lunes, 30 de noviembre de 2020

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO - (II) Los espacios del mundo Moche - La tumba de la Señora de Cao, líder del pueblo mochica - ‘Mural de los Mitos’ - El Brujo Hoy

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO - LA CIVILIZACIÓN MOCHICA - PERÚ (El Señor de Sipán) - El descubrimiento del tesoro de Sipán, pincha aqui

LOS ESPACIOS DEL MUNDO MOCHEpincha aqui

Las cerámicas son un soporte de la pintura, pero también objetos que se usan para transmitir contenidos. Varios siglos antes de los inkas, el lenguaje gráfico de la cultura Moche de la costa norte del Perú (100-800 d.C.) muestra episodios rituales y míticos en escenas simples y complejas. Se representa en ellas el mundo de los muertos, el acompañamiento de los difuntos, sus enterramientos y el mar, la ‘montaña del sacrificio’, los seres celestes y animales como aves, felinos, lobos marinos y serpientes. Los mundos de los vivos, de los muertos y de los ancestros no están separados, sino que son una unidad donde seres vivos y muertos danzan y tocan música, junto a seres con rasgos de animales.

El sacrificio ritual mochica de prisioneros aparece representado en infinidad de cerámicas y relieves pintados en las huacas. En la escena que aquí se reproduce, cuatro personajes de elevada posición social presiden la ceremonia. Debajo, guerreros de alto rango sacrifican a quienes han perdido el combate ritual.

Ceremonia del sacrificio Mochica

Botella de cerámica -  Costa norte del Perú - Época Auge (1 – 800 d.C.)

En la naturaleza, la muerte es necesaria para dar paso a la vida. Es probable que el sacrificio humano representado en esta botella esté asociado al equinoccio primaveral, el paso del invierno a la primavera. Este es un momento importante en el calendario agrícola, al ser el anuncio de la época de lluvias.
En esta botella de cerámica se representan ritos propiciatorios: sacrificio de guerreros cautivos y presentación de la copa a los dioses.
  • Una serpiente de dos cabezas parece sostener en sus manos el corazón de los sacrificados. Su cuerpo divide la botella en dos hemisferios: uno superior y otro inferior.
  • En la sección inferior se observa el sacrificio: el sacrificador acerca sus manos al cuello del hombre desnudo, que está sentado y con las manos atadas; toma la sangre del sacrificado para ser ofrecida a los dioses del mundo de arriba.
  • En la sección superior, tenemos a los dioses: Dios Radiante, personaje con colmillos de felino y casco cónico con tumi (símbolo solar) y rayos en forma de serpiente recibiendo la copa del Águila Pescadora, ave rapaz que puede volar y a la vez sumergirse en el agua del océano para pescar, vinculando el mundo de arriba y seco con el mundo interior y húmedo. Seguido por la Diosa Luna, personaje con vestido más largo y con trenzas que terminan en cabezas de serpiente. La diosa avanza llevando la copa desde el mundo nocturno hacia el mundo donde rige el Dios Radiante. Finalmente, el Dios Búho, personaje con tocado de media luna y dos elementos en forma de orejas de búho, que rige sobre el mundo oscuro y húmedo. Se le conoce también como el Dios de la Vía Láctea, por su vinculación con el cielo nocturno, las estrellas y la lluvia.
  • El Dios Búho es opuesto complementario del Dios Radiante. Son dos fuerzas que animan épocas distintas del año, la época seca y la época de lluvias, pero que son complementarias a la vez. Esta oposición está enunciada por las posiciones opuestas que adoptan ambos personajes en la botella.
  • Esta botella parece representar una ceremonia de encuentro entre ambos dioses, quizás marcando un momento importante del calendario agrícola, como podría ser el equinoccio de primavera, que es cuando se da inicio a la época de lluvias.
Cerámica mochica que representa a un sacerdote mochica realizando una libación. Museo Británico, Londres.

Cao, líder del pueblo mochica


En 2005, arqueólogos peruanos encontraron en el norte de Perú el sepulcro intacto de una gobernante mochica que vivió en el siglo V d.C.

Un arqueólogo restaura un mural en el patio ceremonial de la huaca Cao Viejo donde se localizó la tumba intacta de la Señora de Cao.

Estatuilla de madera con un mazo de guerra, enterrada tal vez como un simbólico guardián cerca de la tumba de la señora de cao.

