Fama tan grande como de la de Mona Lisa de Leonardo no es una verdadera bendición para una obra de arte. Acabamos por hastiarnos de verla tan frecuentemente en las tarjetas postales, e incluso en tantos anuncios, y nos resulta difícil considerarla como obra de una hombre de carne y hueso en la que éste representó a otra persona también de verdad. pero merece la pena que nos olvidemos de lo que sabemos, o creemos saber acerca del cuadro, y lo contemplemos como si fuésemos las primeras personas que pusieran sus ojos en él. Lo que al pronto nos sorprende es el grado asombroso en que Mona Lisa parece vivir. Realmente se diría que nos observa y que piensa por sí misma. Como un ser vivo parece cambiar ante nuestros ojos y mirar de manera distinta cada vez que volvemos a ella.
Incluso ante las fotografías del cuadro experimentamos esta extraña sensación; pero frente al original, en el Museo del louvre de París, el hecho es aún más extraordinario. Unas veces parece reírse de nosotros; otras, cuando volvemos a mirarla nos parece advertir cierta amargura en su sonrisa. Todo esto resulta un tanto misterioso, y así es, realmente, el efecto propio de toda gran obra de arte. Sin embargo, leonardo pensó conscientemente en cómo conseguir ese efecto y por qué medios.
El gran observador de la naturaleza supo más acerca del modo de emplear sus ojos que cualquiera de los que vivieron antes de él. Vio claramente un problema que la conquista de la naturaleza había planteado a los artistas; un problema no menos intrincado que el de combinar correctamente el dibujo con la composición armónica. Las grandes obras de los maestros del Quattrocento italiano que, siguiendo la vía abierta por Masaccio, tenían algo en común: sus figuras parecían algo rígidas y esquinadas, casi de madera. Lo curioso es que, evidentemente, no era responsable de este efecto la falta de paciencia o de conocimientos. Nadie más paciente en sus imitaciones de la naturaleza que Van Eyck; nadie que supiera más acerca de la corrección en el dibujo y la perspectiva que Mantegna.
Van Eyck, pincha aqui
Y sin embargo, a pesar de toda la grandiosidad y lo sugerente de sus representaciones de la naturalez, sus figuras más parecen estatuas que seres vivos. La razón de ello puede proceder de que, cuanto más conscientemente copiamos una figura, línea a línea y detalle por detalle, menos podemos imaginarnos cómo se mueve y respira realmente. parece como si, de pronto, el pintor hubiera arrojado un espejo sobre ella y la hubiera encerrado allí para siempre, como ocurre en el cuento de La Bella durmiente. Los artistas intentaron vencer esta dificultad de diversos modos. Botticelli, por ejemplo trató de realzar en sus cuadros la ondulación de los cabellos y los flotantes adornos de sus figuras, para hacerlas menos rígidas de contornos. Pero sólo Leonardo encontró la verdadera solución al problema. El pintor debía abandonar al espectador algo por adivinar. Si los contornos no estaban tan estrictamente dibujados, si la forma era dejada con cierta vaguedad, como si desapareciera en la sombra, la impresión de dureza y rigidez sería evitada. Esta es la famosa invención de Leonardo que los italianos denominan sfumato, el contorno borroso y los colores suavizados que permiten fundir una sombra con otra y que siempre dejan algo a nuestra imaginación.
Si volvemos ahora a contemplar Mona Lisa, comprenderemos algo de su misteriosa apariencia. Vemos que Leonardo ha empleado los recursos del sfumato con deliberación extrema. Todo aquel que ha tratado de dibujar o bosquejar un rostro sabe que lo que nosotros llamamos su expresión reside principalmente en dos rasgos: las comisuras de los labios y los extremos de los ojos. Precisamente son esas partes las que Leonardo dejó deliberadamente en lo incierto, haciendo que se fundan con sombras suaves. Por este motivo nunca llegamos a saber con certeza cómo nos mira realmente Mona Lisa. Su expresión siempre parece escapársenos. No es sólo, claro está, tal vaguedad la que produce este efecto. Hay motivos más profundos. Leonardo optó por algo muy atrevido, a lo que tal vez sólo podía arriesgarse un pintor de su consumada maestría. Si observamos atentamente el cuadro, veremos que los dos lados no coinciden exactamente entre si. Esto se halla más de manifiesto en el paisaje fantástico del fondo. El horizonte en la parte izquierda parece hallarse más alto que en la derecha. En consecuencia, cuando centramos nuestras miradas sobre el lado izquierdo del cuadro, la mujer parece más alta o más erguida que si tomamos como centro la derecha. Y su rostro, asimismo, parece modificarse con este cambio de posición, porque también en este caso las dos partes no se corresponden con exactitud.
Pero con todos estos recursos artificiosos, Leonardo pudo haber producido un habilidosos juego de manos más que una gran obra de arte si no hubiera sabido exactamente hasta dónde podía llegar, y si no hubiera contrabalanceado esta atrevida desviación de la naturaleza mediante una representación maravillosa del cuerpo viviente. Véase de qué modo está modelada la mano, o cómo están hechas las mangas con sus diminutas arrugas. Leonardo podía ser tan obstinado como cualquiera de sus predecesores en la paciente observación de la naturaleza. Pero ya no era un mero y fiel servidor de ella. Desde épocas remotas, en un lejano pasado, los retratos se miraron con respeto por creerse que, al conservar el artista la apariencia visible,conservaba también el alma de la persona retratada. Ahora, el gran hombre de ciencia, Leonardo, convertía en realidad algo de los sueños y temores de esos primeros hacedores de imágenes. Mostró que conocía el hechizo de infundir vida a los colores esparcidos con sus pinceles prodigiosos.
