Ivan Ivanovich Shuvalov |
Nacido en 1727, Ivan Ivanovich, conde Shuvalov, hace su aparición en el escenario público gracias a su presentación en la corte de la cuarentona emperatriz Elizaveta I, la cual se prendó de él en 1749. Tenía entonces 22 años de edad y un físico agradable que fueron la clave de su éxito para entrar a formar parte del restringido círculo de la zarina. En aquel mismo año, Elizaveta o Isabel I, lo tomó como amante sin por ello deshacerse de su amado pastor cosaco y tañedor de laúd, Razumovski. Su ascenso hasta la alcoba imperial levantó ampollas en el canciller Bestuzhev-Rjumin, quien temía que las consecuencias para Razumovski y él fueran una caída en desgracia.
Para subsanar el contratiempo, presentó a Isabel al joven y hermosísimo Beketov, con apenas 18 años de edad. Si bien la jugada del canciller pareció afortunada, al ser admitido por la emperatriz (que le cubrió de riquezas) y nombrado ayudante de Razumovski, con alojamiento en palacio, el crédito del conde Shuvalov ni siquiera se resintió de la recién incorporación del flamante "juguete sexual". Isabel I, pasmosamente ecuánime hasta en sus más íntimos asuntos de alcoba, se las ingenió para arreglárselas con sus tres amantes: Razumovski, Shuvalov y Beketov.
Retrato de Elizaveta I Petrovna (1709-1762), Emperatriz de Rusia entre 1741-1762. |
La decisiva intromisión de Pedro Shuvalov, tío del favorito, acabaría por romper ese cuarteto amoroso al inducir a Beketov a aplicarse cierta pomada en la cara que, según le dijo, le conservaría la piel fresca y lozana. El efecto contrario no se hizo esperar cuando le produjo a Beketov una violenta erupción cutánea, y los Shuvalov se apresuraron a asegurar a Isabel I que el joven padecía una enfermedad venérea. Horrorizada, Isabel se distanció, refugiándose en Tsarskoye Selo para entregarse a la oración, mientras el pobre Beketov era conminado a hacer las maletas y abandonar de inmediato el palacio de Invierno.
Con semejante golpe, los tíos Shuvalov, Pedro y Alejandro, se convirtieron en los árbitros supremos de la corte rusa. Pedro se encargó de la cartera de asuntos internos, embolsándose millones e introduciendo monopolios comerciales. Fundó cajas de ahorro, reformó la moneda y mejoró la artillería rusa. En cuanto a Alejandro Shuvalov, éste se convirtió en el temible Inquisidor Principal de la Cancillería Secreta.
Decían las gentes de él que sus facciones se contraían nerviosamente, en consecuencia de su cometido de torturador. El conde Iván Ivanovich Shuvalov se reveló de mejor pasta que sus tíos. Inició una loable carrera militar, llegando a ser teniente general, se erigió en un generoso protector de jóvenes escritores que pugnaban por abrirse camino, manteniendo correspondencia con Voltaire, y sugiriendo a la emperatriz la feliz idea de fundar la Universidad de Moscú en 1755, y la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo en 1757, participando activamente en ambas fundaciones.
Se puede decir que la beneficiosa influencia de Shuvalov sobre Isabel I de Rusia. Shuvalov fue agraciado con ascensos militares y condecorado con la Orden Imperial de San Alejandro Nevski. Se convirtió en el reconocido mecenas de las artes y ciencias rusas, asociando su nombre a la eclosión cultural de Rusia a imagen y semejanza de la Europa Occidental, en la 2ª mitad del siglo XVIII.
Retrato de Catalina II "la Grande" (1729-1796), Emperatriz de Rusia entre 1762 y 1796. |
La repentina muerte de Isabel I en 1762, obligó a Shuvalov a tomar sus distancias con el nuevo reinado que se iniciaba con Pedro III, que menospreciaba la cultura alabando la vida de los cuarteles militares. Abandonó pues su país para iniciar una gira europea larga de 14 años, residiendo principalmente en Francia y en Italia, donde completó su extensa cultura cosmopolita. No volvería a Rusia hasta 1777, donde le fue dispensada por Catalina II "la Grande", la mejor de las acogidas. El mismo año de su regreso triunfal a San Petersburgo, se vió agraciado con el cargo de Gran Chambelán de la Corte Imperial y condecorado con las órdenes de San Vladimiro y de San Andrés, además de conservar hasta su muerte, en 1797, la imperecedera fama de ser el más culto y generoso mecenas de su país. Fallecería a la edad de 70 años.
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