La Caída del Imperio romano de Occidente (también llamada la caída del Imperio romano o la caída de Roma) fue el período de declive del Imperio romano de Occidente en que perdió la autoridad de ejercer sus reglas, y su vasto territorio fue dividido en numerosas entidades políticas. La característica principal de la caída fue la pérdida de la capacidad del estado romano de ejercer dominio, tanto de sus fuerzas armadas como de su administración civil. Este artículo comienza con una explicación de las fuerzas que le habían permitido al Imperio romano ejercer un control efectivo; historiadores modernos mencionan factores que incluyen la eficiencia y el tamaño del ejército, la salud y el tamaño de la población romana, el poder de la economía y la eficiencia de la administración civil. El aumento de la presión de los "bárbaros" fuera de la cultura romana contribuyó en gran medida al colapso.
Mapa animado de la República e Imperio romano entre 510 a. de C. y 530 d. de C. República Imperio Imperio Oriental/Bizantino Imperio de Occidente |
Fraccionamiento del Imperio romano el año 271. |
Busto de la estatua colosal de Constantino en la Basílica Nova de Roma (Museos Capitolinos). |
Flavio Valerio Aurelio Constantino (Naissus, 27 de febrero de c. 272 – Nicomedia, Bitinia y Ponto, 22 de mayo de 337) fue Emperador de los romanos desde su proclamación por sus tropas el 25 de julio de 306, y gobernó un Imperio romano en constante crecimiento hasta su muerte. Se le conoce también como Constantino I, Constantino el Grande o, en la Iglesia ortodoxa, las Iglesias ortodoxas orientales y la Iglesia católica bizantina griega, como san Constantino.
Legalizador de la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313, Constantino es conocido también por haber refundado la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía), llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino). Convocó el Primer Concilio de Nicea en 325, que otorgó legitimidad al cristianismo en el Imperio romano por primera vez. Se considera que esto fue esencial para la expansión de esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesarea hasta nuestros días, le presentan como el primer emperador cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se encontraba en su lecho de muerte, tras un largo catecumenado.
El torso de Belvedere es un fragmento de la estatua de un desnudo masculino firmado por el escultor ateniense Apolonio de Atenas. La estatua fue descubierta en su estado actual en el Campo de' Fiori (campo de las flores) durante el papado de Julio II (1503-1513). Se creía que se trataba de un original del siglo I a. C. pero en la actualidad se estima que se trata de una copia de una estatua más antigua, probablemente datada en el siglo II a. C.
La estatua completa representaría a esta figura humana sobre un animal, aunque a qué personaje corresponde exactamente todavía se discute: es posible que sea Hércules, Polifemo o Marsias, entre otros. La retorcida pose del torso y su extraordinariamente bien representada musculatura tuvo un gran influencia en posteriores artistas (incluidos Miguel Ángel y Rafael Sanzio) del Renacimiento, y otros artistas del Manierismo y Barroco
El torso de Belvedere |
En la actualidad la estatua forma parte de la colección del Museo Pío-Clementino de los Museos Vaticanos. El nombre de "Belvedere" deriva del Cortile del Belvedere (patio de Belvedere) donde la estatua fue inicialmente expuesta. El torso no debe ser confundido con el también famoso Apolo de Belvedere de la misma colección.
Erigió estatuas en su honor a ambas orillas del Mediterráneo, desde el Cáucaso hasta Hispania. Acuñó monedas de curso legal con su efigie. Construyó templos por doquier dedicados a la nueva deidad. Levantó un mausoleo, el Antinoeion, en la Villa Adriana, en la colina del Tívoli, cerca de Roma. Instituyó juegos y fiestas en su honor. Fundó y edificó una ciudad entera, Antinóopolis, en el mismo lugar en el que su adorado amante había pasado a mejor vida. Hasta dio nombre a una constelación para poder verle con sólo alzar la vista hacia los cielos en las largas noches que siguieron a su desaparición.
Antínoo como Osiris. Hallado en la Villa Adriana; hoy en el Louvre. |
Publio Elio Adriano (Itálica o Roma, de enero de 76-Bayas, 10 de julio de 138), conocido oficialmente durante su reinado como Imperator Caesar Divi Traiani filius Traianus Hadrianus Augustus, y Divus Hadrianus tras su deificación, comúnmente conocido como Adriano, fue emperador del Imperio romano (117-138). Miembro de la Dinastía Ulpio-Aelia y tercero de los cinco emperadores buenos, así como segundo de los emperadores hispanos, durante su reinado el Imperio alcanzó la mayor extensión territorial de su historia (125). Adriano destacó por su afición a la filosofía estoica y epicúrea.
Nació probablemente en Itálica, en el actual término municipal de Santiponce (Sevilla, España), en el seno de una familia acomodada oriunda del Piceno (Italia) y establecida a fines del siglo III a. C. en dicha ciudad de la Hispania Baetica. Era sobrino segundo por línea materna de Trajano,9 quien, aunque nunca le nombró públicamente su heredero, le dio varias muestras de preferencia durante su reinado, y de acuerdo con lo manifestado por su esposa Pompeya Plotina, lo declaró como tal momentos antes de morir.
