Peter Carl Fabergé
Conocido también como Karl Gustavovich Fabergé (30 de mayo de 1846, San Petersburgo, Rusia – 24 de septiembre de 1920, Lausana, Suiza), fue un joyero ruso. Es considerado uno de los orfebres más destacados del mundo, que realizó 69 huevos de Pascua entre los años 1885 a 1917, 61 de ellos se conservan.
Peter Carl Fabergé |
En 1870 pasa a ser el responsable de la empresa familiar de joyería en San Petersburgo. Con una excelente reputación como diseñador, trabaja con piedras preciosas y metales, y realiza diseños de diferentes estilos como ruso antiguo, griego, renacentista, barroco, Art Nouveau, naturalista y caricaturesco.
Sus obras fueron expuestas en la Exposición Panrusa de Moscú de 1882 y recibieron la medalla de oro. Recibió el nombramiento de orfebre y joyero de la Corte Imperial Rusa y de otras muchas monarquías europeas. Fabricó joyas con forma de huevos de Pascua de oro y esmalte, animales en miniatura, cálices, bomboneras y otros objetos.
Para la Pascua de 1883, el zar Alejandro III le encargó al orfebre Peter Carl Fabergé la construcción de un huevo para regalarle a su mujer, la zarina María. El regalo consistió en un huevo con cáscara de platino que contenía dentro uno más pequeño de oro. Al abrirse este último, se encontraba una gallina de oro en miniatura que tenía sobre su cabeza una réplica de la corona imperial rusa. Este particular Huevo de Pascua le gustó tanto a la emperatriz que el zar le ordenó a Fabergé que realizara uno nuevo para cada Pascua.
Once fueron en total los huevos que Alejandro III le regaló a su mujer. Luego, su hijo Nicolás II continuó con esta tradición y mandó realizar otros para regalarle a su mujer y a su madre. Los 57 huevos que confeccionó la casa Fabergé tenían en su interior algún obsequio, réplica en miniatura de una de las pertenencias de los zares.
La Revolución rusa acabó con la firma.
Desde la Segunda Guerra Mundial han salido a subasta seis de estas obras de arte. En noviembre de 1994 el Winter Egg (creado en 1913, y que se creía perdido hasta 1984) alcanzó los 5.600.000 dólares.
Recientemente (28 de noviembre de 2007) un huevo fabricado por Fabergé para la familia de banqueros Rothschild, alcanzó en subasta el precio récord de 18 millones de dólares.
1891. Huevo Memoria del Azov (el barco real) |
Un huevo de Fabergé es una de las sesenta y nueve joyas creadas por Carl Faberge y sus artesanos de la empresa Fabergé para los zares de Rusia, así como para algunos miembros de la nobleza y la burguesía industrial y financiera, entre los años 1885 y 1917. Los huevos se consideran obras maestras del arte de la joyería.
La fiesta más importante del calendario de la iglesia ortodoxa rusa es la Pascua. Se celebra con tres besos y el intercambio de huevos de Pascua. Por lo que respecta a los huevos imperiales de Fabergé, estos comenzaron a fabricarse en 1885 cuando el zar Alejandro III encargó un huevo de Pascua para su esposa, la emperatriz María Fyodorevna. El huevo recordaba a la patria de la emperatriz, Dinamarca, ya que el joyero se había inspirado en un huevo de pascua que se encontraba en las colecciones reales danesas y tanto agradó a la zarina que el zar ordenó que Peter Carl Gustavovich Fabergé fabricara un huevo de Pascua cada año para la zarina, estipulando solamente que el huevo fuese único y que encerrase una sorpresa.
También en 1885 Fabergé fue nombrado proveedor oficial de la corte imperial rusa. El joyero y su equipo de orfebres y artesanos, entre ellos maestros joyeros como el ruso Michael Perkhin y los finlandeses Henrik Wigström y Erik August Kollin, diseñaron y confeccionaron huevos de Pascua durante once años más para Alejandro III de Rusia hasta que este falleció, continuando su hijo y sucesor Nicolás II con la tradición. Estos proyectos se convirtieron en prioridad absoluta de la compañía y fueron planeados y trabajados con un año o más de antelación: la sorpresa que contenía el huevo se mantenía siempre en secreto.
Para el diseño de los huevos imperiales Fabergé se inspiró en distintos estilos artísticos europeos, como el Barroco, el Rococó, el Neoclásico o el Modernista, así como en obras de arte que contempló durante sus estancias y viajes por Europa. Había huevos creados para conmemorar acontecimientos tales como la coronación del zar Nicolás II, la terminación del ferrocarril Transiberiano, así como para celebrar aniversarios importantes. Otros huevos guardaban en su interior el yate imperial Standart, la catedral de Uspensky, el palacio de Gátchina o el palacio Alejandro, por citar unos ejemplos.
De los 69 huevos que hizo en total la Casa Fabergé para los zares, la aristocracia y la élite industrial y financiera, se conservan 61. Se conocen cincuenta y dos huevos imperiales, cuarenta y cuatro de los cuales se han localizado hoy, entre ellos los dos últimos de 1917 que nunca fueron entregados ni terminados a causa de la Revolución rusa, destacando el huevo de la constelación del Zarevich.
