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JOSÉ GUTIÉRREZ SOLANA
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(Madrid, 28 de febrero de 1886-24 de junio de 1945) fue un pintor, grabador y escritor expresionista español.
Al parecer ciertos trágicos sucesos de su infancia marcaron su carácter y su obra, llegando a ser conocido como «el pintor de la España negra».
El cuadro de 1920 La Tertulia del Café Pombo, es un fiel retrato de este mundo.
Aunque en el cuadro de Gutiérrez Solana sólo aparecen nueve de sus miembros, la Tertulia del Café Pombo incluía a muchos más escritores y artistas. Gómez de la Serna es una de las figuras más representativas del momento. Hombre polifacético y controvertido será uno de los ejes centrales de las vanguardias en nuestro país.
Ramón Gómez de la Serna Puig (Madrid, 3 de julio de 18881-Buenos Aires, 12 de enero de 1963) fue un prolífico escritor y periodista vanguardista español, generalmente adscrito a la generación de 1914 o novecentismo, e impulsor del género literario conocido como greguería.
LAS MÁSCARAS LE PERSIGUEN
El Solana macabro, atraído por la parca y sus irreversibles efectos, tiene su mejor ejemplo en La procesión de la muerte. Emiliano M. Aguilera, estudioso de la obra del pintor, afirma al referirse a este tipo de representaciones, que José Gutiérrez Solana acusa la impronta de las macabras escenas de Brueghel el Viejo, Holbein el joven o Durero (Ritter, Tod und Teufel [El caballero, la muerte y el diablo]). Pero cabría añadir que a quien rinde homenaje aquí Solana sobre todo es a una cierta tradición hispánica no menos macabra y encarnada básicamente en las vanitas de Valdés Leal. Las imponentes composiciones barrocas ejecutadas con el fin de recordar al espectador la fugacidad del tiempo –tempus fugit– y la inminencia de la muerte, renacen en composiciones como esta impactante procesión o en otras similares del pintor: La guerra (1920), El espejo de la muerte (ca. 1929) o El osario (1931), una de sus más curiosas aportaciones iconográficas.
El magnetismo que sobre Solana ejercían este tipo de escenas queda patente en el relato incluido en las páginas de su España negra, al describir el hallazgo, en una de las salas del Museo de Escultura de Valladolid, de un esqueleto del escultor Gaspar Becerra sobre cuyos descarnados huesos se retorcían multitud de gusanos.
Paloma Esteban Leal
FIESTAS PROFANAS TOROS
En El Lechuga y su cuadrilla, comenzado en Santander entre 1915 y 1917 y acabado en Madrid, Solana inmortaliza a un zapatero, según Sánchez Camargo, o a un carpintero, según Benito Madariaga, llamado Isidoro Cosío. Lo cierto es que oriundo de Santander, de la aldea de Carmona, se conocía de memoria la tauromaquia de Montes, llegando incluso a torear con el gato de su casa, tal era su afición. El traje de luces, que le confeccionó su esposa precisamente en un tono verde rabioso, dio lugar al apodo de El Lechuga. Aparece triunfador junto a su cuadrilla, pese a que se sabe que su única experiencia como torero fue realmente desastrosa.
1934 | 48 años - Valentín Ruiz Senen - 200 x 145 cm.
Expresionismo tenebroso
Las coristas, 1915.
Cuenta Paco Umbral en un artículo dedicado a este pintor madrileño, aunque muy vinculado a Cantabria, que Solana, independientemente de lo tétrico que fuera el cuadro que había pintado, siempre decía que era “elegante”, en una clara actitud bromista o por un peculiar sentido de la elegancia pictórica.
Un país de Valle Inclán, de pillos, de tramposos profesionales a los que se llama listos, un país con los valores absolutamente cambiados, de historia imposible y futuro incierto, una España negra, corriente telúrica que recorre los subterráneos esperando salir a flote a la menor ocasión. País de un costumbrismo ya retratado por muchos y muy buenos artistas, caso de Goya y sus pinturas negras para denunciar la barbarie en general, pero también la ignorancia galopante del país, una situación que en los tiempos de Solana aún se mantenía viva.
Los disciplinantes de José Gutiérrez Solana, 1933 | Museo Academia de Bellas Artes de S. Fernando
El surrealismo:
Se trata de un movimiento en el arte creado en Francia después de la Primera Guerra Mundial que consiste en dibujar cosas distorsionando la realidad. En muchos casos, se basa en el mundo de los sueños, de la fantasía y va más allá de la realidad. Los surrealistas reflejan de forma rápida, las primeras ideas que les pasa por la mente sin intentar pensar o razonar sobre ellas. De alguna manera se consideran ideas que les aparecen de forma automática sin llegar a transformarlas usando su razón.
