Mi recorrido por España - Cuenca (II) - Colección Roberto Polo (Imprescindible), pincha aqui
La Fundación Juan March nació en 1955 con la misión de fomentar la cultura en España. Organiza exposiciones, conciertos y conferencias en su sede en Madrid y es titular del Museo de Arte Abstracto Español, de Cuenca, y del Museu Fundación Juan March, de Palma. A través del Instituto Carlos III/Juan March de Ciencias Sociales, de la Universidad Carlos III de Madrid promueve la investigación científica.
En 1916 creó la Compañía Trasmediterránea, que con un capital inicial de cien millones de pesetas integraba varias navieras, y controlaba las comunicaciones entre Baleares y Marruecos y el tráfico de cabotaje en Levante. Juan March fue por entonces sospechoso en el asesinato de Rafael Garau el 29 de septiembre de 1916, un apuesto joven de una familia contrabandista rival, amante de su mujer. El sumario del caso estuvo envuelto en todo tipo de irregularidades: cuando un juez estaba a punto de procesar a Juan March, se le destituía o se le trasladaba, y numerosos documentos del atestado terminaron por desaparecer. No hubo forma humana de esclarecer el asunto. Pero el pueblo lo acusó del crimen y la figura de March suscitó tanto odio en el pueblo de Santa Margarita que ya no pudo volver a pisar el lugar.
Habiendo conseguido la protección (mutua) del dictador Miguel Primo de Rivera, en 1926 fundó la Banca March con el objetivo de financiar una parte de sus actividades empresariales. Previamente, en abril de 1923 fue elegido diputado a Cortes por Mallorca por Izquierda Liberal, de Santiago Alba Bonifaz.
Establecida la Segunda República en 1931, se inició una investigación de un año sobre sus actividades irregulares. El ministro de Hacienda Jaime Carner llegó a la conclusión siguiente en un famoso discurso: "O la República somete a March, o March someterá a la República". Fue detenido, siendo acusado de colaboración con la dictadura y de contrabando. Los libros de cuentas de March ardieron misteriosamente en Margalida. Finalmente, fue encarcelado en junio de 1932 en la cárcel Modelo de Madrid acusado de llevar a cabo actividades económicas irregulares y de financiar a Primo de Rivera, consiguiendo a cambio el monopolio del tabaco en Ceuta y Melilla. En 1933 fue trasladado a la cárcel de Alcalá de Henares de la que se fugó el 4 de noviembre, sobornando al oficial de guardia Eugenio Vargas y huyendo a Gibraltar.
Con el objetivo de negociar la financiación inicial del golpe que dio origen a la Guerra Civil, participa en diversas entrevistas en Biarritz. En ellas se trata de asegurar el futuro de los implicados en caso de que la sublevación no prosperase. No se ha demostrado, pero hay indicios racionales de que March dio al respecto ciertas garantías amparadas en su fortuna.
Además de la ayuda logística y bélica a los rebeldes, aprovechó su influencia mediática para financiar una campaña de propaganda en el exterior que favoreciera la imagen de los sublevados y restase apoyos a la República. Empleó una gran cantidad de dinero en comprar a medios y periodistas para tal fin, exagerando los crímenes que se producían en la zona leal y silenciando las matanzas del bando franquista. El propio March reconocería que, solo en Francia, esta campaña le había costado más de quinientos millones de pesetas.
Tras la Guerra Civil
March ofreció, jugando a dos barajas, comprar nominalmente la cincuentena de barcos alemanes retenidos en puertos españoles a ingleses y alemanes, sin que ninguno supiese de las negociaciones de March con el otro, para usarlos en su beneficio; los servicios de inteligencia ingleses, pese a tenerlo clasificado como "un facineroso de la peor especie", decidieron contar con él por su anticomunismo; a idéntica conclusión llegaron los alemanes, que no aceptaron su proposición. Según Robert Solborg, agente estadounidense en Lisboa en 1942, el gobierno británico (a través de su contacto con March, el agente Alan Hug Hillgarth) decidió sobornar a los principales generales de Franco para evitar la entrada de España en la II Guerra Mundial a favor de Alemania, en concreto una treintena. El agente elegido para efectuar el soborno fue March, que se encargó de convencerlos en mayor o menor medida y distribuir entre ellos una suma inicial de diez millones de dólares americanos de la época (según el estudio de 2004 del historiador Pere Ferrer Guasp). Los recursos se denominaban en clave "La Caballería de San Jorge" y eran los propiamente destinados a este tipo de operaciones estratégicas y confidenciales del tesoro británico. El Banco de Inglaterra tenía claro que Juan March respondería con su fortuna, en caso de que la operación fracasara.
