En 1931 se matricula en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, donde sigue estudios en horario nocturno. Tras un enfrentamiento con el profesor Gabriel Morcillo, Guerrero abandona la Escuela en 1934. Se fue al servicio militar a finales de 1935, a la ciudad de Ceuta, donde le sorprendería la Guerra Civil. Acabada la guerra, en 1940, viajó a Madrid para estudiar en la Academia de San Fernando. Más tarde marcha a París (1945), donde conoce la obra de la vanguardia europea, y en particular, de los pintores españoles como Picasso, Miró o Gris. En esta primera época su obra aún es figurativa. En París, el 25 de abril de 1949, se casa con Roxane Whittier Pollock, periodista estadounidense, y recorre España de viaje de novios.
La aparición. Imposible no conectarlo con la invocación del fantasma y recordar que los rituales funerarios tienen por primer fin evitar ese regreso del muerto (la re-emergencia de lo enterrado, o hundido), mientras, confundidos por el título, seguimos sin descifrar si ese hombre (¿padre?) que yace es un cadáver de cuerpo presente o un fantasma aparecido (de cuerpo ausente).
La aparición 1946 |
Y recordamos que Guerrero comparte con Buñuel y Hitchcock la desaparición prematura del padre, situación que, en el caso del pintor, marca el inicio del periplo laboral como tallista que le llevaría a iniciarse en el dibujo. Regresamos, por tanto, a ese germen edípico de la pintura moderna.
La aparición 1947 |
Pero sólo se entiende esta obra plenamente en diálogo con su segunda versión, Aparición, un lienzo que estuvo presente en la muestra José Guerrero. Los años primeros y donde una “madre fálica” paraliza y asfixia al hijo en el abrazo. Enormes manos, masculinas. Es la emergencia del fantasma, directamente conectado con la ausencia del padre, de la mujer-diosa matriarcal, y “su figuración de omnipotencia paralizadora” (González Requena). Y son esas las grandes manos de Gracia Guerrero, madre de José y responsable de su apellido (Guerrero decidió no tener nombre-del-padre).Carlos León
Coges los pinceles, los tiras al aire, y te vas fue el consejo de Lorca a José Guerrero tras su único encuentro en 1935. Tirar los pinceles al aire… ¿qué mejor lugar para ese gesto que un campanario? El mismo desde el que los protagonistas de Vertigo y Él arrojan al aire a las personificaciones femeninas de su obsesión.
El Centro de Arte Contemporáneo de Málaga presenta la exposición titulada “Tomando distancia” que constituye la primera muestra individual de Carlos León en esta ciudad. El comisario de la misma, Fernando Castro Flórez, ha reunido para la ocasión un conjunto de más de cuarenta piezas que permiten observar la evolución del artista en las últimas décadas, incluyendo once obras inéditas elegidas entre las realizadas a lo largo del pasado año. Estas últimas pinturas, fruto de la voluntad del artista en la exploración de nuevas líneas de trabajo, ofrecen al visitante los primeros resultados del proceso de reflexión, de depuración y de experimentación en el que su autor se halla inmerso en la actualidad.
El CAC Málaga acoge así casi cincuenta obras de gran formato, agrupadas en ocasiones a la manera de polípticos o ensamblajes, que permiten observar la evolución del artista en la última década. Sus pinturas más recientes exploran nuevas líneas de trabajo, ofreciendo al visitante los primeros resultados del proceso de reflexión, de depuración y de experimentación en el que el pintor se halla inmerso en la actualidad. La trayectoria artística de Carlos León se caracteriza por una investigación constante de los límites del soporte. No en vano, León fue uno de los introductores en España del movimiento de los años 70 llamado Supports / Surfaces, que planteaba el hecho pictórico tomando de referencia a ciertos pintores del expresionismo abstracto americano. Así, en sus pinturas es característico el trazo que se produce al pintar directamente con las manos impregnadas de óleo sobre un soporte pulido, sustituido por el obtenido mediante el uso de brochas, rodillos o grandes espátulas aplicadas sobre la madera, dando paso a una abstracción de mayor calado. Carlos León consigue de este modo, encontrar el equilibrio entre la composición y el color.