De esta forma aparecen obras disparatadas pero que, curiosamente, todo el mundo, de alguna manera las entiende.
ÓSCAR DOMÍNGUEZ
SURREALISMO CANARIO
Óscar Domínguez (San Cristóbal de La Laguna, 3 de enero de 1906 – París, 31 de diciembre de 1957) fue un pintor surrealista canario perteneciente a la generación del 27.
El surrealismo español tiene en Óscar Domínguez a uno de sus representantes más importantes.
Monumento homenaje a Óscar Domínguez en el núcleo urbano de Tacoronte (Santa Cruz de Tenerife, España). Autor: Medín Martín. Fotografía: Héctor García Suárez
Perteneciente a la poética generación del 27, Óscar Manuel Domínguez Palazón nació en Tenerife, Islas Canarias, donde pasa su infancia. A los tres años el chaval contrae el mal de San Vito, que le ocasionó la pérdida del habla y una parálisis que lo tuvo postrado durante dos años. En este tiempo sólo podría realizar movimientos involuntarios. No llegará a recuperarse totalmente hasta los cinco años de edad.
Miles de anécdotas pueblan su infancia, que será una mina de oro de recuerdos casi mitológicos para su producción artística.
De adolescente se va a a París como oficinista, pero le pueden las juergas nocturnas de la ciudad de la luz. Vuelve a Tenerife para hacer el servicio militar y expone sus primeras obras. Además, se sabe que falsificó algún que otro cuadro de los impresionistas para ganar algún dinero, pero París se convertirá en la ciudad que lo inspira, lo cuida como artista y lo estimula para seguir pintando. En esta ciudad se establece definitivamente cuando Franco y sus compinches ganan la guerra en su país.
Pero antes, en los años 30, sus cuadros ya son muy alabados como paisajes interiores, con protagonistas como la infancia, el sueño, el sexo… En definitiva, una pintura surrealista que se aparta del «realismo» de Dalí. Una pintura llena de humor y poesía quizás para aliviar el vértigo interior.
Se puede detectar en su obra ese espíritu imaginativo, violento y atormentado que tenía en su vida. De ahí su automatismo (sobre todo en la llamada «Etapa cósmica» del autor) y su resistencia a permanecer quieto en un mismo estilo, género o incluso disciplina artística: fue también escultor, ceramista y hasta diseñador de vestuario. Pasó por la pintura metafísica, la abstracción, el estilo picassiano, siempre siendo él mismo, siempre explotando su riquísimo subconsciente.
Como miembro importantísimo del grupo surrealista parisino, llega el punto en que rompe con ellos. Casi prefiere andar con su compatriota Picasso y ser como él: libre de militancia artística. En París es respetado por el resto de artistas, por la flor y nata del arte europeo.
Óscar Domínguez era aficionado a la bebida, y en no pocas ocasiones la armaba parda: llegó a disparar su revolver en la calle y de sobras es sabido que le quitó un ojo a Victor Brauner, asumimos que por accidente, aunque Brauner se lo tomó bastante bien. Tras comas etílicos, estancias forzadas en psiquiátricos y demás desventuras alcohólicas, Domínguez decidió suicidarse cortándose las muñecas y los tobillos.
(CC) Miguel Calvo Santos, 01-05-2019
A sus tres años, Domínguez contrae a su vez la corea de Sydenham, conocida popularmente como «mal de San Vito», tras el susto ocasionado por el encuentro con un perro. Los síntomas fueron la pérdida del habla y una parálisis que lo tuvo postrado durante dos años. En este tiempo solo podría realizar movimientos involuntarios. No llegará a recuperarse totalmente hasta los cinco años de edad.
La pianista polaca Roma Damska era la amante de Óscar Domínguez en 1933. Con ella pasó unos meses en Tenerife mientras preparaba la exposición con la que triunfaría en los círculos surrealistas de París, y decidió pintarla sin manos. O mejor dicho, con unas manos independientes que tocan por ella para que Roma sólo tenga que posar, bella como la Venus de Milo.
Elementos como por ejemplo las referencias a las Islas Canarias que vieron nacer al artista, sus influencias en esos años surrealistas (la más evidente: Dalí y su “Alucinación parcial. Seis apariciones de Lenin sobre un piano de cola”), o la documentación de su amor por Roma, a la que proféticamente le acabarían arrebatando sus manos al ser asesinada en un campo de concentración nazi por ser judía.
La hermosísima pianista manca posa con los brazos amputados, pero sus manos tocan el piano envueltas en una especie niebla surrealista. Es una escena de violencia típica de Óscar Dómínguez. Una violencia casi erótica en un sueño extraño y fascinante en la que no falta ni el humor negro ni la fuerza poética del artista.
