Si queréis disfrutar a tope de Roma
A todos los viajeros, y yo me incluyo sin reservas, les impresiona el exerior de la basílica de San Pedro. "Parecía inmensa en la distancia --escribía Dickens-- pero clara y decididamente pequeña, en comparación, al acercarse".
La pluma de Goethe destilaba una suerte de misticismo romántico ante la visión del gran templo de la cristiandad:
Que cada uno interprete y valore a su manera las obras de arte. En cuanto a mi, en estas visitas obtuve la idea y el sentimiento de lo que se puede denominar, en el más elevado de los sentidos, la presencia del "poso clásico". Aquí estuvo, está y estará presente la grandeza...La basílica de San Pedro fue concebida sin duda como algo tan grande como un templo antiguo, o incluso aún mayor y más audaz. Ante nosotros se alzaba aquello que una cultura superior era capaz de producir.
Por su parte, mi admirado Stendhal decía:
La plaza, comprendida entre las dos partes semicirculares de la columnata de Bernini, es a mi juicio la más bella que existe. A derecha e izquierda hay dos fuentes siempre funcionando, cuyas aguas, después de subir en surtidor, caen en amplios recipientes. Este rumor tranquilo y continuo resuena entre las columnatas e inclina al ensueño. Las dos fuentes decoran el precioso lugar sin disminuir en nada la majestad. Es simplemente la "perfección" del arte.
El síndrome de Stendhal (también denominado síndrome de Florencia o estrés del viajero) es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar.
Más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, el síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico.
Se denomina así por el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en 1817 en su visita a la basílica de la Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio:
«Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme».
Aunque ha habido muchos casos de gente que ha sufrido vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en la Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX en adelante, no fue descrito como un síndrome hasta 1979, por la psiquiatra italiana Graziella Magherini. Ella observó y describió más de cien casos similares entre turistas y visitantes en Florencia, la cuna del Renacimiento, y escribió acerca de él.
El lugar que ocupa San Pedro fue en los días de Nerón un circo en el que perecieron muchos cristianos y prisioneros echados a las fieras. Aunque sigue abierto el debate sobre si san Pedro fue crucificado y enterrado en San Pietro in Montorio o, por el contrario, en el antiguo circo neroniano, el papa Anacleto, en el siglo I, decidió levantar aquí un oratorio en su recuerdo. Y en el 306, el emperador Constantino el Grande, que concedió la libertada de culto al cristianismo y se hizo bautizar poco antes de su muerte, hizo construir una basílica. El templo de Constantino permaneció en pie diez siglos. El papa Nicolás V decidió demolerlo y construir otro en su lugar. Pero, muerto el pontífice, las obras se detuvieron en 1455, cuando apenas se habín iniciado, quedando convertida la iglesia en un extraño estado intermedio, en parte derruida y en parte acogiendo celebraciones. Por suerte para Roma, en 1503 accedió al papado Julio II, el pontífice que, junto con León X, más amó las artes. Y para el nuevo proyecto Julio contrató a Bramante, quien ideó una cúpula inspirada en la del Panteón de Agripa. No obstante, el pontífice y el arquitecto murieron en 1513 y 1514, respectivamente, cuando sólo se habían levantado cuatro pilares para sostenerla.
Mi recomendación:
Otra vez jugó a favor de la belleza y León X, un Medici florentino, ocupó el trono de San Pedro. El nuevo papa encargó la obra a Giuliano a Sangallo y a Rafael, quienes decidieron reforzar los pilares y dotar a la iglesia de una planta de cruz latina, en lugar de la cruz griega planeada por Bramante.
Murieron el pontífice, envenenado, y Rafael, por "excesos" sexuales, sin terminar las obras, que se reanudaron cuando otro pontífice, Pablo III, encargó el trabajo a Miguel Ángel en 1546, quien realizó un proyecto más ambicioso que los anteriores, basado en las ideas de Bramante pero con mayor envergadura. El artista, sin embargo, murió antes de terminar la cúpula. Por fortuna, su fama y prestigio eran tales que Sixto V prohibió al nuevo arquitecto, Giacomo della Porta, hacer variaciones al proyecto.
