A Sangüesa se accede cruzando el puente metálico sobre el río Aragón. Tras superar el río se topará con el mayor tesoro de la ciudad y una de las obras cumbres del románico de todos los tiempos y lugares: la iglesia de Santa María la Real. Su portada, centrada en el juicio final, le mostrará también escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, animales monstruosos, leyendas o los estamentos de la sociedad medieval. El templo, declarado monumento nacional en 1889, se levantó entre los siglos XII y XIV.
El borgoñón Leodegarius dejó su firma en las columnas-estatua de la portada, Es muy probable que este artista francés fuese quien trajo su propio estilo de la catedral de Chartres.
También el Maestro de Agüero, o de San Juan de la Peña (o el taller al que se conoce bajo estos títulos unipersonales) se hace presente en apóstoles, monstruos...
El templo se diseñó de triple nave, orientado, y rematadas cada una de ellas por ábside cilíndrico. Sin duda la cabecera del mismo es la parte más antigua del mismo. Vista en planta, realzada del resto del edificio, da una cierta similitud con lo edificado en Santiago de Agüero, con la diferencia de que allí se dio por concluida la obra, mientras que aquí, aun en otro estilo, se concluyó.
El lugar de ubicación de esta magna portada, sorprende cuando se la contempla por primera vez; pues no es el lógico. Las portadas se hallan habitualmente en el hastial de poniente; o también en el muro sur; pero hacia los pies del mismo. Situarla en este extremo del crucero, hace pensar en que hubiera serias dudas de ir más allá con el proyecto, y quizá se considerase también cerrar el templo en esta fase.
Los cilindros absidales se alzan al modo clásico, jaqués. Se articulan en lienzos por medio de anchos contrafuertes a modo de amplias pilastras o lesenas que los recorren hasta la cornisa. Cada lienzo está centrado por ventanal aspillerado orlado de vano de medio punto a base de guardapolvo, arquivolta de bocel, capiteles y columnillas. Los ábacos se continúan con molduras decoradas, y bajo cada uno de los ventanales, corre otra similar. Por encima de los ventanales del ábside central corre similar moldura sobre la cual hay un óculo por lienzo. Canecillos historiados sustentan la cornisa.
Por encima, dos registros horizontales. Centrando el superior, un Cristo en Majestad, con imágenes del Tetramorfos. Tres figuras a cada lado, bajo arcos de medio punto apeados en capiteles y columnitas dobles; y debajo, otra larga fila con ocho personajes del mismo aspecto. Catorce en total. Sobran figuras para un apostolario. Vista de perfil la portada se ve que rebasa con creces el nivel del ábside sur, llegando a ras de la cota más alta de la bóveda central. Esta portada no se pensó para este punto del templo. Probablemente tampoco el "apostolario" debiera de haberla coronado.
La hechura de estas figuras, cuadra con el estilo del Maestro de Agüero, si bien, mucho más evolucionado y cuidado; ya sin la gracia, fuerza y expresividad que nos supo mostrar en la iglesia de Santiago de Agüero, el Claustro de San Pedro el Viejo o el Monasterio de San Juan de la Peña en Huesca.
Su paseo por el casco histórico le irá descubriendo la monumentalidad de la ciudad, con ejemplos tan bellos, en la calle Mayor, como los palacios de Añués (XV), Iñiguez-Abarca (XVIII), la Casa Consistorial (1570), que posee una preciosa galería porticada, las casas de París Iñiguez Abarca y de los Sebastianes.
Palacio de Añués
El templo se diseñó de triple nave, orientado, y rematadas cada una de ellas por ábside cilíndrico. Sin duda la cabecera del mismo es la parte más antigua del mismo. Vista en planta, realzada del resto del edificio, da una cierta similitud con lo edificado en Santiago de Agüero, con la diferencia de que allí se dio por concluida la obra, mientras que aquí, aun en otro estilo, se concluyó.
El lugar de ubicación de esta magna portada, sorprende cuando se la contempla por primera vez; pues no es el lógico. Las portadas se hallan habitualmente en el hastial de poniente; o también en el muro sur; pero hacia los pies del mismo. Situarla en este extremo del crucero, hace pensar en que hubiera serias dudas de ir más allá con el proyecto, y quizá se considerase también cerrar el templo en esta fase.
Los cilindros absidales se alzan al modo clásico, jaqués. Se articulan en lienzos por medio de anchos contrafuertes a modo de amplias pilastras o lesenas que los recorren hasta la cornisa. Cada lienzo está centrado por ventanal aspillerado orlado de vano de medio punto a base de guardapolvo, arquivolta de bocel, capiteles y columnillas. Los ábacos se continúan con molduras decoradas, y bajo cada uno de los ventanales, corre otra similar. Por encima de los ventanales del ábside central corre similar moldura sobre la cual hay un óculo por lienzo. Canecillos historiados sustentan la cornisa.
Por encima, dos registros horizontales. Centrando el superior, un Cristo en Majestad, con imágenes del Tetramorfos. Tres figuras a cada lado, bajo arcos de medio punto apeados en capiteles y columnitas dobles; y debajo, otra larga fila con ocho personajes del mismo aspecto. Catorce en total. Sobran figuras para un apostolario. Vista de perfil la portada se ve que rebasa con creces el nivel del ábside sur, llegando a ras de la cota más alta de la bóveda central. Esta portada no se pensó para este punto del templo. Probablemente tampoco el "apostolario" debiera de haberla coronado.
