martes, 25 de octubre de 2016

(2) La tradición de lo fantástico en el arte - (Arte y magia de la antigüedad) - El embalsamamiento - Heródoto - Nefertiti - Akenatón - Tutankamón

El embalsamamiento es una práctica que utiliza generalmente sustancias químicas, en especial resinas o bálsamos, y cuyo objetivo es preservar la integridad de los cadáveres, evitando su putrefacción.

En el antiguo Egipto enterraban, inicialmente, a sus muertos en la caliente arena del desierto, en recipientes con hierbas, lo que provocaba que los restos se disecaran rápidamente, previniéndolos así de la descomposición; posteriormente eran sepultados. Más tarde, comenzaron a construir mastabas de adobe, e idear el complejo proceso de la momificación y los rituales asociados con el entierro que dieron origen a los ritos funerarios.

Momia egipcia embalsamada.
La práctica se originó debido a la creencia en la inmortalidad del espíritu humano, según la mitología egipcia, dando lugar al desarrollo del embalsamamiento y la momificación, para poder preservar la identidad del individuo en el más allá, de acuerdo con sus costumbres. También creían que para pasar con éxito el Juicio de Osiris, el cuerpo debía conservarse intacto. Descubren que el cuerpo simplemente enterrado no tarda en estropearse y buscando una razón con el tiempo dan con la solución: el cuerpo tiene mucha agua lo que hace que se descomponga con facilidad.

Gato egipcio embalsamado.
Aprendieron a extraer del cuerpo los órganos, la sangre y todo aquello que facilitase su descomposición, al final los enterraban en la arena del desierto y después de un tiempo empezaron a tratarlo con natrón, lo que era mucho más costoso e hizo que hubiera dos tipos de enterramientos: los de aquellos que tenían pocos bienes y los de aquellos que tenían mucho, o lo suficiente como para permitirse un mineral tan "raro" como el natrón. Uno de los peores castigos era tirar el cuerpo al agua o arrojarlo al fuego, haciendo imposible la inmortalidad de esa persona.

Además debían comportarse en vida, lo cual se comprobaba con una balanza en la que se colocaban el corazón (los actos) y la pluma (la justicia), si el corazón pesaba lo mismo o menos era una persona pura y se le otorgaba la inmortalidad, si no era una persona pura su corazón era comido por Ammyt, «la que destruye los malvados», representada normalmente sentada y es el nombre egipcio del normalmente denominado «devorador». Estaba compuesto por una parte leona, una parte hipopótamo y otra parte cocodrilo.
El natrón es un mineral de la clase 05 (minerales carbonatos y nitratos), según la clasificación de Strunz. Se forma en ambiente de lago rico en sodio, acumulándose en sus márgenes o bien como un precipitado en el fondo del lago durante las épocas de frío; también se ha encontrado como eflorescencia en lavas. Hay importantes yacimientos en Egipto y Rusia.
Heródoto, el historiador griego del siglo V a. C., en su Historia, Libro II, Euterpe, expone el modo de embalsamamiento egipcio:
  • LXXXVII. Otra es la forma con que preparan el cadáver los que, contentos con la medianía, no gustan de tanto lujo y primor en este punto. Sin abrirle las entrañas ni extraerle los intestinos, por medio de unos clísteres llenos de aceite de cedro, se lo introducen por el orificio, hasta llenar el vientre con este licor, cuidando que no se derrame después y que no vuelva a salir. Adóbanle durante los días acostumbrados, y en el último sacan del vientre el aceite antes introducido, cuya fuerza es tanta, que arrastra consigo en su salida tripas, intestinos y entrañas ya líquidas y derretidas. Consumida al mismo tiempo la carne por el nitro de afuera, sólo resta del cadáver la piel y los huesos; y sin cuidarse de más, se restituye la momia a los parientes. 
  • LXXXVIII. El tercer método de adobo, de que suelen echar mano los que tienen menos recursos, se deduce a limpiar las tripas del muerto a fuerza de lavativas, y adobar el cadáver durante los setenta días prefijados, restituyéndole después al que lo trajo para que lo vuelva a su casa. 
  • LXXXIX. En cuanto a las matronas de los nobles del país y a las mujeres bien parecidas, se toma la precaución de no entregarlas luego de muertas para embalsamar, sino que se difiere hasta el tercero o cuarto día después de su fallecimiento. El motivo de esta dilación no es otro que el de impedir que los embalsamadores abusen criminalmente de la belleza de las difuntas, como se experimentó, a lo que dicen, en uno de esos inhumanos, que se llegó a una de las recién muertas, según se supo por la delación de un compañero de oficio