Los restantes 8 huevos imperiales se consideran perdidos o desaparecidos; dos se conocen solamente por haber sido fotografiados en primer plano, otros tres se han descubierto en 2007, dos de ellos en una foto tomada a una vitrina de la zarina Maria Fyodorevna, donde aparece el tercer huevo imperial (este huevo fue recientemente descubierto y será rematado) y el huevo con querubín y carruaje, este último quedó reflejado en el cristal de la misma, en cuanto al huevo del neceser figura en una fotografía de la joyería Wartski, Londres, en la parte inferior de una vitrina. No se tiene ningún documento visual de los otros tres.
Otros siete huevos de Pascua fueron encargados por Alejandro Ferdinandovich Kelch, dueño de minas de oro en Siberia, para su esposa Bárbara. Asimismo personajes de la época como Alfred Nobel, príncipes Yussupov, duques de Marlborough entre otros de categoría no imperial que suman un total de ocho huevos. Sin embargo, la colección imperial de huevos de Pascua encargada por los dos últimos zares rusos es la más famosa.
Descripción y materiales
Entre los materiales usados por Faberge figuran metales como el oro, platino, plata, cobre, níquel, paladio, acero que fueron combinados en distintas proporciones con el fin de conseguir diferentes colores para la "cáscara" del huevo.
Otra técnica usada por Fabergé fue la conocida como guilloché, un tratamiento de grabado superficial sobre metal que consiste en hacer ondas, estrías o cualquier otro dibujo, de un modo repetitivo y simétrico, se podía hacer a máquina o a mano. Fabergé se mostraba orgulloso de que todas las materias primas que se empleaban en su taller provenían de distintas partes de Rusia. Muchos huevos incluían minerales como el jaspe, la malaquita, la rodonita, el cristal de roca, el ágata, la aventurina, el lapislázuli, y el jade (nefrita sobre todo, aunque usaba a veces la jadeíta). El huevo de 1917, destinado a la zarina María Fyodorevna estaba realizado en madera de abedul de Karelia.
Las piedras preciosas incluyendo los zafiros, los rubíes y las esmeraldas fueron utilizadas para la decoración de los huevos y/o la sorpresa que contenían, cuando se usaban era en la talla conocida como cabujón (corte redondo). En cuanto al tipo de talla empleada para los diamantes era la típica talla rosa. Por otra parte también empleó piedras semipreciosas como las piedras de luna, los granates, los olivinos, y las piedras de Mecca, usadas más a menudo en la talla cabujón.
1898 Huevo de los Lirios del Valle El huevo, de estilo Art Nouveu se encuentra actualmente en Rusia como parte de la colección de Vekselberg. |
La fuente primaria de inspiración de Fabergé venía de los trabajos de siglos anteriores. El esmalte translúcido era una técnica muy valorada en el siglo XIX, que requería de varias capas de esmalte que se secaba en un horno después de aplicar cada capa. Sin embargo, durante el siglo XIX se disponía solamente de una limitada gama de colores, de modo que Fabergé experimentó y pronto aumentó su paleta de colores hasta lograr más de 140 tonalidades diferentes. El más apreciado fue el esmalte de ostra, el cual variaba de color dependiendo de la luz.
HUEVO DE LA CORONACIÓN Fue regalado por Nicolás II a su esposa, la zarina Alexandra, como regalo de Pascua tras su coronación, en 1897 |
Cartier y Rusia
Los objetos cotidianos de los Romanov
Cuarenta y cinco piezas fabricadas entre 1905 y 1913 muestran la estrecha relación entre Cartier y Rusia
Pierre Cartier durante su primera visita a Rusia en 1904, comienzo de la fructífera relación que entabló la firma con los Romanov y su Corte a principios del siglo XX. |
El príncipe Saltokov adquirió en 1886 una pulsera de esmeraldas y esmalte negro, convirtiéndose en el primer cliente ruso de Cartier. El Gran Duque Alexis, Maria Pavlovna, Maria Fedorovna, el príncipe Youssuopov... la Corte Imperial al completo, con el Zar Nicolás y la Zarina Alejandra a la cabeza, sucumbieron a principios del siglo XX a las creaciones de la 'maison' de la Rue de la Paix. Una pasión que la Revolución de 1917 cortó de cuajo.
Como prueba de la pasión mutua entre la joyería de la realeza y la Corte de los Romanov, Cartier muestra 45 joyas de aquel período que transmiten la admiración que se profesaron la familia Cartier y la realeza y aristocracia rusas. La firma tomó la técnica del guilloqueado propia de los esmaltes de Pierre Fabergé, se inspiró en el peinado folclórico ruso para realizar tiaras -la famosa 'kokoshnik'-, adoptó las inusuales combinaciones cromáticas, como el violeta y el verde, propias de los Ballets Rusos de Serge Diaghilev y conformó lo que, en definitiva, desembocó en el 'estilo ruso', uno de los más característicos de Cartier
Reloj de sobremesa con forma de cubo fabricado en platino, oro, plata, ágata, piedra de luna, esmalte y diamantes talla rosa (1910. |
Del mismo modo, los clientes rusos la marca se rindieron al 'chic' parisino de la orfebrería y salpicaron con sus ornamentos todo tipo de objetos cotidianos -alfileteros, impertinentes o relojes de sobremesa- y que, en palabras de Simoneta Gómez-Acebo, responsable de Comunicación de la marca en España, reflejan la pasión de una dinastía extinta por "una firma cuyo espíritu reside en la creación de piezas atemporales con un denominador común: la espectacularidad".
Pitillera de 1910 en oro y esmalte traslúcido con cabujón de zafiro. |
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