martes, 18 de marzo de 2014

Luis III de Baviera

(Múnich, 7 de enero de 1845 – Sárvár, 18 de octubre de 1921), fue príncipe, regente y último Rey de Baviera (1913–1918).

Nació en Múnich, Reino de Baviera, siendo hijo de Leopoldo, Príncipe Regente de Baviera y de su esposa, la Archiduquesa Augusta Fernanda de Austria-Toscana.



Pasó sus primeros años en la Residencia de Múnich y cuando tenía 10 años, su familia se mudó al Palacio de Leuchtenberg. En 1861, a los 16 años, empezó su carrera militar. Su tío, el rey Maximiliano II de Baviera, lo nombró teniente. Al año siguiente, Luis entró en la Universidad de Múnich, donde estudió Derecho y Economía.

Al cumplir 18 años, pasó automáticamente a formar parte del Senado bávaro como un príncipe de la Casa Real. En 1866, el Reino de Baviera se alió con el Imperio austrohúngaro en la guerra austro-prusiana. En 1868, Luis, que tenía mucho interés por la agricultura, se convirtió en presidente de la Sociedad de Agricultura Bávara. Luis demostraba tener gran interés también en la tecnología, especialmente en la energía hidráulica.

En junio de 1867, Luis fue a Viena, para asistir al funeral de su prima, la Archiduquesa Matilde de Austria.

Luis conoció en esta ocasión a María Teresa de Austria-Este, prima de Matilde, de 18 años, única hija del Archiduque Fernando Carlos de Austria-Este y de la Archiduquesa Isabel Francisca de Austria, con quien contrajo matrimonio el 20 de febrero de 1869 en la Iglesia de Santa Agustina, en Viena.




El corto reinado de Luis III fue conservador e influenciado por la encíclica católica Rerum Novarum.

Rerum novarum (latín: «De las cosas nuevas» o «De los cambios políticos») es la primera encíclica social de la Iglesia católica. Fue promulgada por el papa Leon XIII el viernes 15 de mayo de 1891. Fue una carta abierta dirigida a todos los obispos y catedráticos, que versaba sobre las condiciones de las clases trabajadoras. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho laboral de «formar uniones o sindicatos», pero también se reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada. Además discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia, proponiendo una organización socioeconómica que más tarde se llamaría corporativismo.

Exilio y muerte

En febrero de 1919, Kurt Eisner fue asesinado. Temiendo que él pudiese ser otra víctima, Luis III huyó a Austria, desde donde se mudaron a Liechtenstein y luego a Suiza. Luis y su familia volvieron a Baviera en abril de 1920 y vivieron en el Castillo de Wildenwart. Allá permaneció hasta septiembre de 1921, cuando viajó a Sárvár, en Hungría, donde falleció en octubre de aquel mismo año.

El 5 de noviembre de 1921, el cuerpo de Luis retornó a Múnich junto con el de su esposa (fallecida en febrero de 1919). Tuvieron un funeral de Estado, siendo enterrados en la cripta de la catedral.

María Teresa Enriqueta Dorotea de Austria-Este (Brno, 2 de julio de 1849 – Wildenwart, 3 de febrero de 1919) fue una archiduquesa de la dinastía de Habsburgo-Lorena que se casó con Luis III de Baviera, por lo tanto reina consorte desde el año 1913.

El matrimonio tuvo 13 hijos

La revolución de noviembre

La revolución de noviembre de 1918 en Alemania llevó, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, al cambio desde la Monarquía constitucional del Kaiserreich Alemán a una república, parlamentaria y democrática.

Las causas de la revolución se encontraban en las cargas extremas sufridas por la población durante los cuatro años de guerra, el fuerte impacto que tuvo en el Imperio Alemán la derrota y las tensiones sociales entre las clases populares y la élite de aristócratas y burgueses que detentaban el poder y acababan de perder la guerra.


Soldados revolucionarios ondeando la bandera roja frente a la Puerta de Brandenburgo en Berlín
el 9 de noviembre de 1918 durante la Revolución de noviembre.

La revolución comenzó con un Motín de marineros de la flota de guerra en Kiel; se negaban a maniobrar para sacar la flota al Mar del Norte para realizar una última batalla contra la escuadra inglesa, como pretendían hacer sus superiores. En pocos días abarcó toda Alemania y forzó la abdicación del Káiser Guillermo II el 9 de noviembre de 1918. Los objetivos de avanzada de los revolucionarios, guiados por ideales socialistas, fracasaron en enero de 1919 ante la oposición de los líderes del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Éstos temían un “caos revolucionario” y posteriormente se esforzaron en reconciliar a los partidos burgueses y la élite afín al Káiser frente a las nuevas relaciones del poder. Adicionalmente acordaron una alianza con el Comando Militar Supremo alemán y permitieron la sofocación violenta del llamado Levantamiento Espartaquista (Spartakusaufstand).

El desenlace formal de la revolución ocurrió el 11 de agosto de 1919 con la rúbrica de la nueva Constitución de la República de Weimar.


La llamada República de Weimar 

Localización de la República de Weimar.

División política de la República de Weimar.

Fue proclamada el 9 de noviembre de 1918 por la revolución que se desarrolló en las calles de Berlín y de numerosas ciudades. La joven república debió afrontar en seguida lo que le valió el odio de muchos: la derrota y la firma del armisticio del 11 de noviembre. Acusada de traicionar al ejército, la república y los que la defendían fueron calumniados, particularmente por los extremistas de derechas (el mito de la «puñalada por la espalda» fue posteriormente retomado por la propaganda nazi, por ejemplo). La república se enfrentó igualmente al Levantamiento Espartaquista de Berlín, que repelió enviando el ejército y poniéndose a los comunistas en contra. El nuevo régimen tenía pocos apoyos en la clase política.

La Constitución de Weimar

La Constitución, compuesta por 181 artículos, se discutió de febrero a julio, y fue aprobada el 31 de julio de 1919 por 262 votos a favor y 72 en contra (socialistas independientes, liberales y nacionales). Rebosaba por sus cuatro costados el espíritu de concordia y mutuo entendimiento, y como tal, la indefinición y ambigüedad. En Weimar no se instauró un Estado nuevo, sino que simplemente se dio al Deutsche Reich (que incluso conservó tal denominación) una nueva forma, la republicana. 

El pueblo experimentó la decepción de la imposición de una Constitución en la que no participó. Se hizo a la idea de que, en definitiva, la República había suplantado al Imperio sin que sus principios de gobierno diferieran. No obstante lo cual, la de Weimar fue una república democrática avanzada. A la cabeza de este Estado federal y parlamentario, se colocó un presidente elegido por sufragio directo para un mandato de siete años, dotado de fuerte autoridad y del derecho de disolución del Parlamento, lo que recuerda las atribuciones del antiguo emperador y las limitaciones del parlamentarismo bismarckiano. El Parlamento estaba constituido por una cámara electiva, el Reichstag, y otra territorial, el Reichsrat. 


Postal oficial de la Asamblea Constituyente de Weimar.

El canciller, nombrado por el presidente, asumía el poder ejecutivo. La nueva Constitución consagraba el sufragio proporcional (y la consiguiente fragmentación de las cámaras), los poderes de emergencia de los que disponía el presidente y el recurso al plebiscito: por una parte, la posibilidad para el presidente de someter un texto legislativo al pueblo, en caso de desacuerdo con el Reichstag; por otra parte, la posibilidad para 1/10 de los electores de formular un proyecto de ley para someterlo al pueblo, o la facultad de diferir la promulgación de una ley si 1/3 del Reichstag y 1/20 de electores lo pidiesen.

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