Evolución de creencias 
Los faraones de las primeras dinastías fueron considerados inmortales y eran los únicos seres que podrían seguir viviendo en el más allá. Posteriormente, los nobles y los altos jerarcas se consideraron merecedores de disfrutar de vida eterna, adoptando también rituales similares de momificación y enterramiento, extendiéndose esta facultad a la mayoría de la población con el paso de los siglos, al evolucionar los sistemas de creencias religiosas. En la Biblia, se menciona que tanto el patriarca Jacob como su hijo el visir José fueron embalsamados tras sus respectivos fallecimientos (Génesis 50:2,3,26 ) aunque los hebreos no llevaban a cabo dicha práctica funeraria. 

Nefertiti
(c. 1370 a. C.-c. 1330 a. C.) fue una reina (Consorte Real) de la dinastía XVIII de Egipto, Gran Esposa Real de Akenatón (Akenatón). Su nombre egipcio, nfr.u itn, nfrt.y.ty, se traduce como «Bondad de Atón, la bella ha llegado».

Busto de Nefertiti en el Neues Museum, Berlín.
Su belleza fue legendaria, pero tras su imagen sublime parece que su papel político y religioso en el desarrollo de la experiencia amarniana fue fundamental.

Su reinado se distingue por la frecuencia con que se realizaron representaciones monumentales que evocaban a la pareja real en la intimidad, y en especial la proximidad de sus hijas (jamás antes de esa época el arte oficial había representado a los soberanos en escenas familiares y privadas).

Aunque algunos egiptólogos creyeron que fue la que reinó con el nombre de Semenejkara, no se ha demostrado que sucediera a Ajenatón (Akenatón) tras su muerte. Sería más verosímil hablar de reinado en colaboración parcial entre Ajenatón y su gran esposa real. Tampoco se ha podido demostrar que sobreviviera a su real esposo y, por tanto, que ella fuese Semenejkara.

Akenatón

Amenhotep III y Tiy con la princesa Henuttaneb.
Ajenatón fue hijo de Amenhotep III y de la reina Tiy, la Gran Esposa Real. 
También conocido como Ajenatón, Akhenatón o Akenatón, Amenhotep IV o Amenofis IV, fue el décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Su reinado está datado en torno a 1353-1336 a. C. y pertenece al periodo denominado Imperio Nuevo de Egipto. Hacia el cuarto año de su reinado, cambió su nombre a Neferjeperura Ajenatón.

Escultura de Akenatón en el conocido como estilo de Amarna. Museo Egipcio de El Cairo.
Dentro de la historia del Antiguo Egipto, su reinado inicia el denominado Período de Amarna, debido al nombre árabe actual del lugar elegido para fundar la nueva capital: la ciudad de Ajetatón, esto es, «Horizonte de Atón». Es célebre por haber impulsado transformaciones radicales en la sociedad egipcia, al convertir al dios Atón en la única deidad del culto oficial del Estado, en perjuicio del, hasta el momento, predominante: el culto a Amón. Es el primer reformador religioso del que se tiene registro histórico. Su reinado no sólo implicó cambios en el ámbito religioso, sino también reformas políticas y artísticas.

Iconografía de Atón.
Anjenatón, Nefertiti y sus hijas (Dios Aton)
Relieve en caliza, que probablemente formaba parte de un altar de adoración familiar. Akenatón sostiene a su primogénita Meritatón y enfrente, Nefertiti sostiene en el regazo a su segunda hija, Meketatón, quien fallecería prematuramente y por último su tercera hija Anjesenpaatón, quien se desposaría posteriormente con Tutanjatón (Tutankamón).
Aunque tardíamente descubierto y todavía poco conocido, está considerado por muchos historiadores, arqueólogos y escritores como uno de los faraones más interesantes.

Tutankamón

Máscara funeraria de Tutankamón en el Museo Egipcio de El Cairo. Realizada en oro batido con incrustaciones de pasta de vidrio y turquesas, es la imagen más conocida del arte del Antiguo Egipto.
El joven rey Tutankamón. Talla en madera policromada.
Fue un faraón perteneciente a la dinastía XVIII de Egipto, que reinó de 1336 a 1327 a. C. Su nombre original, Tut-anj-Atón, significa «imagen viva de Atón», mientras que Tut-anj-Amón significa «imagen viva de Amón». Es posible que Tutankamón sea el rey Nibhurrereya de las cartas de Amarna, y probablemente el monarca denominado Ratotis, Ratos o Atoris, que reinó nueve años, según los posteriores epítomes de la obra de Manetón.


