisis de conciencia. 

Giovanni Boccaccio (1313 – 21 de diciembre de 1375) fue un escritor y humanista italiano. Es uno de los padres, junto con Dante y Petrarca, de la literatura en italiano. Compuso también varias obras en latín. Es recordado sobre todo como autor del Decamerón.
Escenas de La historia de Nastagio degli Onesti 1483. Técnica mixta sobre tabla, 83 x 138 cm.
Estas tablas, junto a una cuarta en colección particular, ilustran la "Historia de Nastagio degli Onesti", octava novela de la quinta jornada del Decamerón de Boccaccio, que narra la historia de Nastagio, un joven de Rávena que, rechazado por la hija de Paolo Traversari, abandonó la ciudad instalándose a sus afueras. En este primer panel se muestra a Nastagio despidiéndose de sus amigos e internándose en un pinar, donde ve una mujer atacada por mastines y perseguida por un jinete, Guido degli Anastagi. Éste le cuenta que también él amaba a una joven que no le correspondía y cuyo rechazo le llevó al suicidio. Su muerte no conmovió a la joven, quien al morir fue condenada al Infierno por su indiferencia. Allí se les castigó con esta persecución, que debía repetirse cada viernes durante tantos años como meses ella le había ignorado. Cada vez que Guido alcanzaba a la joven abría su costado y arrojaba a los perros su corazón. Las pinturas fueron encargadas en 1483 por Antonio Pucci para el matrimonio de su hijo Giannozzo con Lucrezia Bini (los escudos de ambas familias flanquean al de los Medici en el tercer panel). La crítica otorga a Botticelli, entonces en la cúspide de su carrera, el diseño general y la ejecución de alguna figura, detectando igualmente la participación de sus ayudantes Bartolomeo di Giovanni y Jacopo del Sellaio.

Nastagio degli Onesti, primera tabla. Museo del Prado.
Nastagio degli Onesti, segunda tabla. Museo del Prado.
Nastagio degli Onesti, tercera tabla - Museo del Prado.
Nastagio degli Onesti,cuarta tabla - Palacio Pucci de Florencia
LAS PERIPECIAS DE LAS TABLAS       Las cuatro pinturas permanecieron en Florencia en poder de la familia Pucci, descendiente de quien hiciera el encargo a Botticelli, hasta 1868. Fue entonces cuando fueron puestas en venta y adquiridas por Alexander Barker, que las conservó hasta 1879, año en que pasaron a la colección I. R. Leyland. En 1892 fueron compradas por G. Aynard y después adquiridas para la Colección Spiridon de Berlin, siendo adquiridos los tres primeros paneles en 1929 por Francisco de Asís Cambó, en cuyo poder estuvieron hasta que en 1941 hiciera la donación de su colección al Museo del Prado.
El cuarto panel fue recuperado por un coleccionista privado suizo y conservado desde 1960 en la colección del Palacio Pucci de Florencia.

Venus y Marte 1482-1483, Sandro Botticelli, (Londres National, Gallery). Hay una vasta gama de interpretaciones a propósito del tema de este cuadro que muestra a Venus, consciente y tranquila, observando Marte dormido, mientras que unos pequeños faunos juguetean en torno a la pareja y se divierten con las armas del dios. Esta escena la podemos relacionar una vez más con los temas humanistas, es decir Venus, la personificación del Amor que vence a Marte símbolo de la discordia. A pesar de la agradable presencia de los faunos la atmósfera del cuadro no es serena: el sueño del dios está hecho de lasitud y de abandono, mientras que en la mirada de la diosa se percibe una sutil inquietud.


Palas y el Centauro, 1482, Sandro Botticelli, (Florencia, Museo de los Oficios). Realizada para Lorenzo de Pierfrancesco de Médicis, esta obra es tal vez la última de la trilogía, cuya primeros elementos eran “La Primavera” y “El Nacimiento de Venus”. Esta escena contiene igualmente una gran variedad de interpretaciones temáticas. La más aceptada hoy en día pertenece a la simbología humanista: la sensatez (Pallas) que domina el instinto (Centauro), concluyendo la definición de “Humanitas”, cuyo concepto se encuentra presente en las dos otras representaciones alegóricas. Toda la composición reviste una gran elegancia, basada en el ritmo de la línea y en las correspondencias plásticas entre las figuras y las rocas que se juntan en una arquitectura ordenada y sólida que se asemeja a las ruinas de Roma.


Así se acaba la actividad figurativa que aparece como la más serena y la más fecunda del artista. La situación histórica cambiará con la muerte del Magnífico (1492) y la invasión del rey de Francia Carlos VIII (1494), cuyas consecuencias fueron la expulsión de Florencia de Pedro de Médicis y el eclipse temporal del poder de esta familia sobre la ciudad. Los sentimientos expresados en la pintura de Botticelli y en ciertas soluciones figurativas cambiarán igualmente. Su arte adquirirá entonces nuevas tensiones e inquietudes. La figura compleja de Savonarola aparece en el horizonte político florentino y en el panorama de la cultura humanista en decadencia.

La Calumnia, 1495, Sandro Botticelli,(Florencia, museo de los Oficios). La obra proviene de la morada de los Segni, importante familia florentina y hace referencia a un cuadro perdido del mas célebre pintor de la Antigüedad, Apeles, que vivió en el siglo IV antes de JC. Este último habría pintado una alegoría de la Calumnia como testimonio de las falsas acusaciones de las que había sido objeto. El cuadro es descrito por Luciano de Samosata y también por Alberti (en su tratado “Della Pictura”); Botticelli se apoya sobre estas descripciones y ubica su composición dentro de una arquitectura imponente, cuyos relieves contienen múltiples referencias clásicas. La profusión de estatuas y de bajorrelieves que representan divinidades y héroes de la Antigüedad, no sólo tiene por objeto crear un contexto clásico: su carácter imperturbable y lejano parece marcar en Sandro un adiós definitivo a la filosofía que ellas encarnan.

La Calumnia, 1495, Sandro Botticelli


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