sábado, 3 de diciembre de 2016

(II) Museo Guggenheim - Francis Bacon: de Picasso a Velázquez - La belleza de lo enfermo: Bacon arrebata en el Guggenheim

JAULAS HUMANAS
“Yo reduzco la escala del lienzo pintando en esos rectángulos que concentran la imagen. Simplemente para verla mejor”Francis Bacon*
Tras la Segunda Guerra Mundial —en la que Francis Bacon participó a través del servicio civil debido a su asma crónica—, la obra del artista fue de nuevo reconocida por crítica y público, y suscitó la atención de la galerista Erica Brausen, quien pronto expuso su trabajo en diferentes países europeos. El Museo de Arte Moderno de Nueva York compró en 1948 a Brausen su primera obra de Bacon.


Francis Bacon Estudio según Velázquez (Study after Velazquez), 1950 - 198 x 137 cm
Niño paralítico andando a gatas.Óleo sobre lienzo, 198 x 142 cm. 1961. La Haya, Colección Gemeentemuseum Den Haag.

Sin titulo (Desnudo Agachado), 1950-1951
Las pinturas de este periodo también se caracterizan por ser oscuras y de tonalidades tenues que reflejan la acción instantánea de su realización, como se puede ver en Sin titulo (Desnudo agachado).
 El cuerpo que aparece en el cuadro es apenas reconocible. El fondo tiene su origen en la cortina que aparece en Estudio de cuerpo humano de 1949, pero esta vez no es utilizado como objeto sino que adquiere un significado atmosférico y expresivo, esparce incertidumbre, nostalgia, duda y opresión en la pintura. Aparece otro elemento recurrente en la obra de Bacon: una especie de caja o jaula  transparente que encierra a la figura, aislándola de la realidad pero a la vez garantizando su manifestación en el cuadro.

Dos figuras, 1953
En Dos figuras, la expresión esta determinada en gran medida por la fuerza del tema: el  erotismo encerrado en el placer sexual de dos hombres. Bacon busca ser explicito con este cuadro, buscando una imagen que interprete toda la naturalidad de la escena. También busca crear una imagen que derive de la sensación que se presenta, pero no representándola con un estilo realista, sino con elementos estéticos que choquen entre la experiencia existencial y el inconsciente. Para el artista el amor es lucha, la unión sexual es lucha y por lo tanto la figura también es una lucha de elementos opuestos. 

Durante este período, el artista crea un universo nuevo de imágenes, concebido a partir de la literatura, el cine, el arte y su propia vida. Bacon aborda esta iconografía a través de un lenguaje absolutamente singular, reflejando la vulnerabilidad humana con gran crudeza. Los personajes, cuyo aspecto se encuentra entre lo humano y lo animal —como en algunas fotografías de Eadweard Muybridge—, comienzan a mostrarse encerrados y atrapados en jaulas o cubos. Bacon utiliza este recurso para centrar la mirada del observador en las figuras, emborronadas y desfiguradas, reducidas a trazos de colores grisáceos y azulados, que recuerdan al Greco y a los dibujos de Alberto Giacometti, que Bacon elogió por encima de sus esculturas. También rinde su particular homenaje más tarde en esta etapa a Vincent van Gogh, al que evoca a través de la pincelada suelta y de una encendida paleta, que contrasta con las figuras oscuras de otros lienzos. A Bacon le fascinaba la manera en que Van Gogh se alejaba de la norma y de la realidad literal en favor de la expresión. 

