(VIII). (II). 10 artistas que deberíamos conocer - Jenny Saville - Damien Hirst - Banksy - Lucian Freud - Auerbach, pincha aqui
Por CRISTINA GIMÉNEZ
Todo en la obra de Cristina Iglesias, una de las artistas españolas con mayor proyección internacional, tiene que ver con pensar espacios donde nada es lo que parece, parajes cargados de poesía y belleza que llevan al espectador a confrontar la ausencia y el deseo, la insatisfacción o la imposibilidad de verlo todo. En su casa-estudio en Torrelodones, en la sierra madrileña, ha desarrollado la mayor parte de su obra en los últimos treinta años. La casa familiar que creó con su marido -el también artista desaparecido Juan Muñoz-, donde crecieron sus hijos, inicialmente tenía una sola altura y una sencilla planta rectangular, y fue absorbiendo necesidades familiares y profesionales traducidas en extensiones, pabellones, estudios, oficinas, una nueva planta… Un crecimiento orgánico dictado por el ritmo en el que surgían nuevos proyectos artísticos de mayor escala.
El hábitat donde vivo me influye sin duda pero el lugar de pensar lo he elegido yo. Vivir en esta casa, al principio, fue una oportunidad familiar que podíamos utilizar, pero éste ha seguido siendo mi sitio de pensar porque es un entorno cercano y aislado al mismo tiempo, lo que me permite concentrarme sin las distracciones de la ciudad.
La idea de lo remoto en la ciudad está en tus obras.
Actualmente estoy trabajando en un proyecto que tiene que ver con ello, una obra permanente para el faro de la isla de Santa Clara, en San Sebastián, un lugar único e importantísimo por mi relación con la ciudad y con el mar. El interior del edificio, hogar del último farero y deshabitado desde los 60, está en malas condiciones. Vamos a vaciarlo y restaurarlo y construiremos un gran vaso, un pozo hacia el mar... Aunque sea una ilusión. Es similar a la intervención que hice en la Torre de Agua en Toledo, ambas cuestionan la idea convencional del espacio público.
Has colaborado con arquitectos como Foster, Piano o Moneo. ¿Qué retos has encontrado en esos proyectos?
En mi trabajo todo está conectado. En el caso de la Fundación Norman Foster tenía que crear un espacio de sombra lo que supone un condicionante pero también un punto de partida. Otro ejemplo es el del encargo de Moneo que me pidió diseñar el portón para la extensión del Prado. Había construido pasajes, pasadizos... Me interesa mucho la idea de un espacio entre un lugar y otro. A partir de esa idea se fue formando la obra, invadiendo el umbral, los lados, introduciendo movimiento y secuencia. Estos proyectos y otros me han permitido desarrollar partes no solo del lenguaje sino del pensamiento, de la reflexión sobre qué puede aportar la escultura pública y la no pública hoy en día a la sociedad y sobre como quien se encuentra con la obra, puede relacionarse con ella. Intento que los condicionantes con los que tengo que trabajar en proyectos públicos hagan que los límites que requieren, sean precursores de nuevas ficciones. Que jueguen a mi favor y que pueda hacer de ello una reflexión sobre qué puede ser la intervención pública hoy en día en una ciudad o en la naturaleza.
Obras comentadas: Portón-Pasaje, de Cristina Iglesias, pincha aqui
¿Qué implica para ti vivir con arte?
La mayor parte de las obras con las que convivo tienen un vínculo personal, son de artistas amigos como Roni Horn, Fischli and Weiss, Thomas Schütte o Struth… Muchas otras, también de gente joven que, a veces, me gusta comprar. Rodeando el estudio hay una pieza de Lawrence Weiner, cargada de simbolismo pues formó parte de la última exposición en la galería Marga Paz, una de las pioneras en Madrid en los años 80. Aunque la obra la compramos tiempo después en la galería Mariam Goodman. Weiner vino personalmente a montar la obra y decidió él donde instalarla. Quiso que fuera rodeando la arquitectura de mi estudio.
Reinhard Mucha at Kunstmuseum Basel | Gegenwart, pincha aqui
Reinhard Mucha. Düsseldorf, Alemania, 1950 |
La escultora donostiarra Cristina Iglesias, desde su casa-estudio en la sierra madrileña, construye lugares inventados, surgidos de un lenguaje artístico único en el que combina formas de la naturaleza con elementos arquitectónicos y materiales industriales.