March se despidió dando un golpe póstumo. Consumó un último acto de piratería al hacerse con la Barcelona Traction, a partir de la que creó FECSA, y se despidió, tras cumplir su promesa de ser el hombre más rico del mundo, sin haber podido adquirir lo único que no podía comprar con dinero: su honor. Creó la Fundación Juan March, a la que donó 2.000 millones de pesetas en su lecho de muerte para ser recordado como un filántropo y no como un contrabandista y pidió a sus hijos, Juan y Bartolomé, que lucharan por el "recuerdo perenne de su memoria".
Junto a esta petición les dio un consejo: que el silencio y la discreción presidiera todos los actos de su vida. Esa fue la clave de su éxito y lo que hace que su peripecia vital siga siendo uno de los grandes misterios de nuestra historia reciente.
Han transcurrido más de cincuenta años desde que, en julio de 1966, el Museo de Arte Abstracto Español abriera sus puertas en los ya entonces emblemáticos y recién reconstruidos espacios de las históricas Casas Colgadas de Cuenca.
Resultado de la generosa iniciativa de Fernando Zóbel, que contó desde el principio con la valiosa colaboración de Gustavo Torner y Gerardo Rueda –junto a la de otros artistas–, el museo constituyó una iniciativa pionera, ya que, hasta la década de los ochenta del siglo pasado, España apenas contaba con instituciones –públicas o privadas– dedicadas a coleccionar y exhibir públicamente arte contemporáneo –abstracto, en este caso– en condiciones museográficas modernas.
Interior del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, con la hoz del Huécar al fondo. |
Pequeña primavera para Claudio Monteverdi 1966 |
En ese contexto, la creación de un museo por unos artistas fue toda una sorpresa. Y se entiende que lo fuera, pues se trataba de un verdadero artist-run space, una expresión que entretanto ha hecho fortuna precisamente para definir los espacios creados por artistas en Europa y Estados Unidos a partir de la década de los sesenta, que son aquellos con los que la iniciativa conquense guarda mayor similitud: el museo fue, sobre todo, un lugar enteramente concebido, creado y sostenido por artistas. Que, además, naciera al margen de la política cultural oficial de un país que aún tardaría diez años en vivir en un régimen democrático, en unos espacios muy singulares cedidos por el ayuntamiento de una pequeña ciudad de provincias atrajo rápidamente la atención de todo el mundo.
Ornitóptero 1962 |
El Museo de Arte Abstracto Español se convirtió enseguida en un referente en el panorama museístico nacional e internacional. Por supuesto, por el arte –una selecta colección de pinturas y esculturas comprendidas entre los años cincuenta y ochenta del siglo pasado– pero también por el edificio histórico que la acoge, un conjunto de casas del siglo XV que, colgadas sobre la hoz del río Huécar, aún hoy conservan algunas trazas de su origen.
-La abstracción –dijo Fernando Zóbel– es la expresión de la belleza por medio del color que comunica al espectador la tristeza, la melancolía, la alegría, la pasión, el amor profundo y sosegado. He leído con dificultad –añadió– dos libros de metafísica general, de ontología: Ser y tiempo de Heidegger y Sobre la esencia de Xavier Zubiri. Y he comprendido que el negro desparramado sobre el blanco es la forma de pintar el pensamiento.
En 1980, Fernando Zóbel donó a la Fundación Juan March su colección de pintura, escultura, dibujo y obra gráfica, así como su biblioteca personal y un conjunto con sus diarios y más de ciento treinta cuadernos de apuntes. Desde entonces, la Fundación es titular del museo y responsable de la preservación y actualización del legado recibido, que ha enriquecido con sus propios fondos y con nuevas adquisiciones.
