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MURALLAS DE PAMPLONA
En 1512, Fadrique Álvarez de Toledo, Duque de Alba, al mando del ejército castellano, conquista Pamplona. La ciudad se somete a la obediencia del rey Fernando el Católico sin oponer resistencia. En nombre del rey, el duque promete a los pamploneses que se les guardará sus fueros, privilegios y costumbres. En el mismo año, pocos meses después de la conquista castellana, un poderoso ejército franco-navarro de 15 000 hombres asedia Pamplona para intentar reconquistarla. Fracasan en su intento. Este ataque hizo ver la necesidad de mejorar las defensas de la ciudad: en 1513 se empieza a edificar la fortaleza de Santiago, un castillo artillero que incorpora los últimos avances defensivos.
El 19 de mayo de 1521, Pamplona capitula ante el ataque de un contingente francés de 12 000 hombres apoyado además por las tropas agramontesas. Íñigo de Loyola, gentilhombre del Duque de Nájera, es herido gravemente en la pierna derecha mientras colabora en la defensa del castillo. Los franceses demostrarán su abrumadora superioridad artillera rompiendo sus muros, lo que provoca la capitulación del ejército castellano. Las defensas de Pamplona, especialmente el castillo, quedan seriamente dañadas.
Al iniciarse la guerra en 1542 (Guerra Italiana 1542-1546), el emperador encarga al duque de Alba el reconocimiento de varias plazas, entre ellas la de Pamplona. Le acompaña el prestigioso ingeniero Luis Pizaño, figura eminente de las fortificaciones españolas. Como fruto de su visita se llevan a cabo las siguientes mejoras: se aumentan los bastiones y se les añaden casamatas para albergar más piezas de artillería; se derriban las antiguas torres medievales; se abren cañoneras y se levantan parapetos. Los muros se construyen en talud y se hacen más gruesos, se cierran puertas y se derriban padrastros o puntos dominantes que perjudicaban a la fortificación.
A pesar de las mejoras, el ingeniero Juan Bautista Antonelli emite en 1569 un informe muy negativo sobre las posibilidades defensivas de Pamplona. Es preciso ejecutar un “muy principal castillo”. Felipe II, atendiendo al informe de Antonelli, encarga el diseño al ingeniero más prestigioso de la época, Giacomo Palearo, el Fratín. En 1571 están listas las trazas del nuevo castillo renacentista: la Ciudadela. Las obras durarían más de 30 años.
A finales de 1588, está en Pamplona Tiburcio Spannocchi, uno de los grandes expertos de Felipe II en materia de fortificaciones. Propone mejoras, tanto en la Ciudadela como en el recinto amurallado, que plasma en una maqueta. El rey Felipe II y su hijo, el príncipe Felipe, visitan Pamplona en 1592 para jurar los Fueros del Reino y, además, para observar personalmente el estado de las obras de la Ciudadela. Su impresión es altamente positiva. En 1601 Spannocchi es nombrado por Felipe III Ingeniero Mayor de los Reinos de España y queda al cargo de la superintendencia y supervisión de todas las fortificaciones de la metrópoli y ultramar.
Si bien se dan por terminadas las obras de la Ciudadela en 1645, al finalizarse las cinco medialunas exteriores, se seguirán perfeccionando las defensas a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Poco después de 1645, por ejemplo, las medialunas son consideradas demasiado pequeñas y carecen, además, de revestimiento, por lo que se propone ampliarlas y encamisarlas (forrarlas exteriormente) con sillares de piedra.
Por otro lado, la guarnición en el interior de la Ciudadela es insuficiente. El 23 de abril de 1646 llega a Pamplona el rey Felipe IV con el príncipe Baltasar Carlos. De esa visita queda el famoso cuadro de Martínez del Mazo en el que aparece la comitiva parada delante de la puerta principal de la Ciudadela. El mayor cambio que sufre la Ciudadela posteriormente a su construcción es la creación de dos contraguardias del lado de la campaña: la de Santa Clara y la de Santa Isabel. Ejecutadas poco después, la aportación es obra del ingeniero Esteban Escudero, cuyo informe data de 1685. En estas defensas está labrado el escudo del virrey Don Enrique Benavides.
Fortín de San Bartolomé
Este fortin o media luna, que ha dado nombre a los jardines, forma parte de un ambicioso proyecto elaborado en 1726 por el ingeniero Verboom y que fue ejecutado sólo en parte a lo largo del s. XVIII. En él, se reforzaban los frentes más expuestos de la ciudad con fuertes avanzados como este, que fue además la última obra importante realizada en las defensas de Pamplona. Durante el año 2010 se procedió a la limpieza y restauración de este fortín de San Bartolomé, ejerciendo de Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona.