Todo en la obra de Cristina Iglesias, una de las artistas españolas con mayor proyección internacional, tiene que ver con pensar espacios donde nada es lo que parece, parajes cargados de poesía y belleza que llevan al espectador a confrontar la ausencia y el deseo, la insatisfacción o la imposibilidad de verlo todo. En su casa-estudio en Torrelodones, en la sierra madrileña, ha desarrollado la mayor parte de su obra en los últimos treinta años. La casa familiar que creó con su marido -el también artista desaparecido Juan Muñoz-, donde crecieron sus hijos, inicialmente tenía una sola altura y una sencilla planta rectangular, y fue absorbiendo necesidades familiares y profesionales traducidas en extensiones, pabellones, estudios, oficinas, una nueva planta… Un crecimiento orgánico dictado por el ritmo en el que surgían nuevos proyectos artísticos de mayor escala.
El jardín y las formas de la naturaleza tienen una presencia constante en su obra. En la imagen, Double Vegetation Room, 2006. Polvo de bronce, resina y acero inoxidable. Javier Salas |
En la entrada de la casa, la obra de Juan Muñoz, Three Piggybacks with knives, 2001.Javier Salas |
La idea de lo remoto en la ciudad está en tus obras.
Actualmente estoy trabajando en un proyecto que tiene que ver con ello, una obra permanente para el faro de la isla de Santa Clara, en San Sebastián, un lugar único e importantísimo por mi relación con la ciudad y con el mar. El interior del edificio, hogar del último farero y deshabitado desde los 60, está en malas condiciones. Vamos a vaciarlo y restaurarlo y construiremos un gran vaso, un pozo hacia el mar... Aunque sea una ilusión. Es similar a la intervención que hice en la Torre de Agua en Toledo, ambas cuestionan la idea convencional del espacio público.
Acuarium III, 2001 (Estancias Sumergidas), título de la maqueta que ayudó a Cristina Iglesias a desarrollar el proyecto que realizó en el fondo del Mar de Cortés, en Baja California. Javier Salas |
En mi trabajo todo está conectado. En el caso de la Fundación Norman Foster tenía que crear un espacio de sombra lo que supone un condicionante pero también un punto de partida. Otro ejemplo es el del encargo de Moneo que me pidió diseñar el portón para la extensión del Prado. Había construido pasajes, pasadizos... Me interesa mucho la idea de un espacio entre un lugar y otro. A partir de esa idea se fue formando la obra, invadiendo el umbral, los lados, introduciendo movimiento y secuencia. Estos proyectos y otros me han permitido desarrollar partes no solo del lenguaje sino del pensamiento, de la reflexión sobre qué puede aportar la escultura pública y la no pública hoy en día a la sociedad y sobre como quien se encuentra con la obra, puede relacionarse con ella. Intento que los condicionantes con los que tengo que trabajar en proyectos públicos hagan que los límites que requieren, sean precursores de nuevas ficciones. Que jueguen a mi favor y que pueda hacer de ello una reflexión sobre qué puede ser la intervención pública hoy en día en una ciudad o en la naturaleza.
Obras comentadas: Portón-Pasaje, de Cristina Iglesias, pincha aqui
Encajado en el paisaje del jardín, Pabellón Suspendido IV (A Place of Silent Storms), 2004, en hilo de acero inoxidable trenzado y sombra. Javier Salas |
La mayor parte de las obras con las que convivo tienen un vínculo personal, son de artistas amigos como Roni Horn, Fischli and Weiss, Thomas Schütte o Struth… Muchas otras, también de gente joven que, a veces, me gusta comprar. Rodeando el estudio hay una pieza de Lawrence Weiner, cargada de simbolismo pues formó parte de la última exposición en la galería Marga Paz, una de las pioneras en Madrid en los años 80. Aunque la obra la compramos tiempo después en la galería Mariam Goodman. Weiner vino personalmente a montar la obra y decidió él donde instalarla. Quiso que fuera rodeando la arquitectura de mi estudio.
Silwan, East Jerusalem, 2009, by Thomas Struth. Courtesy of the artist and Marian Goodman Gallery |
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