Jardín seco, 1969 - Óleo sobre lienzo |
En 1966, en el prólogo al primer catálogo del museo, Fernando Zóbel escribió que su "colección", aunque modesta en comparación a la de cualquier museo con historia, sobrepasa con mucho las posibilidades de exhibición en las Casas Colgadas de Cuenca. […] Por eso […] la fórmula del museo será […] la de rotación lenta de obra". Hoy, el Museo de Arte Abstracto Español es ya un museo "con historia". En él, las obras de la colección propia y las de los artistas españoles e internacionales representados en las exposiciones temporales que organiza, siguen rotando con el grado justo de lentitud que exigen el tiempo de la contemplación, el disfrute y el aprendizaje, ante la mirada de quienes lo visitan.
1970 |
1962-1963
Fernando Zóbel busca un lugar en España para albergar su colección de arte español contemporáneo. Gustavo Torner, al que ha conocido en la Bienal de Venecia en 1962, le informa de la existencia de las Casas Colgadas en Cuenca.
1966
Se inaugura oficialmente el museo (30 de junio). La colección inicial está compuesta por 266 obras de 87 artistas de la generación abstracta española de los años cincuenta, parte de la cual se muestra en rotación en los espacios inicialmente destinados a salas de exposición.
1980
El Ministerio de Cultura concede la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes al Museo de Arte Abstracto Español.
Zóbel dona a la Fundación Juan March toda su colección de pintura, escultura, dibujo y obra gráfica, su biblioteca personal, sus diarios y un conjunto con más de ciento treinta cuadernos de apuntes.
Todos sus impulsos de pintor convivían, en un perfecto equilibrio, con esa educación intelectual y esas actividades que marcaron su personalidad y, sobre todo, su estilo, una impronta propia de hacer las cosas, una armonía entre la idea, la realización y los resultados con que sellaba todos sus proyectos. Una continua búsqueda del orden y del equilibrio que se proyectaba directamente en su pintura.
Con todos estos antecedentes nos encontramos ante un pintor abstracto, pero con unos estudios, una técnica, unos procedimientos y unos materiales que le hacen concebir y realizar la obra de una manera clásica:
“Mi proceso es clásico, es el proceso de apunte-dibujo-boceto-cuadro. El apunte pretende recordar una idea. El dibujo intenta fijarla. El boceto es un ensayo de realización. Es un proceso de eliminación, de ir eliminando distracciones. El cuadro pretende ser la realización lo más clara posible de la idea inicial”
Francisco Calvo Serraller, en su texto para el catálogo de la exposición “Zóbel”, organizada por la Fundación March, inmediatamente después del fallecimiento del pintor, lo resumía muy claramente:
“Este simple esquema de composición pictórica, que aparentemente solo refleja la aplicación mecánica de un método académico de taller, encierra, sin embargo, toda la compleja sabiduría que transformó las artes plásticas en una disciplina humanística”.
En donde evidentemente hay, por parte del artista, un trabajo de reflexión, investigación y método.
Como es natural y, por todo ello, también se desprende que Fernando Zóbel fue un gran dibujante, de trazo suelto, rápido y con una capacidad de síntesis fuera de lo común. Su cabeza era un autentico laboratorio mental a la hora de transformar la realidad vista a esa otra realidad del dibujo vivo y sentido.
El estilo evocativo y directo de su pintura no nos deja ver, a veces, ese trabajo de elaboración intelectual que hay detrás de su obra, pero si observamos sus dibujos, podemos comprobar que nada hay de improvisación o de azar en su trabajo. Todo está ensayado, una y mil veces, antes de llegar al lienzo.
El Charles Rivers IV, c. (1954) 30 x 90 cms. Óleo sobre lienzo - Ayala Museum |
En sus viajes a Filipinas, y, sobre todo, cuando se instala en Manila en 1952, su pintura cambia drásticamente.
En esta época encontramos una serie de obras, influidas también en gran medida por quien fue uno de sus pintores favoritos, Matisse.
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