martes, 8 de noviembre de 2022

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Tudela es un municipio y ciudad española de la Comunidad Foral de Navarra, situada a 94 km de la capital de la comunidad, Pamplona. Es la cabeza del partido judicial homónimo, cabeza de la merindad homónima y el centro económico y comercial de la Ribera de Navarra. También es el segundo municipio más poblado de Navarra con una población de 37 008 habitantes.
Tudela es atravesada por dos ríos, el Queiles que lleva agua todo el año, y el río estacional Mediavilla. Por su parte derecha, la ciudad limita con el río Ebro que llega a ella desde el norte y la bordea en dirección NO-SE. El abundante caudal del río es el principal aporte de agua potable para consumo humano y riego.
En 1609, reinando Felipe III, se decretó la expulsión de los moriscos, con graves repercusiones demográficas y económicas en toda España, incluyendo Navarra y Tudela. En coincidencia con esta crisis se registró, no obstante, la llegada de nuevas y numerosas órdenes religiosas a la ciudad.


La Ribera de Navarra

Dentro del general aumento de órdenes religiosas, fue en la zona de la Ribera donde más proliferaron, sobre todo en localidades como Tudela o Corella. Tanto es así que, a petición de las Cortes celebradas en 1628, el Consejo Real restringió su número, al plantearse serios problemas pa la subsistencia de sus miembros. En Tudela, a raíz de la ruptura de las murallas, las órdenes se establecieron en el siglo XVII en torno al barrio de la Morería.

La Compañía de Jesús lo hizo en 1600, levantando una gran iglesia con el colegio anexo. La iglesia se construyó entre 1600 y1668, bajo la dirección de Juan González de Apaolaza, llamándose inicialmente iglesia de San Andrés. La iglesia se construyó junto con el claustro del convento -colegio de los jesuitas.

La iglesia de San Jorge el Real de Tudela (Navarra) es una iglesia de estilo manierista jesuítico del siglo XVII1​ situada en la plaza Mercadal, esquina con calle Pasaje, del Casco Antiguo de la ciudad. Fue iglesia de los jesuitas, hasta que fue cedida a los parroquianos de San Jorge, pasándose a denominar San Jorge el Real por haber pertenecido a la corona. El antiguo claustro o patio del colegio de los jesuitas actualmente es la sede del Centro Cultural Castel Ruiz.

En el caso del convento de dominicas de Tudela, su fundadora fue la madrileña Estefanía de Lira y Huidobro, tras enviudar de su segundo marido. La iglesia del convento tudelano guarda estrecha relación con la arquitectura convenual madrileña de la segunda mitad del siglo XVII,  tanto en su concepción espacial disminución del eje longitudinal de la nave en beneficio de una mayor centralidad como en el lenguaje decorativo que despliega la fachada de piedra a base de motivos vegetales, pendientes de flores y frutos, placas recortadas y mascarones fundidos con la vegetación de gran carnosidad y tratamiento naturalista que favorece los contrastes de claroscuro. En consecuencia, el proyecto debió de ser encargado por el propio Manuel de Lira (su sobrino) a alguno de los maestros activos en el entorno de la corte este período.

El convento presenta una planta de cruz latina, con tres naves, separadas por columnas cruciformes, de cinco tramos y unos 30 m de longitud, cubierta por una bóveda de medio cañón con unos tramos de crucería estrellada gótica y cúpula en el crucero. Es de estilo manierista con decoraciones barrocas. La torre es octogonal y construida en ladrillo, coronado con un chapitel esférico con aguja y una veleta. La iglesia tiene una impresionante fachada manierista en piedra, típica del siglo XVII español, siguiendo el modelo de la madrileña Iglesia de las Mercedarias. Su retablo mayor es barroco del siglo XVII y se le atribuye al tudelano Francisco Gurrea, incorporando elementos churriguerescos, así como pinturas de Berdusán fechadas en 1689.

Iglesia de la Compañía de María

El convento fue construido entre 1623 y 1635. En 1810 fue reutilizado como cuartel de la tropa francesa durante la Guerra de la Independencia. La fachada principal, muy deteriorada, fue restaurada en 2000-2001.

La iglesia de la Compañía de María o de la Enseñanza de Tudela (Navarra), construido en el siglo XVIII, es el único monumento esencialmente barroco de la Ribera navarra. Se sitúa en la Plaza de San Juan y calle de la Enseñanza. Además de la Iglesia, que es lo único que se conserva, la Compañía de María tenía Convento y Colegio.

El templo, de origen italiano, es un cuerpo octogonal, cubierto con una cúpula con linterna, en el que conviven perfectamente la centralidad y la longitudinalidad, típico del barroco. Contiene cinco espléndidos retablos del siglo XVIII. El edificio es de ladrillo, resaltando la cúpula octogonal y la portada en piedra tardomanierista.