La hechura de estas figuras, cuadra con el estilo del Maestro de Agüero, si bien, mucho más evolucionado y cuidado; ya sin la gracia, fuerza y expresividad que nos supo mostrar en la iglesia de Santiago de Agüero, el Claustro de San Pedro el Viejo o el Monasterio de San Juan de la Peña en Huesca.
Interior de la Iglesia de Santa Maria la Real |
Palacio de Añués
El castillo y la basílica anexa, del siglo XIX. El castillo de Javier está situado en una loma de la localidad de Javier, en Navarra, a 52 km al este de Pamplona capital y 7 km al este de Sangüesa. Data del siglo X. En este castillo nació y vivió San Francisco Javier, hijo de los Señores de Javier, y de aquí tomó su apellido. Es lugar de peregrinación, especialmente a principios de marzo, en las llamadas Javieradas. Donde residía Juan de Jasso, presidente del Consejo Real de Navarra y padre de San Francisco Javier y de sus hermanos Juan y Miguel, que lucharon contra los invasores. El castillo fue desmochado para impedir la resistencia navarra. |
Palacio de los Íñiguez Abarca
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Palacio de los Íñiguez Abarca (Calle Mayor, 14) Típico palacio renacentista, sobre la portada lleva la fecha de 1601. En el cuerpo inferior de piedra se abre una puerta adintelada con casetones y columnas entorchadas a ambos lados y capiteles dóricos. La primera planta, construida en ladrillo, dispone de dos balcones con barandillaje de hierros abalaustrados y el piso superior, de una galería de arcos de medio punto. Destaca el alero de madera sobre un friso con ovas, con canes de follaje y adornos colgantes. |
Palacio de los Íñiguez Abarca (Calle Mayor, 14) La heráldica del ostentoso escudo: árbol con lobo Íñiguez; banda terciada, entre dos lebreles Francés; dos chapines Abarca; siete flores de lis Español de Niño. El hijo más ilustre de esta casa fue José Íñiguez Abarca, nacido en 1639, fiscal de la Inquisición en Córdoba, diputado del Reino y prior de Roncesvalles. Este palacio pasó a propiedad del conde de Guenduláin por entroques familiares. |
El pueblo llama a este paraje Las Arcadas. Fue construida en 1570 por Domingo de Aya, cantero, vecino de Aibar, sobre el solar de una de las alas derribadas del palacio-castillo, que se asomaba a la Rúa Mayor. Consiste en una galería porticada con arcos rebajados sobre pilastras dóricas de estilo renacimiento. La fachada es sobria con amplios balcones y alero en saledizo. Figura en el centro, dentro de un óvalo entre cueros retorcidos, el escudo de Sangüesa en piedra flanqueado por columnas jónicas; el castillo con S.A., primera y última letras de Sangüesa, y las barras de Aragón y la leyenda: "La que nunca faltó".
La Casa Consistorial de Sangüesa se erige en el solar de uno de los flancos del antiguo castillo del Príncipe de Viana. Conocida como Las Arcadas, se compone de una fachada renacentista y una galería porticada con arcos rebajados. Se trata de un edificio emblemático, ya que, datado en 1570, es uno de los ayuntamientos más antiguos de Navarra. |
La última crujía, así como la fachada posterior, fueron construídas, según proyecto de José Yárnoz Larrosa, en 1949, siguiendo el tipo de palacio sangüesino, y en ésta colocaron otro escudo de la ciudad, que procede del desaparecido portal de Jaca realizado en 1602. Por ser uno de los ayuntamientos más antiguos y característicos de Navarra, fue reproducido con todo detalle en el Pueblo Español de Barcelona en 1929.
Casa Consistorial. al fondo palacio Príncipe de Viana |
José Yárnoz Larrosa (Pamplona, 1884 - Madrid, 26 de diciembre de 1966) fue un arquitecto navarro.
Finalizó los estudios de arquitectura en 1910. En 1912, con Modesto López Otero trabajó en el proyecto de la Exposición Universal para Madrid logrando la medalla de Oro de Bellas Artes.
El matrimonio Mª Carmen Húder Carlosena y Javier Yárnoz Larrosa en una foto de 1946 obtenida en Caracas. (Cedida por Mª Carmen Yárnoz Húder) El arquitecto pamplonés Javier Yárnoz Larrosa se vio obligado a exiliarse por motivos “éticos” tras el tremendo mazazo que le supuso el fusilamiento en 1936 de su cuñado Marino Húder, médico y de Izquierda Republicana. |
Desde 1923 trabajó con su hermano Javier en la restauración del Palacio Real de Olite, ganando el concurso convocado por la Diputación Foral de Navarra. En 1929 se les asignó la ampliación del Palacio de Navarra en Pamplona. También realizó diversas sucursales del Banco de España, en ocasiones en colaboración con otros arquitectos, en Burgos, Vitoria, Badajoz, Santander, Pamplona, Murcia, Santa Cruz de Tenerife, Orense, Tarragona, Ávila, Guadalajara, Barcelona, Málaga, Soria, Huelva, San Sebastián, Alicante, León, Logroño y Cáceres como capitales de provincia, a las que habría que unir las oficinas de Alcoy y Ferrol. En 1927, junto a Luis Menéndez Pidal, diseñó la ampliación de la sede central de Madrid.
La Institución Príncipe de Viana le nombró responsable del Servicio de Monumentos, restaurando gran cantidad de ellos en Navarra.
En 1942 realizó el Monumento a los Caídos en Pamplona, junto a Víctor Eusa. También realizó la Iglesia de San Miguel de la capital Navarra.
Ingresó en 1944 en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.