Malabata, Tanger | 1963
FIGURAS AISLADAS
“Porque creo que es uno de los mejores retratos que se han hecho, y me obsesionaba. Compro libro tras libro con esa ilustración del Papa de Velázquez porque sencillamente me acosa y porque despierta en mí toda clase de sentimientos y también, podría decir, de áreas de la imaginación”Francis Bacon*
A mediados de los años cuarenta, Francis Bacon descubre, a través de reproducciones, la imagen del Papa Inocencio X, una obra realizada por Diego Velázquez en 1650 que obsesionaría no solo a Bacon, sino también a otros pintores y escritores ingleses. La predilección de Bacon por este lienzo se reflejó durante más de dos décadas en decenas de obras en las que la imagen del pontífice se ve transformada de diferentes maneras. En unas, se entremezcla con el sufrimiento que expresa el rostro descompuesto de la mujer herida que aparece gritando en El acorazado Potemkin, filme de Serguéi Eisenstein que Bacon había descubierto en Berlín cuando tenía dieciséis años; en otras, la figura se ve rodeada de pedazos de ganado sacrificado en clara alusión al artista francés de origen bielorruso Chaïm Soutine; y hay algunas en las que a la imagen de Inocencio X se superpone la de Pío XII, sumo pontífice durante la Segunda Guerra Mundial cuya diplomática relación con la Alemania nazi aún genera controversia.


Picasso - Bacon

Francis Bacon | Portrait of Isabel Rawsthorne, 1966 | Tate Collection © The Estate of Francis Bacon / DACS 2015 | Pablo Picasso | A Young Lady, 1909


Alonso Cano (1601-1667), The Crucifixion. Right: Francis Bacon (1909-1992), Crucifixion, 1933

Velázquez representa al Papa sin un contexto que ayude a identificar su jerarquía, en soledad, del mismo modo que Cristo sacrificado en la cruz. La crucifixión es un tema al que Bacon acude una y otra vez desde el principio de su trayectoria, si bien dejando al margen las connotaciones religiosas y siempre con la intención de evidenciar lo más oscuro de la condición humana. Al igual que los Papas, las Crucifixiones van sufriendo transformaciones, mutaciones de color, formato o composición, y se intercalan con otras referencias que apasionan al artista, como la obra de Picasso o la Orestíada de Esquilo. 

Study of red pope -  909 1992

'Estudio para autorretrato (Study for Self-Portrait)', 1976

Auguste Rodin Musa Whistler, gran modelo, 1908 (1994 Fonte Coubertin) Bronce 223,5 x 90 x 109,5 cm. Ed. 5/8. Musée Rodin, París

CUERPOS EXPUESTOS
“Yo creo que el arte es una obsesión de vida y, después de todo, dado que somos seres humanos, nuestra mayor obsesión somos nosotros mismos”Francis Bacon*
El primer desnudo de Francis Bacon que ha sobrevivido data de 1949. El lienzo muestra a un hombre de espaldas, que deja tras de sí unas veladuras que pudieran ser cortinas. En su cuerpo resalta la espina dorsal, semejante al costillar de un animal, que recuerda a la espalda de la figura que aparece en Tras el baño, mujer secándose (ca. 1890─95), obra de Degas muy admirada por Bacon.


Francis Bacon, Seated Woman (Portrait of Muriel Belcher), 1961

Cuatro años más tarde, el artista pintó por primera vez una pareja de hombres desnudos, imagen que, en una Inglaterra que aún penaba la homosexualidad, no podía mostrarse en público. En los desnudos de Bacon, especialmente en los realizados después de Tres estudios para una crucifixión (1962) —obra que supuso un punto de inflexión en su carrera—, predominan los personajes aislados, en posturas cotidianas, que el pintor transforma hasta que parecen casi inverosímiles, retorciendo sus cuerpos de una forma casi animal, como si se tratara de una escultura carnal de bulto redondo que revelara todos sus ángulos de una sola mirada, intentado reinventar el retrato. En algunos casos, el sexo de sus desnudos es ambiguo; en otros, resulta muy evidente.

Francis Bacon, Figure standing at a washbasin, 1976

Bacon admiraba la obra de Rodin, de cuyas esculturas poseía imágenes, y realizaba anotaciones de sus figuras. El bronce preparatorio que aquí se muestra fue realizado por Rodin en homenaje a James Abbott McNeill Whistler. Las obras de Whistler y de John Singer Sargent de esta sala reflejan la influencia del arte español en la pintura británica, un legado que en ocasiones recibió Bacon a través del tamiz de los grandes maestros de la Inglaterra eduardiana.

Armonía en gris y verde : señorita cicely alexander, óleo sobre lienzo de Whistler

El pintor valenciano Cecilio Pla, posiblemente durante su estancia en Londres en 1908 con motivo de la exposición que hizo en la capital británica, hizo una copia parcial del espectacular retrato que John Singer Sargent había hecho de Ena Wertheimer en 1905, joven perteneciente a la familia de un importante negociante de arte judío londinense. El modelo se exhibe hoy en la Tate Britain de Londres. La técnica que usaba Pla en sus retratos era muy próxima a la de Sargent, por entonces el retratista más solicitado y mejor pagado del mundo. La hermosa joven, en un ambiente de penumbra, se está cubriendo el vestido que lleva con la capa negra que se había olvidado Lord Londonderry en el estudio de Sargent. Por ese movimiento de la capa, como si fuera una vela de barco hinchada por el viento, al retrato original se le denomina también “A Vele Gonflie”. La pose desenfada y la alegría de la joven han sido plasmadas con realismo por Pla en su copia.

Estos lienzos de Bacon están basados en las fotografías de Eadweard Muybridge y también, en algunos casos, en las que John Deakin realizó por encargo del pintor, en las que representa a sus amigos más cercanos. En estos desnudos, caracterizados por su gran intensidad, Bacon suele representar a la figura protagonista de manera aislada. Casi nunca trabajaba en presencia del retratado, sino a partir de las fotografías que encomendaba a Deakin, a quien daba indicaciones muy precisas sobre las poses de los personajes que reflejaban las de algunas obras de la historia del arte o de las imágenes de Muybridge. 

JUNTOS, PERO AISLADOS
“Creo que en el momento en el que aparecen varias figuras, entras automáticamente en el aspecto narrativo de las relaciones entre figuras. Eso crea de inmediato una especie de historia. Siempre conservo la esperanza de conseguir hacer un cuadro con gran número de figuras sin una historia”Francis Bacon*
En esta sala se puede contemplar el retrato que Diego Velázquez realizó de Sebastián de Morra, a quien presenta apartado de todo entorno y cuyo rico ropaje alude a su posición dentro de la casa de Austria. Este tipo de personajes, al igual que el Papa Inocencio X, fascinaban a Bacon no solo por la maestría con la que Velázquez los retrataba, sino por el misterio que consideraba que emanaba de sus pinturas. Bacon hace una reinterpretación del trabajo del pintor sevillano a través de su propia mirada, alterando nuestra percepción de la obra de Velázquez.

Diego Velázquez -  Sebastián de Morra,

También en este espacio se muestra La bomba, obra del artista escocés John Phillip que, por motivos de salud, vivió en el sur de España a mediados del siglo XIX. Este hecho tuvo una gran repercusión en el pintor, que llegó a ser conocido como “Phillip el Español” debido a la influencia que tuvieron en su trabajo maestros como Murillo o Velázquez. La bomba —cuyo título alude al local donde se desarrolla esta escena costumbrista, que bien pudiera enmarcarse en Granada— fue presentada por Phillip en Londres, donde obtuvo gran éxito e inspiró a numerosos artistas británicos de la época. Los personajes de esta pintura establecen una cordial interacción, a diferencia de las figuras de Bacon, que solo parecen destinadas a luchar entre sí o a mantener relaciones sexuales, tal y como ejemplifica el gran tríptico que ocupa el centro de esta sala, Tres estudios para figuras en la cama (1972).