Reina y sacerdotisa
Bajo las telas que cubrían el cuerpo de la Señora de Cao apareció una armadura de 1.100 piezas de cobre dorado de 200 kilos, dos bastones ceremoniales y armas. Todo ello, emblemas de poder sólo encontrados antes en tumbas de personajes masculinos de alto rango como el Señor de Sipán. Pero, además, los tatuajes de arañas y serpientes que adornan el cuerpo de la Señora indicarían, según Régulo Franco, que se le atribuían poderes sobrenaturales, ya que estos animales son símbolos de la fertilidad de la tierra.

Lo que más llamó la atención de los investigadores fueron ciertos elementos que detectaron en el patio y que habían sido quemados: madera, cerámica, agujas de cobre, pescado, figuritas de madera y cinabrio, así como vasijas, textiles, y ornamentos de plata y cobre dorado. Parecían indicios de que allí se ocultaba la tumba de un personaje importante de la élite mochica. Y, en efecto, la métódica exploración de los arqueólogos sacó a la luz las tumbas de cuatro individuos que flanqueaban la que parecía ser una tumba principal.
Los arqueólogos concentraron sus esfuerzos en este sepulcro, que tenía una estructura compleja. Cuando lo abrieron, el 15 de mayo de 2006, encima de todo apareció una gran vasija en forma de búho enterrada hasta el cuello. A continuación se encontraba una cubierta de caña sustentada por un relleno de adobe y tierra. Debajo, unas maderas de algarrobo desbastadas, a modo de vigas, servían para proteger el entierro. Alrededor de éste se habían dispuesto diversas vasijas. Finalmente, el 15 de mayo de 2006, ante la emoción de Régulo Franco y su equipo, se extrajo un fardo funerario intacto, que pesaba unos cien kilos y tenía una longitud de 1,80 metros. El fardo había sido colocado con la cabeza mirando hacia el sur, algo habitual en los enterramientos mochica. A la derecha del fardo descansaba el cuerpo de una joven de unos 15 años.
"Tenemos que hacer otro descubrimiento así". Eso fue lo que el millonario Guillermo Wiese le dijo al arqueólogo Régulo Franco mientras agitaba en su mano el artículo publicado por National Geographic sobre el descubrimiento en 1987, en la huaca Rajada, de la tumba intacta de un gobernante mochica, el Señor de Sipán, realizado por Walter Alva. Tras ese fabuloso hallazgo, los arqueólogos soñaban con hacer otro descubrimiento de características similares en la región de Lambayeque, en el norte de Perú.
Wiese era presidente de la fundación que lleva su nombre, dedicada al estudio y puesta en valor de lugares arqueológicos en todo Perú. Con su apoyo, Régulo Franco estaba excavando desde 1990 en la huaca Cao Viejo, uno de los cuatro «lugares sagrados» (tal es el significado de la palabra quechua huaca) que forman parte del complejo arqueológico El Brujo, situado 60 kilómetros al norte de Trujillo. Cao Viejo es un centro ceremonial perteneciente a la cultura mochica, una sociedad guerrera que entre los años 100 y 800 d.C. desarrolló una civilización rica y compleja a lo largo de la árida franja costera peruana del Pacífico.
En esos años, Franco tenía que trabajar acompañado por guardaespaldas para hacer frente a las amenazas de muerte y a los continuos sabotajes de los huáqueros o ladrones de tumbas. Pero eso no lo detuvo, y por fin obtuvo su recompensa. En los primeros días de 2005, el equipo de Franco estaba excavando en el patio noroeste del recinto ceremonial. Este recinto destaca por sus paredes pintadas con diseños geométricos y con la representación de un ser con rasgos de felino y tentáculos de pulpo, rodeado de cóndores y serpientes: Ai Apaec, el dios principal del panteón mochica, también llamado «el Decapitador».

LA PRIMERA SORPRESA

Durante seis meses, el equipo científico dirigido por Régulo Franco, la especialista textil Arabel Fernández y John Verano, experto en bioantropología, se dedicó a desvendar cuidadosamente el fardo funerario. Éste estaba formado por 26 capas de tela, entre las cuales se hallaron mantos cubiertos con láminas de cobre dorado y restos de algodón. Cuando los arqueólogos lograron retirar las últimas capas encontraron collares, diademas, coronas y 44 narigueras de oro y plata, algunas de ellas guardadas en estuches de tela. Junto al cuerpo había también dos cetros o bastones ceremoniales de madera forrados de cobre dorado, de 1,75 m de alto. Dentro del fardo se habían dispuesto también 23 estólicas o propulsores para lanzar dardos. Cuando los investigadores llegaron a las últimas capas de tela que cubrían el cuerpo se encontraron con la mayor sorpresa de todas: el cuerpo, que medía 1,45 metros, estaba perfectamente conservado… y era una mujer.