Rafael vivía en Borgo, con bastante lujo y en un palacio diseñado por Bramante. Nunca se casó, pero en 1514 se comprometió con María Bibbiena, sobrina del cardenal Médici. Parece que su amigo, el cardenal, forzó el compromiso, y que la falta de entusiasmo del artista no hizo posible los esponsales antes de su muerte en 1520. Según Vasari, su prematura muerte en un Viernes Santo (6 de abril de 1520, posiblemente el día de su aniversario treinta y siete) fue debido a una noche en la cual tuvo excesivas relaciones sexuales con «La Fornarina», tras lo cual enfermó con fiebre, y al no confesarle a los doctores la verdadera causa, no le fue administrado el cuidado correcto, lo que le causó la muerte
La Fornarina, amante de Rafael |
Cumpliendo su solicitud, fue enterrado en el Panteón de Roma.Su funeral fue grandioso y acudió una gran multitud. La inscripción en su sarcófago de mármol, un pareado elegíaco escrito por Pietro Bembo, dice:
"Aquí yace Rafael, por el que en vida temió ser vencida la naturaleza, y al morir él, temió morir ella."
Las Logias de Rafael, pincha aquiLa Ciudad del Vaticano - Basílica de San Pedro - La Plaza de San Pedro - La Cátedra de San Pedro - La Piedad del Vaticano - Giuliano da Sangallo, pincha aqui
La Basílica Papal de Santa María la Mayor de Roma - Domenico Fontana - Carlo Fontana - Capilla Paulina - Capilla Sixtina - La cripta de Belén, pincha aqui
Basílica de San Pablo Extramuros Roma, pincha aqui
Víctor Manuel II - Conde de Cavour - Pío IX - Guerra de Crimea - Guerra de Unificación Italiana - El monumento nacional a Víctor Manuel II, pincha aqui
Pese a ello, el siguiente responsable de la obra, Carlo Maderno, cambió los planos de Miguel Ángel para la fachada, reduciendo su estilo clásico tomado del Panteón. Una pena, pues el templo sería mucho más espectacular de lo que hoy es.
La basílica de San Pedro se concluyó bajo el papado de Pablo V.
En tiempos de Alejandro VII, entre 1656 y 1667, Bernini realizó la magnífica columnata que rodea la explanada.
El baldaquino fue inagurado por Urbano VIII el 29 de junio de 1633. Los cientos de fieles que llenaban el interior de la basílica prorrumpieron en un larguísimo y atronador aplauso al ver la obra. Y el joven Bernini lloró.
Roma no ha dejado de amar al sensual, transgresor y mundano Bernini, el más italiano de todos los artistas de Italia.
Era imposible que Twain pudiese entenderle
Así es Roma: el arte se contempla como algo natural: abunda tanto...
Papas los ha habido de todos los pelajes en la larga historia de su reinado terrenal y espiritual. Y aquí, en este diario, no trato en absoluto de recoger una historia de la Iglesia. Hubo entre ellos fornicadores, inquisidores radicales, asesinos que gustaban de envenenar a sus rivales...; pero, también, pontífices enamorados del arte, príncipes prudentes y justos, hombres benignos y cultos. Lo que sí es cierto es que, hasta hace bien poco, fueron muy escasos los que salieron de los estratos más pobres de la sociedad y menos todavía a media que retrocedemos a siglos anteriores (a excepción de los primeros siglos). Antes bien, pertenecían casi siempre a familias nobles, las más adineradas de Italia: los Borghese (Pablo V), los Medici florentinos (León X), los Borgias españoles (Alejandro VI), los Chigi (Alejandro VII), los Farnese (Pablo III), los Barberini (Urbano VIII), los Della Rovere (Julio II)...
Sin entrar mucho en la bondad o la torpeza de sus mandatos, a dos de ellos, Julio II y su sucesor León X, les cupo el gran mérito de proteger y alentar la obra de genios como Bramante, Rafael y Miguel Angel, lo que no es poca cosa. Ambos fueron decisivos en la obra de la basílica de San Pedro, como ya he contado.
Julio II, que reinó en el Vaticano entre 1503 y 1513 y fue un acérrimo defensor del poder terrenal de la Iglesia, tuvo su mejor premio en la tumba que diseñó para él MiguelÁngel, que se encuentra en la iglesia de San Pietro in Vincoli. El monumento arquitectónico y escultórico contiene la obra más celebrada del artista, su Moisés.
Al lado de Miguel Ángel, otros artistas grandes, como ese genio del Barroco llamado Bernini, incluso llegan a parecernos algo frívolos.
