Johann Joachim Winckelmann |
(Stendal, 9 de diciembre de 1717 - Trieste, 8 de junio de 1768)
Puede ser considerado como el fundador de la Historia del Arte y de la arqueología como una disciplina moderna. Resucitó la utopía de una sociedad helénica fundada en la estética a partir del viejo ideal griego de la kalokagathia, esto es, la educación de la belleza y de la virtud con referencia al espíritu neoclásico, siendo así uno de los grandes teóricos del movimiento.
Hijo de un zapatero, tras años de estudio acabó convirtiéndose en un gran experto en arquitectura de la antigüedad y el principal teórico del movimiento neoclásico del siglo XVIII.
Retrato de Winckelmann por Anton von Maron |
La idea fundamental de su teoría es que la finalidad del arte es la belleza pura, y que este objetivo sólo puede lograrse cuando los elementos individuales y los comunes son estrictamente dependientes de la visión global del artista.
Su obra principal es la Historia del Arte de la Antigüedad (1764), en la que distingue cuatro fases en el arte griego: el estilo antiguo, el estilo elevado, el estilo bello y la época de los imitadores, que tienen siempre cotización (estilo arcaico, primer clasicismo del siglo V, después segundo clasicismo del siglo IV, finalmente estilo helenístico). Concibe esta sucesión a semejanza de la evolución biológica de un organismo vivo.
Visitó Nápoles en 1765 y nuevamente en 1767, y escribió para el elector de Sajonia Briefe an Bianconi (Cartas a Bianconi), que fue publicado once años después de su muerte en la Antología romana.
Fue asesinado a su paso por Trieste el 8 de junio de 1768, en su habitación, por Francesco Arcangeli, un delincuente común que se hospedaba en el mismo hostal y al cual había enseñado unas medallas antiguas que la emperatriz María Teresa le había dado. Está enterrado en la catedral de Trieste.
Muchos arqueólogos del mundo clásico, así como varios Institutos de arqueología, consideran y celebran el 9 de diciembre, la fecha de su nacimiento, como «el día de Winckelmann».
La escultura del clasicismo griego fue para Winckelmann el supremo ideal estético. Diadúmeno de Policleto, versión del Metropolitan Museum de Nueva York. |
El original del Diadumeno (realizado presumiblemente en bronce mediante la técnica de fundición) no se conserva y hubo de perderse en fecha temprana. La copia más conocida se conserva en el Arqueológico de Atenas. Hay otras, como la del British Museum de Londres, el Metropolitano de Nueva York y el Museo del Prado.
La copia romana del Museo del Prado, fechada entre los años 140 y 150 y considerada una de las mejores, está un tanto desvirtuada porque en el siglo XVII le fue implantado un brazo de forma equivocada. Mide 202 cm y está realizada en mármol blanco de grano fino.
Representa a un atleta griego ciñendo en su cabeza la cinta de la victoria, de donde procede el nombre / diadoumenos, «el que se ciñe», que deriva del término griego διαδέω / diadeo, «ceñir». Aún está desnudo después de la competición y eleva los brazos para atarse la diadema, una banda en forma de cinta que identifica al ganador y que en la obra original de alrededor del año 420 a. C. estaría representada por una cinta labrada
Obras y pensamiento estético
El Neoclasicismo, movimiento que se extendió por Europa en el siglo XVIII y parte del siglo XIX, debe mucho a este autor. La idea principal de Winckelmann era que el arte clásico, griego y romano, había conseguido la perfección, y como tal debía ser recuperado literalmente, porque según Winckelmann: «La única manera de llegar a ser grandes, si es posible, es con la imitación de los griegos.»
Portada de Geschichte der Kunst des Altertums, Dresde, 1764 |
Su obra maestra, la Geschichte der Kunst des Altertums (Historia del arte de la Antigüedad), publicada en Dresde en diciembre de 1764, con fecha de 1763, pronto fue reconocida como una contribución importante para el estudio de las obras de arte de la Antigüedad. En este trabajo, el arte antiguo es considerado como el producto de ciertos círculos políticos, sociales e intelectuales que fueron la base de la actividad creativa y el resultado de una sucesiva evolución. De este modo, funda su partición cronológica, desde el origen del arte griego al Imperio romano, en un análisis estilístico, pero no sin equívocos considerables.
Un error en el que Winckelmann incurre en su veneración por la escultura griega, es su valoración de la blancura del mármol como uno de sus mayores encantos. Pero desde finales del siglo XVIII se sabe, sin sombra de duda, que las estatuas de mármol griego (y también los templos) estaban completamente cubiertos de color (sobre todo rojo, negro y blanco). Tratándose de colores naturales (tierras, tintes vegetales y animales), eran inestables y solubles, por lo que desaparecieron debido al tiempo y la acción del clima, dejando sólo algunas trazas.
Winckelmann idealiza la figura humana desnuda, preferentemente masculina; lo perfecto para él es un desnudo de Fidias del Partenón, las esculturas que siguen el canon de Policleto, los atletas de Lisipo y los modelos de Praxíteles. En Reflexiones sobre el arte griego en la pintura y la escultura, imagina la «belleza ideal» capturada en las blancas estatuas, cuyos cuerpos correspondían a «verdaderos» atletas de la época, lo que habría sido el resultado de la práctica de un ejercicio físico intenso. Imagina al «espartano» como un hombre excepcional, «que en su infancia fue siempre libre; a la edad de siete años dormía en la tierra desnuda, educado en la lucha y la natación». Los cuerpos espartanos, así, habrían conseguido su aspecto mediante el ejercicio y eran los ideales masculinos que los escultores reproducían en las estatuas.
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