jueves, 19 de mayo de 2016

Diego Rivera: Los murales industriales de Detroit - El hombre controlador del universo (El mural que Rockefeller encargó a Diego Rivera y luego mandó destruir)

Los murales los podemos contemplar en la Sala Rivera,  antiguo jardín interior del Instituto de Artes de Detroit, hoy convertido en una especie de Capilla Sixtina de la industria del siglo XX. Los murales adquieren su nombre en función de su situación geográfica, norte, sur, este, oeste. 


Los famosos murales industriales de Detroit fueron pintados por Diego Rivera entre 1932 y 1933. Los murales, que Diego Rivera consideraba como su “obra maestra”, muestran todo el proceso de la fabricación de autos, desde la extracción de las materias primas, pasando por el fundido de metales, el moldeado prensado, el montaje de los motores de combustión interna, el cableado, los neumáticos fabricados con caucho, los asientos, hasta el ensamble total y la salida de los nuevos autos a los patios de la fábrica. Los murales presentan todo el proceso de producción automotriz en dos enormes muros (identificados como “norte” y “sur) y en las partes superiores de las paredes (“este” y “oeste”) que forman la sala del Instituto de Artes de Detroit (DIA) y que se llama “Rivera Court” (“Sala Rivera”).


Diego Rivera fue contratado para elaborar los murales por Edsel Ford, presidente de Ford Motor Company y que en ese entonces era también el presidente de la Comisión de Artes de Detroit, por recomendación del director del Instituto de Artes de esa ciudad, William Valentiner. Ford ofreció a Rivera unos 20 mil dólares como pago por su obra. 
En abril de 1932, Rivera se trasladó a Detroit acompañado de Frida Kahlo. La pareja se instaló en un hotel cerca del Instituto de Artes de Detroit en cuyo jardín interior (llamado Rivera Court) pintó los murales. A Frida siempre de delicada salud, no le gustaba el enfermizo clima del sitio, apremiando a Rivera para finalizar el encargo.

Diego Rivera y Frida Kahlo en Detroit. 1932

Durante siete meses, Rivera presenció la vida fabril en la planta de la Ford a la orilla del río Rouge en Dearborn, Michigan. Durante las largas horas dentro de la planta, Rivera tomó nota de la actividad industrial, entrevistó a los trabajadores automotrices, a los mayordomos y al personal administrativo. En estos meses, elaboró muchísimos esbozos sobre la actividad dentro de la fábrica, de los trabajadores en acción, la maquinaría y la organización de la producción. Un empleado del instituto tomó además fotografías que después le sirvieron a Rivera para trabajar en detalles como las cadenas y las líneas de ensamble así como la maquinaria dentro de la fábrica.

El artista inició largos paseos por el complejo industrial Ford River Rouge, realizando numerosos esbozos o bocetos, además se hizo acompañar del fotógrafo oficial de la compañía
A Rivera tal vez le inspiraba más el aspecto humano y el contexto social, en lugar del puramente técnico, por ello buscaba a menudo entrevistas con obreros, encargados, y diferente personal de la fábrica
El ritmo de trabajo fue matador,  con jornadas de 15 horas diarias sin apenas días de descanso, llegando a perder durante su realización hasta 45 Kgs. el artista mexicano. 

Rivera elaboró muchos bocetos, en distintos tamaños, así como los famosos “cartones” que utilizó como plantillas para trazar las imágenes en los muros. Una vez trazadas las imágenes, sus ayudantes aplicaban capas de yeso donde Rivera comenzaba a pintar con pinturas de agua antes de que el yeso secara completamente. De esta forma, la pintura se impregnaba formando parte de la capa del yeso. Esta es la técnica de pintura al fresco, similar a la que Miguel Angel utilizó para pintar la Capilla Sixtina en el Vaticano. Rivera utilizó pinturas elaboradas por él mismo, es decir pinturas orgánicas. Sin embargo, lo extraordinario de todo, es que los cartones que utilizó de modelo y para trazar las figuras estaban en blanco y negro y fue hasta que empezó a pintar en los muros cuando Rivera escogió los colores de su maravillosa obra de arte.


