jueves, 24 de octubre de 2019

(IV) El placer de coleccionar arte - Cristina de Suecia: el inconformismo - El renacimiento de la Minerva del Norte

(III) El placer de coleccionar arte - La fascinación de Egipto - Nace la egiptomanía - La villa de Adriano - Villa romana del Casale, pincha aqui


Su vida discurrió en la etapa central del siglo XVII, un período marcado por las secuelas de la guerra de los Treinta Años. La soberana que renunció al trono por una mayor libertad fue también una intelectual tan erudita como rompedora.
En la primavera de 1654, una mujer disfrazada de hombre salió cabalgando del palacio de Estocolmo. Tenía 28 años y acababa de protagonizar una de las abdicaciones más sonadas de la historia. Cristina renunciaba al trono, pero no al título de reina, ni a una suculenta renta que le permitiría llevar un elevado tren de vida.

Abandonaba la patria para dirigirse a territorio católico. Se detuvo en Amberes, en el Flandes sometido a la atormentada tutela de los Austrias hispanos. Allí esperó a que Felipe IV abogara a su favor ante el papa Alejandro VII para instalarse en Roma, libre de cualquier soberanía terrenal que supusiera un menoscabo a su independencia. La monarca que había llamado a su corte a filósofos de la talla de Descartes o Grotius llevó una vida nómada con base en Roma, fomentando la cultura, intrigando en las altas esferas de la política, coleccionando arte y escandalizando con una libertad insólita para las mujeres de la época.


A los 62 años moría de una apoplejía. Sus restos fueron expuestos en el Vaticano, e Inocencio XI ordenó que recibiera sepultura en la cripta de San Pedro. De esta manera subía al olimpo de papas y santos esta protagonista del siglo XVII.

Cristina de Suecia a caballo (1653) de Sébastien Bourdon. Museo del Prado (Madrid)
Sébastien Bourdon (Montpellier, 2 de febrero de 1616 - París, 8 de mayo de 1671). Pintor de la escuela barroca francesa. Realizó retratos, paisajes, temas religiosos y también produjo grabados con la técnica del aguafuerte. Fue cofundador de la Real Academia de Pintura y Escultura de París y pintor de cámara de la corte de la reina Cristina de Suecia hasta que esta abdicó.
La heredera al trono de Suecia recibió una formación exquisita. Con solo trece años hablaba siete idiomas y pedía constantes lecturas de autores clásicos y modernos. Aprendió, además, equitación, esgrima y estrategia militar.

Su madre, Leonor, no solo fue fría y distante con su hija, sino que la maltrató abiertamente, dejándola incluso caer al suelo cuando aún era un bebé, lo que provocó a Cristina una deformidad crónica en un hombro. Cuando el rey murió, la reina Leonor mantuvo el cadáver embalsamado de su marido en el dormitorio durante dos años, y allí tenía que ir la aterrada Cristina a darle un beso de buenas noches, o incluso a compartir su lecho, bajo la tétrica presencia del corazón del rey difunto, que Leonor había puesto en una urna sobre la cabecera de la cama a modo de reliquia.

Descartes en la Corte de la reina Cristina de Suecia (detalle), Louis-Michel Dumesnil, Museo Nacional del Palacio de Versalles.
René Descartes ante la reina influyó muchísimo en la trayectoria ideológica de Cristina de Suecia. Mantenía correspondencia con los intelectuales más destacados de su época. Invitó a Estocolmo a pintores, arquitectos y científicos, haciendo de su corte una precursora de la Ilustración y de ella misma una buena representante del despotismo ilustrado. Pero su relación intelectual más célebre fue con el filósofo René Descartes, a quien en 1649 invitó a vivir en su palacio de Estocolmo. El filósofo desempeñó un papel determinante en la trayectoria ideológica de la soberana. Pero Descartes no pudo aclimatarse a los rigores del invierno nórdico. Murió de neumonía con 54 años a los cuatro meses de su llegada. El choque para Cristina fue brutal.
En plena época de la guerra de los Treinta Años , Cristina pretendía conciliar los dos bandos religiosos. Ya como reina de Suecia, participó con energía en los tratados de paz de Westfalia, bregando por acercar posturas.
Con los años, y los viajes por Europa, Cristina intercedió en más de una ocasión entre potencias. El Vaticano y Francia, por ejemplo, se enzarzaron en una agria disputa. Cristina medió. Le llovieron los reproches por ambas partes, pero tanto al papa como a Luis XIV les interesaba tener un aliado de su talla.