Francis Bacon - Crucifixion 1965. “
Bacon mencionaba que aspiraba a representar figuras tan reales como lo puede ser la gente común en su comportamiento cotidiano. Como no creyente, Bacon prescinde explícitamente de todo contenido religioso en un tema como la crucifixión; mas bien busca representar el acto humano extremo concerniente al comportamiento existencial. Se trata al hombre como animal complejo, hecho de sentimiento y materia; lo que lleva al artista a mostrarnos una imagen sincera y llena de la expresión del dolor. Estos aspectos se ven reflejados en Crucifixión de 1965, en donde las figuras parecen estar ensimismadas y poco relacionadas con la totalidad del tríptico. Esto se debe a las distancias existentes entre ellas y a la coloración del fondo. El resultado es una obra enigmática que incapacita al observador de entender su significado, de sentirse familiarizado con el tema de la crucifixión; haciéndolo sentir solo en un universo desconocido lleno de horror y violencia gráfica. La estética de las formas crean un sentimiento de desconsuelo, pero al mismo tiempo hace que el espectador se sienta atraído por su extraña belleza.

Tres estudios de figuras sobre camas, 1972
Los tres paneles del tríptico presentan un fondo común y representan una misma escena, cuyos elementos han sufrido ligeras modificaciones en cada caso. Este formato tripartito —al que Bacon recurrió en treinta y tres ocasiones a lo largo de tres décadas— permitía al artista mostrar imágenes intencionalmente fragmentadas, dispuestas en marcos separados. Además de recurrir al tríptico, Bacon introdujo esta idea de la composición en tres escenas en obras de un solo lienzo, como Estudios del cuerpo humano (1975). 

LA FUERZA DE UN RETRATO
“Por supuesto, uno introduce cosas tales como oídos y ojos. Sin embargo, le gustaría introducirlos del modo más irracional posible, y la única razón de esta irracionalidad es que, si aflora, trae la fuerza de la imagen con mucha mayor intensidad que si uno sencillamente se sienta y representa la apariencia…”Francis Bacon*
Lucien Freud por Bacon

En 1951, Bacon realizó su primer retrato de un personaje conocido, el del pintor británico Lucian Freud, a quien representó de pie, apoyado, en un umbral. Durante años retrató a amigos y a personas a las que admiraba, como el propio Freud, Michel Leiris, Henrietta Moraes, Jacques Dupin, George Dyer, John Edwards o Reinhard Hassert y Eddy Batache, entre otros muchos. Solo algunos de sus retratos fueron encargos. Bacon casi siempre elegía a los sujetos de sus cuadros, a los que pintaba basándose principalmente en fotografías que ellos le enviaban.

Retrato de Michel Leiris (Portrait of Michel Leiris), 1976 - Centre Pompidou, París – Musée national d’art moderne.
En numerosas ocasiones, estos cuadros tienen un fondo azulado, que podría corresponderse con el color de su estudio, donde se tomaron algunas de esas fotografías; otras veces, el fondo es negro y evoca el arte de los grandes maestros españoles, mientras que otras obras presentan tonos distintos, como el naranja cadmio, destinado a creaciones de mayor formato. Bacon no solo intenta reflejar la apariencia física de los retratados; también pretende transmitir la relación que él mismo mantiene con ellos, y cómo este vínculo le ha afectado; no se trata de retratos psicológicos, sino de una representación de las relaciones humanas.
Alberto Giacometti. Busto de un hombre en un marco (Buste d’homme dans un cadre). Hacia 1946. Óleo sobre lienzo. 28,1 x 22,4 cm. Fondation Alberto et Annette Giacometti, París. 

En sus pinturas, Bacon deforma a las personas con la intención de hacerlas más reales que si las representara de manera más naturalista. De los dos retratos que hizo de Leiris, Bacon considera como el más realista el que se halla más alejado de la literalidad. En los años setenta, y aduciendo una falta de modelos para sus obras, comienza a realizar un gran número de autorretratos; entre 1971 y 1979 pintó un total de veintinueve, quince de ellos individuales y de pequeño formato. En esta etapa, Bacon alcanza un gran reconocimiento internacional. En 1971 se convierte en el primer artista vivo, después de Picasso, al que el Grand Palais de París le dedica una retrospectiva y, en 1988, será el primer artista occidental al que se consagre una exposición en la extinta Unión Soviética.