Los mochicas no momificaban a sus muertos, pero en este caso el cuerpo fue untado con cinabrio, un mineral rojo que ayudó a su desecación y permitió que se conservara perfectamente. La piel de los antebrazos, los tobillos y los dedos estaba cubierta de tatuajes en forma de arañas y serpientes. La Señora de Cao, que fue el nombre que dio Régulo Franco a esta mujer, conservaba intacto su cabello, dividido en dos pesadas trenzas, y sobre su rostro se había colocado el cuenco de metal que contuvo el cinabrio con que se cubrió su cuerpo. La autopsia efectuada reveló que la Señora murió aproximadamente a los 25 años, al parecer debido a las complicaciones de un parto.


¿QUIÉN FUE LA SEÑORA DE CAO?
Esta mujer, que vivió hacia el año 400 d.C., unos 150 años después que el Señor de Sipán, fue enterrada con diversos símbolos de poder, entre ellos una corona de oro decorada con una cara salvaje sobrenatural y dos grandes mazas o bastones ceremoniales, así como varias armas. Además, algunos de los individuos enterrados junto a ella, como la joven que se encontraba a su lado, fueron sacrificados para acompañar a su señora al más allá.

Reconstruyen el rostro de la Señora de Cao

Todo esto hace del descubrimiento de la Señora de Cao algo único en la arqueología peruana, ya que es la primera gobernante femenina de la que se tiene constancia. Su hallazgo echa por tierra muchas de las teorías que se habían formulado hasta entonces, según las cuales la mochica era una sociedad guerrera y teocrática, y gobernada por hombres. Walter Alva, el descubridor de Sipán, manifestó su sorpresa al ver que «muchos de los atuendos y símbolos de poder se encuentran en el ajuar de una mujer, ya que hemos considerado a los mochicas una sociedad patriarcal gobernada por varones». Según afirmó Régulo Franco, la Señora posiblemente «fue una mujer líder en su época» y desempeñó un papel político y religioso importante en su sociedad; entre otras cosas habría dirigido los sacrificios humanos que demandaban los rituales mochicas.

MUSEO CAO

MUSEO CAO

Como en el caso del Señor de Sipán, la revista National Geographic también se hizo eco del descubrimiento y en julio de 2006 publicó un artículo titulado «El misterio de la momia tatuada». Y en 2009 se inauguró el moderno Museo de Cao, junto a la huaca Cao Viejo, que entre otros hallazgos realizados en el yacimiento alberga el ajuar funerario y los restos de la Señora de Cao. En el museo se ha dispuesto una sala especial para que los visitantes puedan maravillarse con la visita a la Señora y su rico ajuar, magníficos testimonios de la cultura mochica, una de las más complejas y sofisticadas de América.

Cultura MOCHE (200 a.C. - 700 d.C.) TEJIDO BORDADO con LAGARTIJAS. Tejido plano de algodón, bordado en anillado cruzado, fibra de camélido. Esta EXTRAORDINARIA pieza está compuesta de doce pequeñas lagartijas en volumen apoyadas sobre una tela de algodón.

La Huaca del Sol
Esta construcción monumental se ubica muy cerca de la ciudad de Trujillo -a 6 kilómetros del mar- al pie de un promontorio rocoso llamado Cerro Blanco, en la margen izquierda del río Moche, en un punto entre el valle bajo y el valle medio. La pirámide tiene básicamente una forma rectangular a la que se le han agregado algunas otras formas geométricas. Su tamaño es monumental: 345 metros de largo por 160 metros de ancho y 42 metros de altura. Gran parte de este volumen fue destruido durante la colonia. Con la finalidad de buscar tesoros en su interior, el río Moche fue desviado para que partiera en dos la pirámide. El resultado fue peor de lo esperado, pues el río se llevó cerca de dos tercios de la Huaca. Pero en su interior no se encontró ningún tesoro.

Reconstrucción Isométrica de como pudo verse la Huaca del Sol, en el momento de mayor esplendor. Este dibujo se basa en reconstrucciones aerofogramétricas y propuestas de varios autores.

