jueves, 12 de enero de 2017

El Bosco - Hijo pródigo - Tríptico del carro de heno - Gótico flamenco

Hijo pródigo - El Bosco - 1510 h.Museo Boymans-van Beuningen (Rotterdam)

Esta tabla se interpretó en un primer momento como el Hijo Pródigo, que tras haber dilapidado la herencia de su padre cayó en la pobreza, sufrió terribles humillaciones y terminó por regresar a la casa paterna donde fue recibido con gran alborozo y restituido en su puesto. La interpretación se realizó sobre todo a partir del abandono de la casa llena de pecados: la pareja que se besa en la puerta, el labriego que orina en la esquina... y los cerdos que hay en el exterior (el último trabajo del hijo pródigo fue criar a una piara, y comía y dormía con los cerdos). Sin embargo, se ha analizado el vestido y los objetos del personaje principal y se ha llegado a la conclusión de que se trata de un buhonero. Es un vendedor ambulante, uno de los oficios más desprestigiados de la Europa medieval. Su talla moral era la de un canalla, lo cual invalida la posibilidad de identificarlo con el hijo pródigo. Otras interpretaciones han querido ver el tránsito del cristiano en el mundo, dejando atrás los vicios y placeres, pero aquí más bien parece que el perro que guarda la casa le gruñe para alejarlo a él, que constituye la verdadera amenaza para los habitantes.

Tríptico del carro de heno 1512 - 1515 
Con esta obra el Bosco demuestra que el hombre, con independencia de su clase social o su lugar de origen, está tan poseído por el deseo de gozar y adquirir riquezas materiales que se dejará engañar o seducir por el Demonio. La lección que propone el artista es que debemos alejarnos de los bienes terrenales y de los placeres de los sentidos para evitar la condenación eterna. Se trata por tanto de un ejemplo opuesto a los ejemplos al uso en la época, en el sentido de que lo importante no es tanto hacer el bien, como evitar el mal y seguir esta norma a lo largo de la vida. 


En el tríptico cerrado el Bosco representa el tema del camino de la vida en pintura, y no en grisalla o semigrisalla como en la versión de Róterdam. Muestra en él a un anciano pobremente vestido, inclinado por el peso del cesto que lleva sobre sus espaldas y defendiéndose con un bastón de un perro que le acecha. Pese al mal estado en el que se encuentra, ha podido dejar atrás el ataque de los bandidos y la danza de la pareja de pastores al son de la gaita, alusiva a la lujuria. En el peregrinar de su viaje sin destino, y cuya dirección ignora, ha ido sorteando los peligros del camino y sabe que debe continuar, pese a lo incierto que pueda ser lo que le espera al cruzar el puente. En el dibujo subyacente el Bosco había representado detrás de este puente una cruz que eliminó en la fase de color. La sustituyó por un crucifijo en el interior del pequeño altar colocado en el árbol bajo el que está sentado un pastor que toca la gaita, sin que nadie se percate de su presencia. Todos viven de espaldas a él, todos se olvidan de Dios, como en el Carro de heno.


El tríptico abierto está dedicado al pecado. En el panel izquierdo se muestra su origen, desde la caída de los ángeles rebeldes hasta la expulsión del Paraíso. Digno de destacar es el modo en que el pintor representó a esos seres angélicos que, al desobedecer a Dios, fueron arrojados del cielo y experimentaron una metamorfosis que acabó por convertirlos en monstruosas figuras híbridas. En primer plano, el Bosco hizo también hincapié en la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. El arcángel, con su espada levantada, les impide franquear la elevada puerta antropomorfa que separa el Paraíso -escenario de la creación de Eva y de su tentación por la serpiente- del mundo en el que transcurrirá la vida del hombre tras su pecado.

Escena que representa la expulsión de los ángeles rebeldes, liderados por Lucifer, del Cielo. El pintor nos muestra la figura de Cristo entronizado y en actitud de bendecir, a su alrededor los ángeles luchan y expulsan a los rebeldes hacia la Tierra. Estos últimos, al caer, abandonan su aspecto angelical y se convierten en seres monstruosos, reptiles, insectos, sapos...

Siguiendo la línea narrativa, al descender por el panel izquierdo nos encontramos en el Jardín del Edén, donde la figura de Dios, ataviada a semejanza de un gran sacerdote, crea a Eva a partir de la costilla de Adán.
La narración continúa con el Pecado Original, justo en el momento en el que el demonio, que ha adoptado una forma híbrida, mitad mujer y mitad serpiente, típica de la imaginación medieval, tienta a la pareja con una manzana del Árbol del Conocimiento.