Coleccionista y mecenas
Como los grandes monarcas de la época, Cristina comenzó a adquirir obras de arte hasta convertirse en una auténtica coleccionista. Gastaba ingentes cantidades de dinero, a veces más de lo que tenía. Sus estancias en Roma le permitieron conocer la fastuosa biblioteca vaticana y quedó deslumbrada ante la riqueza de sus fondos bibliográficos y artísticos. Con el tiempo, ella sería una de sus proveedoras.

Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 7 de diciembre de 1598-Roma, 28 de noviembre de 1680) fue un escultor, arquitecto y pintor italiano.​ Trabajó principalmente en Roma y es considerado el más destacado escultor de su generación, creador del estilo escultórico barroco.
Bernini poseía la habilidad de crear en sus esculturas escenas narrativas muy dramáticas, de captar unos intensos estados psicológicos y también de componer conjuntos escultóricos que transmiten una magnífica grandeza. Su habilidad para esculpir el mármol llevó a que fuera considerado un digno sucesor de Miguel Ángel, muy por encima de sus coetáneos y especialmente de sus grandes rivales, Alessandro Algardi y Francesco Borromini. 
Su talento se extendió más allá de la escultura y fue capaz de sintetizar de manera brillante la escultura con la pintura y la arquitectura en un todo conceptual y visual coherente.
La biblioteca que llegó a atesorar y el observatorio astronómico que instaló en el Palacio Riario, en Roma, eran la admiración de cuantos la visitaban. Patrocinó al gran artista Bernini y promocionó a varios músicos. Llegó incluso a construir un edificio para conciertos y representaciones de teatro. Su celo como impulsora de todo lo que pudiera elevar al ser humano la llevó a fundar su Academia de Artes y Ciencias.

La influencia del racionalismo de Descartes la hizo bascular hacia el catolicismo. Tras un decenio de reinado y muchos estudios y reflexiones, Cristina de Suecia informó a sus allegados sobre su decisión de convertirse al catolicismo. Suecia era un país de orgullosa tradición luterana, así que la noticia no fue bien recibida. Fiel a sí misma, y ante la conmoción de Europa, decidió abdicar.

David Beck: La Reina Cristina de Suecia. Sinebrichoff Art Museum
En algún momento Suecia fue el centro del humanismo en Europa, y Cristina recibió el nombre de Minerva del Norte.
Su conversión al catolicismo la acercó a la corte española de Felipe IV . A través de él, cultivó buenas relaciones con la Santa Sede, que le permitieron vivir en Roma durante muchos años. Cuando las relaciones con el papa se enfriaron, viajó a París, donde fue agasajada por el rey Luis XIV y la reina Ana ante una corte fascinada tanto por sus modales varoniles como por su indudable talento. Si bien es cierto que poseía una gran habilidad para las intrigas políticas, a veces sus cambios de aliados le cosecharon enemistades importantes.

Retrato de Felipe IV, por Velázquez. National Gallery de Londres
Felipe IV de España, llamado «el Grande» o «el Rey Planeta» (Valladolid, 8 de abril de 1605-Madrid, 17 de septiembre de 1665), fue rey de España desde el 31 de marzo de 1621 hasta su muerte, y de Portugal desde la misma fecha hasta diciembre de 1640. Su reinado de 44 años y 170 días fue el más largo de la casa de Austria y el tercero de la historia española, siendo superado solo por Felipe V y Alfonso XIII, aunque los primeros dieciséis años del reinado de este último fueron bajo regencia.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, bautizado el 6 de junio de 1599​-Madrid, 6 de agosto de 1660), conocido como Diego Velázquez, fue un pintor barroco español considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal.
Cristina apreciaba la pintura aunque no dudó en regalar al rey Felipe IV de España el principal tesoro de su pinacoteca; es decir, el hermoso díptico de Durero, Adán y Eva, hoy en el Museo del Prado.

