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Daniel y Estrellita Brodsky, Premio Iberoamericano de Mecenazgo 2019
Estrellita Brodsky, en Another Space, núcleo de la 'Daniel and Estrellita B. Brodsky Family Foundation', en Nueva York. Eileen Travell |
La profesión del curador es una labor ardua, ya que es la persona que organiza y desarrolla toda la producción de una exposición de arte.
El curador de arte es el profesional capacitado en el conjunto de saberes que posibilitan la exposición, valuación, manejo, preservación y administración de bienes artísticos.
Fuente: Expansión
Daniel y Estrellita Brodsky reciben el Premio Iberoamericano de Mecenazgo 2019 por trascender barreras en el Metropolitan Museum de Nueva York y en el reconocimiento del arte latinoamericano.
Hay en la calle 23 de Manhattan, entre las avenidas 7 y 8, en pleno Chelsea, un emblemático edificio de apartamentos. Es contiguo al histórico Chelsea Hotel, donde se hospedaron Robert Mapplethorpe, Frida Kahlo, o Willem de Kooning, entre tantos. Se trata de una de esas construcciones de estilo neogótico con almenas, rosetones y ventanas en arco de medio punto que son la esencia de la ciudad, en su contraste con los infinitos rascacielos de cristal. El Carteret -las letras de bronce de su antiguo nombre aún están sobre la entrada- fue en su día un hotel adquirido en 1968 por un promotor llamado Nathan Brodsky. La compra de hoteles emblemáticos fue uno de sus movimientos visionarios.
Lo dejo atrás mientras me dirijo al oeste, a mi cita en Another Space, uno de los focos de difusión del arte latinoamericano más importantes en EEUU. Curiosamente, entre ambos lugares hay una íntima conexión.
Los padres de Nathan Brodsky llegaron a Nueva York procedentes de Rusia. Al terminar la II Guerra Mundial, Nathan había comenzado a invertir en apartamentos que renovaba y alquilaba. Con los años se asociaría con su hijo y fundarían The Brodsky Organization, firma que hoy gestiona 8.000 apartamentos en 80 edificios de la ciudad y que se caracterizaba, según el New York Times, por unos precios "razonables para el mercado de Manhattan". Para el hijo había una explicación sobre la política de su padre, fallecido en 2006: "Vivió la Gran Depresión, y le asustaba el superlujo, lo veía un mercado limitado".
Daniel y Estrellita Brodsky, en su jardín. Se casaron en 1975. |
Ese hijo se llamaba, se llama, Daniel Brodsky. A sus 73 años sigue siendo uno de los grandes empresarios inmobiliarios de Nueva York, pero en los círculos artísticos es sobre todo conocido por ser el presidente del Consejo del Metropolitan Museum, el mayor de EEUU, y por su labor filantrópica. En 2011 creó junto a su esposa la Daniel and Estrellita B. Brodsky Family Foundation, que en 2015 lanzó el programa Another Space, ese lugar hacia el que camino. Su propósito, "ensanchar el conocimiento internacional del arte de América Latina", a través de subvenciones a museos y universidades para financiar investigaciones y exposiciones, además de servir de foro para muestras y programas educativos.
Tengo para mí que el matrimonio formado por Daniel y Estrellita Brodsky, que reciben este año (2019) el Premio Iberoamericano de Mecenazgo de la Fundación Callia, es uno de esos ejemplos de conmoción cósmica en el que las leyes del arte, como las de la física, sufren una alteración. De la misma manera que en mecánica cuántica existe el efecto túnel, un fenómeno por el que una partícula viola los principios de la mecánica clásica penetrando una barrera, en el mundo del arte el efecto Brodsky ha penetrado, por un lado, la barrera que mantenía al arte latinoamericano fuera del flujo del arte Occidental y de los grandes museos -llamémosle efecto Estrellita- y ha logrado, por otro -llamémosle efecto Dan-, reestructurar el Metropolitan, con sus 300 millones de dólares de presupuesto anual y sus 2.200 empleados, ampliando su formato enciclopédico al arte contemporáneo.
Maniobra gigantesca
El 4 de febrero de 2017, el New York Times titulaba "¿Es el Met Museum 'una Gran Institución en Decadencia'?". En pocos meses había despedido a 90 personas, su déficit se aproximaba a los 40 millones de dólares y acababa de cancelar el proyecto de una nueva ala presupuestada en 600 millones. En realidad, ese enorme transatlántico que es el Metropolitan había iniciado una maniobra gigantesca con la apertura en 2016 de un nuevo espacio dedicado al arte contemporáneo -la gran carencia del museo, que hubiera significado su ausencia de las grandes corrientes del presente- en el edificio diseñado por Marcel Breuer antigua sede del Whitney Museum.