El panel izquierdo se cierra con la expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal. Un ángel blande su espada de forma amenazadora desde la puerta del Edén. Adán y Eva tratan de cubrir sus cuerpos desnudos mostrando vergüenza pues al haber comido el fruto del árbol prohibido, comienzan a juzgar si los actos son buenos o malos y toman conciencia de su desnudez.
En el panel central el artista muestra a la humanidad arrastrada por el pecado, yendo tras ese carro de heno con el que se ilustra el versículo de Isaías. Toda carne es heno y toda gloria como las flores del campo, que alude a lo efímero y perecedero de las cosas terrenales. A la vez también se recrea un proverbio flamenco: El mundo es como un carro de heno y cada uno coge lo que puede. Bajo la atenta mirada de Cristo Redentor, todos los estamentos quieren coger un puñado de ese heno, incluido el clero, que aparece aquí censurado por vicios como la avaricia y la lujuria. Para lograr su objetivo no dudan en cometer todo tipo de atropellos. Mientras, en el primer plano transcurre la vida cotidiana: desde las mujeres que cuidan de sus hijos y realizan sus tareas diarias hasta el sacamuelas. Por su parte, los que intentan por todos los medios subirse al carro no ven a los seres demoníacos que lo guían y los llevan directos al Infierno. Y menos aún los puede ver la multitud que sigue al carro, encabezada por los grandes de la tierra a caballo: el papa; el emperador, con una corona similar a la de Dios Padre; un rey, al que las flores de lis de su corona -añadidas en la fase de color- asocian con el rey francés; y un duque, con un tocado a la borgoñona. Entre la desesperación del ángel de la guarda que eleva su mirada hacia Cristo y el demonio que toca la trompeta, encima del carro triunfa la lujuria, favorecida por la música con la que se entretiene la rica pareja sentada sobre el heno, mientras sus dos sirvientes retozan entre los arbustos.

En su cima encontramos a una pareja de amantes que se besan (lujuria), junto a ellos hay un trío de músicos (los amantes han sucumbido a la música de la carne), un demonio azul se une al concierto tocando su nariz con forma de trompa, mientras un ángel reza pidiendo la intercesión de Jesús, que aparece en un claro entre las nubes. Curiosamente es la única figura que busca la mediación divina, el resto está ocupado con la mundanidad de la vida.

En primer lugar aparecen los más poderosos de la Tierra, el Papa, el Emperador y los Reyes, reconocibles fácilmente por sus ropas y atributos. Detrás de ellos nobles, alto clero, judíos... Sin embargo a sus pies vemos las disputas de la gente común, algunas intentan usar una escalera para llegar hasta el heno, otras discuten acaloradamente, algunas llegan incluso a amenazarse con un cuchillo. 

Sin embargo el mejor ejemplo de los actos de vileza que pueden llegar a cometer los humanos por la riqueza aparece a los pies del carro. Allí dos mujeres han llegado directamente a las manos mientras otras figuras hacen caso omiso y siguen sacando paja del carro. En algunos casos están a punto de ser atropellados por las ruedas. La escena más violenta la vemos en el suelo, donde un hombre está degollando a otro tras una pelea a cuchilladas.

El triunfo de la Muerte - 1562 - 1563. Óleo sobre tabla, 117 x 162 cm.
Obra moral que muestra el triunfo de la Muerte sobre las cosas mundanas, simbolizado a través de un gran ejército de esqueletos arrasando la Tierra. Al fondo aparece un paisaje yermo donde aún se desarrollan escenas de destrucción. En un primer plano, la Muerte al frente de sus ejércitos sobre un caballo rojizo, destruye el mundo de los vivos, quienes son conducidos a un enorme ataúd, sin esperanza de salvación. Todos los estamentos sociales están incluidos en la composición, sin que el poder o la devoción pueda salvarles. Algunos intentan luchar contra su funesto destino, otros se abandonan a su suerte. Sólo una pareja de amantes, en la parte inferior derecha, permanece ajena al futuro que ellos también han de padecer. La pintura reproduce un tema habitual en la literatura del medioevo como es la danza de la Muerte, que fue frecuentemente utilizado por los artistas nórdicos. Brueghel dotó a toda la obra de un tono pardo rojizo, que ayuda a dar un aspecto infernal a la escena, apropiado para el asunto representado. La profusión de escenas y el sentido moralizante utilizado por el autor, son parte de la influencia de El Bosco en su obra.
Pieter Brueghel llamado el Viejo,  (Bruegel cerca de Breda o Brée, h. 1525 - Bruselas, 5 o 9 de septiembre de 1569) fue un pintor y grabador brabanzón. Fundador de la dinastía de pintores Brueghel, es considerado uno de los grandes maestros del siglo XVI, y el más importante pintor holandés de ese siglo. Con Jan Van Eyck, el Bosco y Pedro Pablo Rubens, está considerado como una de las cuatro grandes figuras de la pintura flamenca.
La pintura perteneció a la reina Isabel Farnesio, quien la tenía en el Palacio de La Granja.