El colegio de la Compañía de María empezó a construirse en 1683.

La iglesia de San Francisco Javier de Tudela (Navarra) es la iglesia de estilo tardogótico del antiguo Convento de los Dominicos de Nuestra Señora del Rosario, actualmente perteneciente al Colegio jesuita del mismo nombre, actualmente situado entre la Plaza de San Juan y la calle de San Francisco Javier del Casco Antiguo de Tudela.

Exterior del ábside de la Iglesia de San Francisco Javier
Destaca el sepulcro de Catalina de Figueroa, de finales del siglo XVI. 

Esta iglesia empezó a construirse en 1517 y se terminó en 1541, ubicándose en la antigua plazuela de la Era de Adentro de la desaparecida Morería. A finales del siglo XIX pasó a ser de los jesuitas, iniciándose importantes transformaciones. De la misma época es también el nuevo colegio de los jesuitas, el de San Francisco Javier, anejo al templo, que empezó a construirse en 1887 y fue terminado en 1891.

Visión de conjunto de la iglesia y el colegio

El primer colegio jesuita de Tudela se había fundado en 1600, el antiguo colegio de San Andrés, subsistiendo parcialmente en la Escuela Oficial de Idiomas, edificio adosado al Palacio del Marqués de San Adrián, junto a la Plaza de la Judería. El colegio de los jesuitas se trasladó al actual centro cultural Castel Ruiz, hasta la Supresión de la Compañía de Jesús en 1868.

El 12 de septiembre de 1891 se inaugura el colegio y la ciudad se hizo cargo del mismo, con la matriculación de 54 alumnos (36 de ellos internos), pero luego pasó a manos de los jesuitas. En la década de 1890 se construyó un nuevo complejo.

Durante la Segunda República los jesuitas, ante su inminente expulsión, y para evitar la nacionalización de la propiedad, se la vendieron por una peseta a Víctor Morte Celayeta, hijo del constructor, Blas Morte. Durante esos años el colegio se convirtió en instituto y en 1938 Víctor Morte devolvió la propiedad siendo restablecido el colegio nuevamente.

Corella Barroca

En Corella se establecen en 1595 los Carmelitas Descalzos. El complejo conventual se construyó entre dicha fecha y 1621, año en el que se consagra la iglesia. El diseño de los retablos se debe a fray Alonso de San José, y están hechos a imagen de los del convento de Sta. Teresa de Avila.

La fachada principal está construida en piedra y ladrillo y compuesta por tres calles. La central presenta un pórtico enmarcado por pilastras y dos vanos laterales a modo de ventanas arqueadas; contiene una hornacina con la escultura de Nuestra Señora del Carmen flanqueada por dos placas con los anagramas de Cristo y María; y una ventana con escudos de la Orden del Carmen rematados por un frontón triangular con óculo y torrecillas con bolas. Las dos calles laterales muestran puertas adinteladas remarcadas por cintas y enlazadas al bloque central por aletones curvos.

El interior del templo lo cubren bóvedas de medio cañón con lunetos y una cúpula de media naranja el crucero, estando este último espacio decorado con lienzos, ovalados en las pechinas y el emblema de la orden en la clave de la cúpula.

En las décadas finales del s. XVII comenzó a construirse un conjunto conventual donde religiosas de la orden de los carmelitas custodian desde 1724 la talla de Nuestra Señora de Araceli, aparecida en 1674 bajo la ermita de Santa Lucía en el término de Araciel.

El edificio, obra de maestros locales y sufragada por el Ayuntamiento y el caballero carmelita logroñés Juan José Martínez de Boleaga, suma a sus dependencias conventuales -las cuales giran en torno a un patio abierto doble y cuyos planos responden a los dictámenes arquitectónicos de la orden- una iglesia de nave única con capillas laterales unidas entre sí, cabecera recta con coro a sus pies y crucero.

La iglesia, levantada sobre la casa natal de Teresa de Cepeda y Ahumada, forma conjunto con el convento carmelitano. Por debajo, la gran cripta abovedada de enterramientos, actual museo teresiano y única dentro de la arquitectura religiosa española. Dirigidas las obras por el arquitecto carmelita Fray Alonso de San José, se inician en 1629, inaugurándose el 15 de octubre de 1636.
En el más puro estilo Barroco Carmelitano, la iglesia tiene planta de cruz latina con nave central y capillas laterales, cuatro por banda. Con el Altar mayor al NO, no sigue la orientación litúrgica establecida, alteración que responde al hecho de hacer coincidir el presbiterio con los aposentos donde nacería Teresa de Jesús. 
La fachada, planteada a manera de retablo, se organiza en tres cuerpos, destacando la imagen de la Santa, en mármol, y los escudos de los Cepeda y Ahumada, la Orden de los Carmelitas descalzos, el del Conde Duque de Olivares, el de Intendencia y el de Doctora de la Iglesia

En su exterior la fachada principal, análoga a la del convento masculino de los carmelitas, la componen tres calles rectangulares de ladrillo y piedra rematadas por torrecillas y bolas. La calle central, de mayor tamaño, muestra un pórtico abierto en tres arcos, hornacina con la imagen de la Virgen de Araceli y tres ventanas enmarcadas y rematadas con frontones curvos que dan paso a un frontón triangular con óculo en su centro. Las dos laterales, enlazadas por medio de aletones curvos, contienen dos alturas con puertas y ventanas adinteladas con remates geométricos.

