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Delos era considerada la ya que, según la mitología, fue donde nacieron Apolo, dios de la música y de la luz, y su hermana Artemisa, diosa de la caza. Era una isla flotante que emergió agarrada por el tridente de Poseidón, pero Zeus la ató con cadenas al fondo del mar para que Leto, la madre de Apolo y Artemisa, pudiera dar a luz a sus hijos. Así, Delos le sirvió como refugio de la ira de Hera, esposa de Zeus, que se había enterado del embarazo de Leto.
La isla de Delos fue pues uno de los centros espirituales más importantes de los antiguos griegos y en la ciudad de Delos – situada al noroeste de la isla – se construyeron santuarios, templos, columnas de mármol, un teatro, un gimnasio…
Su época de mayor esplendor tuvo lugar en el siglo II a.C cuando Delos fue declarado como puerto libre, lo que le llevó a desarrollar una gran actividad comercial. De hecho, se han encontrado varias ágoras y, por los hallazgos, se cree que Delos atesoraba gran parte del comercio de vino del Mediterráneo.
Al norte del pórtico de Antígono se extiende el ágora romana, con el lago sagrado, secado en nuestros días, y la famosa «Terraza de los Leones» dispuestos aquí para la protección simbólica del sitio. De originalmente nueve, no quedan más que cinco leones (se trataría más precisamente de leonas) de mármol de Paros o de Naxos, alojados en el museo de la isla. En el lugar original, mirando al lago sagrado se encuentran actualmente cinco copias, formando a modo de avenida a lo largo de la Vía Sacra.
Una sexta fiera fue llevada como botín a Venecia, junto con otros leones llevados de Grecia, a finales del siglo XVII y fue colocada montando guardia en la puerta principal de su arsenal.
Los leones de Delos, sentados a diferentes alturas, rugiendo, fueron esculpidos con estilo muy particular, bien lejos del naturalista: los cuerpos magros y alargados, las cabezas pequeñas y redondeadas se prestan a comparaciones con la cerámica cicládica de la segunda mitad del siglo VII a. C. y por su hieratismo y estilización con el influjo del Oriente Próximo.
Desde el siglo XVII los europeos visitaban la isla atraídos por sus ruinas. Y a finales del siglo XIX arqueólogos franceses comenzaron las excavaciones de un yacimiento, que se considera uno de los más importantes de Grecia. De hecho, la isla de Delos forma parte del catálogo de lugares culturales protegidos por la UNESCO. En la actualidad es un conjunto de ruinas situadas al noroeste de la isla, que están admirablemente bien conservadas; como ya habíamos dicho es uno de los yacimientos griegos más importantes y mejor organizados.
Hay ruinas todavía muy bien conservadas, como es el caso de las del templo de Isis. Foto de spinorbital. |
Templos de Apolo
Detrás del puerto también empieza el camino sagrado por el que se entra al santuario, al oeste hay un altar y al este los tres templos de Apolo:
- Templo dórico (s.V-III a.C.), con frisos decorados, pero sin columnas en el interior, y con pocas esculturas.
- Templo ateniense dórico (425-417 a.C.)
- Templo Porinos Naos
Cerca del conjunto hay un santuario con un altar para sacrificios, el templo de Dionisios (al este) y los templos de Afrodita y Hermes (al oeste, en una explanada).
Hay muchas casas excavadas de gran riqueza arquitectónica y decorativa. Están la Casa de los Delfines, la Casa de las Máscaras y la Casa de Dionisio, las tres con impresionantes mosaicos en el peristilo. los tres templos de Apolo, el Camino de los Leones, las casas con atrios adornados con hermosos mosaicos y una bella decoración mural.
Restos de una casa. Se aprecian las columnas y el mosaico. Foto de Gerardo M.N. |
«Layo, suplicas una próspera descendencia. Te daré el hijo que deseas, pero está decretado que dejes la vida a sus manos». Así profetizó el oráculo de Delfos al padre de Edipo; el oráculo también advirtió a Edipo de que mataría a su padre y se casaría con su propia madre. Fueron vanos los intentos de padre e hijo por evitar que tales predicciones se cumplieran: Edipo mató a un hombre y se casó con su viuda, sin saber que se trataba de sus progenitores; al conocer lo que había hecho, se sacó los ojos. Pero no todos los oráculos de Delfos fueron tan tremendos. Aparte de los ejemplos míticos o legendarios, de las más de quinientas preguntas y respuestas délficas conservadas sólo se consideran históricas unas cincuenta y cinco, y la mayoría responden a cuestiones políticas, bélicas o religiosas por las que se interesaron las ciudades.
En Delfos, lugar que los griegos consideraban el ombligo de la tierra, existía un templo del dios Apolo ya en el siglo VIII a.C., y desde entonces se estableció una red de peregrinaje que unía toda Grecia con ese lugar. Lo habitual era que las ciudades o polis enviasen delegaciones sagradas que debían transmitir al oráculo preguntas sobre los asuntos públicos. Junto a los comisionados oficiales viajaban consultantes privados, cuyas preguntas debían de diferir, lógicamente, de las que formulaba la ciudad: seguramente se referían a la conveniencia de un matrimonio, a los hijos, a los riesgos de negocios y viajes.