Los murales de Diego Rivera empiezan en la pared del este, la “East Wall”, con el génesis de la producción industrial. En esta parte aparece, en la parte superior, en el centro, una figura infantil dentro de la matriz de una planta simbolizando la creación de la vida. La figura tiene la posición adoptada por el cuerpo humano cuando aun se encuentra en el vientre materno. Solo que aquí se encuentra dentro del bulbo de una planta. La figura está rodeada de elementos simbólicos del origen de la vida, y algunos detalles de implementos agrícolas significando que la tierra proporciona los elementos esenciales de la vida.

A ambos lados de esta parte, aparecen dos mujeres, robustas y desnudas, que cargan en sus brazos granos y frutas y debajo de ellas, dos paneles con frutas y verduras aparentemente típicas de la región de Detroit. El mensaje es claro; antes que la producción industrial, primero fue la agricultura.


Siguiendo con el mural norte, encontramos los primeros pasos del proceso manufacturero automotriz. En la parte superior del muro, un panel a todo lo largo del mural principal, aparecen dos grandes figuras humanas que simbolizan dos razas humanas, la indígena y la negra, que en sus manos aprisionan el hierro y el carbón, respectivamente, extraídos del suelo, y que son dos de las más importantes materias primas para la fabricación industrial.

Enseguida, debajo de este panel, al centro superior del mural, Rivera pintó magistralmente el proceso de la fundición del hierro y el acero para fabricar los bloques de los motores, la caja de cambios y otras partes. Los colores utilizados por Rivera, así como la ubicación del proceso de fundición, permiten que en ciertas horas del día, cuando el sol ilumina con su fuerza esta parte del muro, el fuego y el humo que salen de los hornos adquieren un efecto impresionante. A los lados de esta parte se aprecian varios aspectos de esta parte de la producción como la elaboración de los moldes, el vaciado, las separación de la parte fundida, etc.


Y luego, en la parte central de mural, aparece un grupo de trabajadores jalando unos bloques del motor. Se trata de una de las mejores imágenes del mural (vea el detalle al inicio de esta entrada). En ella, los trabajadores aparecen moviéndose al mismo ritmo. Se trata de la mismísima fuerza del trabajo en acción o aun mejor, “la manifestación misma de su vida”, como diría Carlos Marx en 1847, en su discurso ante la Asociación Obrera Alemana en Bruselas. Se trata de obreros automotrices de varias nacionalidades. La mayoría de éstos son en realidad amigos de Rivera y personas que conoció en Detroit, por eso sus rostros y sus cuerpos se nos presentan como si fueran de personas que hemos conocido en la vida real. Y alrededor de estos obreros, aparecen otros aspectos, pintados con lujo de detalles, de los distintos procesos productivos en la fábrica de la Ford Rouge.

Por cierto, en la parte media izquierda, aparece un grupo de obreros con rostros verdosos, que a la luz natural adquieren un efecto fluorescente, y entre los cuales Rivera se pintó así mismo, con una especie de bombín en la cabeza, no como un obrero más, si no más bien como un observador de la actividad fabril.


En el muro sur, el “South Wall”, donde Rivera plasmó la parte final de la fabricación industrial del automóvil. El ensamble del motor y la transmisión al chasis aparece al frente, dominando el centro del mural, mientras que arriba aparece el acabado del auto, hasta que la línea de montaje lo lleva al patio de la planta. Sería difícil mencionar todos los detalles de este mural, pero en los lados de esta representación laboral, aparecen dos aspectos importantes que si merecen ser comentados.


En el primero, al lado izquierdo, aparece un grupo de obreros laborando bajo la mirada del mayordomo. En realidad es el retrato de un personaje que Rivera conoció en la planta Rouge, un tal Charles Sorensen que entonces era el jefe de producción de la planta y además, el jefe de las operaciones internacionales de la Ford en 1932. Pero su rostro es duro y adusto simbolizando la típica relación tensa de la patronal y los trabajadores del proceso productivo capitalista.