El rico y decorado interior lo recorre una cornisa de modillones y dentellones; y queda cubierto en su cuerpo central por bóveda de cañón con lunetos, por bóvedas de arista las capillas y cúpula de tambor con sendas ventanas el crucero.

Zona media

Aunque no es tan pródiga en fundaciones como la Ribera, la zona media cuenta también con interesantes fundaciones. Las benedictinas y las clarisas de Estella remodelaron sus medievales monasterios en el siglo XVII, dotándolos de nuevas iglesias y dependencias. El de Santa Clara destaca por su amplio claustro rectangular que sigue los usos del momento: dos cuerpos de ladrillo en los que se suceden arcadas ciegas perforadas en la parte superior con pequeños óculos, con alternancia de ventanas adinteladas 

Convento de Santa Clara (Estella), pincha aqui

Clara fue la primera mujer que escribió una regla monástica, y creó la Segunda Orden Franciscana, confirmada por Inocencio III (1215), del que obtuvieron el privilegio de pobreza por el que se obligaban a no poseer rentas ni bienes, y vivir de lo que obtenían pidiendo casa por casa. Cuando el Papa les impide abandonar el claustro (1263), y, por tanto, mendigar, piden una regla más suave y abrazan la de Urbano IV.

El P. Manuel Garay, elogia su ubicación (1742) «... por ser la situación de este convento en el más delicioso sitio, llamado Los Llanos de Estella, y de tan sano temperamento, que muchas religiosas han llegado a vivir, y al presente tengo por cierto que viven, cien años, es apetecido de muchas que con emulación santa pretenden tomar aquí el hábito».
Blanca (1386-1440), hija de Carlos III, el año 1430 amplía y mejora el monasterio «con la magnificencia y grandeza que hoy tiene», donando a tal fin su palacio, que está contiguo.

Con el tiempo distintos miembros de la familia real navarra mostrarán su favor hacia este convento. En 1430, Blanca I de Navarra, reina propietaria de Navarra, y su esposo Juan II de Aragón, ceden a las religiosas un palacio próximo al convento. Incluso en el siglo XIV la abadesa ejerció como aya en la educación de las infantas de Navarra siendo objeto de donaciones por parte de Carlos II de Navarra y Carlos III el Noble.
La vinculación de las Clarisas de Estella con la monarquía navarra es profunda: el rey Luis Hutín (1305-1316) les hace merced de «un molino y soto de dos ruedas en el río Ega junto a San Benito». El infante Luis, hermano de Carlos II, les concede diez cahíces de trigo (1356) para que rogasen por la vida y salud del rey, y el año siguiente les da otros seis para que rezaran por la liberación del monarca. Carlos II las socorre con numerosas limosnas, les perdona las deudas que con él tenían, y obliga a los censeros al pago de lo debido.


Las obras del convento se iniciaron según los planos del arquitecto, de origen francés, Santiago Raón, siguiendo el deseo expresado por la Madre María Paula de Jesús Aguirre y Gamarra, natural de Estella, su fundadora y que profesaba en el convento que la orden tenía en la localidad Soriana de Ágreda. El convento estellés, hecho a imitación del de Ágreda, fue inaugurado el 25 de noviembre de 1731, casi cincuenta años después de su inicio. La fachada de la iglesia se dispone en tres cuerpos de altura desigual, rematada por frontón, reproduciendo las formas creadas por el arquitecto carmelita fray Alberto de la Madre de Dios, en la primera mitad del siglo XVII y que obtuvo una amplia difusión a partir de la construcción del convento de la Encarnación en Madrid. La iglesia es de una sola nave de tres tramos con crucero saliente y cabecera recta.