Todos los pontífices, imagino, aspiran a la santidad. julio II no la ganó. Pero quedar esculpido por la mano de Miguel Ángel es, sin duda, una forma maravillosa de lograr la eternidad.
León X gobernó la Iglesia entre 1513 y 1521. Era frívolo de costumbres, muy culto, derrochador, generoso, simpático y, al mismo tiempo, tiránico. Cuando llegó al trono papal organizó un desfile que recorrió toda Roma en el que, según se cuenta, marcharon bufones y panteras, e incluso un elefante blanco. En el banquete que se celebró ese mismo día se sirvieron a los privilegiados comensales 65 platos diferentes.
A este Papa le cabe la "gloria" de haber excomulgado a Lutero y fue también quien estableció la censura eclesial sobre los libros, al determinar que no podía ser publicado ninguno que no contara con la aprobación de la autoridad eclesiástica. Tuvo, sin embargo, un premio excepcional por su probado amor al arte: el retrato que hizo de él Rafael, conservado en la Galería Uffizi de Florencia.
Retrato del Papa León X con los cardenales Giulio de' Medici y Luigi de' Rossi El rostro nos muestra a un hombre hedonista, algo pícaro, seguro de sí e inteligente. |
"Las bellas artes han experimentado tres desgracias --llegó a escribir Stendhal en sus Paseos por Roma-- (...) Se trata de la muerte de Rafael a los 34 años; la de Lorenzo el Magnífico a los 44, y la de León X a los 46".
Alejandro VI (Játiva, Valencia, 1 de enero de 1431 – Roma, 18 de agosto de 1503) fue el papa n.º 214 de la Iglesia católica entre 1492 y 1503. |
El Papa más famoso de toda la historia, después de san Pedro, fue probablemente Rodrigo Borgia, nacido en Játiva (Valencia), que tomó como nombre de pontífice el de Alejandro VI. Yo estoy seguro de que no creía en Dios, en aquel tiempo, El Renacimiento, en el que la mayoría de los príncipes de la curia romana eran ateos y carecían de escrúpulos. "Fue en la Tierra --dice Stendhal-- la menos imperfecta encarnación del Diablo".
Sepulcro de Calixto III y Alejandro VI en Santa María de Montserrat, Roma |
Interior de la capilla de Santiago con la estatua de Jacopo Sansovino |
Fue alumno de Andrea Sansovino, cuyo nombre adoptó cambiando el suyo de nacimiento, Iacobo Tatti o Jacopo Tatti. En 1506 se trasladó a Roma donde se formó con Rafael y se inspiró en Miguel Ángel. En Roma llamó la atención de Bramante y de Rafael e hizo un modelo en cera de la Deposición de Cristo para que usase Perugino.
Rodrigo era sobrino del papa Calixto III, nacido también en Játiva con el nombre de Alonso de Borja, que fue aupado a la silla de san Pedro en 1455 gracias al enorme poder que el rey Alfonso V de Aragón poseía en Italia, que incluía el dominio de todo el sur de la Península, el llamado Reino de Nápoles, y de la isla de Sicilia. A Calixto le duró poco el papado, pues murió en 1458, pero le dio tiempo a nombrar a su sobrino Rodrigo cardenal y vicecanciller de Roma con tan sólo veintiséis años. Con él llegarona la ciudad numerosos nobbles catalano-aragoneses, dispuesto a hacerse con el control del i portante reino. No obstante, los siguientes cuatro papas, todos italianos --Pío II, Pablo II, Sixto IV e Inocencio VIII-- se deshicieron de la corte catalana, a excepción de Rodrigo Borja, que había demostrado extraordinarias dotes de administrador y a quien todos los pontífices que siguieron a Calixto confirmaron en su puesto.
Calixto III (Torreta de Canals, Reino de Valencia, 31 de diciembre de 1378 – Roma, Estados Pontificios, 6 de agosto de 1458) fue el papa número 209 de la Iglesia católica, desde 1455 a 1458. |
Rodrigo italianizó su apellido, cambiándolo de Borja a Borgia, se procuró una querida romana, Vanozza Cattanei, y repartió sus favores entre otras ocasionales, como Julia Farnese. Tuvo tres hijos y una hija de la primera y otros cuatro de diversas amantes. Pero en aquellos días el concubinato y los hijos ilegítimos no escandalizaban a nadie en Roma, sino que, al contrario, era algo muy común entre los clérigos y la jerarquía eclesial. Ligar buenas hembras siempre ha dado prestigio en el mundo latino y a los papas no les faltaban oportunidades. "El amor era en italia --escribe Stendhal--lo que hoy es la vanidad en Francia: el pecado de todo el mundo".
