sábado, 23 de enero de 2021

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO (II) Teotihuacán la metrópolis más grande de México anterior a la civilización azteca - Malinche - Hernán Cortés -Pirámide del sol y de la Luna

AMÉRICA LATINA ENTRE LO REAL Y LO FANTÁSTICO - México - Teotihuacanos, pincha aqui

Teotihuacán - Su esplendor monumental sigue fascinando a todos los visitantes.

Vista general de Teotihuacán, con la calzada de los Muertos en el centro de la imagen.

Los aztecas encontraron una inmensa ciudad abandonada en la cuenca de México. Fue tal su impresión que la llamaron Tollan-Teotihuacán, “allí donde los hombres se convierten en dioses”. Creyeron que había sido construida por gigantes y crearon el mito de que en ella se habían reunido los dioses para asegurar la existencia del mundo.

La calle de los muertos
Una ciudad de las dimensiones y complejidad de Teotihuacan debió tener una planeación cuidadosa, que incluyó no sólo razones prácticas y de organización del espacio, sino también la concepción del mundo que regía la vida de sus habitantes. Como otras ciudades mesoamericanas, en el trazo de Teotihuacan se buscaba reflejar el arreglo del cosmos y para ello resultó esencial la disposición de sus construcciones a lo largo de dos ejes transversales, el principal de los cuales es el que los mexicas llamaron Calle de los Muertos, por creer que los numerosos montículos situados a su vera eran tumbas. En realidad se trata de un grandioso conjunto de construcciones de diferentes tipos, en las que lo mismo habitaban los miembros de la clase dirigente, que albergaban actividades civiles y administrativas y eran teatro de una vida ritual que seguramente impresionaba a propios y extraños. La Calle de los Muertos mide alrededor de 5 km, si bien el área que ahora se visita tiene cerca de 2 km, a lo largo de la cual se encuentran 80 basamentos de distintos tipos y tamaños.

La historia de esta ciudad era ya leyenda cuando, el 7 de julio de 1520, Hernán Cortés y sus hombres pasaron entre sus ruinas durante la conquista de México. Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1987, Teotihuacán está situada en un amplio valle del Altiplano Central mexicano, a poco más de 50 km al norte de la capital.

Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, I marqués del Valle de Oaxaca (Medellín, Corona de Castilla, 1485 - Castilleja de la Cuesta, Corona de Castilla, 2 de diciembre de 1547) fue un conquistador español que, a principios del siglo xvi, lideró la expedición que inició la conquista de México y el final del imperio mexica, poniéndolo bajo dominio de la Corona de Castilla, creándose a partir de ello la denominada Nueva España.

Expedición de Hernán Cortés desde Cuba hasta Tenochtitlán

Adelantándose a que le cesase Diego Velázquez, la armada de Cortés partió precipitadamente del puerto de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1518. Como iba escasa de bastimentos, tuvo que aprovisionarse de estos en el puerto de Trinidad y otros lugares.

Finalmente, el 10 de febrero de 1519, la flota abandonó las costas de Cuba. Consistía aquella armada en 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa.​ Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y cuatro falconetes.

El primer contacto con las civilizaciones mesoamericanas lo tuvo en la isla de Cozumel, un importante puerto naviero y centro religioso maya que formaba parte de la jurisdicción de Ecab, y donde se encontraba el santuario dedicado a Ixchel, diosa de la fertilidad. Los españoles llegaron durante el Período Posclásico de la Cultura maya poco después de la caída de Mayapán en 1480, que llevó a la fragmentación de la península de Yucatán en 16 pequeños estados, cada uno con su propio gobernante denominado halach uinik, en constante conflicto entre sí.

Malinche (conocida también como Malinalli, Malintzin o Doña Marina) era una mujer náhuatl originaria del actual estado mexicano de Veracruz. Malinalli había nacido hacia el año 1500, posiblemente en Oluta cerca de Coatzacoalcos, antigua capital olmeca situada entonces al sureste del Imperio azteca, en la región de la actual Veracruz. En 1519, fue una de las veinte mujeres esclavas dadas como tributo a los españoles por los indígenas de Tabasco, tras la batalla de Centla.​ Jugó un papel importante en la conquista de México Tenochtitlan. Fue intérprete, consejera e intermediaria de Hernán Cortés. Más adelante se convirtió en su compañera y dio a luz a su primer hijo, Martín, quien es considerado uno de los primeros mestizos surgidos de la conquista de México. Más tarde daría a luz con su esposo español Juan Jaramillo a María, su segunda hija.