Santuarios, Capillas y Basílicas
Un nutrido grupo tipológico dentro de la arquitectura religiosa de los siglos del Barroco en Navarra lo constituyen los santuarios dedicados generalmente a la Virgen que se remodelan o levantan de nuevo y por diferentes motivos en numerosas villas de la Ribera tudelana o estellesa y, por lo general, fuera del casco urbano. En planta, la mayoría obedece a los rígidos esquemas de la arquitectura conventual con sencillas cruces latinas con cúpulas en sus cruceros. Suelen ser de ladrillo con camarines añadidos en el siglo XVIII. En su aspecto exterior, la sobriedad resulta la nota característica de los santuarios de la ribera navarra, merced al empleo de volúmenes geométricamente simples que los convierten en auténticas "cajas fuertes" que protegen el tesoro interior. El ladrillo es el material por excelencia, explorándose sus posibilidades decorativas mediante labores de cajeamientos y cadeneta que aportan interesantes efectos de claroscuro, ocasionalmente se enriquece con la aplicación de cerámica y azulejería, lo que le confiere cierto carácter policromo. La piedra tan sólo hace acto de presencia en basamentos y algunas portadas de ingreso al interior. Los interiores, por el contrario, resultan de gran riqueza ornamental, a la que contribuyen varios elementos. Por una parte, las labores decorativas aplicadas a la arquitectura, ya sea por medio de yeserías vegetales -motivo dominante al que se suman telas y angelotes- dispuestas a modo de soberbio tapiz que enmascara paredes y bóvedas, ya por medio de pinturas murales que desarrololan temas de exaltación mariana de carácter narrativo o simbólico, en sintonía con la advocación del edificio. A yeserías y pinturas murales se suman los retablos, principalmente el mayor, encargado a los principales retablistas de la época. Alberga la imagen titular, obra de valor artístico y devocional que ocupa el espacio central del retablo y recibe una iluminación especial, como si de una aparición celestial se tratara. Rodean la imagen lienzos con escenas de la vida de la Virgen que componen un ciclo mariano. Otros retablos y pinturas se disponen en los brazos del crucero, en muchos casos alusivos los patronos de la localidad. También es frecuente la presencia de exvotos, cuadros conmemorativos de un milagro realizado por la Virgen a quien está dedicado el santuario.

Todas ellas constituyeron auténticos signos de identidad de los pueblos y villas, si bien algunas, por su importancia, trascendieron a las poblaciones en cuya jurisdicción se insertaban, caso de la del Yugo. El culto a la Virgen, desdeñado en la Europa del norte, tuvo su contrapartida en el sur del continente y en la España del Barroco, en particular, con todas estas advocaciones marianas locales o las de cada orden religiosa, sin olvidar a la Inmaculada Concepción, que alcanzó a ser un fenómeno social y cultural rebasando lo estrictamente religioso.

Nuestra Señora del Yugo
Segunda mitad del siglo XIV

La Virgen del Yugo


La arquitetura del templo responde a las obras que se llevaron a cabo a finales del siglo XVI y principios del XVII, mientras que la cabecera y el crucero con su cúpula elíptica y arcos torales de decoración con yeserías de filiación aragonesa, son producto de una ampliación del santuario que llevó a cabo el maestro de Corella Pedro Aguirre en 1679. Una tercera fase de obras consistió en la adición de la sacristía y el camarín, obras que trazó en 1716 el veedor de obras del obispado Juan Antonio San Juan. Finalmente, en 1754, el maesto de Corella José de Argós se hizo cargo de la construcción del coro y remodelación de la fachada, tras el hundimiento y ruina del coro en 1751.

Basílica de Nuestra Señora del Yugo
Retablo mayor. 1679
Sebastián de Sola y Calahorra y Francisco Gurrea 

El retablo mayor fue realizado en 1679 por los maestros Pedro Biniés y José Serrano, si bien su estilo y factura nos llevan a relacionar la pieza con retablos de Sebastián de Sola y Calahorra y Francisco Gurrea, los mismos que dieron por bien realizado el dorado de la pieza en 1685 y que por aquellas fechas también hicieron el mayor del Rosario de Corella.
Los lienzos son obra de Vicente Berdusán, si bien los del banco y del cuerpo principal están muy retocados y han perdido la fogosidad y luminosidad del siglo XVII.


Se han conservado, excepcionalmente, un par de exvotos muy interesantes, uno en relación con un cazador de 1719 y otro datado en 1696 que representa el interior de una casa madrileña, la del arguedano don Esteban de Cegama, contador del rey, cuya mujer resultó sanada tras invocar a la Virgen del Yugo. La cama con dosel, el altar con sus estrado, la recámara, las pinturas de la Soledad y los paisajes, a una con el retrato real y el espejo, son un excelente exponente de cómo eran los interiores de las casa de la Corte en la época de Carlos II.
Un exvoto es una ofrenda hecha a un dios o dioses.​ Estas ofrendas se depositaban en santuarios o lugares de culto y podían consistir en figurillas que representan personas o animales, armas, alimentos, etc. Se obsequia en cumplimiento de una promesa, ya sea en gratitud o devoción, del latín “ex voto suscepto” que significa “de la promesa cumplida”.

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