viernes, 13 de septiembre de 2013

Goya y Murillo

Goya

Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, provincia de Zaragoza, 30 de marzo de 1746 – Burdeos, Francia, 16 de abril de 1828) fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. En todas estas facetas desarrolló un estilo que inaugura el Romanticismo. El arte goyesco supone, asimismo, el comienzo de la pintura contemporánea, y se considera precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX.


Autorretrato del Museo Goya de Castres (Francia).
Tras un lento aprendizaje en su tierra natal, en el ámbito estilístico del barroco tardío y las estampas devotas, viaja a Italia en 1770, donde traba contacto con el incipiente neoclasicismo, que adopta cuando marcha a Madrid a mediados de esa década, junto con un pintoresquismo costumbrista rococó derivado de su nuevo trabajo como pintor de cartones para los tapices de la manufactura real de Santa Bárbara. El magisterio en esta actividad y en otras relacionadas con la pintura de corte lo imponía Mengs, y el pintor español más reputado era Francisco Bayeu, que fue cuñado de Goya.


Retrato de Fernando Guillemardet - Francisco de Goya
A partir de 1794 Goya reanuda sus retratos de la nobleza madrileña y otros destacados personajes de la sociedad de su época que ahora incluirán, como Primer Pintor de Cámara, representaciones de la familia real, de la que ya había hecho los primeros retratos en 1789. Carlos IV de rojo otro retrato de Carlos IV de cuerpo entero del mismo año o el de su esposa María Luisa de Parma con tontillo. Su técnica ha evolucionado y ahora se observa cómo el pintor aragonés precisa los rasgos psicológicos del rostro de los personajes y utiliza para los tejidos una técnica ilusionista a partir de manchas de pintura que le permiten reproducir a cierta distancia bordados en oro y plata y telas de diverso tipo.


Pepito Costa and Bonells - Francisco Goya
En estas obras se observan influencias del retrato inglés, que atendía especialmente a subrayar la hondura psicológica y la naturalidad de la actitud. Progresivamente va disminuyendo la importancia de mostrar medallas, objetos o símbolos de los atributos de rango o de poder de los retratados, en favor de la representación de sus cualidades humanas.
En 1923, August L. Mayer eleva el número de retratos goyescos a 460. De ellos 95 de personajes reales, 228 de personas conocidas y 77 de desconocidos. Es el género más renovado por Goya. Consigue imponer sus sentimientos hacia el modelo, crea comunicación con los retratados llegándose a pensar que los conocemos.


Maja y celestina en el balcón - Francisco de Goya
Con pintura plana, sus pinceladas gestuales quedan libres, dejándonos sólo con los datos lumínicos y el borrón que desemboca en el impresionismo.


Francisco de Goya y Lucientes - Portrait of Juan Antonio Cuervo
Berruete en 1916 relaciona a Goya con los retratistas ingleses. Una razón que puede explicar este fenómeno, es el hecho de que durante su convalecencia en 1792-1793 en casa del coleccionista gaditano D. Sebastián Martínez, se le diera a conocer a Goya grabados de los retratos ingleses.


La Duquesa de Alba, 1795 (Colección Casa de Alba, Palacio de Liria, Madrid).
Esto pudo establecer en él semejanzas más allá de la contemporaneidad de las cosas externas o el ambiente de la época. Este espíritu del tiempo reforzado por las cualidades externas, es lo que hace que ciertos retratos, como el del “Conde de Fernán Núñez” se asemejen a los ingleses. Pero si lo viéramos junto a retratos de Reynolds, de Gainsborugh o de Lawrence, pronto lo distinguiríamos como español y además, goyesco; ya que los otros tienen su base en Van Dyck. 

Portrait of David Garrick - Thomas Gainsborough

Retrato del Duque de Alba, 1795 (Museo del Prado).
 Gran aficionado a la música de cámara, aparece apoyado en un clave,
donde reposa una viola, su instrumento favorito.
 Tiene abierta en sus manos una partitura de Haydn.
Retrato del almirante Augustus Keppel
por el pintor inglés Joshua Reynolds 
Goya adopta la tradición inglesa de pintores como Reynolds: Color contenido, colores neutros, horizontes bajos y mucho cielo.
Galería:

Detalle del Nacimiento de la Virgen, de la serie de pinturas de la Cartuja del Aula Dei, 1774.
El cacharrero, 1779
El quitasol, 1777.
La pradera de San Isidro, 1788.

La familia del infante don Luis de Borbón, 1784 (Fundación Magnani Rocca, Corte di Mamiano, Italia).
Los duques de Osuna y sus hijos, 1788 (Museo del Prado).
Asalto de ladrones, 1794. Óleo sobre hojalata. 42 x 31 cm. Colección Castro Serna (Madrid).
El aquelarre, 1797-1798 (Museo Lázaro Galdiano, Madrid).
La familia de Carlos IV, 1800.
Retrato de Manuel Godoy, 1801 (Academia de San Fernando, Madrid).
La Marquesa de Villafranca (Museo del Prado).
Retrato de Isabel Porcel (National Gallery de Londres).
La maja desnuda, 1790-1800.
La maja vestida, 1802-1805.
Escena de canibalismo o Caníbales contemplando restos humanos, 1800-180827 (Museo de Bellas Artes de Besançon).
Los desastres de la guerra, n.º 33, «¿Qué hay que hacer más?».
El coloso, 1808-1812.
La carga de los mamelucos - El dos de mayo de 1808, 1814.
El tres de mayo de 1808, 1814.
Saturno devorando a un hijo.
Perro semihundido.
La romería de San Isidro refleja el estilo característico de las Pinturas negras.
Bartolomé Esteban Murillo 

