Localización de La Rioja respecto a España. |
El Monasterio de San Millán de Suso |
El Monasterio de San Millán de Suso |
El Monasterio de San Millán de Suso o Monasterio de Suso ("suso" significa "arriba" en castellano, aunque ya está en desuso) se halla ubicado cerca de la villa de San Millán de la Cogolla, Comunidad Autónoma de La Rioja (España), en la margen izquierda del río Cárdenas y forma parte del conjunto monumental de dos monasterios, con otro construido posteriormente y que se sitúa más abajo, llamado Monasterio de San Millán de Yuso, los dos declarados Patrimonio de la Humanidad.
Iniciada su construcción a finales del siglo VI, tiene su origen en un cenobio visigodo establecido alrededor del sepulcro del eremita Aemilianus (Millán) o Emiliano, fallecido en el año 574. A lo largo de los siglos siguientes y hasta el siglo XII sufre distintas ampliaciones como consecuencia del cambio de vida eremítica a la cenobítica y posterior monástica, distinguiéndose en ellas el estilo Mozárabe y el Románico. Su importancia no es sólo artística y religiosa, sino también lingüística y literaria. Aquí un monje escribió las glosas Emilianenses, que eran anotaciones aclaratorias en los márgenes de las páginas escritas en latín. Dichas anotaciones estaban escritas en romance o en un precastellano poco evolucionado respecto del latín. En este monasterio aparecen a su vez las primeras anotaciones escritas en euskera, por lo que se ha considerado la cuna de dichos romances hispanos y del euskera. Aquí habitó asimismo el monje y primer poeta de nombre conocido en castellano, Gonzalo de Berceo.
Manuscrito conservado en El Escorial procedente del scriptorium de Suso. |
Gonzalo de Berceo, pincha aquí
También la tradición atribuye que en el "portaliello" de este monasterio están los que pasan por ser los sarcófagos de los siete infantes de Lara de la leyenda.
Portaleyo de Gonzalo de Berceo en el Monasterio de San Millán de Suso, con los que pasan por ser los sarcófagos de los siete infantes de Lara de la leyenda. |
Los siete infantes de Lara (o de Salas) es una leyenda conocida a partir de textos conservados en crónicas medievales, cuyo testimonio más antiguo figura en la versión ampliada de la Estoria de España compuesta durante el reinado de Sancho IV de Castilla, antes de 1289, que fue editada por Ramón Menéndez Pidal con el nombre de Primera Crónica General. A partir del relato de las crónicas (también figura en la Crónica de 1344 o Segunda Crónica General y en una interpolación a la Tercera Crónica General cuya copia data de 1512) Ramón Menéndez Pidal encontró indicios de la existencia de un antiguo cantar de gesta desaparecido que reconstruyó parcialmente y dató hacia el año 1000, y que sería, junto con el Cantar de mio Cid y el Poema de Fernán González, uno de los más importantes cantares de gesta de la literatura castellana y el ejemplo más primitivo de épica española. La tradición ha elaborado la leyenda también en el romancero.
Los infantes de Lara eran hijos de Gonzalo Gustioz (o Gustios) y Sancha Velázquez, mejor conocida como «Doña Sancha». La historia gira en torno a una disputa familiar entre la familia de Lara y la familia de Ruy Velázquez y su hermana Doña Sancha. El motivo más destacable es el de la venganza, principal motor de la acción.
Descripción de la leyenda
Según la versión transmitida por la leyenda contenida en la versión sanchina de la Estoria de España, que podría recoger un antiguo cantar de gesta compuesto hacia el año 990, en el transcurso de las bodas entre Doña Lambra —natural de Bureba— y Rodrigo Velázquez de Lara, más conocido como Ruy Velázquez, y también llamado Roy Blásquez —hermano de Doña Sancha, madre de los infantes—, se enfrentan los familiares de la novia con los de Lara. De ese enfrentamiento resulta muerto Álvar Sánchez, primo de Doña Lambra, a manos de Gonzalo González, el menor de los siete infantes de Lara.