Pamplona ha sido escenario de muchas guerras a lo largo de los años debido a su ubicación, tan cerca de la frontera francesa. Bajo el reinado de Felipe II, la construcción de la fortaleza comenzó en 1549 y fue diseñada por los italianos Giovan Giacomo Paleari y Vespasiano Gonzaga para defender Pamplona de posibles invasiones. Fue construido como una fortaleza estelar pentagonal conectada con el resto de las murallas de la ciudad.
Originalmente, la construcción de nuevos edificios fuera de las murallas de la ciudad estaba prohibida. Durante la Primera Guerra Mundial, sin embargo, era obvio que los fuertes de este tipo ya no eran relevantes en la guerra y, por lo tanto, en 1915, el ejército permitió que algunas partes de la ciudadela y las murallas de la ciudad fueran destruidas para ayudar a la expansión de la ciudad.
En 1964 perdió su carácter militar, convirtiéndose en un parque muy frecuentado y con usos culturales en los antiguos edificios castrenses.
En su interior conserva algunos edificios, que se respetaron después de que la ciudad recibiera el recinto fortificado:
- El polvorín de 1694 por Torelli.
- El almacén de mixtos, reformado en 1720 por Ignacio Sala.
- Sala de Armas de 1725 por el ingeniero Jorge Próspero de Verboom, autor de la ciudadela de Barcelona.
El diseño de la Ciudadela corrió a cargo del ingeniero Giacomo Palearo "El Fratín" y del virrey de Navarra Vespasiano Gonzaga. En la puerta principal vemos una placa dedicada a este último, que dice así:
AÑO 1571. SIENDO BISORREY Y CAPITAN GENERAL EN NAVARRA Y LA PROVINCIA BESPASIANO GONZAGA COLONIA, DUQUE, MARQUES Y CONDE.
Tras la conquista de Navarra por Castilla (siglo XVI), el rey Felipe II ordenó mejorar el sistema defensivo de Pamplona construyendo unas nuevas murallas (las que hoy conocemos) y una Ciudadela.
La Ciudadela de Pamplona fue construída según los últimos avances en arquitectura militar de la época, con una compleja estructura de fosos, baluarteLos baluartes se veían reforzados por un sistema de revellines y contraguardias, los cuales se conservan hoy en día a excepción de un revellín que fue destruído. (Otro revellín, el de Santa Lucía, también fue destruído, pero recientemente ha sido reconstruído).
Los revellines y contraguardias que la hacían resistente a los ataques de artillería.
Originariamente la Ciudadela tenía forma de estrella de cinco puntas, siendo cada una de las puntas un baluarte. Pero en la actualidad sólo se conservan tres de estos baluartes, pues los otros dos (el de San Antón y el de la Victoria) fueron destruídos en 1888 para construir en su lugar casas (el denominado "Primer Ensanche" de la ciudad).
Mientras la Puerta Principal comunicaba la Ciudadela con la ciudad de Pamplona, esta otra, denominada Puerta del Socorro, la comunica con el exterior.
Aunque anteriormente existió otra, esta puerta fue construída en 1720. Sobre ella vemos una placa con una inscripción muy deteriorada y un escudo de armas de la casa de Borbón.
Desde ella se accede al exterior de la Ciudadela por unos puentes desde los que se ven magníficas vistas de los fosos
Polvorín
Construído en 1694, este edificio servía para guardar la pólvora. Obsérvense los recios contrafuertes que le dan solidez.
Sala de armas
Este edificio del siglo XVIII servía de arsenal de artillería a la Ciudadela.
Construído en el siglo XVII, servía de almacén de víveres y bodega.
Horno
Este edificio semicircular sin ventanas era en su época el horno de la Ciudadela.
Capilla
La Ciudadela disponía de su propia Capilla. No es un edificio, sino que está construída dentro de la propia pared de la Ciudadela, cerca de la Puerta del Socorro.
Glacis
En tecnología militar un glacis es una pendiente suave y despejada que precede al foso de una fortaleza, y que está dominada por los baluartes y otras fortificaciones, desde los que se puede hacer fuego sobre él.
El uso de estas estructuras se debe a la aparición de las armas de fuego, y su aparición, así como la de los revellines, se sitúa a finales del siglo XV y comienzos del XVI. El glacis tiene un doble efecto beneficioso para los defensores: hace rebotar en él las balas de artillería, que salen despedidas por encima de los muros de la fortificación sin dañarlos, y en segundo lugar constituye una amplia superficie despejada, batida por el fuego defensor, y en pendiente que las unidades de asalto del ejército atacante deben atravesar previamente a saltar al foso y atacar las murallas.
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