lunes, 17 de febrero de 2014

Francisco José

Francisco José I de Habsburgo-Lorena (en alemán: Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen; en húngaro: Habsburg-Lotaringiai Ferenc József; Palacio de Schönbrunn, Viena, 18 de agosto de 1830 - Ibídem 21 de noviembre de 1916), emperador de Austria, rey apostólico de Hungría y rey de Bohemia, entre otros títulos, desde el 2 de diciembre de 1848 hasta su muerte en 1916. 

Su reinado de casi 68 años es el tercero más prolongado de la historia europea, después de Luis XIV de Francia y Juan II de Liechtenstein. Su lema personal era Viribus Unitis (Con unión de fuerzas).

Nació a las 9:45 del 18 de agosto de 1830 en Schönbrunn, Viena, como primogénito del matrimonio entre el archiduque Francisco Carlos –quien a su vez era el segundo hijo del último Sacro Emperador Romano y primer Emperador de Austria, Francisco I– y Sofía de Baviera.


Un joven Francisco José, ya Emperador,
retratado con una vista de Liubliana


Dado que a la muerte de Francisco lo sucedió su hijo Fernando, Francisco José no estaba en la línea directa de la sucesión del trono. Sin embargo, como su tío demostraba sufrir de problemas mentales y carecía de hijos, la regencia secreta dirigida por Metternich ordenó inmediatamente que se comenzara a educar al muchacho como posible sucesor a la Corona.

Durante las Revoluciones de 1848, Metternich huyó del país, y tras el Tercer Levantamiento de Viena, el Príncipe Schwarzenberg clausuró la Dieta Constituyente, instauró la dictadura y convenció a Fernando para que abdicara (2 de diciembre de 1848) en favor de Francisco José, que de este modo fue proclamado Emperador a los 18 años de edad.

El reinado de Francisco José se desarrolló en medio de violentas conmociones internacionales que lo persiguieron toda su vida: comenzaron con la revolución austríaca de 1848 y culminaron con la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Las ideas liberales y el pensamiento demócrata ganaban terreno. Apenas llegado al trono, Francisco José debió vérselas con estas dos fuerzas disociadoras de su monarquía centralizada, por lo que los primeros 18 años de su gobierno estuvieron caracterizados por un fuerte absolutismo.

En 1848, la situación política de las monarquías europeas era desesperada. Como otros reyes, debió enfrentar tiempos de nacionalismo creciente, y tuvo éxito en su empeño de mantener unido el Imperio Austrohúngaro.

Para poner fin a la revolución húngara, Francisco José se vio obligado a aliarse con Rusia. En septiembre de 1848 la Dieta húngara no había reconocido a Francisco José como su soberano. En marzo de 1849 Francisco José impuso una nueva constitución centralista y restauró el absolutismo. Esta constitución, llamada de Olmütz, afirmaba que Hungría es parte del Imperio Austriaco, sin ningún derecho especial. En respuesta, al mes siguiente Luis Kossuth proclamó la república. En mayo el zar Nicolás I y Francisco José se reunieron en Varsovia para concertar la acción militar común antihúngara. Tras la batalla de Temesvar, los húngaros capitulan en Vilagos y Kossuth huye a Turquía. Se instauraron tribunales especiales para juzgar a los rebeldes, se impuso la lengua alemana, y Hungría quedó dividida en 5 provincias bajo administración directa de Austria.


El frente austrohúngaro en febrero de 1915 (US Army)

Tras un período de reacción contrarrevolucionaria la constitución absolutista fue abolida en 1851.

La “traición” a Rusia, al negarle Austria su apoyo durante la Guerra de Crimea (1853-56), condujo al aislamiento político del Imperio, que sería incapaz de enfrentarse por sí sólo a la sucesión de desastres que se le vendrían encima.


La emperatriz Isabel

En este entorno de decadencia y cambios destructivos, la única fuerza unificadora y moderadora en la corte de Francisco José era su esposa, la emperatriz Isabel, a quien todo el mundo (aún hoy en día) conoce por su sobrenombre de Sissi, nacida princesa de Baviera, de quien era prima carnal.
Atrapada entre la melancolía y la etiqueta, Sissi comenzó a preocuparse por los pobres e indefensos, convirtiéndose en asidua colaboradora de hospitales y asilos, llevando adelante una importante tarea social, caso prácticamente inédito entre las mujeres nobles de esa época.