El tres de mayo de 1808 en Madrid o Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío o Los fusilamientos del 3 de mayo - Francisco de Goya, 1813-1814. (Similitud con el hombre muerto) 

Junto a la firma del autor, en la esquina inferior derecha del panel central, El Bosco coloca a un orondo monje, sentado tranquilamente en una especie de cátedra, bebiendo alegremente mientras un grupo de monjas se dedican laboriosamente a llenar una bolsa de heno. La sátira no perdona tampoco al clero, puesto que en aquella época estaba siendo muy criticado por su mundanidad, por la corrupción y la venta de cargos eclesiásticos que acabarían desembocando, ya en el siglo XVI, en la reforma protestante.
El carro de heno es conducido por un grupo de bestias y monstruos que tiran de él y parecen encaminarlo hacia el panel de la derecha, que representa el Infierno. Los avariciosos humanos, al igual que pasa con la figura de Jesucristo, parecen no percatarse de quiénes dirigen el carro ni hacia dónde va.
El panel de la derecha representa el Infierno donde se concentran las figuras más grotescas de El Bosco, dispuestas a castigar los pecados de la humanidad. Aquí encontramos las representaciones más violentas puesto que el fin último de la obra es moralizante y era necesario infundir el miedo al pecado. El alma de un hombre es conducido por dos figuras monstruosas, ante ellos se presentan varias escenas de tortura, un hombre es asaetado mientras monta sobre una vaca, otro es arrojado a una jauría de perros que lo devoran, mientras otro es desollado.

En el panel derecho el Bosco representa el Infierno de forma igualmente novedosa. A diferencia de sus otros Infiernos, este está construyéndose aún. Los demonios se afanan por concluir la torre circular como si fueran albañiles, transportando el material por la elevada escalera -situada en la misma posición que la que se apoya sobre el carro de heno- o preparando la argamasa para seguir levantando en altura sus muros. Atentos a su labor, están de espaldas a los demonios, que siguen trayendo a nuevos pecadores para sufrir su castigo.
El dibujo subyacente está realizado a pincel con un medio líquido muy fluido. Dada la delgadez y la transparencia de la capa pictórica, ha trepado hasta la superficie y resulta visible en muchos lugares. En general, en esta obra el Bosco dibuja rápido, con trazos simples y de forma esquemática, para situar los principales elementos de la composición. En algunos casos refuerza los contornos de las figuras y los pliegues de sus vestiduras. Los rostros adoptan formas casi caricaturescas y con frecuencia los traza con apenas unos puntos que indican sus rasgos -ojos, nariz y boca-. Son excepcionales las zonas dotadas de un amplio modelado, como vemos en el ángel que mira al cielo sobre el carro de heno y, sobre todo, en el arcángel que expulsa a Adán y Eva del Paraíso.

Gótico flamenco 

En el siglo XV los Países Bajos se habían convertido en un centro artístico de primer orden practicando un estilo pictórico denominado gótico flamenco que acabaría por clausurar la Edad Media, y que competía con el pujante Renacimiento que surgía en la Italia del Quattrocento. Entre sus principales figuras se encontraba Jan van Eyck, Roger van der Weyden, Hugo van der Goes, Hans Memling o el mismo El Bosco. Se trataba de un estilo innovador dentro del arte gótico puesto que trataba de romper con las formas planas y bidimensionales góticas para pasar a representar la realidad con mayor veracidad, buscando la perspectiva y la tridimensionalidad del espacio. Además introdujo una nueva técnica pictórica, el óleo, que permitía pintar con colores mucho más vivos y con mayor detalle, como no se habían visto nunca hasta el momento.

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