Las Cartas de Amarna, llamadas también Correspondencia de Amarna, son un archivo de correspondencia, en su mayor parte diplomática, grabada en tablillas de arcilla, entre la administración egipcia y no solo sus semejantes en Canaán, Amurru, Mittani y Babilonia, sino también con estados vasallos en Siria. Estas cartas fueron encontradas en Amarna, ciudad del Alto Egipto, el nombre moderno de la capital del Imperio Nuevo del Antiguo Egipto, Ajetatón, fundada durante el reinado del faraón Amenhotep IV, también llamado Ajenatón (ca. 1350 - 1330 a. C.)
Si bien formalmente se define que la Dinastía XVIII finaliza con el reinado de Horemheb, se puede afirmar con un alto grado de certeza que el joven Tutankamón fue el último faraón de sangre real de la dinastía. Ascendió al trono después del periodo de Amarna y devolvió a los sacerdotes de Amón la influencia y el poder que habían poseído antes de la revolución religiosa y política de Akenatón. Durante su corto reinado estuvo en manos de Ay y Horemheb, que se repartieron el poder: Ay administró Egipto y Horemheb manejó el ejército.

Anillo portando el Nombre de Trono: Neb-Jeperu-Ra.
El joven rey Tutankamón ofrendando a la divina pareja: el dios Ptah y a su izquierda su consorte Sejmet. El retorno a los ritos tradicionales después del interludio de Amarna.
Su reinado se caracterizó por un retorno a la normalidad en el plano socio-religioso después del interludio protagonizado por el monoteísmo de Akenatón.

El joven rey Tutankamón, cazando con arco, portando la corona Jepresh junto a su esposa Anjesenamón, la hija de Ajenatón y Nefertiti.
Escena íntima entre el rey y su Gran Esposa Real. La herencia artística de Amarna siguió vigente durante su reinado. Incluso el dios caído Atón brinda sus rayos protectores dando vida al igual como lo hacía con Ajenatón y Nefertiti. Detalle del respaldo del Trono ceremonial de Tutankamón.
El descubrimiento de su tumba casi intacta ha permitido conocer la sofisticación de la vida de los faraones en el 1300aC. Esta silla de cedro con el respaldo tallado con el dios de la eternidad Heh pertenecía a su ajuar funerario.
Entre las joyas de su tumba, se encontraba este pectoral del rey. Era común utilizar imágenes de los jeroglíficos para construir joyas con el nombre del rey. En ésta es identificable, Neb Jeperu Ra, el nombre del trono de Tutankamón: la barca solar define el jeroglífico Neb, el escarabajo en el centro la palabra Jeper que, junto con las tres flores de loto de la base del pectoral se transforma en el plural Jeperu y el disco solar de la parte superior es Ra.
Tutankamón no fue un faraón notable ni conocido en épocas antiguas; el tamaño relativamente pequeño de su tumba (KV62) fue la razón de que no fuera descubierta hasta el siglo XX. Howard Carter la encontró intacta en 1922. Su descubrimiento y los tesoros encontrados en ella tuvieron cobertura mundial en la prensa y renovaron el interés del público por el Antiguo Egipto, convirtiéndose la máscara funeraria del faraón en la imagen más popular. El hallazgo de su tumba, casi intacta, fue un aporte fundamental para la comprensión de la historia y cultura egipcia. Posibilitó sacar a la luz una cantidad apreciable de joyas, muebles, armas y variados utensilios; permitiendo esto ampliar el conocimiento de la civilización egipcia.

Monumental estatua de Tutankamón al modo tradicional del arte egipcio.
Tumba de Tutankamón, la más conocida de todo el Valle.
Howard Carter examina el sarcófago de Tutankamón en 1923, meses después de su descubrimiento.
Howard Carter (Kensington, Londres, 9 de mayo de 1874-ibídem, 2 de marzo de 1939) fue un célebre arqueólogo y egiptólogo inglés mundialmente conocido por descubrir en 1922 la tumba del rey Tutankamón (Tut-Anj-Amón), en el Valle de los Reyes, frente a Luxor, Egipto

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