Almanzor muestra las cabezas de los siete infantes a su padre Gonzalo Gustioz. Grabado de Otto Venius, del siglo XVII. |
Más adelante Gonzalo González es visto por Doña Lambra mientras se baña en paños menores, suceso que Doña Lambra, al considerarlo como una provocación sexual a propósito, interpreta como una grave ofensa. Doña Lambra, aprovechando este lance para vengar la muerte de su primo Álvar Sánchez, que no ha sido satisfecha aún, responde con otra afrenta al ordenar a su criado arrojar y manchar a Gonzalo González con un pepino relleno de sangre, ante la risa burlesca de sus hermanos. Gonzalo reacciona matando al criado de Doña Lambra, que había ido a refugiarse bajo la protección del manto de su señora, que queda asimismo salpicado de sangre.
Estos sucesos provocan la sed de venganza de Doña Lambra. Por ello, su marido Ruy Velázquez urde un plan por el que Gonzalo Gustioz, señor del enclave de Salas, es enviado a Almanzor con una carta cuyo contenido indica que sea matado el portador de la misiva. El padre de los infantes desconoce el contenido de la carta porque está escrita en árabe. Almanzor se apiada de Gonzalo Gustioz y se limita a retenerlo preso, pues considera excesivo el sufrimiento de su cautivo, que es aliviado por una hermana del propio Almanzor. De ambos nace un hijo llamado Mudarra, quien más adelante será adoptado por Sancha Velázquez. Años más tarde este hijo, aunque bastardo, vengará, matando a Ruy Velázquez, el crimen cometido a sus hermanastros, ya que los siete hermanos de Lara habían sido dirigidos hacia una emboscada ante tropas musulmanas en la que, a pesar de su valía guerrera, son decapitados y sus cabezas remitidas a Córdoba por órdenes de su tío Ruy Velázquez. Allí serán contempladas dolorosamente por su padre Gonzalo Gustioz en uno de los plantos más emotivos de toda la epopeya castellana.
El planto (o llanto), también llamado endecha, es un tipo de elegía, en que el poeta lamenta el fallecimiento de un ser querido. Si es de carácter popular y surgido de la lírica tradicional, se denomina endecha; si el autor es de carácter culto, planto.
Cenotafio de San Millán - Monasterio de Suso |
Cenotafio de San Millán - Monasterio de Suso |
Orígenes
En los primeros tiempos de la llegada de los visigodos a la Península, se retiró a este lugar apartado y recóndito el anacoreta Aemilianus (Millán), hijo de un pastor y natural de Vergegium, actual Berceo. Aquí vivió como ermitaño, cobijado en una pequeña celda, muriendo a la edad de 101 años y siendo enterrado en una tumba excavada en la roca. Se sabe mucho de su vida porque fue escrita en latín hacia el año 635 por el obispo de Zaragoza llamado Braulio, siendo Gonzalo de Berceo, que se educó en este monasterio, quien tradujo esta biografía del latín a versos en lengua vulgar o romance.
El pequeño monasterio se construyó alrededor de la celda rupestre del ermitaño. En una primera etapa (siglo V y principios del VI) se excavan cuevas aprovechando oquedades del terreno, las cuales se distribuyen en dos niveles destinadas a habitaciones, y otras dos a oratorio, donde actualmente se sitúan el cenotafio de San Millán y el osario.
Se accede al templo por la puerta de herradura. Antes de seguir adelante hay tres cosas importantes para contemplar:
- El aparejo del reverso de dicha puerta de entrada que conserva un núcleo de la obra visigoda, cuya puerta de herradura estaba sobrepasada en 1/3. Seguramente en la reconstrucción del siglo XI la hicieron sobrepasada en ½.
- El decorado del suelo, hecho con cantos rodados grises y ladrillos rojos que forman rosetas y esvásticas. Se conoce este suelo como alfombra del portalejo; es un trabajo mozárabe de principios del siglo XI y lo menciona Gonzalo de Berceo en la Vida de Santa Oria, llamándole el portaleio. Describe toda la estancia donde están las tumbas de famosos personajes que se describen a continuación en el punto 3.
- A la izquierda de la galería, los sarcófagos de los Los siete infantes de Lara, y en el medio su preceptor, Nuño. También en este atrio se encuentran las tumbas de Toda, Ximena y Elvira, reinas de Navarra, así como del Señor de Cameros Don Tello González. Desde este atrio se contempla una magnífica vista del valle de Cárdenas.