El corte ha permitido ver que toda la pirámide está construida con adobes. Se ha estimado que se usaron 140 millones de adobes en su construcción. Como el río cortó la pirámide desde su base, se ha podido observar que la Huaca del Sol no fue construida toda en un solo momento, sino que sufrió muchas modificaciones y ampliaciones hasta tener el volumen que actualmente le conocemos. El arqueólogo norteamericano Moseley ha visto en el corte 8 etapas en las que se construyó el monumento. Las primeras remodelaciones se habrían producido durante las fases I, II y el inicio de la III, y la gran masa de la pirámide se habría construido durante la fase III y IV. El volumen de la pirámide (a lo largo, ancho y alto) era ampliado construyendo grandes columnas de adobes adosadas unas a otras.

Las Huacas del Sol y de la Luna son un complejo arqueológico ubicado en la costa norte del Perú, considerado como un santuario moche. Está constituido por un conjunto de monumentos situados a unos cinco kilómetros al sur de la ciudad de Trujillo, en el distrito de Moche. Este sitio arqueológico representó físicamente la capital de la cultura mochica desde el siglo I a. C. hasta el siglo IX d. C.

Reconstrucción tridimensional por computadora de la pirámide de Cao Viejo tal como pudo ser en sus tiempos de mayor esplendor. Se indican sus principales componentes.
Los trabajos de investigación arqueológica llevados a cabo a lo largo de varios años (desde 1990) por el PACEB determinaron, como ya se ha mencionado líneas arriba, que los principales componentes arquitectónicos de esta huaca son: (1) Pirámide de bordes escalonados, sobre la cual se ubican el Patio Ceremonial, el Recinto Ceremonial, la Plataforma Principal y el Altar. (2) Plaza Ceremonial, con el Recinto Ceremonial en una de sus esquinas, (3) Anexo junto con la rampa por la que ascendía desde el nivel de la Plaza Ceremonial a lo alto de la pirámide.
Las pirámides mochicas estuvieron decoradas con frisos y murales policromos, no solo en los lugares más visibles si no también en espacios privados o de uso restringido. Los motivos representados van desde diseños que imitan en lo posible a los modelos reales (como los prisioneros o los danzantes) hasta motivos estilizados representando seres sobrenaturales. Así, a medida que se va subiendo en altura hacia la cima de la pirámide los frisos se van tornando más complejos y abstractos, como representando un tránsito desde el mundo real al mundo ceremonial mochica (Franco, Gálvez y Vásquez 2001b).


 ‘Mural de los Mitos’




Sobre un muro de la gran plaza ceremonial de la pirámide moche Huaca de la Luna (costa centro norte de Perú, 1- 700 D.C.), se encuentra este magnífico mural pintado en alto relieve. Ha sido llamado ‘El mural de los mitos’, pues en él se han representado variadas historias míticas de la sociedad moche, con escenas de guerreros, de humanos y seres fantásticos, además de plantas y animales que interactúan entre sí. Destacan particularmente dos personajes que sostienen lazos que terminan en una cruz andina o ‘chakana’ y un felino azul, respectivamente. Este mural es un buen ejemplo del Modo Escena de representación, caracterizado por la coexistencia de distintos elementos que constituyen toda una narrativa visual.

Trabajo realizado para el Museo Precolombino en Chile. Mural trazado a partir del  ‘Mural de los Mitos’ en la pirámide Huaca de la Luna. Cultura Moche, costa centro norte del Perú, 1-700 d.C.


Era en la Huaca de la Luna donde se desarrollaba todo el ceremonial del sacrificio –los combates rituales se llevaban a cabo fuera de la ciudad, en el desierto y no había público presente según las representaciones en cerámica–: desde la preparación de los «elegidos» con cactus de San Pedro, hasta la ofrenda de su sangre por parte del señor. Tanto es así que se ha encontrado una plaza con más de 70 cadáveres entre animales y hombres –los sacrificios humanos tenían lugar sólo en ocasiones especiales relacionadas con el clima: largos periodos de sequía o intensas lluvias–.

El Brujo Hoy
Las pirámides de Cao Viejo y Huaca Cortada fueron los más importantes edificios para los Mochicas en el valle de Chicama (norte de Perú), como centro del poder y la religión en su tiempo, hoy en día El Complejo Arqueológico el Brujo es una de las más importantes huacas del Perú como centro de las principales investigaciones arqueológicas, motivo de orgullo y centro de atracción para los visitantes del mundo.



Ai – Apaek “El Decapitador” - Cultura Moche. El decapitador por su lado cumplía la función de degollar, estrangular o asestar el golpe mortal al prisionero para obtener la sangre que a su era vertida en una copa y llevaba a la ceremonia para ser bebida por divinidades “Señor de Sipan”. Es por ello que el degollador era representado sosteniendo en una mano el cuchillo ceremonial y en el otro una cabeza trofeo.

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