Hernán Cortés utilizaba de intérprete a un joven maya tomado prisionero en Isla Mujeres, cuyo nombre ningún cronista de Indias recogió pero al que los españoles apodaban «Melchorejo». A través de él tuvo noticias de la existencia de unos hombres barbudos en poder de un cacicazgo maya cercano y envió emisarios a rescatarlos. En 1519 encontraron a Gerónimo de Aguilar superviviente del naufragio del buque Santa María de la Barca. Aguilar entonces, se dirigió a buscar a otro sobreviviente, Gonzalo Guerrero, quien vivía en Chetumal y donde había logrado escapar de la esclavitud ganándose la confianza del cacique Nachán Can, para volverse él mismo un nacom o jefe militar maya y casarse con la princesa maya Zazil Há, con la que había tenido varios hijos, hoy considerados los primeros mexicanos modernos. Aguilar decidió volver con Cortés convirtiéndose en uno de sus intérpretes de mayense, pero Guerrero decidió quedarse con los mayas y murió hacia 1536. Algunos historiadores creen que peleó contra los conquistadores españoles.

Placa conmemorativa del primer encuentro entre Cortés y Moctezuma en el Hospital de Jesús Nazareno de la Ciudad de México. Estudios recientes han determinado que, con toda probabilidad, el conquistador extremeño y el tlahtoani mexica se encontraron en un sitio distinto al que señala el monumento.
México-Tenochtitlan - A la entrada de la ciudad, realizada el 8 de noviembre de 1519, se produjo el encuentro de Moctezuma y Cortés, haciendo de intérpretes Doña Marina y Gerónimo de Aguilar. Moctezuma II creyó que los españoles eran enviados del dios que vendría del Este -este es Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada- y fue un espléndido anfitrión de estos, obsequiándole entre otras cosas, el Tocado del Dios Quetzalcóatl, mejor conocido como Penacho de Moctezuma y el cual, fue enviado junto con otros presentes a la Corte Imperial. Dado que Carlos V era un Austria —casa de los Habsburgo— al extinguirse la rama española, este regalo terminó en Austria.
Mientras los españoles se quedaban en Tenochtitlan, Moctezuma los hospedó en el templo de su antecesor Axayácatl (en el palacio del padre de Moctezuma), pudiendo entonces admirar la grandiosidad de aquella ciudad. En los días siguientes, los españoles visitaron los palacios y templos de la gran capital mexica, así como el gran cú (templo) de la ciudad gemela del imperio, Tlatelolco, y su mercado: una plaza de más del doble de grande que la Plaza Mayor de Salamanca (tenida entonces por la más grande de la cristiandad).

La cantidad y calidad de sus monumentos convierten esta zona arqueológica en la más importante del centro del país. Con gran probabilidad, los teotihuacanos y pueblos circundantes consideraron la gran ciudad en su momento –también lo harían los aztecas después– como la metrópoli religiosa de su mundo. Aún hoy, los descendientes del gran Moctezuma, el emperador azteca, peregrinan cada año hasta ella.

El origen de Teotihuacán es un misterio que los investigadores tratan de resolver con nuevos descubrimientos. Evidencias arqueológicas indican que hacia 800 a. C. el valle de Teotihuacán estaba poblado por pequeñas aldeas agrícolas que con el tiempo empezaron a explotar las minas de obsidiana de la zona.

Ya en 200 a. C. puede hablarse de una primera ciudad, con más de siete mil habitantes y unos 6 km2 de superficie, dedicada al comercio de esta roca volcánica. Diversos factores pudieron influir en su ubicación: la cercanía de las minas, la existencia de manantiales, la posición privilegiada del valle en la ruta de acceso a la costa y la proximidad de un sistema lacustre propicio para la agricultura.

Pirámide del sol Teotihuacán 

En poco tiempo Teotihuacán debió de convertirse en un importante centro religioso y de peregrinaciones, y se cree que conformaba la capital de un estado.

A caballo entre el antes y el después de nuestra era se perfilaron los cimientos de su conjunto ceremonial, formado en un primer momento por dos grandes pirámides –la del Sol y la de la Luna–, y se trazó el eje alrededor del cual iría creciendo la ciudad, la calzada de los Muertos.