El Autorretrato (en alemán, Selbstbildnis) de 1498 (también conocido como Autorretrato con guantes) es una de las obras más conocidas del pintor alemán Alberto Durero (Albrecht Dürer). Es un óleo sobre tabla, firmado y fechado, que mide 52 cm de alto y 41 cm de ancho, siendo así el más pequeño de sus autorretratos pintados. Se exhibe actualmente en el Museo del Prado de Madrid.
Alberto Durero - Nuremberg: el triste secreto de Nuestra Señora - Melencolia I - El caballero, la muerte y el diablo, pincha aqui 

(II) Alberto Durero- Venecia, el Apocalipsis y los primeros retratos: la explosión del talento - La ramera de Babilonia, pincha aqui

(III) Durero - El regreso a Nuremberg - La relación de Durero con la Reforma, pincha aqui

(IV) Alberto Durero - Obras (Acuarelas - Autorretrato), pincha aqui

Adán y Eva es una pareja de pinturas (la primera pintura de desnudos a tamaño real) realizada por el artista alemán Alberto Durero (Albrecht Dürer). Están pintadas al óleo sobre tabla. Datan del año 1507, según consta en un cartel junto a Eva. Ambas miden 209 cm de alto, y en cuanto a la anchura, una mide 81 cm. y la otra 80. Se exhiben actualmente en el Museo del Prado de Madrid (España).
Durero pintó estas dos tablas después de su segundo viaje a Venecia, durante el cual el pintor profundizó en el dominio del color y, además, buscó, incluso matemáticamente, el ideal formal clásico.
Se supone que Durero las pintó con destino al Ayuntamiento de Núremberg, donde permanecían a finales del siglo XVI. Luego pasaron al castillo de Praga, regaladas por la ciudad de Núremberg al monarca Rodolfo II, que era muy aficionado a los cuadros de desnudos. Durante la guerra de los Treinta Años, ejércitos suecos y sajones saquearon dicho castillo y estas obras en concreto acabaron siendo propiedad del rey sueco. Su hija la reina Cristina, las regaló al rey español Felipe IV en 1654.
En septiembre de 1656, Cristina viajó a Francia, residiendo en el palacio de Fontainebleau por un corto tiempo. Francia estaba administrada por el cardenal Mazarino, por decisión de la regente Ana de Austria. El rey Luis XIV de Francia asumiría el poder a la muerte del cardenal en 1661.
El cardenal Mazarino (Pescina, Abruzos, 14 de julio de 1602-Vincennes, 9 de marzo de 1661) fue un hábil diplomático, cardenal y político italiano, primero al servicio del papa y más tarde al servicio del reino de Francia. Fue el sucesor del cardenal Richelieu como primer ministro. Mazarino, quien no era sacerdote, obtuvo el nombramiento de cardenal a propuesta del rey Luis XIII, por los servicios prestados a la monarquía.
Luis XIV de Francia (francés: Louis XIV), llamado «el Rey Sol» o Luis el Grande (Saint-Germain en Laye, Francia, 5 de septiembre de 1638-Versalles, Francia, 1 de septiembre de 1715), fue rey de Francia y de Navarra​ desde el 14 de mayo de 1643 hasta su muerte, con 76 años de edad y 72 de reinado. También fue copríncipe de Andorra (1643-1715) y conde rival de Barcelona.
Ana María Mauricia de Austria y Austria-Estiria (Valladolid, España, 22 de septiembre de 1601 – París, 20 de enero de 1666) fue infanta de España por ser hija de los reyes Felipe III de España y Margarita de Austria-Estiria, y reina consorte de Francia y de Navarra por su matrimonio con Luis XIII. Fruto de este matrimonio nació el famoso Rey Sol, Luis XIV de Francia.
María Teresa de Austria (Madrid, 10 de septiembre de 1638-Versalles, 30 de julio de 1683), infanta de España y de Portugal, archiduquesa de Austria y, al casarse con Luis XIV, reina consorte de Francia y de Navarra desde 1660 hasta su muerte.

En octubre de 1657 retornó a Francia, residiendo en el mismo palacio. Al mes siguiente descubrió que uno de sus cortesanos, Giovanni Rinaldo, marqués de Monaldeschi, espiaba sus comunicaciones privadas con el cardenal Mazarino. Esta delicada situación política Cristina la resolvió juzgando y ejecutando a Monaldeschi el 10 de noviembre, en el mismo palacio. La ejecución fue muy criticada por la nobleza europea en general, argumentando que Cristina, desde su abdicación, ya no tenía autoridad para ordenar ejecuciones. Cristina contestó reafirmando su condición real para hacerlo, pero esto provocaría una ola de desprestigio hacia su persona, que trascendería en el tiempo.