La emperatriz Sissi (óleo de Franz Xaver Winterhalter)

Poco a poco comenzó a acumular influencias en la corte y especialmente sobre su marido. Las ideas de Sissi eran avanzadas, progresistas y liberales, y su apoyo a la causa húngara fue determinante para que ese país alcanzara la igualdad política con Austria en 1867.

Pero Sissi no era, por causa de su personalidad y de su trabajo solidario, una madre muy afecta al cuidado y enseñanza de los niños, ni tampoco les ofreció demasiada calidez ni cariño. Tenía sólo 20 años cuando nació el primogénito Rodolfo, y la madre de Francisco José (la archiduquesa Sofía de Baviera) comenzó a interferir constantemente en la educación del heredero. Se prohibía a la Emperatriz amamantar al infante, y, luego de los tres primeros partos, la Archiduquesa convenció a Elisabeth de que no tuviese más hijos. Esta decisión, aparentemente intrascendente, demostró tener una importancia política enorme, ya que cuando Rodolfo, el único varón, se suicidó, la familia quedó sin sucesores al trono de Francisco José.

La única forma de no tener más niños era observar una cuidadosa abstinencia.
la propia Sissi buscó una amante para Francisco José.

La emperatriz Sissi, que tenía la costumbre de efectuar múltiples viajes, encontró la muerte en Ginebra en 1898. Un fallo en su dispositivo de vigilancia y seguridad, permitió que un terrorista anarquista italiano llamado Luigi Lucheni se aproximara a ella asestándole con un estilete una única y certera puñalada al corazón. La emperatriz cayó al suelo, se levantó y al cabo de una hora murió en el hotel dónde se había hospedado la noche anterior.


Guerras constantes y pérdidas territoriales

Aunque Francisco José logró poner fin a la revolución húngara en 1849 y derrotar al rey Víctor Manuel II de Piamonte-Cerdeña, al cabo de diez años la alianza de Napoleón III con los Saboya supondría el fin de la hegemonía austríaca en Italia. Derrotado en Solferino, Francisco José hubo de avenirse al Armisticio de Villafranca (ratificado en el Tratado de Zúrich el 10 de noviembre de 1859) y permitir la unificación italiana. Austria perdió todas sus posesiones excepto el Véneto, dejando Lombardía en manos de Víctor Manuel y permitiendo la anexión de los ducados de Parma, Módena y Toscana.

En 1864, Austria y Prusia estuvieron aliadas en la Guerra de los Ducados.

Simultáneamente atacado por Italia, el imperio se veía obligado a ceder Venecia a Francia quien, a su vez, la cedió a Italia por el Tratado de Viena del 12 de octubre de 1866.


Desgracias familiares

Su vida familiar fue amarga, principalmente por el choque entre su mentalidad retrógrada y reaccionaria y el carácter y las ideas liberales de sus familiares. Francisco José perdió violentamente a su hijo, el Archiduque Rodolfo, que aparentemente se suicidó por un desengaño pasional en medio de una crisis depresiva (30 de enero de 1889), y a su esposa, la emperatriz Isabel, asesinada en Suiza el (10 de septiembre de 1898). Al conocer la noticia, el Emperador musitó: en mi imperio la desgracia no conoce el ocaso.

Francisco José tuvo tres hermanos, el primero de ellos fue Maximiliano (1832-1867), con el cual tenía escasa diferencia de edad. En 1863, una junta de notables le ofreció el trono del Imperio Mexicano, y con el apoyo de Napoleón III, se instauró como cabeza del segundo proyecto monárquico del México independiente. El corto reinado de Maximiliano estuvo constantemente amenazado por las tropas del presidente Benito Juárez. Tras la crisis militar francesa (que ocasionó el retiro de las tropas de Napoleón III del territorio mexicano), Benito Juárez apresó y fusiló a Maximiliano, junto con sus dos generales más cercanos, el 19 de junio de 1867.


 El fusilamiento de Maximiliano de Édouard Manet
El segundo, Carlos Luis murió de tifus (19 de mayo de 1896). Con respecto al hermano menor, Luis Víctor, fue condenado al exilio en circunstancias poco claras, presuntamente por abuso sexual a un menor de edad en un baño público.


La anexión de Bosnia-Herzegovina y la Crisis de 1908

Una de las peores crisis anteriores a la Gran Guerra llegó cuando Francisco José tomó la determinación de anexionarse Bosnia-Herzegovina, el 6 de octubre de 1908, tal y como le autorizaba el artículo 25 del Tratado de Berlín (13 de julio de 1878). Si bien se pretendía detener la cada vez mayor violencia de los separatistas serbios, en realidad, la anexión no hizo más que azuzarlos contra el Imperio, y muy bien pudo haberse iniciado la Gran Guerra en ese momento.


La Gran Guerra y muerte del Emperador

La Primera Guerra Mundial surgió, entre otras causas, como consecuencia de la inestabilidad interna del Imperio Austrohúngaro. La constante tirantez entre el poder central y las minorías separatistas (checos, serbios, italianos y rumanos) llevó a un conflicto multinacional en el seno del Imperio, que no podía menos que ser aprovechado por sus enemigos exteriores.

El odio de los separatistas serbios por la anexión de Bosnia-Herzegovina llevó al asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria (sobrino de Francisco José I y heredero imperial) y su esposa, Sofía von Chotek, en Sarajevo el 28 de junio de 1914 a manos del joven estudiante nacionalista serbio Gavrilo Princip, miembro de un grupo nacionalista conocido como la Mano Negra, que actuaba impunemente desde Serbia con financiación rusa (véase Atentado de Sarajevo).


Tumba del emperador Francisco José, su esposa Sissí y su primogénito Rodolfo

Francisco José murió en paz y serenidad a mitad de la guerra, el 21 de noviembre de 1916, tras haber ido a comulgar y despachado los asuntos de Estado aquella misma mañana. El 30 de noviembre, "Francisco José, un humilde pecador que implora la misericordia de Dios", recibió cristiana sepultura en el convento de los capuchinos en Viena.


El problema sucesorio

Como Rodolfo se había suicidado y Sissi no había querido tener más hijos, la corona debía pasar necesariamente a los hermanos y sobrinos de Francisco José, porque las leyes impedían que sus hijas heredaran el imperio. Al quedar sin herederos la línea principal, la sucesión recayó en los hijos del archiduque Carlos Luis, que había muerto diez años antes: Francisco Fernando, enfermizo y débil; Otto, libertino, indisciplinado y salvaje; y Fernando Carlos, que estaba deseoso de abdicar sus derechos.

Francisco Fernando, carente tanto de encanto como de elegancia, había ofendido a Francisco José al casarse con una mujer que, según el Emperador, se hallaba por debajo de su clase: la condesa Sofía de Chotkowa y Wognin, que se casaría con Francisco Fernando en 1900. La negativa del joven a renunciar a ella le costó que Francisco José apartara a los hijos de la pareja de los derechos sucesorios. Cuando el archiduque fue asesinado, el Emperador ni siquiera asistió a los funerales.

Así pues, la sucesión recayó en el sobrino nieto del emperador Francisco José I, un nieto de su hermano el archiduque Carlos Luis. En concreto el primogénito de Otto, Carlos I de Austria-Hungría, coronado a la muerte de Francisco José en 1916. Carlos fue el último monarca Habsburgo. Sus intentos de lograr una solución diplomática al conflicto chocaron de frente con la intransigencia de Clemenceau y Wilson, que ya tenían decidida la desaparición de la Doble Monarquía danubiana. Incapaces de seguir sosteniendo el esfuerzo militar, Austria y Alemania pidieron el armisticio el 1 de octubre de 1918. Apenas 20 días después, Austria-Hungría se disolvió, en tanto que el Emperador, negándose a abdicar, hubo de huir al extranjero (11 de noviembre).

Semblanza del Emperador

Retrato de Francisco José I (1910)

Considerado en su tiempo un perfecto caballero, Francisco José I fue un hombre de mentalidad conservadora, convencido de su derecho divino a gobernar, inteligente, atractivo y encantador, pero incapaz de enfrentarse adecuadamente a los brutales cambios ideológicos y políticos que se avecinaban. Afecto a considerar a su dinastía como llamada por el destino a gobernar Europa, su benevolente despotismo paternalista era sencillo como su vida privada. Francisco José estuvo dedicado por entero al cumplimiento de sus deberes como gobernante y al mantenimiento del honor y el bienestar de su pueblo. Sin embargo, la historia se encargaría de demostrar que esto no era suficiente para impedir el derrumbe de su imperio y la oleada de luchas secesionistas, nacionalistas y de otras variadas índoles que confluirían en el gran conflicto continental que devastaría Europa.

Su muerte y la división de Austria-Hungría representan el fin de una época y el comienzo de la Europa contemporánea.

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