La pirámide del Sol es la estructura más grande y más antigua. Este edificio, levantado hacia 200 a. C. y que llegó a superar los 75 metros de altura, fue el primero en ser excavado. Lo hizo el arqueólogo mexicano Carlos de Sigüenza y Góngora a finales del siglo XVII. Pero hubo que esperar a finales del XIX para que se descubriera la cueva que recorre parte de su subsuelo.

Poco antes, el arqueólogo Antonio García Cubas había desvelado un túnel en la otra gran pirámide, la de la Luna. Estos y otros hallazgos dieron pie a especular sobre la importancia que tuvieron los cultos sagrados en las cuevas teotihuacanas. Es probable que la red laberíntica de túneles y cuevas sobre la que se levantó la ciudad albergara un mundo en que se celebraban ritos funerarios y de propiciación de la fertilidad.

A partir del siglo II la ciudad se extendió hacia el sur con edificios públicos que flanqueban la calzada de los Muertos. El colosal templo de Tláloc-Quetzalcóatl fue uno de ellos. Está situado al otro lado del río San Juan, que cruza la ciudad, y en la parte central de la Ciudadela, recinto amurallado que cuenta con otros veintiún monumentos en perfecta simetría.

El templo tenía decoradas sus cuatro fachadas con las representaciones de los dioses que le dan nombre. No sería el único. También el palacio de Quetzalpapálotl, levantado entre las pirámides del Sol y de la Luna siglos más tarde, decoró sus paredes con símbolos relacionados con el agua, así como con figuras geométricas.

Un gobierno teocrático

Toda la ciudad se llena de pinturas y esculturas que representan las deidades, entre ellas Huehuetéotl, dios del fuego, el mencionado Tláloc, Chalchiuhlicue, diosa del agua, y Quetzalpapálotl, la mariposa divina, todos ellos términos náhuatl que conocemos a través de los aztecas. Al igual que otras antiguas culturas, como la egipcia, la griega o la mesopotámica, Teotihuacán creó un elenco de divinidades que bajo diferentes nombres serían veneradas posteriormente por otros pueblos. 

Máscara teotihuacana de caliza negra en el Walters Art Museum, Maryland, EE.UU.

Las construcciones se sacralizan y nos informan de que los líderes religiosos son a la vez los políticos que rigen el destino de la ciudad. Teotihuacán es concebido como espacio sagrado, centro cósmico y ombligo del mundo. Los expertos creen que muchos actos públicos de carácter civil y religioso se celebraban en la gran explanada de la Ciudadela. Este edificio era la sede del Estado teotihuacano.

Además, sostienen que las características de este Estado responden a las propias de las organizaciones corporativas, concepto con el que los arqueólogos califican a aquellas que realizan una planificación urbana, poseen un gobierno compartido y llevan a cabo una serie de ritos para la fertilidad de la tierra y la renovación del universo.

Linda Manzanilla, una de las más reconocidas arqueólogas mexicanas, y Leonardo López Luján creen que el gobierno teotihuacano estuvo en manos de sacerdotes y que la sociedad se encontraba muy jerarquizada. El arqueólogo estadounidense de origen francés René Millon ahondó en el tema y estudió dónde vivía cada una de las jeraquías y cómo eran sus viviendas.

En su opinión, las élites residían en conjuntos amurallados, situados en los alrededores del centro ceremonial, formados por estructuras desprovistas de ventanas y con un solo acceso, mientras que la población lo hacía a las afueras, en casas de adobe.

Se calcula que a principios del siglo V, época de esplendor teotihuacana, la ciudad ocupaba una extensión de 30 a 32 km2 y tenía unos 100.000 habitantes, que dos siglos después llegarían a 250.000. Junto a agricultores y comerciantes convivían grupos dedicados a las labores religiosas, a la administración, a la producción artesanal (cerámica, textil...) y a la construcción y ornamentación de edificios.

El ocaso

Entre los años 650 y 750 la sociedad teotihuacana se desintegró. ¿Por qué una ciudad en pleno florecimiento y con un desarrollo económico tan alto pudo acabar pasto de las llamas? Las causas aún están por esclarecer. Los arqueólogos barajan varias hipótesis, desde la incursión de grupos bárbaros, entre ellos los chichimecas, posibles responsables del incendio de la ciudad, hasta problemas agrícolas y de deforestación.

