viernes, 3 de octubre de 2014

El romanticismo - Jean Auguste Dominique Ingres

El romanticismo 

Es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido (Gran Bretaña e Irlanda del Norte) a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se manifiestan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.


Saturno devorando a un hijo, una de las Pinturas negras de Goya, realizada durante el Trienio Liberal (1820–1823), y que, abajo una capa mitológica, alude a la famosa frase de Vergniaud poco antes de ser guillotinado: «La Revolución devora a sus propios hijos».
Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar a otros países. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Posromanticismo, del cual derivó el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.

Viajero frente al mar de niebla (1818), de Caspar David Friedrich.
El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:

  • La conciencia del Yo como entidad autónoma y, frente a la universalidad de la razón dieciochesca, dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
  • La primacía del Genio creador de un Universo propio, el poeta como demiurgo.
  • Valoración de lo diferente frente a lo común, lo que lleva una fuerte tendencia nacionalista.
  • El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
  • La originalidad frente a la tradición clasicista y la adecuación a los cánones. Cada hombre debe mostrar lo que le hace único.
  • La creatividad frente a la imitación de lo antiguo hacia los dioses de Atenas.
  • La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.

Jean Auguste Dominique Ingres

(Montauban, Francia, 1780 - París, 1867) Pintor francés. Último representante de los grandes pintores del neoclasicismo francés, Ingres se presenta sin embargo con una postura ambigua frente a los postulados clasicistas que le sitúan dentro del germen del movimiento romántico. Estudió en la Academia de Toulouse, antes de trasladarse en 1797 a París, donde fue alumno de J. L. David.


Autorretrato a los 24 años.
En 1801 ganó el Prix de Rome con Aquiles y los enviados de Agamenón, pero no pudo ir a Italia por motivos políticos y comenzó a trabajar como pintor en París. Cumplió peticiones privadas, sobre todo retratos (Mademoiselle Rivière) y encargos oficiales (Bonaparte, primer cónsul y Napoleón emperador). En 1807 Jean Auguste Dominique Ingres pudo establecerse por fin en Roma, subvencionado por el gobierno francés y, cuando se le acabó la beca, decidió permanecer en la ciudad por su cuenta. No le faltaron los encargos, en particular de la colonia francesa y de Napoleón, para quien decoró su palacio en Roma.


Aquiles y los enviados de Agamenón
Napoleón en su trono imperial, 1806, óleo sobre lienzo, 259 x 162 cm, Museo del Ejército, París

Tras una estancia de cuatro años en Florencia a partir de 1820, regresó a París. En 1824, el Voto de Luis XIII, de Ingres, se expuso en el Salón al lado de la Matanza de Quíos, de Delacroix; el contraste entre ambas obras dio un gran prestigio a Ingres, que abrió un estudio en París, donde trabajó incansablemente hasta su muerte. Sólo abandonó la capital francesa durante un breve período (1835-1841) para dirigir la Academia de Francia en Roma.


El Voto de Luis XIII,
Además de obras alegóricas de gran envergadura (La apoteosis de Homero para el palacio del Louvre; El sueño de Ossián) y de cuadros mitológicos, pintó retratos y obras de desnudo femenino, que fueron su gran especialidad y las que han perpetuado su nombre.


La apoteosis de Homero
La gran odalisca es una imagen típica del gusto por los temas exóticos y orientales del momento y una figura sorprendente por sus tres vértebras de más, como señalaron los críticos, y la mezcla conseguida entre el contorno sinuoso y reptante con la tradición del desnudo clásico. Ingres reiteró estos interiores turcos y ambientes imaginarios a lo largo de toda su carrera, creando un modelo femenino sensual, de rasgos indolentes, en una atmósfera que parece estar inmóvil y congelada por la frialdad de la factura.


La gran odalisca
En obras semejantes, como La gran bañista (1808), La fuente (1856) o El baño turco (1862), Ingres une al dominio y la expresividad de la línea que le eran connaturales una sensualidad contagiosa que les confiere buena parte de su atractivo. Fue considerado el mejor pintor de su tiempo y ha pasado a la historia del arte como un genio de la pintura académica y caligráfica.

El baño turco, 1862, diam. 108 cm, Louvre
La fuente, 1856.
Ruggiero liberando a Angélica, 1819, 147 x 190 cm, Louvre, episodio del Orlando furioso de Ludovico Ariosto.
La bañista de Valpinçon, 1808, Louvre
Mademoiselle Jeanne-Suzanne-Catherine Gonin, 1821, Museo de Arte Taft
Louise de Broglie, condesa de Haussonville, 1845,
Óleo sobre lienzo, 131,8 x 92 cm, colección Frick, Nueva York
Princesa Albert de Broglie, nacida Joséphine-Eléonore-Marie-Pauline de Galard de Brassac de Béarn, 1853, Museo Metropolitano de Arte

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