(Sevilla, 1617 – 3 de abril de 1682) fue un pintor barroco español. Formado en el naturalismo tardío, evolucionó hacia fórmulas propias del barroco pleno, con una sensibilidad que a veces anticipa el Rococó en algunas de sus más peculiares e imitadas creaciones iconográficas como la Inmaculada Concepción o el Buen Pastor. Figura central de la escuela sevillana, con un elevado número de discípulos y seguidores que llevaron su influencia hasta bien entrado el siglo XVIII, fue también el pintor español mejor conocido y más apreciado fuera de España, el único del que Sandrart incluyó una breve y fabulada biografía en su Academia picturae eruditae de 1683 con el Autorretrato del pintor grabado por Richard Collin.2 Condicionado por la clientela, en su mayoría formada por eclesiásticos, el grueso de su producción está formado por obras de carácter religioso, pero a diferencia de los restantes grandes maestros españoles cultivó también la pintura de género de forma continuada e independiente.


Autorretrato, hacia 1670, óleo sobre lienzo, 122 x 107 cm, Londres, National Gallery. Inscripción: Bartus Murillo seipsum depin/gens pro filiorum votis acpreci/bus explendis. En este cuadro, pintado por deseo de sus hijos, Murillo se autorretrató dentro de un marco ovalado con molduras, apoyando en él una mano para reforzar el efecto naturalista del trampantojo y acompañado por algunos instrumentos propios de su profesión, en una demostración de orgullo social por la posición alcanzada con su oficio solo comparable en la pintura española al autorretrato de Velázquez en Las meninas.
Aunque Mengs, Primer Pintor del rey Carlos III y teórico de la pintura, valoraba ante todo a Velázquez y juzgaba la pintura de Murillo de dos estilos diferentes, el primero de mayor fuerza por atenerse al natural y el segundo de mayor «dulzura», su prestigio continuó aumentando a lo largo del siglo XVIII y con él la exportación de sus obras, al punto que en 1779 se dictó una orden firmada por el conde de Floridablanca prohibiendo vender a compradores extranjeros sus cuadros, pues «había llegado a noticia del Rey [...] que algunos extranjeros compran en Sevilla todas las pinturas que pueden adquirir de Bartolomé Murillo, y de otros célebres pintores, para sacarlos fuera del Reyno» La orden añadía que quienes deseasen vender obras del pintor podían en todo caso dirigirse al rey para ofrecerlas en venta y que fuesen así incorporadas a las colecciones reales, pero los efectos de esta disposición debieron de ser muy limitados, pues sólo tres de sus obras se incorporaron en este periodo a la Corona, una de ellas, una Magdalena penitente actualmente en el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, decomisada en la aduana de Ágreda cuando se pretendía exportar ilegalmente. 


Josua van Belle, 1670, óleo sobre lienzo, 125 x 102 cm, Dublín, National Gallery of Ireland. Murillo retrató a Belle, comerciante holandés llegado a Sevilla en 1663, con la elegante actitud propia del retrato nórdico que pudo conocer en las colecciones de pintura de los comerciantes de esa procedencia establecidos en la ciudad, ante una cortina de vivo color púrpura que no se aprecia en esta reproducción.
Buena muestra del interés suscitado por la pintura de Murillo en Inglaterra durante el siglo XVIII es el autorretrato del pintor William Hogarth con su dogo, inspirado en el autorretrato del sevillano, y las copias de obras de Murillo hechas por Gainsborough, quien llegó a poseer un San Juan Bautista en el desierto considerado actualmente como trabajo de taller.


Sagrada Familia del pajarito, hacia 1649-1650, óleo sobre lienzo, 144 x 188 cm, Madrid, Museo del Prado. Con un tratamiento de la luz y un estudio de los objetos inanimados todavía zurbaranescos, Murillo crea un ambiente intimista de apacible cotidianidad que será el característico de su pintura, abordando el hecho religioso, en el que la figura de San José cobra especial protagonismo, con los recursos propios del naturalismo y una personal y humanísima visión.
Nacimiento de la Virgen, 1660, París, Museo del Louvre.
Pintados entre 1662 y 1665, los dos medios puntos de más de 5 metros de ancho que decoraban la nave central, actualmente en el Museo del Prado, narran la fundación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, o Santa María de las Nieves, advocación del templo sevillano.
Inmaculada Concepción de El Escorial, hacia 1660-1665, óleo sobre lienzo, 206 x 144 cm,
 Madrid, Museo del Prado.

Niños jugando a los dados, hacia 1665-1675, óleo sobre lienzo, 140 x 108 cm, Múnich, Alte Pinakothek.


José y la mujer de Putifar, hacia 1645, óleo sobre lienzo, 196,5 x 245,3 cm, Kassel, Gemäldegalerie Alte Meister. El cuadro, con una carga erótica poco usual en la pintura española, fue adquirido a nombre de Murillo por el landgrave de Hesse antes de 1765. Confiscado por las tropas francesas, se expuso en el Louvre de 1807 a 1815. Devuelto a sus propietarios fue considerado obra italiana y atribuido por el museo a Simone Cantarini. En 1930 se descubrió la firma del pintor tras una limpieza, lo que no impidió que continuasen las dudas acerca de su autoría reivindicada tras la aparición en colección particular de una segunda versión del mismo asunto de autografía indiscutida.
Two Women at a Window by Bartolome Esteban Murillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario