John Ford (1 de febrero de 1894-31 de agosto de 1973) —bautizado como John Martin Feeney y que comenzó su carrera cinematográfica con el nombre de Jack Ford— fue un actor, director y productor cinematográfico estadounidense, cuatro veces ganador del Premio de la Academia.
John Ford, un parche y mil contradiccionesUna treintena de críticos, escritores y políticos esbozan un retrato del mito a través de sus más de 150 películas en el libro «El universo de John Ford»
John Ford, en el rodaje de «El álamo», de John Wayne. El cineasta acudió al plató de la película de su actor fetiche y llegó a filmar algunos planos - Ed. Notorious |
En 1950, cuando el senador Joseph McCarthy se entretenía con su particular «caza de brujas», el sindicato de directores se reunió para ver cómo se posicionaba. Uno a uno, los cineastas fueron hablando hasta que le llegó el turno a John Ford: «Hola, me llamo John Ford y dirijo películas del Oeste». Una frase sencilla pero cargada de contenido, como su cine: ¿Hay algo más «americano» que el wéstern? ¿Podía alguien sospechar de un director que ganó dos Oscar por sus documentales de guerra que rodó mientras servía contra los nazis? Pero el alegato continuó: «No creo que debamos ponernos en la tesitura de informar de manera peyorativa sobre ningún director, ni delatarle, sea comunista o haga lo que haga». Es decir, protegía a los suyos. Y lo suyo era el cine. Elegir entre los buenos y los malos, tan definidos en los wéstern, no era tan fácil en la vida real.Heredero de D.W. Griffith, es uno de los más grandes cineastas americanos
David W. Griffith (El padre del lenguaje cinematográfico), pincha aqui
Hijo de un tabernero de origen irlandés, y menor de una familia de trece hermanos, (de los que tres nacieron muertos y otros dos murieron muy niños) John Ford se empeñó siempre en dar la imagen de una vida sencilla.
Muy lejos de los pintoresco, el alcoholismo es el estigma familiar, que golpea tanto al padre y a la madre, como a los hermanos, a la mujer de Ford y a su hija, por no hablar de él mismo.
Prefirió alimentar su leyenda de marino, de bebedor, de fuerza de la naturaleza, pero era también un intelectual oculto (a su muerte, se descubrió la riqueza de su biblioteca).
El descubrimiento tardío del tormento que escondía detrás de su figura y de su pintoresco parche en el ojo (no era tuerto, aunque tenía cataratas) explica la profunda melancolía de su obra. Al igual que su complejidad: demasiado preocupado por ofrecer la apariencia de la facilidad (la cámara a la altura del hombro, el cielo azul ocupando los dos tercios del encuadre), John Ford deja una de las obras cinematográficas más importantes de la Historia del Cine.
En sus inicios en el mundo del cine, John Ford participó, en el film de David W. Griffith "El nacimiento de una nación", de 1915. Fue contratado como extra y encarnó a uno de los jinetes del clan. Durante el rodaje, se golpeó en la cabeza con una rama de árbol mientras cabalgaba, por lo que permaneció en el set durante tres días, en los que se dedicó a ver cómo trabajaba el gran Griffith. Más tarde reconocería la influencia que este cineasta tuvo en él: "Yo no diría que le robé nada. Diría que le copié abiertamente".
Animado por su hermano Francis, que le precedió como realizador, John empieza su carrera hollywoodiense en 1917. La terminará en 1966, tras haber filmado más de 140 películas.
En la primera fase de su carrera, adopta el seudónimo de Jack Ford que pronto cambiaría por John Ford.
La primera película que dirigió íntegramente es "El tornado" que se estrenó el 3 de marzo de 1917. Esto significó su primer contrato con Universal por 125 dólares a la semana.
Realiza de forma prácticamente exclusiva westerns, creando para el actor Harry Carey la figura recurrente de Cheyenne Harry. Trabajaron juntos en 25 películas.
Este aprendizaje resulta decisivo; en un espacio de tres años, rueda películas de distinta duración, y establece un molde original que conformará toda su obra posterior, ya se trate de western o no. Paisajes, personajes (las figuras femeninas en torno a Harry), situaciones (el niño encontrado en el desierto), los iconos (la mujer esperando en el porche), incluso los gestos (el contrapuesto característico de Harry que Ford ,impondrá posteriormente a John Wayne.
John conoció a Mary McBryde Smith en 1920. La muchacha de origen irlandés, sería su esposa poco tiempo más tarde. Ella estaba divorciada por lo que pudieron casarse por la iglesia. Tuvieron dos hijos: Patrick Michael en 1921 y Bárbara al año siguiente.
Ambos se dedicaron al mundo del cine cuando fueron mayores: Patrick como productor-director de películas de bajo presupuesto y Bárbara como montadora.
En 1924 la Fox le confía la realización de una película faraónica titulada "Caballo de hierro", su primer gran western.
Paralelamente Ford queda fascinando ante la creatividad visual del cine alemán, concretamente con F. W. Murnau. Muestra una vocación expresionista que resulta patente en la forma a menudo muy elaborada de sus posteriores composiciones en blanco y negro: "Madre mía" 1928, "Cuatro hijos" 1928.
De los tiempos del silencio le quedó un principio artístico -'Soy un hombre del cine mudo. La historia la deben contar las imágenes, no las palabras', decía ya viejo- y alguna obra maestra: El caballo de hierro fue una de ellas, alguna comedia como Policías sin esposas o ensayos de encuadres, luz y color dramático como Cuatro hijos, que además le brindó la oportunidad de conocer a un chico llamado Marion Morrison, un jugador de fútbol de anchas espaldas y estudiante de derecho al que llamaban Duke y que pasó a la historia como John Wayne.
No sólo sobrevivió al paso del sonido. Se convirtió en el rey con obras como El delator y, por supuesto, La diligencia, en la que daba rienda suelta a su pasión por la Irlanda libre, alejada del yugo inglés. Todos querían bailar en su entorno. Fabricó un círculo cerrado en el que había que tener paciencia y aguante para soportar sus pequeños placeres sádicos y humillaciones. Spencer Tracy, otro irlandés próximo, no aguantó mucho. Les separó una mujer de armas tomar: Katherine Hepburn. Ford la cortejó primero. La biografía de Eyman revela cartas que no dejan lugar a dudas. 'Le gustaba porque era de las pocas personas de ambos sexos a la que Ford no podía dominar', se lee en sus páginas. Era mutuo. La filosofía de la actriz, según el libro, es que no podría respetar a ningún hombre que pudiera controlar.
Eligió su matrimonio y sus hijos, pero frecuentemente lejos de casa. A la leyenda Ford, con sus gafas, su puro, su parche y su boca torcida, era mejor verle en exteriores, donde se sentía verdaderamente libre, salvaje. Vivió muy apegado a sus amigos, un grupo en el que entraron desde Rodolfo Valentino y el sheriff Wyatt Earp, el verdadero, a quien dedicó Pasión de los fuertes, a Henry Fonda, el actor que dio vida con Ford al protagonista del duelo del OK Corral y también a Tom Joad, el símbolo de la América desheredada que el genio tejió en Las uvas de la ira, basada en la obra de John Steinbeck.
O su inseparable John Wayne... A Duke le puso muy a prueba en La diligencia y su trabajo en común sirvió para que decidiera esculpirle como héroe de rastro y huella para la posteridad. Eran como un padre y un hijo y hablaban poco de política porque las tendencias conservadoras de Wayne irritaban la sensibilidad social, a veces revolucionaria y radicalmente independiente, de Ford. Pero ambos, por los extremos, construyeron de raíz una parte de la moral norteamericana vigente en sus obras.
Una confianza que todavía le llevaría a hacer grandes títulos aparte de los citados: Fort apache Mogambo, Río Grande, El sargento negro, Escrito bajo el sol, El gran combate, Siete mujeres... Confianza, energía quemada al aire libre, entre aventuras, juergas, amigos, obras maestras, alcohol e inseparables puros. Y si no, lean la última frase inteligible que pronunció antes de morir el 31 de agosto de 1973. Dijo: 'Por favor, ¿me dais un cigarro?'.
El Caballo De Hierro, Iron horse 1924 subtitulada español, pincha aqui
Paralelamente Ford queda fascinando ante la creatividad visual del cine alemán, concretamente con F. W. Murnau. Muestra una vocación expresionista que resulta patente en la forma a menudo muy elaborada de sus posteriores composiciones en blanco y negro: "Madre mía" 1928, "Cuatro hijos" 1928.
De los tiempos del silencio le quedó un principio artístico -'Soy un hombre del cine mudo. La historia la deben contar las imágenes, no las palabras', decía ya viejo- y alguna obra maestra: El caballo de hierro fue una de ellas, alguna comedia como Policías sin esposas o ensayos de encuadres, luz y color dramático como Cuatro hijos, que además le brindó la oportunidad de conocer a un chico llamado Marion Morrison, un jugador de fútbol de anchas espaldas y estudiante de derecho al que llamaban Duke y que pasó a la historia como John Wayne.
No sólo sobrevivió al paso del sonido. Se convirtió en el rey con obras como El delator y, por supuesto, La diligencia, en la que daba rienda suelta a su pasión por la Irlanda libre, alejada del yugo inglés. Todos querían bailar en su entorno. Fabricó un círculo cerrado en el que había que tener paciencia y aguante para soportar sus pequeños placeres sádicos y humillaciones. Spencer Tracy, otro irlandés próximo, no aguantó mucho. Les separó una mujer de armas tomar: Katherine Hepburn. Ford la cortejó primero. La biografía de Eyman revela cartas que no dejan lugar a dudas. 'Le gustaba porque era de las pocas personas de ambos sexos a la que Ford no podía dominar', se lee en sus páginas. Era mutuo. La filosofía de la actriz, según el libro, es que no podría respetar a ningún hombre que pudiera controlar.
La patrulla perdida (1934) de John Ford, pincha aqui
El delator | John Ford | 1935, pincha aqui
1939 La Diligencia, pincha aqui
Eligió su matrimonio y sus hijos, pero frecuentemente lejos de casa. A la leyenda Ford, con sus gafas, su puro, su parche y su boca torcida, era mejor verle en exteriores, donde se sentía verdaderamente libre, salvaje. Vivió muy apegado a sus amigos, un grupo en el que entraron desde Rodolfo Valentino y el sheriff Wyatt Earp, el verdadero, a quien dedicó Pasión de los fuertes, a Henry Fonda, el actor que dio vida con Ford al protagonista del duelo del OK Corral y también a Tom Joad, el símbolo de la América desheredada que el genio tejió en Las uvas de la ira, basada en la obra de John Steinbeck.
Pasion de los fuertes, pincha aqui
O su inseparable John Wayne... A Duke le puso muy a prueba en La diligencia y su trabajo en común sirvió para que decidiera esculpirle como héroe de rastro y huella para la posteridad. Eran como un padre y un hijo y hablaban poco de política porque las tendencias conservadoras de Wayne irritaban la sensibilidad social, a veces revolucionaria y radicalmente independiente, de Ford. Pero ambos, por los extremos, construyeron de raíz una parte de la moral norteamericana vigente en sus obras.
Las uvas de la ira, pincha aqui
En la biografía también pulula su espíritu aventurero. El del navegante de su barco de vela, el Araner, un verdadero hogar para él o el que le impulsó a estar en primera línea en la II Guerra Mundial, de donde salió una de sus mejores películas, La batalla de Midway, que lejos de ser un documento propagandístico, levantó ampollas entre políticos y militares. Fue el mismo espíritu que le condujo hasta primera línea de frente tras el desembarco de Normandía, en el avance de las tropas hacia el interior del continente, algo que contaba admirado un colega suyo, George Stevens. La guerra fue una experiencia que traumatizó a muchos cineastas, desde Frank Capra y Stevens a John Huston y que sin embargo, sirvió a Ford para avivar la confianza en sí mismo.Una confianza que todavía le llevaría a hacer grandes títulos aparte de los citados: Fort apache Mogambo, Río Grande, El sargento negro, Escrito bajo el sol, El gran combate, Siete mujeres... Confianza, energía quemada al aire libre, entre aventuras, juergas, amigos, obras maestras, alcohol e inseparables puros. Y si no, lean la última frase inteligible que pronunció antes de morir el 31 de agosto de 1973. Dijo: 'Por favor, ¿me dais un cigarro?'.
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