jueves, 25 de julio de 2019

(II) Panteón Real de San Isidoro, un tesoro sin parangón en ningún otro lugar - La Capilla Sixtina del románico

Basílica de San Isidoro de León, pincha aqui

Urraca Fernández (León, 1033-ibídem, 1101) fue una infanta de León; hija primogénita de Fernando I de León y de su esposa, la reina Sancha, heredó la plaza de Zamora tras el reparto realizado por su padre antes de fallecer.

Restauración y ampliación de la infanta Urraca

La iglesia de Urraca la Zamorana es el edificio del siglo XII que se puede ver todavía en el siglo XXI. Las tres puertas del románico pleno, puerta del Cordero, Puerta del Perdón y Puerta Norte, fueron hechas en este espacio de tiempo. También hizo cambios en el Panteón real, una estancia que ya existía cerrada y como cementerio en tiempos de sus padres.
La infanta Urraca Fernández de Zamora, soltera, era también dómina del Infantado de San Pelayo y ostentaba el señorío de los monasterios del reino cuya cabeza era el de San Isidoro de León. A la muerte de su madre Sancha en 1067 heredó el patrocinio y mantenimiento del templo. Mandó hacer muchas obras de ampliación y así consta en su epitafio de 1101.
A partir de estas reformas empezó a conocerse el templo como iglesia nueva. La infanta Urraca mandó hacer la decoración pictórica del Panteón y donó muchos más tesoros entre los que se conserva el célebre Cáliz.

El cáliz se compone de dos copas o cuencos muy antiguos; el copón propiamente dicho y otro que le sirve de peana, de procedencia greco-romana anterior al cristianismo, hechos en piedra de ónice. Los dos cuencos presentan algunos desconchones que ya se habían producido con anterioridad a la formación del cáliz. Se desconoce el origen de estas dos copas, su historia y avatares, así como la decisión de doña Urraca de entregar a los orfebres algo que materialmente no tenía gran valor.
Las piezas de ónice están recubiertas de oro en la copa, nudo y peana, dejando al descubierto parte de la copa y casi toda la peana. El interior de la copa también está revestido de oro. Este metal está trabajado con gran delicadeza en filigranas que forman dibujos, arquillos, espirales y pequeños caracoles. En los huecos se incrustaron perlas, esmeraldas, amatistas y zafiros. Hay también incrustado un mascarón hecho de vidrio imitando un camafeo, que es posterior a la obra de la composición del cáliz.
Posible Santo Grial Según algunos historiadores, fueron localizados en la Biblioteca Nacional de El Cairo unos documentos medievales que apoyan esta teoría. Estos procedían de la Universidad de Al Azhar. Supuestamente, un texto traducido decía que la copa adorada por los cristianos por haber pertenecido al Mesías había sido enviada al sultán de Denia, Ali ibn Muyahid ad-Danii. El sultán de Denia había enviado un barco con alimentos al sultán fatimí Al-Mustansir para que Egipto superara una hambruna. En agradecimiento, el imán Al-Mustansir envió un barco cargado de tesoros, entre ellos la copa, al sultán de Denia. En el texto se dice que la intención del sultán de Denia era enviar la copa al rey de León, Fernando I el Magno, para fortalecer su amistad con él. En el año 2010 la copa fue desmontada para la realización de una réplica y pudo apreciarse que le faltaba una esquirla, lo cual encaja con la teoría de que esta fue enviada a Saladino.
Alfonso VII y su hermana Sancha Raimúndez, dómina del Infantado de San Pelayo, ambos hijos de Urraca y Raimundo de Borgoña, concluyeron las obras iniciadas por su tía abuela Urraca y consagraron la iglesia solemnemente el seis de marzo de 1149.
La biblioteca guarda 800 pergaminos, 150 códices y más de 300 incunables, entre los que destaca la Biblia visigótico-mozárabe del s. X.

El gallo de la Basílica de San Isidoro de León es una veleta situada en lo alto de la torre románica perteneciente a este templo. Consta de tres partes bien diferenciadas: gallo, esfera y cono. Se le considera un símbolo muy especial de la ciudad de León, y durante siglos funcionó perfectamente como veleta. En los archivos no se encontró nunca una mención, ni una historia ni una fecha que lo relacionara con algún hecho histórico, pero sí se sabe que fue instalado en la torre en el siglo XI.
Panteón de reyes de San Isidoro 

Se encuentra situado a los pies de la basílica de San Isidoro de León, es el lugar en el que durante la Edad Media recibieron sepultura la mayoría de los reyes y reinas del reino de León.