WINCKELMANN Y LOS HOMBRES DE MÁRMOL
Johann Joachin Winckelmann ( * Stendal, 9 de diciembre de 1717 - Trieste, 8 de junio de 1768) fue un arqueólogo e historiador del arte alemán.
Retrato de Winckelmann por Anton von Maron Anton von Maron fue un pintor austriaco afincado en Roma. Nació en Viena el 8 de enero de 1733, y murió el 3 de marzo de 1808). |
Puede ser considerado como el fundador de la Historia del Arte y de la arqueología como una disciplina moderna. Resucitó la utopía de una sociedad helénica fundada en la estética a partir del viejo ideal griego de la kalokagathia, esto es, la educación de la belleza y de la virtud con referencia al espíritu neoclásico, siendo así uno de los grandes teóricos del movimiento.
La escultura del clasicismo griego fue para Winckelmann el supremo ideal estético. Diadúmeno de Policleto, versión del Metropolitan Museum de Nueva York. |
El joven Winckelmann había nacido el 9 de diciembre de 1717 en Stendal, una aldea cercana a Brandeburgo (antigua Prusia), ciudad en la que sigue cursos de lengua y cultura griega entre los años 1734 y 1738, sufragando él mismo los estudios que su pobre padre no podía pagarle.Winckelmann ejerce de tutor y profesor y entre 1748 y 1755 llega a ser bibliotecario en el castillo del Conde Von Bünau, en Nöthnitz, cerca de Dresde, que contenía una de las colecciones privadas alemanas más importantes del momento.
De esta manera, Winckelmann va adquiriendo un inmenso bagaje intelectual, que, poco después, tras su conversión al catolicismo y posterior traslado a la Ciudad del Vaticano, le convertirá en el mejor conocedor de los clásicos de su tiempo. Poco antes, ya había escrito su obra Reflexiones sobre el arte griego en la pintura y la escultura, que cosechó un gran éxito en todo el mundo. La primera versión, publicada en Dresde en 1755, fue escrita en caracteres latinos y edición austera, contraria a la ampulosidad del formato barroco al uso.
Frescos de la villa de los misterior (POMPEYA) |
En 1755 el ya católico Winckelmann se dirige a Roma para tomar contacto con las antigüedades clásicas guardadas en el Vaticano. Su estancia en ‘el país de los hombres que aman a los hombres’ o ‘el país de la humanidad’, como él mismo definió a las tierras italianas, le colma de satisfacción cara a consolidar sus tesis clasicistas.
Al tiempo de su llegada a la Ciudad Eterna, la presencia de Winckelmann en la corte vaticana se hace imprescindible, a lo que contribuye la amistad que traba con el cardenal Albani, hombre cultivado y de conocidas tendencias homosexuales. Nobles y principales intentan acercarse a él para que les ilustre acerca del arte de los antiguos y les desvele los misterios de los recientes descubrimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano. Así las cosas, el papa Clemente XIII llega nombrarle Presidente Inspector de las Antigüedades de los Estados Pontificios en 1763.
Winckelmann se convierte en el hombre más solicitado de toda Roma.
En su obra principal, la Historia del Arte de la Antigüedad, publicada en 1764, distingue cuatro fases en el arte griego: estilo arcaico, primer clasicismo (siglo V), segundo clasicismo (siglo IV) y estilo helenístico.
Para Winckelmann, el ideal perfecto de la figura humana se encuentra en los desnudos de Fidias del Partenón, el canon de Policleto, los arquetipos de Praxíteles y los atletas de Lisipo. En sus Reflexiones imagina al hombre espartano como modelo varonil, un cuerpo forjado a golpe de ejercicio físico intensivo, que vive en libertad y es representado por los escultores griegos.
Winckelmann nunca ocultó su pasión por los jóvenes, máxime en una época en la que exponerlo públicamente podía acarrearle a uno rechazo y represalias. En Italia fueron muchos los hombres a los que quiso, si bien destaca por encima de todos ellos Federico Von Berg, un joven aristócrata livonio, a quien trató en Roma y de quien estuvo locamente enamorado, más platónica que carnalmente.
Entre las esculturas griegas estudiadas por Winckelmann destaca el magnífico y conmovedor retrato que hizo del grupo que representa a Laocoonte y sus hijos. Poco podía imaginarse que a él mismo le esperaba un final igualmente trágico. Ocurrió en Trieste, el 8 de junio de 1768, al comienzo de un viaje que emprendió a su tierra germana y que, por tan infausta razón, no pudo completar.
Al parecer, hallándose hospedado en una posada, fue a entablar amistad con un tal Francesco Arcangeli, un delincuente común al que había enseñado unas monedas antiguas que la emperatriz austriaca María Teresa le había regalado. En la misma habitación de Juan Joaquín el individuo le asestó un golpe seco con una navaja que llevaba y que le dejó exhausto entre los estertores de una larga agonía.
La catedral de Trieste acoge los restos de Winckelmann.
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