Cristina regresó a Roma en febrero de 1658, siendo recibida con frialdad por el papa Alejandro VII y la nobleza. Su amigo, el cardenal Azzolini, se encargó con el tiempo de ir limando asperezas, y ella entendió que era hora de cambiar de residencia. El Palacio Farnesio sería su elección y allí se estableció con su corte.

El Palacio Farnesio  del siglo XVI, domina la homónima plaza en Roma. Es la actual embajada de Francia.
El proyecto originario del palacio se debe a Antonio de Sangallo el Joven, por encargo del cardenal Alejandro Farnesio (futuro papa Paulo III), que entre los años 1495 y 1512 compró el palacio Ferriz y otros edificios que se encuentran en el área. 
La exreina empezó a buscar obras de arte en la Ciudad Eterna para aumentar la colección traída de Suecia, pero no siempre pudo adquirir lo que deseaba. Los fondos con que contaba eran insuficientes. Poseyendo gran sagacidad y cultura, carecía de talento administrativo, que dejaba en otras manos, no siempre honestas. 
En 1659 decidió mudarse al Palacio Riario (posteriormente Corsini), donde comenzó a desarrollar un estricto protocolo.

El Palacio Corsini (Palazzo Corsini) es un palacio de Roma (Italia), situado en el barrio de Trastévere, calle Via della Lungara. Es una de las dos sedes de la Galería Nacional de Arte Antiguo; la otra es el Palacio Barberini. Está al lado de la Villa Farnesina.
Su aspecto actual pertenece al estilo barroco tardío. Se erigió en el siglo XV como villa de la familia Riario.
El 12 de febrero de 1660 murió súbitamente Carlos X Gustavo en Gotemburgo, dejando a su hijo Carlos XI de Suecia, de 5 años de edad, como heredero. El Consejo del Reino designó a cinco nobles para que asumieran el poder en el reino de Suecia, hasta la mayoría de edad del heredero. Cristina decidió ir a su tierra natal para revisar su posición e intereses.

El renacimiento de la Minerva del Norte
Durante su última estadía en Hamburgo, otro hecho había ocurrido en Roma: el papa Alejandro VII había fallecido en mayo de 1667 y después de 18 días de cónclave, fue elegido por unanimidad el cardenal Julio Rospigliosi, que tomó el nombre de Clemente IX. También interesado en las artes, al regreso Cristina le otorgó una renta anual para ayudarla en sus proyectos. Tanto ella como el cardenal Azzolino habían gestionado activamente su elección.
Cristina se interesó por la arqueología, y pese a sus limitados ingresos, financió algunas excavaciones. Reunió una excelente colección de esculturas antiguas, como un grupo de musas que luego sería adquirido por Felipe V de España. Estas musas, actualmente en el Museo del Prado, presiden el nuevo salón oval del museo, remodelado por Rafael Moneo.
También construyó un observatorio en su palacio, contratando a dos astrónomos, y donde pasaba horas mirando el cielo.