Un visitante del Guggenheim frente al tríptico Estudios del cuerpo humano, de 1970.
La manifestación de estas figuras no transmiten exactamente "expresiones" de la vida, sino "sensaciones" de la vida. Bacon siempre rechazo las etiquetas de su obra, llamada a veces expresionista y en ocasiones surrealista. Siempre defendió que su pintura estaba muy ligada a la realidad, que mostraba lo que él llamaba la "brutalidad de los hechos", llevando su arte mas allá del termino expresionismo. 


Estudio para retrato (Isabel Rawsthorne), 1964.
La falta de coordinación espacial entre el personaje y la silla en que se sienta -una constante de muchos retratos del pintor- revela hasta qué punto obedecen a sistemas pictóricos diferentes, en cuya contradicción radica el efecto provocado en el espectador.

Sus amantes
La lista de amantes de Francis Bacon fue interminable. Pero sólo unos cuantos dejaron en él una profunda huella. El primero, Eric Hall, un hombre de negocios, banquero y juez de Paz, casado y con hijos, que se convirtió en su mecenas y amante y se arruinó por su culpa. Estuvo con él 15 años. 
 Peter Lacy,
Después, Peter Lacy, un guapo pianista, con quien mantuvo una relación destructiva y obsesiva: violentas peleas, palizas, celos, cuadros acuchillados... Cuenta el biógrafo de Bacon Michael Peppiatt que Bacon le confesó: «Nunca antes me había enamorado. Estar enamorado de esa forma tan extrema es como tener una enfermedad espantosa. No se lo deseo ni a mi peor enemigo». «No podía vivir con él, ni sin él —dice Peppiatt—. Lacy le estaba esclavizando física y psíquicamente». El día de la inauguración de su histórica exposición en la Tate recibió un telegrama: Lacy había muerto. Su páncreas no soportó tanto alcohol.
Three studies for portrait of George Dyer
El tercer amante fue George Dyer: de una familia de rateros, alcohólico, estuvo en la cárcel... Bacon era, para él, su salvavidas. Le chantajeaba y, tras una pelea, llegó a llamar a la policía para denunciar que el pintor tenía hachís en su estudio. Se suicidó el día anterior a la inauguración de la gran exposición de Bacon en el Grand Palais de París.
 
 Francis Bacon - Retrato de George Dyer en un espejo1968 - Óleo sobre lienzo. 198 x 147 cm. - Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
En este doble retrato, George Dyer, el amante de Bacon durante años, está sentado en una silla giratoria frente a un espejo colocado sobre un extraño mueble con peana. La violencia y brutalidad de la imagen, con el cuerpo distorsionado y la cara retorcida por un espasmo, está agudizada por un halo de luz circular que proviene de un foco situado fuera del cuadro. En contraposición, la cara reflejada en el espejo, escindida en dos por una franja de espacio luminoso, no sufre las mismas distorsiones. Si pudiéramos unir las dos mitades, tendríamos un retrato bastante naturalista del modelo, con su perfil anguloso de nariz ganchuda y una expresión que combina deseo y muerte. Bacon, en la estela de los retratos dislocados de Picasso de los años centrales del siglo pasado, logra traducir los aspectos más sórdidos del ser humano.

Y después llegó José, un empresario que vivía en Madrid. Se dice que fue el gran amor de su vida. Vino el pintor a Madrid a verle en abril de 1992, desoyendo los consejos de su médico. Hay quien especula con la posibilidad de que viajó para reconciliarse con él tras una ruptura. Durante aquel fatídico viaje murió Francis Bacon. Tras padecer una deficiencia renal y respiratoria, sufrió un ataque cardiaco. El Museo del Prado le dedicó una gran retrospectiva en 2009 coincidiendo con el centenario de su nacimiento.

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