Hoy, los óleos de Carlos León (Ceuta, 1948) habitan prestigiosas colecciones y museos, entre ellos el Reina Sofía. Cuando descubrió su vocación abandonó su carrera de Medicina en Valladolid. De ahí se marchó a París, donde vivió los intensos 70; a Madrid en los años de La Movida y a Nueva York, donde siguió bebiendo del expresionismo abstracto que tanto le ha influido. “He sido un nómada en busca de alimento”, asegura desde su casa en el campo en Segovia, donde ahora reside y sigue reinventándose. Hubo un antes y un después en 2015, con la exposición Pink Réquiem en la Sala Alcalá 31 de Madrid, donde le llegó un reconocimiento merecido y él mismo sentía que había encontrado su voz y madurez después de décadas de investigación. “El arte transcurre por dos carriles: uno irracional y misterioso y otro de conocimiento y cultura adquirida”, señala.
El estanque cifrado 2009-2016 Óleo sobre Dibond - elementos metálicos y madera 255 x 600 cm |
Hasta el 26 de abril se puede visitar una retrospectiva suya en el CAC Málaga, con piezas que van desde sus primeras creaciones, más cercanas al Nuevo Reduccionismo (movimiento francés de finales de los 60), a las últimas, once piezas nuevas “secas, escuetas y concentradas, que hablan de la memoria y el distanciamiento,algo mucho másconceptual”, dice. Su próximo reto será reunir en una muestra sus ensamblajes,como él denomina a sus composiciones escultóricas.
El pintor Carlos León ha observado la existencia en España de "una brecha difícil de llenar" entre el arte clásico y contemporáneo, un vacío correspondiente al periodo moderno y al que ha achacado que "poca gente de verdad entienda de pintura".
"En España tenemos un problema bastante complicado de superar y es que no hay museos de arte moderno: hemos pasado de los clásicos al Reina Sofía sin transición, sin ver a Matisse, Monet o Cézanne".
A esa laguna ha atribuido también la incomprensión, por parte de público y crítica, de determinadas trayectorias artísticas que, en su caso, ha transitado por "años espantosos y de zozobra, sin muchas facilidades", pero "en buena parte ha sido culpa mía por permitirme lujos caros como decir lo que uno piensa, y eso se paga".
Ese temperamento "radical" es el que ha impregnado su obra durante más de cuatro décadas, desde su inicial militancia en el movimiento "Support-Surface" -en la Francia de los años setenta y con el reduccionismo como eje crítico y dialéctico- hasta su actual etapa, con el 'dibond' como soporte y las manos como pinceles.
En medio quedan estancias prolongadas en Francia (años ochenta), "porque París era un hervidero" cultural, y en Nueva York (años noventa), donde se empapó del expresionismo abstracto, todo ello fruto de su condición de "pintor nómada: busco los pastos y alimentos que necesito" y del convencimiento de que en España "no tenía mucho que perder".
"Allí encontré en cada momento lo que necesitaba, una cierta forma de articular mis cuadros y aprendí con el paso del tiempo que el soporte era determinante: condicionaba en gran medida el resto de la obra"
Al pasar de los años abandonó de forma progresiva las telas y los pinceles hasta llegar en la actualidad al 'dibond', un material industrial "muy interesante, expresivo y significativo", que en su opinión transmite la sensación de "frialdad y modernidad" y que pinta con sus propias manos.
Trabaja también sobre láminas de poliester en la búsqueda de transparencias, veladuras o superposiciones, dentro de un afán constante por buscar la abstracción desde el expresionismo, lo que configura a su obra un "inmenso rigor y coherencia" a pesar del cambio de soportes y de la percepción visual.
Reside y trabaja en Segovia
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