Tumbas de Toda, Ximena y Elvira, reinas de Navarra Podemos apreciar el decorado del suelo original (trabajo mozárabe) |
Inscripción junto al sepulcro de la reina Toda |
Toda Aznárez (2 de enero de 876-15 de octubre de 958) fue reina de Pamplona por su matrimonio con Sancho Garcés I de Pamplona. Era hija del conde Aznar Sánchez de Larraún y Onneca Fortúnez, que eran primos hermanos, hermana de Sancha Aznárez, casada con Jimeno Garcés, y nieta de Fortún Garcés, rey de Pamplona.
Mediado el siglo X, época de máximo esplendor del Califato de Córdoba, pequeños reinos y condados cristianos sobreviven en el ámbito de la península ibérica. La reina Toda Aznar, soberana de Navarra, solicita a su poderoso sobrino Abderramán III que le recomiende un sabio capaz de aminorar la desbordante obesidad de su nieto Sancho el Craso, rey de León, quien, desposeido de su trono, se ha refugiado en Pamplona. El Califa accede a los deseos de Toda, pero con la condición de que la cura se realice en Córdoba. Es así como se pone en marcha tan singular jornada, cuyos avatares, peripecias y aventuras son objeto de esta narración.
Rigurosamente documentada, esta novela relata la vida cotidiana en la España del año Mil, describiendo con abundante humor y rico lenguaje las relaciones entre las distintas culturas que convivían en la península.
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Tía carnal de Abderramán III, cuando el mismo monarca dirigía una aceifa en el 934 que tomaba rumbo al reino de Pamplona, invocó sus lazos de parentesco para que el califa le concediera la paz y se alejara de su reino. Abderramán en respuesta, impuso que la reina Toda se presentara en el campamento musulmán como prueba de buenos propósitos. Toda se presentó con su séquito en Calahorra, donde estaba instalado el califa, que la recibió con altos honores. En Calahorra la reina rindió vasallaje a Abderramán III y selló un tratado de no agresión y de colaboración con el califa, que invistió al hijo de Toda, García Sánchez I de Pamplona «el Vascón», como rey de Pamplona y sus distritos. Después de este tratado entre Toda y el califa, las tropas musulmanas atravesaron el ahora aliado Reino de Pamplona y marcharon contra el Reino de León donde asolaron Álava y Castilla.
Su nieto Sancho I de León, apodado «el Craso», hijo de su hija Urraca, no era del agrado de los nobles leoneses y castellanos. Estos, encabezados por el conde Fernán González, lo destronaron y nombraron rey a Ordoño IV. La reina Toda ayudó a Sancho a pactar con el califa Abderramán III, su sobrino —nieto de su madre Onneca—, para recuperar el trono. Así, los ejércitos conjuntos del califa, Toda y Sancho atacaron el reino de León y consiguieron deponer a Ordoño.
Una breve noticia del año 956 de un monje del monasterio de Saint Gall en los Alpes bávaros, al escribir sobre el descalabro musulmán en el año 939 de la batalla de Simancas y la posterior jornada de Alhándega, atribuye la victoria a la reina Toda.
En noviembre de 1977 se celebró una gran fiesta en el monasterio de San Millán de la Cogolla para celebrar el milenario del nacimiento de la lengua castellana. Autoridades, lingüistas, académicos, todos se dieron cita en aquel lugar donde surgió el primer balbuceo escrito de dicha lengua. En la biblioteca, heredera del Escritorio de San Millán dormía durante siglos un códice latino, Aemilianensis 60, en cuyos márgenes un amanuense había escrito unos apuntes (glosas) en lengua romance, en vasco y en un latín que hoy podríamos llamar “macarrónico”. Ejemplo de una glosa:
...con o ajutorio de nuestro dueno Christo dueno Salbatore qual dueno yet ena honore e qual duenno tienet ela mantatjione con o Patre con o Spiritu Sancto en os sieculos de los sieculosTraducción de: adiubante Domino nostro Iesu Christo cui est .../...
Página 72 del Códice Emilianense 60. Se aprecia la glosa en el margen derecho. |
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