Del lado derecho, aparece una enorme maquina prensadora que casi ocupa una cuarta parte del mural. Rivera se basó en Coatlicue, la diosa azteca de la vida y la muerte para representar la máquina y expresar simbólicamente que si en el pasado los seres humanos estuvimos bajo el control divino, ahora, bajo el capitalismo, los seres humanos estamos bajo el control de la máquina.

Tanto en el muro sur como en el muro norte, aparecen además, en las partes superiores, en ambos lados de los murales, paneles representando la vida y la muerte (en el muro norte) con dos imágenes impresionantes. Por un lado, a la izquierda, la fabricación de gases venenosos para producir bombas, y al lado derecho, una representación casi copiada del nacimiento del niño Jesús siendo vacunado. Los paneles del muro sur plasman por una parte, a la izquierda, la fabricación de medicinas y a la derecha de químicos. O sea, los cuatro paneles nos presentan, por un lado la destrucción y por el otro, la preservación de la vida.


Diego Rivera concluyó los murales industriales de Detroit en marzo de 1933, nueve meses después de su llegada a Detroit. Cuando el público los vio por primera vez se quedó asombrado, nunca se había visto algo igual.
Se trata de la única representación plástica existente sobre uno de los procesos productivos industriales más emblemáticos de Detroit.
Naturalmente, los murales de Rivera también despertaron muchas críticas y controversias, principalmente de la cúpula empresarial y de la jerarquía religiosa. Esta última se quejó por los desnudos y las alusiones divinas en los muros. Por su parte, los ricos industriales se sintieron ofendidos de una obra donde se exaltaba a la clase obrera como el centro de la producción de la riqueza industrial.

Obreros automotrices en Huelga en Lansing, Michigan, 1937.

El hombre controlador del universo
El hombre controlador del universo, también conocido como El hombre en el cruce de caminos, es un mural pintado por Diego Rivera (1886-1957) en 1934 para el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México.

En 1933 Diego Rivera comenzó a pintar un mural para el Centro Rockefeller de Nueva York. La obra quedó inconclusa porque Rivera introdujo un retrato del líder comunista Vladímir Lenin, lo que fue rechazado por la familia Rockefeller y el mural destruido.

El mexicano Diego Rivera era uno de los pintores favoritos de Abby, la madre de Nelson Rockefeller, así que finalmente recibió el encargo de pintar un mural gigante para decorar el gigantesco vestíbulo del Rockefeller Center, que acababa de erigirse en Nueva York. La pretensión de Rockefeller era que los visitantes hicieran un alto en el camino y se detuvieran a pensar.
De enero a noviembre de 1934, Rivera trabajó en el encargo para uno de los muros del segundo piso del Palacio de Bellas Artes (en México), reelaboró el mural en fresco sobre bastidor metálico móvil. El tamaño del mural es menor al original. El actual mide 4,46 × 11,46 m.

La composición se divide en tres secciones: en la parte central del mural aparece el obrero operando la máquina que controla el universo, manipula la vida y divide el macrocosmos del microcosmos.


El panel izquierdo se aprecia el efecto de la sociedad capitalista a través de la representación de Charles Darwin aludiendo a la ciencia, en contraste con la escultura de piedra que simboliza la religión y las escenas de lucha de clases y guerra.



El panel derecho representa el mundo socialista mediante las figuras de Vladímir Lenin, Karl Marx, León Trotsky y Friederich Engels, así como la representación del Ejército Rojo y la unión de la clase obrera, representada por trabajadores en la Plaza Roja.

El Palacio de Bellas Artes, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es la casa máxima de la expresión de la cultura, el teatro lírico más relevante y el centro más importante del país dedicado a todas las manifestaciones de las bellas artes. La Unesco lo declaró monumento artístico en 1987.

No hay comentarios:

Publicar un comentario