El hecho de acompañar a las embajadas permitía a estos consultantes particulares disfrutar de cierta seguridad, ya que la delegación al completo estaba bajo protección divina y era inviolable. Ello resultaba muy conveniente cuando se tenía que realizar un viaje siempre difícil y peligroso, a veces muy largo, expuesto a ataques y al pillaje.
Aunque Delfos no intervenía directamente en la política de las ciudades, sus oráculos podían ser usados como arma política en caso necesario.
Los atenienses realizaban en Delfos una procesión anual, la Pitaida, para conmemorar la caída de un rayo en el monte Parnaso. Crátera con procesión, 430 a.C. |
La llegada al santuario
Cuando los peregrinos llegaban al pie del monte Parnaso, donde estaban la ciudad de Delfos y el recinto de Apolo, los recibía el próxenos, el embajador que cada polis tenía en el santuario y que atendía por igual a embajadores y a ciudadanos particulares. Hay que suponer que los días en que el recinto estaba abierto a consultas debía de concentrarse allí mucha gente, y que las colas para entrar eran constantes. Pero no todos tenían que esperar: ciudades como Atenas o Esparta disfrutaban del privilegio de la promanteia, la prioridad de consulta, de la que se beneficiaban tanto sus emisarios como los ciudadanos privados que los acompañaban.
Lo primero que encontraban los viajeros, a un kilómetro y medio del recinto, era la zona conocida como Marmaria por los mármoles de los edificios allí construidos, entre ellos el templo circular de Atenea Pronaia. Luego los peregrinos pasaban por la fuente Castalia, que brotaba entre las dos piedras Fedríades («brillantes»), y se purificaban con sus aguas. Acto seguido entraban en procesión por la vía Sacra, ya en el interior del santuario propiamente dicho.
Esta calzada ascendía por una pronunciada pendiente y estaba flanqueada por los tesoros de las más prominentes ciudades: Sición, Sifnos, Cnido, Tebas, Atenas, Corinto, Massalia. Los tesoros eran pequeños templos o capillas en los que se conservaban los exvotos y donaciones que los ciudadanos de una polis entregaban al santuario. Después la vía llegaba al templo de Apolo, más arriba del cual se encontraban la palestra, el gimnasio, el estadio y el teatro. Este edificio, con capacidad para unos 5.000 espectadores, acogía los certámenes artísticos de los juegos píticos, que se celebraban en honor de Apolo e incluían competiciones atléticas y celebraciones religiosas.
La consulta al oráculo de Delfos
Frente al templo estaba el altar para los sacrificios. Las consultas al oráculo se «pagaban» en forma de sacrificio o de pastel: el propio templo vendía los animales que debían sacrificarse y las tartas sagradas (pélanos).
Poco sabemos de la organización en el interior del templo. Allí se encontraban la sacerdotisa pitia, por cuya boca hablaba Apolo, y el cuerpo de sacerdotes que la atendía y que se repartía las diferentes tareas.
El peregrino entraba en el templo a través del chresmographeion, donde se guardaba el archivo del santuario con la lista de consultantes, sus preguntas y respuestas, así como la lista de vencedores en los juegos píticos; probablemente allí formulaba su pregunta.
A lo largo de la Via Sagrada, la avenida que lleva al templo de Apolo se suceden diversos edificios votivos, como el tesoro de los Atenienses, del siglo V a.C. |
LA DECADENCIA
Los Juegos Píticos fueron uno de los cuatro Juegos Panhelénicos con los de Olimpia, los Juegos Nemeos y los Juegos Ístmicos. Fueron realizados en el santuario de Delfos, y eran consagrados a Apolo; se daba como premio una corona de laurel.se celebraban cada 8 años.
La competición debe su nombre al lugar, que se llamaba Pito, bien por las preguntas que le hacían los visitantes del oráculo, bien porque el animal que allí murió se estaba pudriendo (punthesthai).
La más difundida relata que los implantó el propio Apolo, tras haber matado a Pitón y haber colocado sus huesos en un caldero dentro de su templo.
El Estilo severo, estilo clásico temprano o estilo arcaico final, es el estilo de la escultura griega correspondiente a la primera mitad del siglo V a. C. (entre 490 a. C. y 450 a. C.). Marca la ruptura entre las formas canónicas del período arcaico anterior y la transición al vocabulario y expresión grandemente expandidos del periodo clásico de mediados de siglo.
Los juegos duraban varios días. Los primeros se dedicaban a los sacrificios, a las procesiones de los teoros, sacerdotes y participantes al altar de Apolo para ofrecerle una hecatombe, y a un banquete. Puede que también se celebrara una representación, en forma de drama sagrado, de la lucha de Apolo contra Pitón (mitología) (el primer día, el 6 de bucatio).
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