XXVII - Navarra Barroca - El siglo XVIII - Biblioteca Capitular Catedral de Pamplona - San Gregorio Ostiense - Roberto Michel, pincha aqui
Retrato de Roberto Michel por Luis Egidio Meléndez, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando |
Robert (Roberto) Michel (Le Puy-en-Velay, 1720-Madrid, 31 de enero de 1786) fue un escultor francés que se afincó y trabajó en la España de los Borbones del siglo XVIII.
Michel participó en la decoración escultórica del Palacio Real de la capital, formando parte del grupo de artistas, dirigidos por Juan Domingo Olivieri y Felipe de Castro, a los que les fue encomendada esta tarea. Para el Palacio, realizó las estatuas de los reyes Teudis, Teodomiro, Alfonso IX, Bermudo III, Sancho I de León y Fernando II. Fue asimismo el autor de dos medallones para el corredor, un león para la escalera principal y la monumental estatua de Carlos III que adorna el arranque de esta última.
También en Madrid esculpió los leones de la fuente de Cibeles; los trofeos militares, cabezas de leones, cornucopias y ángeles de la Puerta de Alcalá; la Virgen del Carmen en una hornacina de la fachada de la Iglesia de San José; las figuras en mármol blanco de la Caridad romana y la Fortaleza de la fachada de la Basílica de San Miguel; los ángeles y querubines de la iglesia de san Marcos y los tritones de las fuentes del paseo del Prado.
Se trata de una iglesia barroca, levantada sobre planta de cruz latina con una nave central y dos laterales. Roberto Michel, uno de los autores de la cercana fuente de Cibeles, fue el encargado de realizar la imagen de Nuestra Señora del Carmen, que se encuentra en la fachada sobre el nicho central.
Están situadas sobre una pequeña glorieta en el Paseo del Prado, frente a la plaza de Murillo y a la embocadura de la calle de las Huertas.
Se trata de cuatro pequeñas fuentes uniformes que fueron realizadas en piedra caliza a finales del siglo XVIII.
Aunque el diseño de las fuentes se debe a Ventura Rodríguez, en su ejecución trabajaron diversos artistas; Narciso Aldebó realizó las columnas, José Rodríguez las cabezas de osos, y Roberto Michel y Francisco Gutiérrez los tritones y los delfines, aunque fueron terminados por Alfonso Bergaz.
Juan de Gages
Jean Bonaventure Thiéry du Mont (Mons, Bélgica, 1682-Pamplona, †1753), fue uno de los militares belgas y políticos más relevantes del reinado de Felipe V, que al servicio del monarca español guerreó en gran parte de Europa. Sus destacadas victorias frente a las tropas de Austria y Cerdeña en las guerras de Italia, fueron recompensadas por el rey con la distinción del Toisón de Oro (1745) y el título de conde de Gages (1745). Con la llegada al trono de Fernando VI, Thiéry regresó a España, siendo nombrado en 1749 virrey de Navarra, cargo en el que permaneció hasta su muerte acaecida el 31 de enero de 17531. Por expreso deseo de Gages, este fue enterrado en una humilde sepultura en la iglesia del convento de los capuchinos situado extramuros de la ciudad, en la capilla de San Francisco y santos de la orden, adosada a la cabecera por el lateral izquierdo. La brillante carrera del conde de Gages al servicio de la corona española fue reconocida de manera honorable por el monarca Carlos III, quien años después ordenó erigir a costa de la Real Hacienda un distinguido mausoleo en su honor, que debía pregonar la fama de sus hazañas militares.
Trazado de los caminos
Antigua Calzada Real (siglo XII)
Durante su mandato se fortificó Pamplona y se mejoraron los caminos reales de su jurisdicción, abriendo los que unían Pamplona con Tudela y con Tolosa. Juan de Gages escribió unas Memorias sucintas de la guerra de Italia que permanecen inéditas.
Hoy en día el paisaje urbano de 1900 ha cambiado sustancialmente, aunque la figura dominante del convento permite identificar sin dudas ambas imágenes. Como se ha dicho, el camino se convirtió en calle hace tiempo, y los edificios de viviendas han ido sustituyendo a aquellos típicos rincones de la Pamplona antigua. En cuanto al convento, diremos que fue construido en 1607, a instancias de Gabriel Amasa, lesakarra afincado en Pamplona, vecino de la plaza de la Fruta (actual plaza Consistorial), que fue enterrado en esta iglesia tras su muerte en 1634. Entre 1834 y 1879 los capuchinos fueron expulsados del Estado español, y la iglesia fue en primera instancia utilizada como almacén de maderas, aunque terminó convirtiéndose en trinquete, para regocijo de los pelotazales del barrio.
Durante siglos perteneció y se rigió por el Patronato Gabriel de Amasa y el 26 de mayo de 1999, tras importantes cambios y gestiones, fue entregada la propiedad a los capuchinos por el Gobierno de Navarra.
Por imperativo municipal de la urbanización de la zona y de las orillas del río Arga, el convento perdió su hermosa huerta. La secular iglesia se convirtió en parroquia de san Pedro el 17 de abril de 1951, y hubo importantes obras de remodelación del edificio en los años 1998-2000.
Hoy ¿que podemos ver?
Antonio Oteiza
Nace en San Sebastián, España, en 1926. Se ha descrito a sí mismo como “capuchino aventurero”. Un trotamundos. Ha vivido 15 años como misionero en países latinoamericanos, frecuentemente entre grupos indígenas de quienes admira su forma de vivir, la hospitalidad de sus casas.
Antonio era hermano menor del eminente escultor Jorge Oteiza, ya fallecido. Por tanto, el mundo del arte no le era ajeno. Sin embargo, su primer acercamiento fue por azar. Estando en Venezuela necesitó el concurso de un escultor y, al no hallarlo, él mismo se puso manos a la obra. De esa forma improvisada nació el artista dibujante y escultor.
Cuando a un país le cierran la salida al mar acaban estrangulándolo. Eso es lo que hicieron con el Reino de Navarra. Bayona fue el primer puerto navarro hasta que en el siglo XI, cegado por las arenas de las landas, quedó prácticamente inservible. Ello propició un importante movimiento de población gascona (burguesía de armadores y comerciantes de Bayona), hacia San Sebastián, donde encontraron seguridad al amparo de sus murallas. La villa de San Sebastián nace para ser puerto del Reino pirenaico, pero en el año 1200 con la conquista de Guipúzcoa, Navarra pierde su salida al mar.
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