Martes 13 de junio de ese año. Sólo cuatro meses más tarde del tremendo titular, el rotativo anunciaba una "sorprendente" reorganización de la estructura directiva del museo. En una reunión especial del Consejo los fideicomisarios habían votado por unanimidad que Daniel H. Weiss, un académico medieval, asumiera el liderazgo del museo "con efecto inmediato". Weiss, presidente y director de operaciones con sólo dos años en la institución, pasaba a ser director ejecutivo. Por primera vez quien programa, el director del museo -cargo para el que finalmente sería elegido Max Hollein, de 49 años-, rendiría cuentas a quien cuadra las cifras, el director de operaciones, y no al revés.
Es obvio que para Daniel Brodsky, vinculado al Met desde 1984, miembro del Consejo desde 2001 y presidente desde 2011, la solución bicéfala es la mejor. "Realmente se necesitan dos personas para dirigir esta institución", sentencia. "Si alguien tiene miedo de informar a otra persona puede que no sea la persona adecuada", añade sobre el hecho de que el director tenga que rendir cuentas. En abril de 2018, con el nombramiento de Hollein como director, lo que el New York Times había visto un año antes como "una institución en decadencia" había dado un giro que lo incorporaba al flujo del presente sin abandonar sus enormes, profundos y preciosos vínculos con la antigüedad. El efecto túnel se saldaba con no una, sino muchas barreras traspasadas.
De izquierda a derecha, Daniel Weiss, presidente del Metropolitan Museum de Nueva York, Daniel Brodsky, presidente del Consejo, y Max Hollein, director del Metropolitan Museum. Eileen Travell |
Pero habíamos hablado de un doble efecto Brodsky. Y para advertir el alcance de su segunda dimensión hay que remontarse a 1995. Estrellita Brodsky había nacido en Manhattan en 1951, pero sus padres procedían de Uruguay y Venezuela. "Nos sentíamos básicamente uruguayos", cuenta sentada en Another Space, convertido en el centro físico y de coordinación de la Brodsky Family Foundation. El suelo de madera oscura contrasta con el blanco nuclear pero roto de las paredes. "Cuando era pequeña, en la escuela algunas compañeras nos preguntaban si nuestros padres iban vestidos...", relata para dar cuenta del desconocimiento que había de la cultura latinoamericana.
Interesada en el arte, aquel 1995 Estrellita, que se había casado con Dan 20 años antes -hoy son padres de una hija y dos hijos de 41, 39 y 36 años, respectivamente- colaboró en una exposición en El Museo del Barrio -museo de arte latinoamericano en East Harlem-, sobre la cultura Taíno, un pueblo precolombino del Caribe. En el libro de visitas un niño escribe: "Me llamo Taíno y estoy muy contento de saber ahora de dónde viene mi nombre", y algo hizo click.
Comisariados y adquisiciones
Tras aquella exposición Estrellita decide implicarse más y entra en el Consejo del Museo del Barrio en 1997. Pronto se convierte en su presidenta y organiza una gala anual para captar fondos. Cuando deja el cargo, en 2003, la gala anual recauda medio millón de dólares. En 2005 se incorpora al Comité de Adquisiciones de la Tate de Londres. Y en 2008 la American Society de Nueva York inaugura la primera exposición en EEUU del venezolano Carlos Cruz-Díez (In)Formed by Color. La comisaria no es sino Estrellita, que va dando pasos de gigante en su propósito: "Incorporar el arte latinoamericano al relato del arte en Occidente, en el lugar que le pertenece".
Ese mismo año se doctora en la Universidad de Nueva York con una tesis sobre el venezolano Jesús Soto y el argentino Julio Le Parc. El estado energético del efecto Brodsky se incrementa y se concentra. Estrellita patrocina tres comisariados de arte latinoamericano en el MoMa, la Tate Modern y el mismísimo Metropolitan. "Los comisariados son importantes", puntualiza, "pero más aún lo son las adquisiciones". Y pone el ejemplo del Grupo de Adquisiciones que fundó Tiqui Atencio en la Tate y al que ella pertenece, con cuyos fondos "se han ido adquiriendo piezas de forma muy inteligente, lo que ha permitido estudiar la obra de artistas clave como Sérgio Camargo o Gego".
Incubadora de grandes mecenasLos Premios Iberoamericanos de Mecenazgo nacen con el fin de reconocer la figura del mecenas, hoy en día más necesaria y relevante que nunca por su labor en la conservación, promoción y difusión del patrimonio y el talento artístico de Iberoamérica. Constituyen una iniciativa social de la Fundación Callia, impulsados por Carmen Reviriego, que reconocen cada año la labor de dos grandes mecenas, uno español y otro latinoamericano, que desde la generosidad y la humildad aceptan este reconocimiento, ayudando así a los propios premios a inspirar con su ejemplo a que otros hombres y mujeres se apliquen con su misma convicción en esta empresa. Un jurado excepcional formado por personalidades de la cultura como Miguel Falomir, director del Museo del Prado, o Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia, han reconocido en ediciones anteriores a prestigiosos mecenas como Carlos Slim, Carmen Thyssen-Bornemisza, Patricia Phelps de Cisneros y Carlos Fizt-James Stuart, entre otros.
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