Candidato al trono de San Pedro en 1492 y enfrentado a un poderoso miembro de la familia Della Rovere _quien a su muerte sería el nuveo Papa con el nombre de Julio II _, varios historiadores afirman que Rodrigo compró los votos de numerosos cardenales, un modo de actuar que se conoce como "simonía", gastando en ello enormes sumas de dinero. Y ganó. Y a partir de ese momento, se propuso enriquecer a su familia, prolongar en el tiempo el poder de los Borgia y eliminar de su camino a todo el que se le opusiera. Dormía poco y disfrutaba planeando cómo deshacerse de sus adversarios. Le iba que ni pintada aquella frase de Bismarck: "No he pegado ojo, me he pasada toda la noche odiando".
Arrancó con buen gobierno, eliminando la delincuencia sin control que campeaba en Roma y enriqueciendo las arcas de Estado Vaticano. Entre otras cosas acogió a miles de judíos expulsados de España en 1492, a cambio de un sustancioso tributo, y dedicó un enorme esfuerzo a eliminar la guerra en sus fronteras, con no poca habilidad diplomática. En ese sentido, fue un buen rey.
Para asegurarse su predominio sobre la poderosa nobleza italiana, el papa nombró nuevos cardenales españoles, a los que reservó los cargos más importantes de la corte vaticana.
En 1503, a su muerte, ocho cardenales eran españoles, esto es, el veinte por ciento de la curia, entre ellos dos Borgia.
Durante su reinado, se contaban por miles los españoles que habitaban en la ciudad, muchos de ellos en la zona del norte de la actual Via Vittorio Emanuele, cerca de la Piazza della Chiesa Nuova. Un siglo después, en el XVII, el cuatro por ciento de la población romana era todavía de origen español.
Todo ello, más los excesos de la familia de los que hablaré ahora, hizo que creciera el odio de los romanos hacia "la serpiente", como fue bautizado el Borgia por el pueblo, y que ese odio se extendiera hacia la comunidad española. A tal punto llegó esa aversión que, durante los carnavales de 1499, se decretó que los españoles permanecieran encerrados en sus casas, por temor a que muchos de ellos fueran asesinados.
En cuanto al comportamiento con su propia familia, Alejandro nombro a su primogénito, Juan, duque de Gandía, jefe de los ejércitos de los Estados Vaticanos. Y cuando, según se dice, su segundo hijo, César Borgia, lo mató por celos y hambre de poder, Alejandro VI no sólo le perdonó, sumido, eso sí, en un mar de lágrimas, sino que le concedió el puesto dejado vacante, a condición de que siguiera sus dictados para expandir el poder de los Estados Pontificios. César Borgia, que fue apartado de la carrera eclesial a la que Alejandro le había en principio destinado, cumplió su palabra porque ambos, padre e hijo, eran hombres que aceptaban el asesinato siempre que existiera una buena razón... Y la ambición de poder era, para ellos, la mejor de las razones.
César se distinguió muy pronto como un buen estratega y un valiente soldado. Incluso fue nombrado duque de Valentinois por el rey francés y el pueblo romano comenzó a conocerle como "el Valentino".
Merecían los Borgia una obra de Shakespeare con final trágico. Y, a la poste, ambos tufieron finales infelices.
Por cierto que Lucrecia, la hermana de César, era digna hija de tal estirpe. Repudió a su primer marido, Giovanni Sforza, con la aquiescencia de Alejandro. El segundo, el príncipe Alfonso de Aragón, fue apuñalado por orden de César porque estorbaba a sus planes políticos; como no murió, sino que quedó gravemente herido, fue estrangulado en su cama un mes después, cuando ya parecía fuera de peligro, por uno de los esbirros de César.
También se dice que Lucrecia tuvo relaciones sexuales con su padre y con sus dos hermanos, y que fueron los celos una de las razones por las que César mató a su hermano Juan.
Texto extraído del libro "Un otoño romano"
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