El segundo gran florentino cuya obra hizo tan famosos el arte italiano del siglo XVI (Cinquecento) fue Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564). Miguel Ángel era veintitrés años más joven que Leonardo y le sobrevivió cuarenta y cinco. En su larga vida fue testigo de un completo cambio respecto a la situación del artista. Hasta cierto punto fue él quien generó este cambio. En su juventud, Miguel Ángel recibió una formación como la de cualquier otro artesano.
Extractado de: La historia del Arte - E.H. Gombrich
Lisa Gherardini (Florencia, 15 de junio de 1479 – Florencia, 15 de julio de 1542), también conocida como Lisa del Giocondo, Lisa di Antonio María (Antonmaria) Gherardini, Lisa, y Mona Lisa, fue una noble florentina perteneciente a la familia Gherardini, originaria de la región de Toscana, en Italia. Su nombre fue adjudicado al retrato Mona Lisa (también conocido como La Gioconda) del cual fue modelo, y que había sido encargado por su esposo y pintado por Leonardo da Vinci durante el Renacimiento italiano.
Se conocen muy pocos detalles sobre la vida de Lisa; se sabe que nació en Florencia y contrajo matrimonio durante su adolescencia con un mercader de telas y seda que, años después, se convirtió en un funcionario local. Tuvo cinco hijos y mantuvo una vida de clase media acomodada y ordinaria. Lisa sobrevivió a su marido, que era considerablemente mayor que ella.
Durante la época del Quattrocento, Florencia se encontraba entre las ciudades más grandes de Europa y era considerada una localidad rica y económicamente exitosa. No obstante, la vida no era «idílica» para todos los residentes, entre los cuales había una amplia disparidad de riqueza. La familia de Lisa pertenecía a la aristocracia y tenía un linaje antiguo, pero con el tiempo había perdido toda su influencia. Los Gherardini no eran ricos, aun así mantenían un nivel acomodado, y subsistían de una renta agraria.
La familia vivía originalmente en Florencia cerca de la iglesia de la Santa Trinidad, aunque posteriormente arrendaron un lugar próximo a la basílica del Santo Spirito, posiblemente debido a que no podían pagar las reparaciones de su antigua casa. Tiempo después se mudaron a una vivienda en lo que hoy en día se conoce como Via dei Pepi —antiguamente Via de' Buonfanti—, cerca de la basílica de Santa Cruz, donde residieron en la proximidad de Ser Piero Da Vinci, el padre de Leonardo.
Andrew Warhola (Pittsburgh, 6 de agosto de 1928 - Nueva York, 22 de febrero de 1987), comúnmente conocido como Andy Warhol, fue un artista plástico y cineasta estadounidense que desempeñó un papel crucial en el nacimiento y desarrollo del pop art. Tras una exitosa carrera como ilustrador profesional, Warhol adquirió fama mundial por su trabajo en pintura, cine de vanguardia y literatura, notoriedad que vino respaldada por una hábil relación con los medios y por su rol como gurú de la modernidad. Warhol actuó como enlace entre artistas e intelectuales, pero también entre aristócratas, homosexuales, celebridades de Hollywood, drogadictos, modelos, bohemios y pintorescos personajes urbanos.
Marcel Duchamp (Blainville-Crevon, 28 de julio de 1887 - Neuilly-sur-Seine, 2 de octubre de 1968) fue un artista y ajedrecista francés.
Especialmente conocido por su actividad artística, su obra ejerció una fuerte influencia en la evolución del movimiento pop en el siglo XX. Al igual que el citado movimiento, abominó la sedimentación simbólica en las obras artísticas como consecuencia del paso del tiempo y exaltó el valor de lo coyuntural, lo fugaz y lo contemporáneo. Duchamp es uno de los principales valedores de la creación artística como resultado de un puro ejercicio de la voluntad, sin necesidad estricta de formación, preparación o talento.
L.H.O.O.Q. es una obra de arte de Marcel Duchamp realizada en 1919. Es uno de los ready-mades de Duchamp. Los ready-mades son objetos que han sido producidos en serie, normalmente destinados a un uso utilitario y ajenos al arte que se transforman en obras de arte por el mero hecho de que el artista los elija y les cambie el nombre, los firme o simplemente los presente a una exposición artística. En L.H.O.O.Q. el objeto es una tarjeta postal barata con una reproducción de la conocida obra de Leonardo da Vinci, la Mona Lisa, a la que Duchamp dibujó un bigote y una perilla con lápiz y le puso un título.
El nombre de la obra, L.H.O.O.Q. es homófono en francés de la frase «Elle a chaud au cul», literalmente «Ella tiene el culo caliente», que podría traducirse como «Ella está excitada sexualmente».
Duchamp realizó varias de L.H.O.O.Q. de diferentes tamaños y soportes. Una de ellas, es una reproducción en blanco y negro de la Mona Lisa sin bigote ni perilla que llamó L.H.O.O.Q. Afeitada.
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