Escrito por: Miguel Calvo Santos
León Bicicleta - La decalcomanía o el «automatismo absoluto». 1936
La decalcomanía fue, sin duda, la mayor aportación de Óscar Domínguez al Surrealismo. El mismísimo André Bretón la calificó de «automatismo absoluto».
El procedimiento no puede ser más sencillo: sobre una hoja de papel blanco satinada se extiende cierta cantidad de aguada negra; encima de esa primera hoja se coloca ahora una segunda, que se levantará después de hacerse una leve presión. El procedimiento puede repetirse tantas veces como se desee hasta que la tinta se seque del todo. Las imágenes resultantes, manchas bizarras surgidas del mismo subconsciente del artista, nos transportan a paisajes delirantes, a las profundidades del mar o incluso al insondable espacio exterior.
Era habitual que las manchas se modificaran de alguna forma cuando acabara el proceso de reimpresión, como en esta obra, en que un león y una bicicleta se han fusionado para dar lugar a un híbrido enjaulado entre los bordes del papel.
Domínguez «inventó» esta técnica entre 1934 y 1936, aunque los juegos consistentes en extender tinta sobre papel existían ya desde la Antigüedad. Domínguez formalizó de alguna manera lo que antes había sido tan solo una diversión, convirtiéndola en un ejercicio artístico surrealista de pleno derecho capaz de transportar al espectador hasta el mundo de los sueños.
Fuente: Álvaro García Moreno -
Título original: Papillons perdus dans la montagne
Museo: Museo Reina Sofía, Madrid (España) 1934
París se convirtió en la capital del arte y en el hogar de muchos de los artistas en el siglo XX y para Óscar no fue menos. Su etapa en tierras francesas ha sido la más valorada y conocida, no obstante, aunque estuviera en su hogar artístico echaba de menos su tierra y es precisamente la melancolía, lo que retrata en esta obra.
Por un lado, encontramos una escena en un fondo neutro en la que hay un único motivo: una gran montaña con dos mujeres —mirando contemplativamente y dando la espalda al espectador— que caminan por ella a una caja de mariposas. Asimismo, con esta configuración vemos como el artista quiere centrar la atención del visitante en un único elemento.
La gran montaña que escalan las mujeres se podría entender que representa el Teide, aunque de una forma distorsionada y deformada recordando a las litografías inglesas (él las coleccionaba). Las mujeres que se encuentran ascendiendo por ella, a juzgar por su indumentaria podría interpretarse que figura a los antepasados tinerfeños, es decir, el pueblo aborigen guanche. Aunque también esa misma mujer podría representar a su criada, quien le contaba las historias de los guanches.
Por otro lado, la caja de mariposas hace referencia a su padre, por lo que se podría entender que la actitud que presentan estas mujeres, hace remisión a la admiración de Óscar hacia su padre y su tierra.
Por último, la mujer más cercana al espectador —y por ende más lejos de las mariposas— presenta una unión con las mismas, como si Óscar tratara de anunciarnos que a pesar de estar lejos de su tierra y sus seres queridos, nunca estará muy lejos, siempre habrá algo que le una a dónde procede.
«¿Mi actitud frente al Surrealismo? Ruptura completa con Breton y el grupo surrealista que prácticamente murió al principio de esta guerra de 1939.»
Ruptura con el Grupo Surrealista
Aproximación a Picasso
Durante todo este periodo «hay, naturalmente, una importante evolución en Domínguez. La influencia de Picasso es ciertamente visible tanto en la manera como en los temas.
Se conocen aproximadamente 450 trabajos catalogados de Óscar Domínguez en el ámbito de la pintura y de la ilustración, de entre los cuales al menos 300 consistirían en obras al óleo principalmente sobre lienzo o tabla; se estima a su vez que de la producción al óleo realizada por el tinerfeño 120 cuadros corresponderían al periodo inscrito entre los años 1946 y 1949.
Esta pintura, una de las más emblemáticas de Óscar Domínguez junto a “Máquina de coser electrosexual” realizada en 1934, perteneció al poeta Pedro García Cabrera, cofundador de la prestigiosa revista Gaceta de Arte. En “Cueva de guanches”, Domínguez parece aplicar ortodoxamente los principios del movimiento surrealista, ordenando la composición en dos bandas horizontales muy claramente delimitadas. En la zona superior, la correspondiente al mundo de lo racional, un pescador (posiblemente se trate de un autorretrato) sostiene su caña de espaldas al espectador.
Si observamos con detenimiento, la parte inferior del lienzo está ocupada por seres deformes y metamórficos que representan las visiones del subconsciente. El punto de conexión entre ambos estratos mentales parece ser el abrelatas que reposa tras el pescador, mientras que el recuerdo del pasado aborigen de las Islas Canarias se adivina en la esquematizada figura esbozada a la izquierda, sobre una mancha rojiza.
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