- (Hijos) - Júpiter - Neptuno - Plutón
Plutón
En la mitología romana, Plutón era el dios del inframundo. Su equivalente en la mitología griega era Hades, aunque Plutón era más benigno. En cuanto a la etimología del nombre se le confunde con el de Pluto (en griego antiguo Πλοῦτος Ploutos), el dios griego de las riquezas.
Plutón era hijo de Saturno y Ops, y esposo de Proserpina, a quien raptó para casarse con ella. La madre de Proserpina, Ceres, se afligió tanto que provocó el invierno.
Su palacio se ubica en mitad del Tártaro, donde como soberano vela por la administración de su estado y dicta sus inflexibles leyes. Sus súbditos, sombras ligeras y miserables, son tan numerosos como las olas del mar y las estrellas del firmamento: todo lo que la muerte cosecha sobre la Tierra vuelve a caer bajo el cetro de este dios, aumentando su riqueza o convirtiéndose en su presa. Desde el día en que inauguró su reino, ni uno de sus ministros infringió sus órdenes, ni uno de sus súbditos intentó una rebelión. De los tres dioses soberanos que controlan el mundo, él es el único que nunca ha de temer la insubordinación o la desobediencia y cuya autoridad se reconoce universalmente.
Mito: Ceres, diosa de la Agricultura, la Cosecha y de la Fertilidad, tenía una hija, Proserpina, cuyo padre era Júpiter (a la sazón, primo de Ceres…) Proserpina era una mujer muy bella, Plutón, el señor del Inframundo, quedó terriblemente prendido de ella. Plutón salió del volcán del Etna con su carro tirado por cuatro caballos negros y la raptó, para desposarla en el Hades y convertirla en la Reina del Inframundo. Ante la desaparición de su hija, Ceres vagó por el mundo, abandonó el cuidado de los cultivos, provocando que estos no crecieran ni diesen fruto y tornando en desierto aquellos rincones por los que vagaba en busca de Proserpina.
Detrás del carro corría Cancerbero, su perro de tres cabezas.
Preocupado por la pérdida de vitalidad de la vegetación, Júpiter mandó a Mercurio al Inframundo para negociar el rescate de Proserpina. Una vez allí, Plutón accedió a liberar a Proserpina, pero esta había comido cuatro semillas de granada, que era un símbolo de fidelidad matrimonial en Roma, por lo que Proserpina debía repartir su tiempo entre el Inframundo y la tierra. De este modo, el tiempo que Proserpina pasaba junto a Ceres, esta estaba contenta, los cultivos crecían y daban frutos, pero cuando Proserpina estaba junto a Plutón, la tristeza de Ceres provocaba que los cultivos no crecieran, ni dieran frutos. Cuando madre e hija estaba juntas, llegaba la primavera y el verano, mientras que cuando Plutón gozaba de la presencia de Proserpina, era la invierno. Para despedir a su hija, Ceres coloreaba el mundo de sus colores favoritos, el naranja y el amarillo, era el Otoño.
Cerbero
Caronte
En la mitología griega, Caronte o Carón (‘brillo intenso’) era el barquero de Hades, el encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte si tenían un óbolo para pagar el viaje, razón por la cual en la Antigua Grecia los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua. Aquellos que no podían pagar tenían que vagar cien años por las riberas del Aqueronte, tiempo después del cual Caronte accedía a portearlos sin cobrar.
Aunque con frecuencia se dice que porteaba las almas por la laguna Estigia, como sugiere Virgilio en su Eneida, según la mayoría de las fuentes incluyendo a Pausanias y más tarde Dante el río que en realidad transitaba Caronte era el Aqueronte.
Caronte era el hijo de Érebo y Nix. Se le representaba como un anciano flaco y gruñón de ropajes oscuros y con antifaz (o, en ocasiones, como un demonio alado con un martillo doble) que elegía a sus pasajeros entre la muchedumbre que se apilaba en la orilla del Aqueronte, entre aquellos que merecían un entierro adecuado y podían pagar el viaje (entre uno y tres óbolos).
La temática mitológica de Caronte y la laguna Estigia también fue recurrente durante el Romanticismo pictórico del siglo XIX y el prerrafaelismo. El gran grabador francés Gustav Doré realizó una ilustración para la edición inglesa de la Divina Comedia de Dante (Editorial Grant & Co) que es una de las más célebres ilustraciones de esta obra. Dentro de la producción española, podemos destacar la obra de José Benlliure La barca de Caronte, de carácter expresionista.
Gustav Doré, Ilustraciones para la Divina Comedia, 1867 |
Zeus = Latona
- Hijos - Apolo - Diana
Desde su olímpico trono, Zeus, padre de dioses y de hombres, es el soberano de las alturas,"el que amontona las nubes", lanza el rayo y administra la Justicia. Tan sólo contra el Destino no puede combatir.
Su carácter enamoradizo le llevo a unirse tanto con diosas como con mujeres mortales, por lo que muchas grandes familias pretendieron contar entre sus antepasados con algun hijo de Zeus/Jupiter. En él se da como en ningún otro dios la mezcla de lo sublime y de lo frívolo.
El mito de Apolo y Marsias
Apolo y Dafne
El conjunto escultórico de Apolo y Dafne fue realizado por el escultor y arquitecto Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), una de las figuras más importantes de la escultura barroca italiana. Aun siendo una de las obras de juventud de Bernini ya se puede observar en ella la maestría de este artista en el campo escultórico. La obra, de bulto redondo, que hoy en día se conserva en la galería Borghese de Roma, fue realizada en mármol blanco para los jardines de la villa de recreo del cardenal Scipione Borghese.