Retrato de Felipe V, por Jean Ranc (c. 1723). Óleo sobre lienzo, 144 x 115 cm, Museo del Prado (Madrid).
Felipe V de España, llamado «el Animoso» (Versalles, 19 de diciembre de 1683-Madrid, 9 de julio de 1746), fue rey de España desde el 16 de noviembre de 1700 hasta su muerte en 1746, con una breve interrupción (comprendida entre el 16 de enero y el 5 de septiembre de 1724) por causa de la abdicación en su hijo Luis I, prematuramente fallecido el 31 de agosto de 1724.
El conjunto más valioso de las esculturas clásicas del Prado procede de la colección de Cristina de Suecia. Se trata en su mayoría de réplicas romanas de obras famosas del arte griego: del siglo V a. C. cabe mencionar Atenea, de Mirón, Diadúmeno, de Policleto, la cabeza de Atenea tipo Velletri [E49] y Deméter [E2]; del siglo IV a. C., Leda, de Timoteo, Sátiro en reposo, de Praxiteles, y Apolo Patroos, de Eufránor; de época helenística una Venus del tipo Capitolino [E31], las famosas Ocho musas sentadas de la Villa Adriana de Tívoli, Fauno del cabrito, Musa apoyada [E32], Venus del pomo [E65], Afrodita agachada [E33], Ariadna, interpretada entonces como Cleopatra [E167], la cabeza de Aquiles conocida en su época como Alejandro [E110] y -como originales griegos- una cabeza de bronce [E99] y un Baco de mármol [E50]. De época romana destacan el Grupo de San Ildefonso, un altar con relieves báquicos [E173], Atenea Prómaco [E24], estatuas-retratos de Augusto [E166 y E170] y de una dama romana [E164] y los bustos de Adriano [E176], Sabina [E210] y Antínoo [E60], entre otros.
Ubicadas en altos pedestales parecidos a fustes de columnas clásicas, las Musas dan la bienvenida al visitante del Museo del Prado. Con esta selección de estatuas antiguas se subraya que el Museo es también una colección de escultura clásica, y se vuelve a recuperar el espacio basilical para obras en mármol tal y cómo lo fue durante las primeras décadas de la historia de la institución.
Las musas eran hijas de Zeus y de la Memoria (Mnemosine) y originalmente solían cantar juntas con bella voz a los dioses en el Olimpo o proporcionar inspiración divina a los poetas y a las sibilas. Sólo a partir del siglo II a. C. se empieza a relacionar cada una de las musas con un arte específico. 
Las ocho estatuas de mármol fueron halladas hacia 1500 en la Villa Adriana de Tívoli, donde decoraron el escenario del Teatro de la Academia ó Odeón. Su realización, a finales del reinado de Adriano (hacia 130 d. C.), se debe a dos talleres romanos que reprodujeron modelos griegos del siglo II a. C. Hacia 1670 fueron adquiridas por la reina Cristina de Suecia (1626-1689) y expuestas en su palacio romano. Compradas por Felipe V llegaron en 1725 al palacio de La Granja de San Ildefonso.
Busto de Antinoo, anónimo siglo II d. C.
Monumento a la Reina Cristina de Suecia en la Basilica de San Pedro en Roma. - Bernini.
Su última voluntad, de ser sepultada con sencillez, no fue obedecida. El cardenal Azzolino y el papa Inocencio XI decidieron darle un funeral de Estado. Su cuerpo amortajado se expuso durante tres días en su palacio para recibir los últimos respetos de numerosos visitantes. Al atardecer del 22 de abril, en un carro abierto, fue trasladada en un cortejo iluminado por antorchas y rodeada de su guardia palaciega, a una iglesia designada por el cardenal Azzolino.
En los primeros meses de 1689, la reina comenzó a sentirse muy enferma. El 13 de febrero sufrió un desmayo, que se repitió tres días más tarde. Sus más cercanos le pidieron que recibiera la extremaunción, cosa que ella tomó con serenidad. El 1 de marzo escribió su testamento, nombrando al cardenal Azzolino como su heredero universal. También le escribió una carta al papa Inocencio XI solicitando con humildad su perdón por las diferencias que habían tenido. El papa, que también se encontraba enfermo, recibió la misiva con emoción y le respondió por medio de un cardenal, que daba por terminadas sus diferencias y le daba la absolución. En sus últimos días tuvo la compañía de su amigo Azzolino, que también se hallaba enfermo y moriría el 6 de junio del mismo año.
Algún tiempo antes de su muerte, un visitante francés escribió una descripción de Cristina:
Tiene más de sesenta años de edad, decididamente pequeña, muy robusta y rechoncha. Su piel, voz y facciones son masculinos: nariz grande, grandes ojos azules, cejas rubias, una doble barba con vello y un levemente prominente labio inferior. Su cabello es castaño claro, un palmo de largo, empolvado y sin peinar. Su expresión es amistosa y sus modales muy obsequiosos. Su indumentaria se compone de una chaqueta masculina ajustada, de satín negro, que le alcanza las rodillas y abotonada en el frente. Usa una falda negra corta que muestra su calzado masculino. Una gran cinta negra ocupa el lugar del pañuelo al cuello. Un cinturón sobre su chaqueta le ajusta el vientre, haciendo más notoria su redondez.

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