A lo largo de los muros y de las seis bóvedas resultantes, se desarrollan los tres ciclos litúrgicos, Navidad, Pasión y Resurrección, formando un itinerario que tiene su inicio en el muro meridional y que, siguiendo el sentido de las agujas del reloj, culmina en la puerta que le da acceso a la iglesia.
El conjunto se completa con representaciones de los signos del zodíaco y de un calendario agrícola, aunque las últimas investigaciones al respecto plantean la teoría de que no es un calendario propiamente, ni está dedicado a los campesinos, sino que es una metáfora sobre el paso del tiempo.
Las escenas, que según algunos autores siguen el desarrollo de la misa mozárabe, se estructuran en relación con los tres ciclos litúrgicos:

Durante mucho tiempo los frescos de San Isidoro de León fueron adscritos al estilo francorrománico, que penetró en España gracias a los caminos de peregrinación y a los contactos políticos con Francia y que se estableció en las tierras leonesas, en clara oposición a la corriente que llegaba de Italia, que permaneció en el Nordeste. Su desarrollo significó, en su zona de influencia, la erradicación definitiva de los restos de bizantinismo, del simbolismo excesivo y la riqueza de los atavíos, y el comienzo de los grandes ciclos historiados hispanos. Algunos expertos ven esta huella francesa en el predominio de fondos blancos, en la predilección por pocos colores fundamentales aplicados en superficies lisas y en su rudeza y gran expresividad.
Es un espacio rectangular con pórtico, de aproximadamente ocho metros de lado, con dos robustas columnas sobre las que se apoyan siete arcos que dividen el espacio en tres naves. El ciclo pictórico que adorna sus muros está considerado una de las cumbres del Románico español.


La reina Sancha de León, esposa de Fernando I de León, persuadió a su esposo para que ambos fuesen sepultados a su muerte en el monasterio de San Juan Bautista de León —que cambió su nombre por el de San Isidoro cuando los restos del santo sevillano fueron trasladados al monasterio en el año 1063 a petición de Fernando I, quien deseaba que las reliquias del ilustre y sabio arzobispo sevillano reposasen en la ciudad de León.

Sobre las tumbas de 23 reyes y reinas, infantes y condes leoneses.
Años antes, el padre de la reina Sancha de León, Alfonso V de León, ordenó trasladar los cuerpos de varios reyes y reinas que se encontraban dispersos por todo el territorio leonés, a fin de que todos juntos yaciesen en San Isidoro de León.

A comienzos del siglo XIX, durante la guerra de la Independencia, la basílica de San Isidoro de León fue ocupada por las tropas napoleónicas, que convirtieron el templo en pajar y utilizaron los sepulcros de piedra de los reyes como abrevaderos para sus monturas. Extrajeron para ello los restos reales de los sepulcros en los que se hallaban, por lo que resulta imposible en la actualidad el reconocimiento y la individualización de los restos de los distintos reyes.
En 1997 se llevó a cabo un estudio de los restos mortales de los reyes que aún descansan allí.

El claustro de la Basílica de San Isidoro

El claustro de la Basílica de San Isidoro de León, es una construcción del siglo XVI con la salvedad de conservar el vestigio románico del siglo XI de su panda sur, pegada al muro norte de la iglesia. Esta galería conservada se considera como parte del claustro románico más antiguo conocido en España.
El claustro románico es el más antiguo de España. Allí se celebraron las Cortes de León en 1188 y allí se redactó la Carta Magna Leonesa, reconocida por la Unesco como «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo».
Galería románica del claustro
En los tiempos del rey Fernando I y su esposa Sancha (siglo XI) se construyó una galería que rodeaba el ángulo sur occidental del Panteón y se extendía hasta el primer tramo (incluido) de la iglesia. En el siglo XII este tramo se amplió hasta encontrarse con el saliente del crucero. En el siglo XVI y bajo la tutela del abad Fonseca se construyó el claustro que se puede contemplar en la actualidad, algo modificado en época barroca y restaurado a mediados del siglo XX.

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