El tema que Bernini desarrolla procede de las Metamorfosis de Ovidio: Apolo, dios del sol y de la música, se consideraba a sí mismo un gran cazador. Movido por la soberbia se atrevió a burlarse del joven Eros, dios del amor, por jugar con un arco y una flecha siendo tan niño. Como venganza Eros le lanzó a Apolo una flecha dorada que enamoró locamente al dios de la ninfa Dafne, sin embargo ésta fue herida por Eros con una flecha de plomo que hizo florecer en la ninfa el desdén y horror hacia Apolo. Apolo, locamente enamorado de la joven corrió tras ella, a la vez que ésta huía despavorida. Cuando la joven ya no pudo más pidió auxilio a su padre, el río Peneo de Tesalia. Tan pronto como Dafne terminó su plegaria sus extremidades se entorpecieron y comenzó a brotar por todo su cuerpo una fina corteza convirtiéndose en laurel. Apolo terriblemente desolado, se abrazó al árbol y juró convertirlo en su árbol predilecto y coronar la cabeza de aquellos que salieran victoriosos de cualquier lance con sus ramas.
Diana
En la mitología romana, Diana era la diosa virgen de la caza, protectora de la naturaleza y la Luna. Su diosa griega equivalente en la literatura es Artemisa, si bien en cuanto a culto era de origen itálico.
Mito: Nacida poco antes que su hermano mellizo Apolo en la isla de Ortigia (luego llamada Delos), Diana era hija de Júpiter y Latona. Siendo testigo de los dolores del parto de su madre, concibió tal aversión hacia el matrimonio que pidió y obtuvo de su padre la gracia de guardar perpetua virginidad, como su hermana Minerva. Por esta razón estas dos diosas recibieron del oráculo de Apolo el nombre de «vírgenes blancas».
El propio Júpiter la armó con arco y flechas y la hizo reina de los bosques. Le dio como comitiva un numeroso grupo de hermosas ninfas que debían hacer votos de castidad, y con quienes se dedicaba a la caza, su ocupación favorita.
Diana era grave, severa, cruel e incluso vengativa.
También fue la perdición del pastor Acteón, que la vio bañándose desnuda junto a sus ninfas, por lo que Diana lo transformó en venado e hizo que sus propios perros de caza lo devorasen. En otra ocasión, en un acceso de celos, taladró con sus flechas e hizo fallecer cruelmente a Orión.
Se enamoró, aunque sólo platónicamente, del pastor Endimión, a quien besaba cuando dormía tan suavemente que no se despertaba.
Mirón, Atenea y Marsias, Copia romana. |
El conjunto escultórico de Apolo y Dafne fue realizado por el escultor y arquitecto Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), una de las figuras más importantes de la escultura barroca italiana. Aun siendo una de las obras de juventud de Bernini ya se puede observar en ella la maestría de este artista en el campo escultórico. La obra, de bulto redondo, que hoy en día se conserva en la galería Borghese de Roma, fue realizada en mármol blanco para los jardines de la villa de recreo del cardenal Scipione Borghese.
El tema que Bernini desarrolla procede de las Metamorfosis de Ovidio: Apolo, dios del sol y de la música, se consideraba a sí mismo un gran cazador. Movido por la soberbia se atrevió a burlarse del joven Eros, dios del amor, por jugar con un arco y una flecha siendo tan niño. Como venganza Eros le lanzó a Apolo una flecha dorada que enamoró locamente al dios de la ninfa Dafne, sin embargo ésta fue herida por Eros con una flecha de plomo que hizo florecer en la ninfa el desdén y horror hacia Apolo. Apolo, locamente enamorado de la joven corrió tras ella, a la vez que ésta huía despavorida. Cuando la joven ya no pudo más pidió auxilio a su padre, el río Peneo de Tesalia. Tan pronto como Dafne terminó su plegaria sus extremidades se entorpecieron y comenzó a brotar por todo su cuerpo una fina corteza convirtiéndose en laurel. Apolo terriblemente desolado, se abrazó al árbol y juró convertirlo en su árbol predilecto y coronar la cabeza de aquellos que salieran victoriosos de cualquier lance con sus ramas.
En la mitología romana, Diana era la diosa virgen de la caza, protectora de la naturaleza y la Luna. Su diosa griega equivalente en la literatura es Artemisa, si bien en cuanto a culto era de origen itálico.
Diana de Versalles, copia romana del original griego atribuido a Leocares (Museo del Louvre, París). |
El propio Júpiter la armó con arco y flechas y la hizo reina de los bosques. Le dio como comitiva un numeroso grupo de hermosas ninfas que debían hacer votos de castidad, y con quienes se dedicaba a la caza, su ocupación favorita.
Diana era grave, severa, cruel e incluso vengativa.
También fue la perdición del pastor Acteón, que la vio bañándose desnuda junto a sus ninfas, por lo que Diana lo transformó en venado e hizo que sus propios perros de caza lo devorasen. En otra ocasión, en un acceso de celos, taladró con sus flechas e hizo fallecer cruelmente a Orión.
Se enamoró, aunque sólo platónicamente, del pastor Endimión, a quien besaba cuando dormía tan suavemente que no se despertaba.
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