René Millon aventura otros motivos: la mala administración de la economía y la política, la inflexibilidad hacia un cambio, la existencia de una burocracia ineficiente y el deterioro de las redes de intercambio comercial. Es probable que varias de estas causas coincidieran y que en el siglo VII las autoridades se vieran incapaces de hacer frente a la acumulación de conflictos internos y externos.

La Pirámide de la Luna –dedicada a la diosa del agua y la fertilidad– que ahora se observa es producto de varias fases constructivas, que abarcaron de 100 a 600/650 d.C.

Tras el incendio, un buen porcentaje de la población se dispersó por el oeste y el sudeste de México, y la ciudad fue saqueada. Las huellas de aquella destrucción son evidentes en muchos de los edificios que jalonan la calzada de los Muertos, como el palacio de Quetzalpapálotl, en el que se quemaron techos y se rompieron columnas esculpidas. En la pirámide de la Luna se destruyó la escalera monumental y se dispersaron todos sus escalones por la plaza del mismo nombre.

Durante los doscientos años siguientes, vencedores y vencidos convivieron en el área, pero nunca reconstruirían los templos. Teotihuacán fue cayendo en el olvido. Así la encontraron los aztecas y, tras su derrota a manos de Cortés, los españoles.

Descubrimiento

Hay que esperar a las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX a que los arqueólogos tracen un mapa de la antigua ciudad. El más detallado lo realizó Millon. El arqueólogo señaló los principales elementos urbanos, las estructuras, las calles y las avenidas que debieron de existir en la época de mayor esplendor. Las excavaciones efectuadas por William T. Sanders e Ignacio Bernal contribuyeron a ello.

Máscara teotihuacana de mármol

Algunos de los proyectos más recientes tratan de averiguar qué funciones cumplieron las pirámides del Sol y de la Luna. En este sentido, Linda Manzanilla ha situado en la pirámide del Sol un detector de radiaciones cósmicas, similar al ubicado en la pirámide de Kefrén, para determinar si existen cavidades en su seno. Con ello pretende esclarecer si se trató de un templo estatal o funerario.

Y mientras los expertos se afanan por desvelar sus secretos, la ciudad revive cada día con turistas dispuestos a recorrer sus calles y acometer la subida de los tortuosos escalones de las pirámides.

Fuente: Revista Historia y Vida.

Reconstrucción del conjunto de departamentos de Zacuala, Teotihuacan, constituido por
cuartos, pórticos, corredores y patios abiertos con muros pintados

Para comprender la complejidad de la antigua ciudad es necesario abandonar el área de monumentos –delimitada por el circuito empedrado– y dirigirse a alguno de los mal llamados “palacios”. Casi todos los teotihuacanos vivían en grandes conjuntos de departamentos, como los que hoy día pueden visitarse en La Ventilla, Tetitla, Atetelco y Tepantitla. Se trata de residencias multifamiliares de cal y canto que alojaban entre 20 y 100 individuos. La calidad de sus materiales y el enorme esfuerzo que implicó su erección nos hablan del relativamente elevado bienestar de la población urbana.

En tiempos del máximo esplendor, Teotihuacan contaba con más de 2 000 conjuntos de departamentos, todos de planta rectangular y de un solo nivel y techos planos. 

Desde la calle era prácticamente imposible enterarse de lo que acontecía dentro de los conjuntos de departamentos, pues estaban delimitados por altos paredones en talud, carentes de ventanas y con accesos estrechos. Cada departamento está compuesto por cuartos en torno a patios porticados que permitían la entrada de la luz, la captación de agua pluvial y la ventilación. Contaba con sus propias áreas de estancia y reposo, de preparación y consumo de alimentos, de almacenamiento de materias primas y víveres, de trabajo, de culto y enterramiento, y de desecho. Había, además, áreas compartidas por todos los departamentos del conjunto, asociadas generalmente al ritual. Estas áreas comunes constaban de amplios patios con altares centrales y templos piramidales. En algunos conjuntos había áreas específicas para la crianza de animales y otras que quizás eran destinadas a la servidumbre. Estudios recientes hacen suponer que los habitantes de un conjunto no sólo pertenecían a la misma etnia, sino que estaban emparentados entre sí, desempeñaban un oficio común y rendían culto a un mismo dios patrono. 


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